En México existen 58 especies de colibríes; pero las ciudades se comen cada vez más su hábitat. La investigadora María del Coro Arizmendi nos invita a cuidarlos a través de la observación o la creación de jardines en casa, y evitar, en cierta medida, los bebederos azucarados
Texto: Dafne García/Lado B
Foto: Manliomb en https://www.naturalista.mx/ Lado B
Los colibríes siempre han estado presentes en nuestra cultura. Desde la época de los mexicas, cuando el dios de la guerra Hutizilopochtli (que significa colibrí zurdo) porta en su vestimenta y penacho plumas de colibrí; hasta nuestros días, en que son relacionados con el destino, la buena suerte, el amor, la salud y la fertilidad.
Sin embargo, la urbanización destruye su hábitat y alimento. Por ello, nuestra participación es importante para su conservación.
Durante la charla “Ecología urbana: los colibríes de la megalópolis” –transmitida el 23 de junio–, la doctora en Ecología de la UNAM, María del Coro Arizmendi Arriaga, habló acerca de cómo podemos ayudar a la preservación de los colibríes. Ya sea convirtiéndonos en observadores de aves para identificar avistamientos de las diferentes especies o lugares de anidación, o cultivar jardines floridos en nuestros entornos, para dotarlos de alimento todo el año, así como refugio y lugares para construir sus nidos.
Esto es esencial ya que su importancia ecológica es enorme: Los colibríes son las aves polinizadoras más importantes de América debido a su abundancia y al alto número de plantas que visitan. De hecho, los colibríes son muy activos, explicó la Doctora Arizmendi Arriaga, pues para estos animalitos un recorrido de 50 km, por ejemplo, no es significativo.
De acuerdo con el artículo “Colibríes: gemas de las naturaleza”, estas aves pequeñas, con patas diminutas, picos y alas largas, son “capaces de volar de manera ágil (en todas direcciones, en reversa, y suspendidos en vuelo) y veloz (entre 80 y 200 aleteos por segundo)”. Su principal alimento es el néctar de las flores.
Además, son exclusivos del continente americano ya que no existen en otro lugar del mundo; tan sólo en México hay 58 de las 330 especies conocidas. y 13 de estas son exclusivas del país. Por ejemplo, la Coqueta de Atoyac (Lophornis brachylophus) que está distribuida a lo largo de 40 km2 de los bosques templados de la Sierra de Atoyac de Álvarez, Guerrero.
La Doctora Arizmendi Arriaga explicó que lo que se sabe de los colibríes viene de tres fuentes importantes. La primera son las observaciones registradas en bases de datos como la de la plataforma AverAves (proyecto colaborativo manejado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad: CONABIO); las dos restantes son el monitoreo y los estudios realizados por la comunidad científica y estudiantes.
Por ejemplo, en el caso de la Ciudad de México se tienen 29 mil 266 registros de avistamientos de colibríes hasta el 2020 en la plataforma de AverAves. De estos registros, los más abundantes a lo largo del tiempo son los de las especies colibrí Berilo (Amazilia Beryllina) y colibrí de pico ancho (Cynanthus latirostris).
Como una manera de participar en la conservación de estas aves, durante la pandemia, desde el sitio María del Coro Arizmendi (dedicado a la difusión de información y conservación de los colibríes) junto con la plataforma Naturalista (en la que cualquiera se puede registrar e ir guardando y compartiendo observaciones de plantas y animales), se lanzó un proyecto del que se desprenden dos iniciativas:
Hasta el momento, hay registro de unas mil 200 especies de plantas que son visitadas por estas aves.
La investigadora de la UNAM, Arizmendi Arriaga, hace énfasis en que los observadores de aves son muy importantes para la conservación y estudios de las especies. En la plataforma de AverAves (que es otro de los sitios usado para reportar avistamientos de colibríes) desde 2010 ha habido un aumento de usuarios. Así, esta actividad se hace cada vez más popular ya que “reportar las observaciones en medios electrónicos se vuelve más accesible”, agrega la especialista.
Asimismo, desde el sitio María del Coro Arizmendi se han habilitado dos secciones donde los ciudadanos pueden participar registrando si tienen un jardín para polinizadores y también qué especies de colibríes están visitando su jardín.
Arizmendi Arriaga explica que una gran manera de colaborar es creando jardines para colibríes o para polinizadores en nuestros espacios. Pueden ser desde lugares amplios, a lugares reducidos, con macetas “donde nosotros, como planeadores de este jardín, pongamos plantas que florezcan de manera secuencial. Así, para que tengamos flores durante todo el año, y los colibríes puedan alimentarse”.
La idea es que haya lugares donde los colibríes puedan descansar y hacer nidos a lo largo del año.
De acuerdo con la investigadora lo ideal es que dichos espacios cuenten con:
En Ciudad de México se han emprendido diversos proyectos de jardines para colibríes; por ejemplo, en la FES Iztacala en 2014, instalaron jardineras en preparatorias como la IEMS 4 ubicada en Tláhuac. También se han intervenido jardines de niños y residencias de adultos mayores con muy buenos resultados: mayor número de avistamientos de colibríes, e incluso se han llegado a detectar nidos cerca de los jardines creados.
Sobre los populares bebederos comerciales, en los que las personas colocan un poco de agua azucarada para atraer colibríes, Arismendi precisó que éstos tienen varios efectos. Unos positivos, pero otros pueden ser negativos; ello dependiendo el lugar donde se instalen.
“Si nosotros estamos en la Ciudad de México, poner bebederos podría ayudar a los colibríes a darles un poco de este alimento que les hemos quitado al hacer nuestras casas”. Aunque, claro, hay otras opciones como los jardines, explica Arizmendi.
En contraste “si ustedes viven en un lugar donde las plantas nativas son comunes, entonces poner bebederos tendrá un efecto negativo en la adecuación de las plantas, porque los colibríes ante todo son polinizadores de las plantas”; es decir, las aves optarían por el agua azucarada y dejarían de polinizar.
Asimismo, hay ciertos cuidados que se tienen que seguir al instalar bebederos. En primer lugar, se tienen que llenar con un néctar que esté compuesto con azúcar de mesa y agua en una concentración de más o menos 20%, ya que el azúcar que los colibríes obtienen de forma natural es la sacarosa, que equivale al azúcar de mesa.
Bajo ningún motivo se deben llenar los bebederos con miel, coca cola o café. “Todo eso es incorrecto porque eso no es lo que comen los colibríes. El néctar rojo que venden en las tiendas tampoco es recomendable, porque es muy caro y sólo es azúcar pintada de rojo”. Además, el colorante que generalmente se usa –rojo 9– tiene efectos nocivos para los humanos y, por lo tanto, también podría tenerlos para los colibríes, señala la especialista.
De igual manera, los bebederos deben limpiarse adecuadamente, ya que si se llenan de hongos pueden dañar la salud de los colibríes y se debe de cuidar que el néctar no se fermente, pues estas aves no comen tepache y su dieta consiste en 90% néctar y algunos insectos.
Así pues, en estos momentos de pandemia por covid-19, ya sea observando a estas pequeñas aves, acondicionando un espacio disponible para crear un jardín, o adaptando uno propio a las necesidades de los colibríes, podemos ayudar a su conservación. Este parece ser un buen momento para empezar a aportar algo a su cuidado.
En el sitio de María del Coro Arizmendi hay guías para comenzar a hacer un jardín y que se adaptan al espacio con el que cuentes. Para obtener más información, descarga el libro “Colibríes de México y Norteamérica” de manera gratuita en el sitio de ResearchGate. Y no te olvides de visitar los proyectos que hemos mencionado.
* Este trabajo fue publicado originalmente en Lado B que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original:
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