En la UNAM, organizaciones estudiantiles exigen comedores comunitarios subsidiados para combatir el bajo rendimiento académico y aliviar la carga económica de la alimentación. Sin embargo, una propuesta del gobierno capitalino sigue pendiente de respuesta por parte de las autoridades universitarias

Texto: Camilo Ocampo

Foto: Andrea Murcia / Cuartoscuro

CIUDAD DE MÉXICO. – Estudiantes de diversas preparatorias de la UNAM se organizan para retomar una demanda histórica: la creación de comedores comunitarios subsidiados que garanticen alimentación digna, inclusiva y mejoren el rendimiento académico.

La iniciativa, impulsada desde la Escuela Nacional Preparatoria plantel 2, ha unido a varios planteles en la “Alianza Universitaria por la Alimentación Digna”, ante la falta de respuestas institucionales.

Tras una mesa de trabajo el 24 de enero entre el gobierno capitalino y organizaciones estudiantiles de la Preparatoria 2 —sin presencia de representantes universitarios— se acordó implementar comedores siempre que la UNAM firme un convenio. Hasta ahora, esto no ha ocurrido.

Estudiantes del plantel advierten:

“El gobierno comunicó que la Secretaría de Bienestar busca un lugar para el comedor, pero desconfiamos de que avance sin presión estudiantil”.

Comer y estudiar: derechos inseparables

Un precedente alentador surgió el 19 de febrero, cuando la Secretaría de Bienestar e Igualdad Social firmó un acuerdo con la ENAH para inaugurar un comedor comunitario con 200 raciones diarias. Esto refuerza la viabilidad de la demanda en la UNAM.

“El gobierno aceptó instalar el comedor dentro o fuera del plantel. Si es dentro, sería exclusivo para estudiantes con apoyo logístico de la UNAM. Si es fuera, la Secretaría gestionaría un espacio público”, explicaron estudiantes consultados.

La alimentación no solo satisface necesidades biológicas, sino que influye en procesos cognitivos, emocionales y sociales. Por ejemplo, según el estudio Alimentación y su influencia en el aprendizaje de Felipe Mujica Cortés, académico especializado en neurociencia, “el ayuno prolongado afecta la atención y la memoria, lo que pone en riesgo el progreso escolar”.

Además, las opciones alimenticias dentro de las escuelas suelen ser poco saludables. Naela, estudiante de la Preparatoria 6, relata: “Mi dieta son hot dogs, tortas y tacos callejeros porque dentro del plantel es igual de caro”.

Esto coincide con datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2020-2023): el 98% de las escuelas venden comida chatarra y el 95% ofrecen bebidas azucaradas. Además, 5.7 millones de niños y 10.4 millones de adolescentes padecen obesidad en México.

Comer sano también puede ser barato

Para Naela, un comedor subsidiado no solo mejoraría su rendimiento, sino que aliviaría su gasto diario de 80 pesos en comida, casi el 30% del salario mínimo capitalino (278.80 pesos). “Hay quienes no tenemos recursos para una alimentación balanceada”, reflexiona.

La exigencia estudiantil apunta a replicar el modelo de la Universidad Autónoma Metropolitana, donde un comedor comunitario ofrece comidas completas a bajo costo.

Sin embargo, pese a las opciones propuestas por el gobierno, estudiantes critican la inacción de la UNAM y denuncian monopolios en los servicios alimenticios. En la Preparatoria 6, por ejemplo, la cafetería está a cargo de Sergio Lujano Torres desde 2020, con un contrato anual de $69 mil 456. Datos públicos revelan que entre 2011 y 2018, este proveedor obtuvo contratos por 3.8 millones de pesos en servicios de comedor para instituciones públicas.

“Tememos que estos intereses retrasen los comedores subsidiados”, señalan estudiantes. La demanda sigue vigente: alimentación digna y educación deben ir de la mano.