Miles de científicos mexicanos con posgrados, sin plazas de investigación ni respaldo académico, crearon la Red por la Dignificación de la Investigación Científica, a partir de ahí buscan alternativas a un sistema académico insuficiente y violento
Texto: Arturo Contreras Camero
Foto: IMSS / Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO.- Después de ser excluidos sin explicaciones de los apoyos del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología, que parecen abrir cada vez menos vacantes, más de 250 científicos de lo ancho y largo del país están creando la Red por la Dignificación de la Investigación Científica, con la que no solo buscan plazas de investigación, sino sacudir las bases de las estructuras académicas.
“La indignación es lo que nos une, venimos de campos del conocimiento bien diferentes y seguro tenemos ideologías diferentes, somos un grupo muy plural, indignado por la falta de oportunidades laborales, y por la falta de seriedad de las instituciones”, dice Socorro Aguilar, bióloga de formación, con una maestría en ciencias y un doctorado en investigaciones educativas.
Su indignación no solo se cristalizó en una carta que entregaron al Conacyt, a la Presidencia de la República y a las dos Cámaras del Congreso de la Unión. También impulsó un foro virtual que se llevó a cabo entre el 14 y el 17 de junio, en él, no solo compartieron experiencias y frustraciones de un sistema académico que los becó para ser formados pero que no les da un futuro más allá de los títulos.
La Red está preparando varias acciones en su agenda, como elaborar un mapa de violencias en la Academia en México, que igual y podría escalar para hacer una investigación; un nodo de innovación y una red para validar sus conocimientos fuera de las instituciones académicas.
“Hubo un momento del foro en el que los científicos empezaron a compartir un montón de recursos de colegas de diferentes colectivos. De eso estamos pensando en algo de todos con todos y entre todos, una red para crear una estructura más sistémica, la idea es un nodo de innovación y emprendimiento, donde haya transferencia de tecnología y vinculación”.
Raúl Espinal, ingeniero con estudios doctorales en el uso del hidrógeno como combustible.
Jimena Guerrero, especializada en bioinformática, explica que la idea del nodo es vincular a colegas que tengan alguna empresa o emprendimiento con otros para compartir sus experiencias y ayudarlos a replicarlo.
“¡No solo eso!”, añade Socorro Aguilar, “sino legitimar a una generación académica joven que no está vinculada a una institución. Yo soy hija del Estado desde la licenciatura, he podido estudiar gracias al Estado y de repente ya no tengo a dónde mirar más que a seguir buscando y postulando a becas”.
Socorro sufre una de las tantas formas de violencia que encontraron en el foro. Para desarrollar investigaciones científicas está contratada como personal de apoyo, con un contrato administrativo y no de docencia o investigación, en una Universidad Pública, una forma de subcontratación, como ella dice.
“Postulé a la convocatoria del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), cumplía todos los criterios y así como yo, miles. Docencia, capítulos de libro, divulgación. Ya que cumples todo te otorgan una distinción (la del SNI) que te deja ser más competitivo, pero como yo no tengo un contrato académico con una institución no me dan el dinero de apoyo”.
Socorro Aguilar, maestra en ciencias y doctora en investigaciones educativas.
Según explican las científicas en la entrevista, el sistema de la ciencia en México obedece a publicaciones, pero para realizarlas se necesita financiamiento, que puede venir de los estímulos del SNI o de las universidades, a mayor financiamiento, más publicaciones científicas, lo que crea, señalan, un círculo vicioso que excluye a muchos. como a Socorro, quien a pesar de realizar trabajo académico que se incorpora a las estadísticas de producción científica de la universidad en la que colabora, recibe una remuneración igual a la de una persona cuya labor es sacar fotocopias, como ella misma dice.
Como estas científicas, la mayoría de los integrantes de la Red ronda los 30 y 40 años, una edad en la que en el mundo académico ya deberían estar consolidados en un área de trabajo, sin embargo, ellas, como miles, siguen periféricas.
“Nos tocó escuchar la historia de un chico que estudió un posdoctorado en Harvard, regresó a México y estaba viviendo en casa de sus papás, dando clases a niños de su colonia. Con eso subsistía”, cuenta Socorro.
Además de plantear este nodo de emprendimiento y validación, durante el foro se dedicaron muchas horas al tema psicológico y emocional, que atraviesa a estas científicas y científicos.
“Un colega –un científico posdoctoral que no encontró un lugar de investigación ni ningún otro trabajo de acuerdo con su formación– se divorció, sufrió depresión profunda, son cosas que afectan mucho, temas bien delicados que no se atienden”.
Por eso, después de una encuesta entre los integrantes de la red, están planeando hacer un mapeo participativo de las violencias y las injusticias académicas que viven, el cual planean lanzar en una plataforma digital en la que quienes quieran podrán compartir sus experiencias. Será un espacio para, además de visibilizar, sistematizar estas dolencias y atenderlas.
“Yo soy un ser humano y un ingeniero frustrado”, dice Raúl Espinal. “Eso me ha llevado a encontrar más gente igual que yo y me doy cuenta que somos un montononal. Por eso formamos esta red en la que estamos haciendo cosas positivas, estamos trabajando, estamos produciendo, estamos construyendo una nueva opción”.
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