En el primer viaje de europeos por la selva tropical más grande de América dieron noticias de una patria de mujeres guerreras, que los españoles llamaron amazonas (por referencia la mitología griega). El nombre cobró aquí tanto sentido que bautizó a una región única en el mundo
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Francisco de Orellana navegaba liderando 70 hombres. Sería impreciso decir que era una expedición. Más bien viajaban perdidos después de embarcarse en el río Napo, las afluentes lo atraparon en un recorrido sin salida. Los dos bergantines que dirigió resistían y aguardaban para poder arribar a un sitio conocido. Pero el río los arrojó a un raudal mayor, un río que conocemos ahora como Amazonas.
Las peripecias del viaje las sabemos por el fraile dominico Gaspar de Carvajal. Era el año 1541. América era apenas una idea nueva, en los mapas era un boceto que ganaba precisión cada año. Había más lugares imaginarios que reales. Por ejemplo “el país Canela”, un sitio de abundantes bosques de canela -especie muy preciada en la época-, además de oro y maderas finas.
En busca de los bosques de canela fue que el extremeño Francisco de Orellana acabó en el río Napo, sin posibilidad de volver. La afluente los arrastró por sitios ignotos. El fraile Gaspar se dedicó a dar esperanza a la tripulación de que dios los remediaría de alguna forma, pero también se empeñó en escribir una relación de lo que les aconteció.
Los primeros días de viaje fueron tan duros que la tripulación solo comió los cueros, cintas y suelas del zapato que vestían. Cuando el río dio oportunidad, los españoles echaron amarras y guerrearon con pueblos indígenas de la zona. Aún en su desventura, no perdían la esperanza de llevarse algún tesoro.
Cuando tenían suerte pescaban con ballestas pescados gigantes, manatíes y tortugas tan grandes como adargas. Pero el acostumbrado manjar fueron hierbas y granos tostados. Las enfermedades y los mosquitos se cobraron la vida de varios integrantes. Nunca se supo cuántos murieron en la odisea.
Hubo ocasiones en que Francisco de Orellana estableció pequeñas alianzas, pero los españoles se dedicaron primordialmente a quemar pueblos y a perseguir indígenas para conseguir bastimento. A pesar de estar perdido, Orellana también se dedicó a tomar posesión de las tierras en nombre de su majestad. La conquista también fue (o fue sobre todo) un delirio de locos, como muestra la película Aguirre, la Furia de Dios (1972) de Werner Herzog.
En una aldea, un viejo llamado Aparia les dio las primeras noticias de las amazonas -un pueblo de mujeres guerreras que estaba río abajo- y los tesoros de su nación.
En otro pueblo les volvieron a advertir, según el relato de Gaspar de Carvajal: si íbamos a ver a las amazonas, que en su lengua las llaman coniu puyara, que quiere decir grandes señoras, que mirásemos lo que hacíamos, que éramos pocos y ellas muchas, que nos matarían, que no estuviésemos en su tierra.
Mientras el viaje avanzaba, entre los pueblos se tejieron alianzas y le hicieron asaltos a los españoles. Hubo algunos encontronazos tremendos, como cuando una gran cantidad de canoas dirigidas por hombres disfrazados de caimanes, con música de tambores, les dieron una refriega con muchas bajas. Uno de los problemas de los europeos fue que la humedad volvió inservible la pólvora de los arcabuces y cañones. Guerrearon a cuchillo limpio.
Gaspar de Carvajal recibió un flechazo en la quijada que le llegó hasta el hueso. Los hábitos le ayudaron a atenuar el afilado golpe que por poco le quita la vida. En otra batalla, perdió un ojo, por el roce de otra flecha.
Yendo en el río llegaron a un pueblo a robar, como de costumbre. Para su sorpresa, los pobladores dieron aviso a las coniu puyara, según el relato del misionero: y vinieron hasta diez o doce, que éstas vimos nosotros, que andaban peleando delante de todos los indios como capitanas, y pelaban ellas tan animosamente que los indios no osaban volver las espaldas.
En aquella pelea, Gaspar se dio una idea del aspecto de estas mujeronas: Son muy blancas y altas, y tienen muy largo el cabello y trenzado y revuelto a la cabeza y son muy membrudas y andan desnudas en cuero, tapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos haciendo tanta guerra como diez indios y en verdad que hubo mujer de esas que metió un palmo de flecha por unos de los bergantines y otras que menos, que parecían nuestros bergantines puerco espín”.
El cacique de un pueblo que los españoles refieren como Couynco les informó sobre el modo de vida de las amazonas. Regían una ciudad propia, donde gobernaba una de ellas, llamada Coñori, y donde no se admitían hombres. Desde ahí extendían su poderío a otros pueblos que avasallaban.
El cacique les relató que las mujeres, no siendo casadas, ni residía hombre entre ellas, se empeñaban, él dijo que estas indias participan con indios en tiempos y, cuando les viene aquella gana, juntan mucha gente de guerra a muy gran señor que reside y tiene su tierra junto a la destas mujeres, y por fuerza los traen a sus tierras y tienen consigo aquel tiempo que se les antoja y, después que se hallan preñadas les tornan a enviar a su tierra sin les hacer otro mal, y después, cuando viene el tiempo que han de parir, si paren hijo le matan y lo envían a sus padres y, si hija, la crían con muy gran solemnidad y la imponen en las cosas de la guerra.
En el relato de Gaspar de Carvajal no se habla más de las coniu puyara. Los españoles se refieren a ellas como amazonas, en alusión a las guerreras de la mitología griega. Y así bautizaron el río.
Después de un año de viaje, Francisco de Orellana llegó al mar Atlántico. Tras atravesar la selva más grande del mundo, los españoles se dirigieron a Venezuela, donde finalmente fueron recibidos en una pequeña colonia europea.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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