¿Por qué hemos supeditado nuestros deseos y cuerpos a lo que exigen los hombres? ¿Cómo salir del círculo de culpa y desprecio por nosotras mismas? ¿Lo podemos hacer en colectivo? Esta y otras preguntas nos plantea María del Mar Ramón en su libro: Coger y comer sin culpa, ahora disponible en México con el sello editorial de U-Tópicas
Texto: Andi Sarmiento
Foto: Especial
CIUDAD DE MÉXICO. -La colombiana María del Mar Ramón presenta por primera vez en México su libro Coger y comer sin culpa (editado por U-Tópicas) en el cual, nos habla sobre la relación tanto individual como colectiva que existe entre la mujer y su placer, el cual ha sido reprimido durante siglos y que va más allá de lo erótico, sino que involucra también el disfrute en general de habitar y explorar un cuerpo.
Este no es un texto académico, es un libro narrado desde la experiencia propia de la autora que refleja lo que conllevan las opresiones sociales en torno a los cuerpos femeninos.
Históricamente a la mujer se le ha impuesto un estilo de vida basado en el repudio y la censura hacia lo que le es natural. Su valor es definido por la opinión del resto de personas antes que por ella misma así como por la aprobación masculina que reciba. Esto viene desde la infancia y va evolucionando conforme pasan los años.
A las niñas poco a poco se les va metiendo la idea de que deben servir al hombre no solo con acciones externas (como puede ser hacerles de comer) sino también de manera interna, es decir, adecuar su cuerpo, sus gustos e intereses a lo que ellos consideran atrayente. Pero este concepto de la mujer ideal es una idea casi imposible de cumplir; en consecuencia, no alcanzarla genera una gran culpa y un rechazo social pero sobre todo, personal.
A pesar de narrar sus vivencias individuales, María del Mar relata también la historia de todo un sector, es muy sencillo identificarse y empatizar con el texto debido a que retrata una violencia y una negación hacia el cuerpo femenino que no es un tema aislado, es algo que se ha replicado de generación en generación hasta la actualidad alrededor del mundo.
De ahí viene lo personal es político, pues las similitudes entre la historia y el sentir de cada quien son producto de un sistema que se ha encargado de minimizar, materializar y comercializar la existencia femenina. Como resultado, tenemos mujeres que desde niñas o jóvenes se sienten incómodas con su cuerpo, que lo desconocen y que no consideran la opción de explorarlo ya sea por desinformación o por vergüenza. Mujeres que sienten culpa por conocer y expresar sus gustos, como si no fueran merecedoras de placer propio.
El libro nos plantea que dicha culpa debe ser trabajada de manera personal, pero también atacada desde el colectivo, entendiendo que es un problema social. Comprender que los conflictos vienen de que se nos ha planteado un tipo de cuerpo como adecuado o sano ya sea en las figuras públicas, en comentarios ajenos o en las marcas de ropa.
El discurso de amor propio que se nos ha planteado recae casi en lo imposible, principalmente en un mundo que nos hace odiarnos; sin embargo, sí es fundamental que tengamos empatía con nuestra corporalidad y nuestro contexto.
Cuando tenemos la idea de que hay cuerpos más valiosos que otros, menospreciamos el nuestro, lo que implica no atreverse a de verdad conocerlo y además, genera un problema para establecer límites dado que al sentirse una insuficiente, una comienza a aceptar tratos que pueden no hacerla sentir cómoda, pero predominan el miedo y la pena de pensar que si no se acepta eso, ningún hombre volverá a prestarte atención, y se nos ha contado que eso es un fallo en el papel de ser mujer.
Si bien hay ideas que están evolucionando, aún nos queda un largo camino por recorrer cuando abordamos la autonomía de la mujer, la cual empieza con la relación con el cuerpo, que es nuestro primer territorio y en el que tenemos que aprender a vivir para defenderlo, cuidarlo y explorarlo.
Por ello, libros como Coger y comer sin culpa son importantes, pues la autora al compartir estas experiencias y pensamientos no solo le sirve a ella como medio de expresión, a su vez ayuda a quienes lo leen y se identifican, viendo que su angustia no es fortuita y sobre todo, que sentir culpa no es su culpa.
Esto crea una conciencia colectiva. De esta manera comenzamos a ser más críticos con lo que consumimos y lo que se nos dice, podemos exigir visibilidad en todos los aspectos, desde que se nos presenten cuerpos diversos en los medios hasta que se nos hable con información completa sobre la sexualidad, principalmente lo que incumbe a la parte femenina; que se nos hable claramente sobre menstruación y nuestro derecho a tener orgasmos, a autoexplorarse y experimentar sin miedo.
Son cuestionamientos que al ponerlos sobre la mesa, provocan que la mujer no solo se libre de alguna culpa, igualmente le hacen ver que tiene la libertad de hacer las cosas para sí misma y no para el hombre.
Finalmente, conforme sigamos dialogando sobre lo que siempre se nos ha ignorado, ocultado y satanizado, las siguientes generaciones irán creciendo con otra forma de ver el mundo, una donde no le deben nada a nadie y sepan que no hay problema en exigir el placer y trato que merecen así como modificar las relaciones que tenemos con las personas y con nosotros mismos.
Coger y comer sin culpa nos muestra la importancia de romper los tabúes y formar redes de apoyo. Igualmente, nos hace cuestionar para quién realmente hacemos lo que hacemos, si realmente estamos ejerciendo nuestra autonomía o estamos basando nuestras decisiones en una mirada machista y también, analizar de dónde surge nuestra culpa y hasta dónde esta nos limita en nuestra vida cotidiana.
Aquí, la entrevista con la autora en La Escuela del Amor
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