Consuelo Solís: la ardua tarea de preservar el legado de Genaro Vázquez

29 junio, 2020

Desde hace casi medio siglo, la maestra Consuelo Solís cuida el legado de su esposo y compañero de lucha Genaro Vázquez. Madre de 20 hijos, biológicos y adoptivos -de los milicianos caídos junto con su esposo-, la integrante de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria recrea su lucha político-militar

Texto y foto: Kau Sirenio 

La maestra Consuelo se levantó de la silla y avanzó hacia la ventana. Se quedó un momento allí, en silencio, mirando a través del vidrio cada rincón del patio, hasta que el chiflido de la olla de café rompió su contemplación. No dijo nada, sólo dio la media vuelta y caminó a la cocina. Desde allí empezó a recordar cada espacio de su vida, entre sorbo y sorbo de café.

–¿Gustas una taza de café? –ofreció, antes de acercarse a la mesa donde suele platicar con historiadores y periodistas que la visitan.

El camino a la cocina conduce directo al santuario de los caídos. Un muro tapizado de fotografías de la familia Vázquez Solís; de los papás, hermanos, hijos y esposo de la maestra; todos fallecidos.

En la parte superior de la pared que separa el comedor de la cocina sobresale la imagen del comandante guerrillero Genaro Vázquez Rojas, asesinado el 2 de febrero de 1972.

«A Genaro lo conocí en la Escuela Nacional de Maestros; nos hicimos novios; después nos casamos. Y aquí estoy con mis hijos, mientras que mi esposo murió luchando por sus ideales», recrea antes de dar otro trago a su café.

Entrar a la casa de Consuelo Solís Morales en San Luis Acatlán es un privilegio; charlar con ella en la comida es recorrer los recovecos de su pasado, triste, alegre y doloroso a la vez, que van desde el estado de Hidalgo, a la Ciudad de México y la Montaña de Guerrero. No cualquier reportero tiene esa concesión con la maestra, y menos si vienen de medios corporativos de la época de La Guerra Sucia en México.

La maestra tiene cuidado de platicar con los reporteros de algunos medios nacionales que, señala, eran usados por el Estado para golpear a la guerrilla de Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas.

El camino hacia la alcoba empieza al lado derecho de la puerta. De allí, se topa con la escalera que lleva a ese espacio íntimo de la profesora. Ella sube las escalera y regresa con un libro en la mano; se detiene justo frente al busto de Genaro.

–Mira, es un trabajo que le dedicaron a mi hermana Concepción, un libro muy sencillo pero muy útil, para que la lucha social no se olvide –dice mientras enseña con el dedo índice la fotografía de su boda.

Con un movimiento lento, cuidadoso, baja la fotografía para mostrarla a los visitantes. Y empieza recordar su noviazgo que terminó en matrimonio. «En aquel entonces yo era estudiante del quinto año, cuando mi hermano Filiberto me presentó a Genaro; la verdad no lo saludé, pero después me conquistó con la música. Era un excelente trovador», comparte.

–¿Cuándo se casaron? –quiero saber.

–Después de tres años de novios nos casamos en el templo de la Purísima Concepción, del barrio de Tlaxcoaque, el 26 de enero de 1959.

Consuelo proviene de una familia de maestros. De los 15 hermanos, sobrevivieron siete, seis abrazaron el normalismo; la maestra no fue la excepción, se casó con un maestro normalista que conoció en la Nacional de Maestros.

En la misma escuela de maestros conoció a los hermanos Ismael y José Bracho Campos. Pepe Bracho, como lo conocen Los Cívicos, terminó segundo al mando de la dirección nacional de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR).

Antes de regresar al comedor, empieza el recorrido de la historia. Cada retazo de esta casa donde uno se pare tiene un paisaje histórico. Por ejemplo, aquí se fraguaron acciones revolucionarias que llevaron a la clandestinidad al fundador de la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), organización política que derrocó, en 1960, al gobernador de Guerrero Raúl Caballero Aburto.

Después de un recorrido por la casa, la maestra sirve tinga de pollo y frijoles.

–Almuercen antes de que se vayan –ofrece.

Al tomar el primer bocado, Consuelo, con maternal voz habla de sus hijos: América, Consuelo, Francisco, Genaro, Ulises y Roque Filiberto. Aparte de sus hijos biológicos, adoptó a 14 niños; todos eran hijos de los milicianos que cayeron en combate al lado de Genaro Vázquez Rojas.

–Aquí nos sentábamos todos a comer. Mis 20 hijos comían lo mismo, nunca le di más comida a uno que a otro. Todos éramos una familia. Porque ése era el deseo de mi esposo –recuerda mientras limpia su plato con un pedazo de tortilla.

***

Frente a la tumba de su esposo, la maestra repite sin titubeos palabra por palabra lo que le dijo Genaro antes de irse a la sierra, después de que un comando político-militar de la ACG lo liberara de la cárcel de Iguala el 22 de abril de 1968.

«Genaro sufría mucho cuando subía a la montaña a ver a los campesinos a quienes les ayudaba en la gestión; por eso, él agotó todas las vías de lucha, hasta que le cerraron el paso. Así que no le quedó otra salida, más que tomar las armas. Yo misma le ayudé, y acepté esa decisión, a pesar de que teníamos hijos, además de otros muchachos que adoptamos. Ahora ellos son grandes profesionistas», relata.

Es febrero de 2008. Cada año, en el homenaje que la familia y amigos le rinden a Genaro Vázquez en el panteón de San Luis Acatlán, Consuelo recuerda su plática con el fundador de la Liga Agraria Revolucionaria del Sur Emiliano Zapata (Larsez).

«Genaro me dijo, el 14 de abril de 1968, una semana antes de su liberación por los compañeros de lucha: ‘Quiero ver a todos los niños el próximo domingo; por favor, no dejes de traer a todos, porque quiero verlos’. Los llevamos con las recomendaciones de orientar a los niños que cuando crezcan amen a México. ‘Hay que educarlos como buenos nacionalistas, para que amen a México, a sus costumbres; al campesino’. Sabíamos que se estaba despidiendo; él no tenía la autorización para decirnos: ‘Hoy es el último día que me ven’», recrea.

La palabra de la maestra despertó al público que cabeceaba en la sombra rala que ofrece la bugambilia ante la tumba del guerrillero. «Si Genaro viviera, qué chinga le pusiera», se escucha entre una variedad de consignas que luego saltan al añejo reproche: «País petrolero y el pueblo sin dinero». O: «Vestido de verde olivo, políticamente vivo, no has muerto, no has muerto, camarada…».

Cuando se apaga el último suspiro de la consigna, la maestra retoma la palabra. «Los que estábamos con él supimos cuando le ofrecieron espacios en el gobierno priista; incluso, se habló de una diputación, y que podría ser candidato a la gubernatura del estado. Pero cuando platicaba con sus amigos y con familiares nos decía: ‘Para mí es muy difícil mirar a la gente de mi pueblo y a ustedes mismos y a mis hijos, cuando crezcan y tener dinero, tener fortuna y que me pregunten cómo lo obtuve si soy un maestro. La gente necesita palabras de aliento, en quien confiar. No se puede traicionar a los que confían en la lucha verdadera’. Por eso, Genaro optó por las armas, porque amaba a su pueblo».

En este mismo lugar, la maestra Consuelo reprochó al Subcomandante Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), cuando visitó la tumba de Genaro Vázquez Rojas en 2006. La inconformidad de la maestra fue la promoción de la otra campaña derivado de la Sexta Declaración. «En este proceso electoral estamos ante un hecho histórico ganar la Presidencia con el candidato de la izquierda. O nos unimos todos para ganar o dejamos que la mezquindad triunfe y se pierda la única de oportunidad de derrocar esta política neoliberal», le dijo en ese entonces al dirigente zapatista.  

Mientras arregla su cabello en la puerta del panteón la maestra platica del programa político de la ACG que el comandante Genaro planteó antes de ser detenido y encarcelado en Iguala: “Mi esposo creía que era muy importante luchar por la Libertad Política. Que implica la salida del gobierno de todos los caciques y el advenimiento de un Régimen Popular de Obreros, Campesinos, Intelectuales Patriotas y Estudiantes; así como el implantamiento de las libertades democráticas conculcadas por el actual Régimen, porque eso abría el camino a la democratización de este país”. 

Las organizaciones sociales y estudiantiles siguen coreando consignas en las calles de San Luis Acatlán, pero Consuelo Solís actualiza la memoria: “Cuando Genaro hablaba de la Planificación Científica de la economía, a fin de aprovechar al máximo nuestros recursos naturales; teniendo como meta dar mejores condiciones materiales y culturales de vida al Pueblo, por eso esos años sólo un puñado de personas acaparaban todo”. 

Mientras los contingentes avanzan entre cruces y tumbas abandonadas la maestra retoma la plática: “Fijate lo que pasaría si el pueblo rescata  la riqueza minera que está en manos de empresas imperialistas de Norteamérica. Que se respetara  la vida política sindical interna, la efectividad y ampliación de los derechos obreros, eso cambiaría por completo la vida de este país”.

Después de su intervención en el panteón Consuelo Solís siguió platicando de la lucha de ACG: “Él planteaba el reparto de los latifundios y el rescate de las riquezas madereras en manos de rapamontes insaciables y la entrega de las mismas a sus dueños los campesinos. Proponía la aplicación de la Reforma Agraria y el impartimiento de las prestaciones y servicios sociales a toda la población. Ademá, la Alfabetización y el desarrollo cultural del Pueblo.” cita de memoria. 

Antes de que abandonen en el panteón municipal de San Luis Acatlán, la maestra denuncia la muerte de Genaro Vázquez: «Ellos lo mataron, porque estaba vivo cuando se lo llevaron del supuesto accidente. Los militares lo remataron en el hospital militar de Morelia», acusa.

La maestra viaja de la Ciudad de México a San Luis Acatlán cada año para visitar la tumba donde trajo a sembrar su cadáver de su esposo a su pueblo natal, tal como él se lo pidió antes de que lo asesinaran. Desde 1972, empezó la tradición familiar de acompañar a los amigos y familiares del revolucionario para rendirle homenaje póstumo.

En los últimos años, la maestra no ha podido ir, debido a lo avanzado de su edad. Dice que repite el mismo discurso ante la tumba de su esposo para que no se olvide su legado de lucha, porque su programa político sigue vigente ante los abusos de poder contra el pueblo.

«La maestra Consuelo dignificó la memoria del comandante Genaro Vázquez Rojas, convirtió la tumba del maestro en un espacio de denuncias, de demandas de justicia y libertad; logró mantener una luz de esperanza para los desposeídos. Porque después del asesinato, los militares montaron una campaña de desprestigio en contra de los compañeros de la ACNR, a quienes llamaron robavacas, asaltantes y asesinos. Nunca le reconocieron sus postulados políticos», sostiene el historiador Andrés Rubio Zaldívar.

Agrega: «Ella y su familia lograron el romper el cerco militar y mediático desde que enterró a Genaro en San Luis Acatlán; nunca dejó que el gobierno y la oligarquía profanaran el legado del maestro normalista. Tuvo que sortear montañas y ríos hasta llegar a la tumba para homenajearlo al lado de los milicianos que sobrevivieron a la jauría del Estado».

***

Un año después de su boda con Genaro Vázquez, Consuelo Solís dejó el activismo político para cuidar a sus hijos, sin dejar el magisterio. Sin embargo, sus hermanos Filiberto y Concepción se integraron de tiempo completo a la lucha político-militar de la ACG y después a la de la ACNR.

Filiberto Solís Morales cayó abatido por militares el 22 de abril, cuando el Comando Armado Vicente Guerrero, integrado por Roque Salgado, José Bracho, José Barajas, Abelardo Vázquez Cabañas y  los hermanos Donato y Pedro Contreras Javier  liberaron a Genaro Vázquez de la cárcel de Iguala, Guerrero.

Concepción se integró al comando urbano de la ACNR, en la Ciudad de México. Después de una «expropiación revolucionaria» en un banco en la capital del país. Con del entonces rector de la Universidad de Guerrero, Jaime Castrejón Díez, secuestrado por el comando central de la guerrilla rural. Se canjea la liberación del universitario a cambio de la liberación  y exilio a Cuba de Concepción Solís. 

Mientras el comando central de ACNR desarrollaba la estrategia de guerra de guerrilla en la Sierra y Montaña de Guerrero, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) activó sus mecanismos de espionaje contra la familia de Genaro y Consuelo, en la colonia Gabriel Ramos Millán, en la ahora alcaldía de Iztacalco.

La persecución política hacia la familia Vázquez Solís se incrementó. El 20 de julio de 1971, agentes del Servicio Secreto secuestran al hijo del guerrillero, Genarito, de ocho años de edad, a su prima Blanca Luz Alvarado Vázquez y al novio de ésta, Luis. A los tres los torturaron psicológica y físicamente en las oficinas del Servicio Secreto, en Tlaxcoaque.

La policía política nunca supo que tuvo en sus manos al hijo del comandante de la ACNR. Porque el menor, su prima y el novio usaron otro nombre, lo que permitió que a ellos los liberaran al día siguiente, mientras que Blanca quedó retenida en calidad de rehén durante una semana. En el mismo lugar se encontraba Concepción Solís, hermana de Consuelo.

Consuelo Solís Morales enseñó a los niños y adolescentes que asistían a clases de regularización a su casa, a usar otro nombre cuando se las vieran con la policía. La maestra impartía cursos extramuros para mantener a sus 20 hijos biológicos y adoptivos.

De camino a la cocina a llevar los platos de la comida, la maestra habla del periodo de la persecución. «Había mucho miedo porque la policía secreta nos vigilaban todo el día. Llegué a sacar a los niños por la azotea, porque estábamos rodeados por militares. En varias ocasiones tuve que esconderlos en diferentes casas de los vecinos, los repartí de dos en dos», recuerda.

El acoso policiaco-militar se cerró hasta convertirse en un cuello de botella. Consuelo se quedó sin estudiantes y sin ingreso extra, por la clase de regularización. El 27 de enero de 1972 fue detenida, junto con sus hijos adoptivos Austreberta, de 14 años de edad, y los hermanos Guadalupe y Alejandro Mota, de 18 y 17 años.

Ese mismo día fueron entregados por los agentes del Servicio Secreto a los separos de Tlaxcoaque, donde fueron torturados para que entregaran a Genaro Vázquez Rojas. «Ahí torturaron a mi hija», señala.

Después de un largo silencio Consuelo Solís retoma la plática y habla de su detención en la cárcel clandestina de Tlaxcoaque. Dice que allí vio a varios de sus compañeros detenidos, pero jamás los volvió a ver.

La maestra Consuelo salta de la tortura a los comunicados que la ACNR enviaba a los medios masivos de comunicación desde la Sierra de Guerrero. «Recuerdo el comunicado sobre el general Solano Chagoya: ‘Mientras el general Solano Chagoya hace pública su invitación al diálogo, miles y miles de soldados de todas partes de la República se han concentrado en Guerrero y llevan a cabo una batida cotidiana para dar con nuestro paradero, sin importarles vejar al pueblo inocente. Ya la nación, en especial esta entidad, conoce nuestras banderas de lucha, de carácter político y social, concretizadas en las justas exigencias de campesinos y obreros para que les sean resueltos sus problemas, acabando con la injusticia, el hambre y la miseria crecientes en las que se debaten, propiciadas por los grandes ricos capitalistas y terratenientes y el imperialismo norteamericano, dominante en nuestra patria’. Fíjate que los periódicos no has cambiado, siguen igual que antes, sólo reproducen la información que los ricos pagan», deplora.

Consuelo Solís identificó el cadáver de Genaro Vázquez, el 2 de febrero de 1972, ese mismo día los militares le entregan el cuerpo y lo  traslada a San Luis Acatlán, para velarlo en la casa de Heriberto Vázquez Suástegui, primo de Genaro.

***

Mientras friega los platos, tazas y cucharas, la maestra pregunta si alguien quiere más café o comer. Nadie le contesta, pero ella sale con una bolsa de panes y galletas, la deposita en la mesa y sirve más café, con lo que anuncia que la plática sigue, aunque le pesen los 84 años que lleva encima.

Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.