La paloma migratoria pasó de ser el ave más abundante de Norteamérica a la completa extinción en un tiempo récord: 50 años. en estos tiempos en los que se sabe la importancia de la diversidad biológica para nuestra propia sobrevivencia vale la pena recordar esta historia
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En 1886, un joven de 23 años llamado Vernon Bailey recolectó seis nidos abandonados de paloma migratoria, en sus andanzas por los bosques y prados cercanos a su casa, en Elk River, Minnesota.
La paloma migratoria era un pajarito de colores cálidos y ojos rojos. Y alguna vez fue el ave más abundante en América del Norte. Algunos relatos cuentan cómo, cuando estas aves migraban –de ahí el nombre–, las bandadas eran tan numerosas y apabullantes que oscurecían los cielos por horas, mientras los millares y millares pasaban.
Vernon conservó los nidos toda la vida, con sus huevecitos fríos e intactos. Porque para 1886, ya escaseaba el ave en la región, a pesar de haber sido tan numerosa. Pocos años después, se extinguió de la faz de la tierra.
La paloma migratoria pasó de ser el ave más abundante de Norteamérica a la completa extinción en un tiempo récord: 50 años.
“La gente todavía se pregunta por qué se extinguió”, escribió Vernon Bailey décadas después, cuando ya era un reconocido naturalista –el último gran naturalista autodidacta–. “Pero en verdad, no tenía nada de raro”.
En ese entonces, los 1880, Elk River era una zona llamada de “frontera”. Las familias de pioneros tenían relativamente pocos años asentados y apenas se construían un patrimonio. En la actualidad, forma parte del Medio Oeste estadunidense: pay de manzana, los graneros del mundo, los republicanos.
Los granjeros descubrieron pronto que atrapar palomas era una buena opción para mejorar la economía familiar. Alrededor de seis familias se dedicaron a ello sistemáticamente. Vernon relató:
“Uno de nuestros vecinos, Jim Kite, incluso dejó de trabajar su granja, ya que podía hacer entre seis y ocho dólares diarios durante el verano, capturando palomas para vender”.
Cada dos días, el vecino mencionado enviaba unas 25 or 30 docenas de aves a Saint Paul y Minneapolis, las ciudades más cercanas. Ahí, los intermediarios compraban cada docena a un dólar o dólar con 25 centavos. Las palomitas eran utilizadas como presa en la caza deportiva.
Es decir, estarían en una jaula, hasta que las liberaran para que la clase media y acomodada de la ciudad tuviera un blanco fácil.
“Disparar contra palomas por las tardes era un deporte muy popular alrededor de las ciudades”, explicaba Vernon en la carta mencionada.
“Los hombres de Minneapolis, que venían a nuestra región en otoño a cazar patos, fanfarroneaban sobre matar una docena de palomas cada tarde. Sobre lo fácil que era apuntar y atinarles apenas salieran de sus jaulas; sin darles una ventaja justa, antes de que pudieran volar lo suficiente para ponerse a salvo”.
Los granjeros y pioneros de la frontera suplieron de inocentes palomitas para que los hombres en las ciudades jugaran a cazar.
Cada verano, los granjeros las atrapaban por millares mediante trampas sencillas: Las palomas, que estaban en época de reproducción, abandonaban cada cierto tiempo sus nidos para comer. Entonces, el cazador sólo tenía que poner una buena cama de trigo fresco bajo la sombra de un árbol; y las avecitas se agolpaban por decenas. El hombre sólo tiraba de una cuerda, y les dejaba caer encima una red.
Las aves ya no regresaban a sus nidos. En ellos, los huevos se enfriaban “por millares”. Quedaban los cascarones intactos, guardando un embrión muerto al interior. Como los seis nidos cuidadosamente conservados por Vernon.
“No había ley alguna para protegerlos, y no había nada que pudiéramos hacer. Excepto asustar a las palomas para que no cayeran en las trampas con cebos, bajo el riesgo de recibir un disparo”, concluye Vernon: “Un sólo hombre colocaba 20 o 30 de estas trampas. Eso ocurría en Elk River, y a lo largo de todo Estados Unidos”.
“¿Es de verdad una sorpresa que las palomas hayan desaparecido?”, concluye.
Fuente: Vernon Bailey Writings of a Field Naturalist on the Frontier DAVID J. SCHMIDLY Foreword by William I. Lutterschmidt and Brian R. Chapman. Sponsored by Texas Research Institute for Environmental Studies, Sam Houston State University) . Texas A&M University Press. Edición de Kindle.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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