¿De qué forma los niños perciben el dolor de los adultos en un país fracturado? Familiares de personas desaparecidas hablan de la necesidad de trabajar con niños, maestros y padres sobre los impactos de una desaparición. Solo así, dicen, podremos empezar a reconstruir el tejido social fracturado por estos años de violencia
Por Daniela Pastrana y José Ignacio De Alba
Fotos: Andro Aguilar
Después de la desaparición de su hijo, Lourdes Huerta Tarrega tuvo que conseguir un trabajo para mantenerse. No tenía muchas opciones, pero consiguió uno como conductora de camiones en el transporte escolar para escuelas públicas de Monterrey, Nuevo León.
Un día, los chicos la vieron en la tele, hablando de la desaparición de Kristian Karim, su hijo, a quien no ve desde el 12 de agosto del 2010, cuando el joven y su cuñado viajaron a Piedras Negras, Coahuila, por negocios.
—Lulú, ¿tú tienes un hijo desaparecido? ¿Por qué? — le preguntaron al día siguiente con curiosidad.
Ella entendió que debía responderles con honestidad.
“Es un campo muy difícil porque no sabes cómo abordarlo. Ellos (los niños) oyen y saben, pero nadie les explica. Quizá porque son cosas que nadie se explica. Pero yo creo que es algo que tenemos que socializar, primero con los maestros, luego con los papás, y luego con los niños. Porque lo ven en la tele y no sabemos qué piensan”, dice la mujer, que integra el colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León.
Silvia Ortiz, fundadora del Grupo Vida en Coahuila, quien busca a su hija Fanny, desaparecida en 2004, coincide con el diagnóstico.
Lo ilustra con una anécdota: el año pasado, su familia participó en la presentación del documental Ilusiones de Control, donde sale su caso, en la Cineteca Nacional. Cuando acabó la función. Silvia se presentó con los asistentes y contó su historia. También hablaron su esposo y su hijo.
Pero sorpresivamente, su nieta de 9 años pidió la palabra. Su abuela pensaba que quizá se pondría nerviosa o diría alguna incoherencia. Pero el auditorio se sorprendió cuando la niña hizo un llamado a ser sensibles y solidarios con las mamás y abuelas que buscan a sus desaparecidos.
“Necesitamos entender a las madres, necesitamos entender el dolor que tienen ellas y por eso han salido a buscar”, cuenta Silvia que dijo su nieta.
Ahora eso la hace reflexionar: “No podemos permitir que los niños que vienen creciendo vivan esto que estamos viviendo. Necesitamos abrir la conciencia de otros sectores de la sociedad y esa conciencia se tiene que transmitir en las escuelas”.
Hace unos días, las dos mujeres que se han convertido en especialistas de búsquedas, no solo de sus hijos, sino de miles de personas que desaparecieron en las últimas décadas en Nuevo León y Coahuila, participaron en el segundo encuentro de Buscadorxs México, una red que agrupa a 15 colectivos de familiares de desaparecidos en el país.
Uno de los temas centrales que no estaba en el programa fue el de los niños.
“Nadie se está preocupando de los hijos d ellos desaparecidos”, dice Lourdes Huerta. “Yo tengo un nieto de 10 años que sabe que a su papá y a su tío se los ha llevado gente mala. Pero no sabemos cómo lo está entendiendo”.
Rosalía Castro, de Solecito Veracruz, cuenta que hace un tiempo la invitaron a una escuela preparatoria a hablar de las búsquedas que ha hecho su colectivo. La idea era sensibilizar a la población para buscar recursos. Ella en principio quería dejarles el mensaje de que se cuiden, sobre todo a las jóvenes de preparatoria. Pero todo cambió cuando un joven comenzó a llorar.
“Es que tiene un familiar desaparecido”, le dijeron los otros.
Por estas experiencias, coinciden las tres mujeres, antes de llegar a los niños hay que trabajar, primero, con los maestros y los padres.
José Téllez, busca a su hijo José Alberto Téllez secuestrado en 2011, el hombre es integrante del colectivo Familias de Acapulco en Busca de sus Desaparecidos AC y también es maestro del Instituto Politécnico de Acapulco.
Téllez explica: “Hay que contar las historias francas, derechas. No andarle con rodeos, los niños aparentan que no entienden, pero los niños, aunque sean chicos, entienden muchas cosas. Si tú les hablas con rodeos y les das analogías, en lugar de informarlos los estás confundiendo. Lo más directo posible es mejor”.
Sin embargo, también dice que hay que elegir bien las palabras y ser muy sensibles con el momento en que se le da la información al niño.
—Hay quienes piensa que se protege más a los niños no hablándoles del dolor….
—Pues es como todo: a los niños no le hablamos de sexo porque es un tabú. Las desapariciones también son un tabú. Los padres saben lo que está pasando y no hablan de las desapariciones y menos con sus hijos.
—¿Es necesario también explicarles sobre el contexto de violencia a los niños?
—Ellos se dan cuenta porque los niños tienen acceso a la información igual que nosotros, por los teléfonos y el internet. Si no, por medio de sus compañeros o amigos se mantienen informados.
Pero lo mejor, dice, es que los padres o los familiares del menor sean en primer canal de información que tenga el menor.
El día de la presentación en la Cineteca Nacional, la nieta de Silvia explicó a su modo lo que debe hacerse para busca a los desaparecidos: así como hay carteles pegados en los parques que alertan sobre la desaparición de un perro, también debería haber de personas, dijo la niña.
“No podemos permitir que nazcan nuevos niños en un país así”, dice SIlvia.
—¿Cómo te acercas a ella para hablar de la desaparición?
—Pues ella ha tenido un proceso en toda la vida donde se ha dado cuenta que nosotros estamos buscando a su hija, incluso dice: “hoy oré por mi tía”, cuando ni siquiera la conoció. Ella es muy consciente del dolor que tenemos por la desaparición.
Sin embargo, la familia ha tratado de mantener a su nieta lejos de las búsquedas. “Yo le explico: ’oye mami, quiero que entiendas que ese problema es de tu abuelo y mío, eso lo vamos a resolver. A ti lo que te toca es ser niña y jugar. También tienes que entender que te tienes que cuidar mucho’”.
Que los chicos conozcan su historia a Lourdes le ha servido para que obedezcan más sus indicaciones. Entienden que es importante que se cuiden entre todos.
—¿No se asustaron cuando supieron de tu hijo?
— No. Los papás son los que se alertan y alertan a los niños. Ellos les transmiten su miedo cuando saben de estas cosas o cuando pasan cosas como las del niño de la escuela (que disparó sobre sus compañeros en Torreón). Pero ellos también saben que yo daría mi vida, yo me atravieso antes de que les pase algo porque se lo que es vivir ese dolor.
—¿Qué es lo que tendría que trabajarse más con los niños?
—La memoria, que sepan que todos hemos sido víctimas de una guerra. Y que esto no debe volver a ocurrir nunca.
— Algunas personas piensan que ellos no entienden lo que es la guerra.
—Si, lo entienden muy bien.
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