En Orizaba, un grupo de personas solidarias acogió a los familiares de personas desaparecidas y tomó como suya la encomienda de hacer presentes a los desaparecidos en esa comunidad. Hacerlos presentes, para recordarlos y también para lograr respuestas gubernamentales
Texto: Daniela Rea
Fotos: Especial
No conozco a Juan Carlos, pero por sus padres, Juan Macario Acahua y Petronila Herrera, sé que tiene la voz gruesa, que es moreno y sonriente. Que su boca y sus orejas son pequeñas y sus cejas pobladas. Sé también que tiene una cicatriz en la espalda que se hizo un día que fue por agua al pozo y se rajó con un alambre de púas.
No sé cómo era su carácter, pero por lo que cuentan sus padres puedo imaginar que fue un niño travieso y curioso y un adolescente chambeador. Cuando no trabajaba en la tortilla, se ponía a tapar baches, cuando no estaba chapeando y regando abono en los campos, se iba al corte de caña. “Cuando no iba a la escuela, se iba al campo con su morralito de lonche y me decía ‘te vengo a ayudar papi’”, recuerda Juan Macario.
Juan Macario y Petronila tienen un recuerdo de él que es conmovedor: un día que estaba en el corte de caña se escapó para meterse entre los carrizos a tomarse la miel que escurría de ellos. “Papi, hay harta miel, mira, harta miel”, le decía a su padre mientras lamía la miel recién salida del fruto.
Tampoco conozco a Juan Macario y Petronila, pero pude acercarme a ellos y la historia de Óscar a través del trabajo de recuperación de memoria que hizo Toaltepeyolo como parte de la serie “Retrato de la Memoria” que realiza con el Colectivo Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba.
Juan Carlos fue desaparecido el 4 de octubre de 2014. Ese día salió de la casa materna con un amigo y a la fecha la familia solo sabe que “se lo llevaron unos policías”.
“Nosotros siempre lo estamos recordando, siempre lo andamos recordando. Hay un cuarto hecho para él, tenemos sus cuadros en ese cuarto”, dice Petronila en el proyecto de memoria.
Recordar. Nombrar. Hacer presentes a lo desaparecidos. Ésa es una de las encomiendas de Toaltepeyolo, una organización de derechos humanos en la ciudad de Orizaba, Veracruz.
“Los desaparecidos no están, pero no están porque alguien se los llevó. Entonces pienso que tienen que ser, tienen que estar, tenemos que hablar de ellos, pensar en ellos y en ellas en presente. Siempre en presente”, dice Hugo Guzmán Cuevas, coordinador general del centro de Derechos Humanos Toaltepeyolo.
Toaltepeyolo es una organización de derechos humanos en Orizaba, Veracruz, que tiene como eje acompañar a los familiares de personas desaparecidas desde distintos espacios: el legal, el emocional y el social.
Una de sus preocupaciones es hacer presentes a los ausentes. “Instalar en lo social el significado de la desaparición. La persona desaparecida debe estar en la memoria para formar parte de la historia”, se lee en el documento Colectivos de Familiares y su papel en la búsqueda de personas desaparecidas, escrito por Hugo Guzmán.
Aunque Toaltepeyolo se fundó en el 2009 y acompañaba a comunidades indígenas, fue hasta 2015 que comenzó a acompañar a las familias de personas desaparecidas.
“Hasta entonces, en Orizaba no se notaba tanto la desaparición, a diferencia de otros lugares del país. De pronto empezamos a registrar más asesinatos, desapariciones, secuestros, balaceras. Se forma un colectivo de familiares de desaparecidos, hacen una marcha el 10 de mayo de ese año y ahí nos acercamos. Les comentamos que queríamos ayudar, apoyar y así iniciamos una relación”, explica Hugo.
Hacer presentes a los desaparecidos: a través del relato de sus familiares, a través de sus rostros pintados en bardas de la ciudad. “Lo de las bardas fue idea de las familias, nosotros les contactamos con el artista que las hizo, hay personas que han donado sus bardas, en otros casos fueron gestiones con una escuela primaria. Ahora es un proyecto en pausa por falta de recursos”, explica Hugo.
El primer material que hicieron fue el documental “A mí no me va a pasar”, como una forma de responder a la urgencia de los familiares de desaparecidos de apelar a la sociedad por su solidaridad y su escucha.
En el documental los familiares intentan interpelar a la sociedad para que salga del “a mí no me va a pasar”, se comprometa con quienes han sido víctimas de este crimen y se convoque alrededor de la búsqueda de las personas desaparecidas.
Es importante hacer presentes a los ausentes y combatir la idea de que “la persona desaparecida en algo andaba, que es mala, que tiene la culpa de la desaparición. Todas y todos estamos expuestos a la desaparición y es terrible a que a la gente no le caiga el veinte de que es una realidad, que sí, que está pasando”, dice Hugo Guzmán.
Para Toaltepeyolo la sociedad se encuentra “frente a un terrible fenómeno con varios componentes. En la desaparición forzada hay ocultamiento de los hechos, este acto hace que aumente la impunidad, conlleva la negativa del Estado de reconocer que la víctima está bajo su control y de proporcionar información al respecto, con el propósito de generar incertidumbre acerca de su paradero, de si está con vida. Por ello, las familias van juntando las piezas de información que les permitan reconstruir la historia, buscar la verdad”.
–¿Cuál es el sentido político de hacer presentes a los ausentes?
–Para muchas familias se convierte en una lucha desde el inicio, una lucha de presencia física porque tienen que estar, afrontar autoridades, el sistema. Tuvieron que luchar para construir una ley. Se lo escuche a Carlos Beristáin: las familias son consecuentes, van dando soluciones sociales, políticas. Y aunque tienen triunfos (como la ley) sigue siendo una lucha porque las autoridades siguen haciendo cosas sin las familias y minimizan sus aportaciones– responde Hugo.
–¿Cómo esto ayuda a honrar a los desaparecidos y familias?
–Tenerlos siempre en presente, hablar de ellas y ellos en presente. Ellos están, mientras no sepamos otra cosa, ellos están. Y eso a las familias les hace mucho sentido. Muchas mamás no veían el sentido de los memoriales, pensaban que eso es como un objeto. Y yo preguntaba “¿cómo quieres que los recordemos?”. Pues eso, recordándolos. Entonces pensamos en acciones para recordar a las personas que están desaparecidas y que estén siempre presentes.
Así surgió la idea de acompañar con herramientas de comunicación, videos, fotografías, murales de los rostros: si los vemos, si los tenemos presentes, existen.
“A pesar del daño continuado que significa la ausencia de los desaparecidos y la justicia, las familias han fortalecido su trabajo de re-dignificación de las personas desaparecidas y reafirman su compromiso de buscar, porque cuando encuentran, dan identidad y certeza a una familia”, dice Hugo.
Toaltepeyolo se fundó en el 2009 para acompañar a las comunidades indígenas de la Sierra de Zongolica. Orizaba, explica Hugo, es una ciudad “muy mocha”, con desigualdades evidentes, normalizadas, racista. En Orizaba las mujeres indígenas sólo existen si van a limpiar casas o si van a vender tortillas y aguacates; los hombres indígenas sólo existen si trabajan en la construcción y otras talachas.
Comenzaron acompañando a la comunidad de Xochiojca, Zongolica, en su exigencia del derecho a la salud, a la educación, pues entonces habían surgido problemas de salud en la zona y no había camino, no había vehículo, no había clínica.
La semilla de esta organización se sembró en el año 2006 cuando Hugo, el fundador, se sumó a la Otra Campaña y documentó una parte del recorrido. “Lo que aprendí ahí nutrió el trabajo que hacemos ahora”, dice.
“Recorrer varios estados del país en el contexto de la otra campaña, escuchar otras luchas, otras maneras de relacionarse entre personas y comunidades, me cambió la manera de entender cómo vivimos, cómo impactamos a la tierra y a otras personas. Escuchar, reflexionar sus palabras, también ver que hay ecos entre nosotros. Eso me nutrió para pensar en la manera en que podíamos acompañar a las comunidades en Orizaba y Zongolica”.
Además de la experiencia con La Otra Campaña, a Toaltepeyolo la nutrió el nacimiento de la Radio Ñomndaa, en Guerrero. La comunidad, según relata la radio en su página web, no se escuchaba a sí misma porque para el gobierno, para los grandes empresarios, su voz, su palabra, su lengua no valía. Convocados por la necesidad de reflexionar en colectivo, de difundir su música, sus ideas, iniciaron la lucha por tener su propia radio en el año 2002, que se logró dos años después, desde el Cerro de las Flores, en Suljaa’, Xochistlahuaca.
“Todo el proceso que la comunidad llevó a cabo para tener una radio fue un bum en mi cabeza, el cómo la comunidad hizo ese proceso previo para tener un medio de comunicación y apropiarselo”, recuerda Hugo.
Cuando comenzaron a acompañar a familiares de desaparecidos los integrantes de Toaltepeyolo asumieron que debían entender –para luego transmitirlo– qué es una desaparición, cómo impacta en la vida de las personas y, sobre todo, qué lugar ocupa la desaparición en el contexto político y social.
Diana Valera es la encargada de educación y de análisis de contexto dentro de Toaltepeyolo. Entiende su trabajo como: “Ser parte de una red de resistencia, significa tratar de acceder a la justicia, a la dignidiad de las personas que han sido víctimas de estos hechos, como la desaparición del país. Vemos de cerca el dolor de las familias y al mismo tiempo, a un Estado que invisibiliza el tema”.
Así decidieron realizar un análisis de contexto, en el que colaboró también José Luis Soto –quien en el momento de colaborar con Toaltepeyolo hacía su tesis de maestría–, para poder responder a la pregunta de qué lugar ocupa la desaparición en ese contexto y cómo combatir la invisibilización del tema, por parte del Estado.
Toaltepeyolo identificó que la violencia y la impunidad de este crimen le sigue a distintos tipos de violencia política, sumada al crecimiento de los grupos criminales en el estado.
Rastreó la criminalidad en el estado al año 2003, cuando llegaron los Zetas porque “la geografía veracruzana era muy importante para el trasiego de droga proveniente de Sudamérica, así como la producción de la misma en la parte serrana del estado, por lo que el control sobre la entidad se consolidó, no solo por su capacidad de ejercer violencia frente a la población civil, sino a la corrupción imperante en el gobierno de Fidel Herrera (2004-2010)”. Con la llegada de Javier Duarte la presencia de los zetas se extendió a otras zonas del estado.
En el año 2011 sucedieron “las tres grandes matanzas”, como las nombró la periodista de Proceso, Regina Martínez, asesinada: el 22 de septiembre en Boca del Río 35 cuerpos fueron tirados sobre la calle frente a un centro comercial; el 3 de octubre marinos descubrieron 32 cuerpos asesinados en 3 casas de seguridad en el municipio de Veracruz; el 22 de diciembre un grupo armado atacó 3 camiones de pasajeros, para después enfrentarse con militares, hecho en el que hubo 16 personas muertas.
En el análisis de Toaltepeyolo se afirma que a raíz de esa violencia que se acusaba criminal, el gobierno militarizó y federalizó la seguridad pública en el estado y el fenómeno de la violencia se modificó drásticamente. Se ajustó la estrategia de combate al crimen organizado a través de nuevas policías estatales con capacidad de fuerza e impunidad en su actuar (fuerza civil en 2014), implementación del Mando Único en la entidad (2013) y aumento de la represión política en el estado que significaron el asesinato de 17 periodistas durante el gobierno de Javier Duarte.
Orizaba no es de los municipios con más asesinatos, pero sí está entre los municipios con más personas desaparecidas.
“¿Porqué sucede esto? Una pista nos la puede dar el hecho de que para 2012 se hayan registrado 5 homicidios dolosos en Orizaba, en tanto que en entrevistas con integrantes del Colectivo Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba comentaron que tan sólo en la primer quincena de septiembre de ese año, misma en la que desapareció Fernanda Rubí Salcedo, hija de Araceli Salcedo, desaparecieron 20 personas”.
Toaltepeyolo alcanza a ver que la violencia ha tenido una fuerte repercusión en los procesos organizativos y de resistencia al interior del estado. “La presencia de miembros del crimen organizado en los diversos municipios del estado, ha frenado el desarrollo de procesos organizativos en la medida en la que sicarios o grupos armados son utilizados para amedrentar a las organizaciones o a sus dirigentes”, dice el análisis de Toaltepeyolo.
“Publicitar el trabajo que hacemos significa mayor riesgo y eso nos genera impactos emocionales. También hay impactos en nosotras. Yo he pasado por la frustración, por la tristeza. Hicimos un compromiso con las familias y como ellas no paran, yo siento la responsabilidad de no hacerlo. Un hijo de 10 años. Le estoy quitando tiempo a él para dárselo a las familias, tiempo y tambien trato de ser mas protectora que antes y al mismo tiempo el ser mamá me siento más conectado con ellas”, dice Diana Valera, a cargo del análisis de contexto.
Entre 2016 y 2018 los integrantes de Toaltepeyolo acompañaron con asesorías jurídicas y apoyos sicológicos. Hugo lo recuerda no como un espacio terapeútico profesional, sino como de “descarga, de contención con las madres” que, para entonces, ya buscaban a sus hijos en fosas clandestinas.
Patricia Anchondo Pimentel es la encargada del acompañamiento emocional a las familias, mujeres, niños y niñas. Se integró a Toaltepeyolo, lo cual “implicó en mí mucho miedo por no saber de la temática. Había trabajado con violencias, pero no estas violencias. No había estado de lleno en esto, tenía miedos, dudas”.
El trabajo de acompañamiento implica la escucha. Con el tiempo las familias que se acercan a Toaltepeyolo, dice Patricia, agradecen este acompañamiento. “Muchas mamás nos han dicho que la atención sicológica está muy bien porque afuera, en la sociedad y las instituciones, no hay un espacio donde puedan hablar de sus emociones sin que la forcen a aceptar la muerte de su familiar y a superarlo”.
“Es importante que ellas puedan nombrar porque la desaparición viene de un Estado opresor, la mayoría de las veces las personas creen que es su culpa, ‘¿por qué me pasó? ¿Qué hice mal?’. Hay mujeres más fuertes que ya han aprendido que esta violencia no les tocó por que sí, sino porque hay un contexto que lo hizo posible. Pero hay otras que están aún en ese dolor muy fuerte. El riesgo de que ellas crean que son responsables, además de los riesgos emocionales en sus vidas, es que no exijan justicia. Estamos intentando acercarnos con este enfoque psicosocial y construir algo”, dice Patricia.
Patricia ha vivido las consecuencias de ese trabajo: pesadillas, miedo a salir a la calle, deterioro emocional y físico. Y, con sus compañeros de Toaltepeyolo, entendió que es importante abrir espacios de sanación, de emoción, para seguir en este acompañamiento.
Sobre las asesorías jurídicas el trabajo de Toaltepeyolo giró en acompañar las quejas ante las comisiones de derechos humanos. “Hay procesos a larga data, decidimos entrarle por la cuestión a derechos humanos, las quejas, esta archivada la queja, se reactivaron las quejas y les gustó mucho esa parte de que se empezaran a mover cosas, la CEDH le empezó a preguntar a la fiscalia y se movieron cosas y les fue útil”.
María Esther Merino, quien tiene ya 3 años en la organización, se involucró con la parte legal, presentando quejas ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos y revisando las carpetas de investigación.
“Para mí fue un reto importante porque yo no tenía formación en derechos humanos, era abogada civil, mercantil, de escritorio más que de campo. Estaba acostumbrada a trabajar con derechos (escritos), más que con hechos. Cuando entré a derechos humanos encontré una motivación, desde ahí me significa un reto importante y pues lo he visto a lo largo de este tiempo. Comencé a trabajar con las familias, a hacer mías sus historias, a defenderlas como mías”.
También se acompañó ante la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención Integral a Víctimas para ingresar a las familias de la región al registro de víctimas y poder acceder a algunos derechos que como víctimas tienen como recursos, traslados, despensas, becas para hijos de desaparecidos.
Maricruz Panzo Baltazar, otra de las integrantes de la organización, se integró para apoyar en el área administrativa. Antes de sumarse a la orgnanización estudiaba criminalística y trabajaba en una cafetería para sostener sus estudios.
Para los integrantes de Toaltepeyolo los retos todavía son grandes. “Nos falta organización, poder tener el tiempo para hacer el trabajo, pero no hemos tenido los recursos para hacerlo, tenemos que trabajar en otras cosas para tener un tiempo y dedicarlo a las familias. Y nos han faltado gestión. O te sientas a buscarle, a escribir o sales a hacer el otro trabajo. Es complicado”, dice Hugo.
Los integrantes saben que ese trabajo tiene límites o fronteras poco claros, que se cuela a su vida personal o emocional.
“Hay que hacer la chamba, es una responsabilidad y compromiso que tenemos con las madres de los desaparecidos en el estado. En ese acompañar tenemos que aprender a cómo hacerlo sin que sea a costa de nuestra salud, nuestra emoción. Es desgastante, es pesado, hay problemas de sueño, porque emergencias hay en todo momento… Es importante nombrar esto sin que parezca una queja, no lo es, es saber qué implica nuestro trabajo y me reconforta saber que para nuestras vidas, el que nos permitan acompañarles y que eso sirva de algo, nos hace sentir fuerte y contentos”.
Otros trabajos de Toaltepeyolo:
Diego Yair:
https://www.facebook.com/watch/?v=405257306971053
Fernanda Rubí: https://www.facebook.com/toaltepeyolo/videos/2264026600552726/
Yael Zuriel: https://www.facebook.com/toaltepeyolo/videos/382321189229027/
Randí Jesús: https://www.facebook.com/toaltepeyolo/videos/964454680425584/
La búsqueda en fosas clandestinas: https://www.facebook.com/toaltepeyolo/videos/897179680452296/
Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.
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