¿Y cómo escribir esta columna si no con ira?, con la indignación de ver a los migrantes exhibidos por ICE como trofeos de caza, con la rabia que me produce la violencia, exagerada e injustificada, contra los manifestantes, y el descaro de Kristi Noem echándole la culpa a Claudia Sheinbaum
Por Saúl Sánchez López*
Puede que la ira no sea precisamente un signo de salud mental, pero es la respuesta más sana frente a una amenaza externa –mejor que el miedo y la indefensión— y resulta clave para la supervivencia. Nos prepara para defendernos… y contraatacar.
Hay que encabronarse. La realidad es que están secuestrando gente por montones y de manera sistemática, basados únicamente en prejuicios y perfilamiento racial. En promedio, más de 10 personas han sido detenidas a diario desde que comenzaron las redadas en Los Ángeles, más de 1000 por día a nivel nacional (siendo la cuota objetivo de 3000), para un total acumulado de 186 000 “extranjeros” indocumentados desde que entró el nuevo gobierno.
La promesa de campaña original fue que se detendría únicamente a aquellos migrantes que fueran delincuentes peligrosos, pero a principios de año se dijo que serían detenidos todos los migrantes que estuvieran ilegalmente en el país. Ahora, lo que se plantea es que todos los migrantes indocumentados son criminales. De hecho, el Immigration and Customs Enforcement (ICE) ha ligado directamente la migración irregular con el terrorismo al declarar que los perpetradores del 11 de septiembre se quedaron después de que vencieran sus visas, tocando una fibra muy sensible en el imaginario estadounidense. En un santiamén, la narrativa evolucionó hasta la criminalización de prácticamente toda la comunidad migrante.
Esta construcción del migrante como enemigo público es en los hechos una legitimación de la xenofobia, además de que socava su dignidad, sus derechos y su contribución al país norteamericano. La retórica trumpista busca deshumanizar a los migrantes catalogándolos como “ilegal aliens”, “alien enemies” o ya de plano “animales”, con el fin de crear una distancia emocional con el resto de la población para que nadie se solidarice con ellos (¿quién podría empatizar con una bestia forastera ilegal y enemiga?).
El despliegue de la Guardia Nacional y los marines para contener y reprimir a los manifestantes es una clara estrategia de provocación dirigida a generar caos y violencia que justifique, a su vez, la necesidad de los operativos y el uso de la fuerza en una lógica circular. Presentando las manifestaciones como “un ataque a la paz, al orden público y a la soberanía nacional”, Trump pretende explotar el conflicto a su favor para que se apruebe la One Big Beatiful Bill y reforzar así su política migratoria. Incluso ha amagado con invocar la Insurrection Act, una anacrónica ley de comienzos del siglo XIX que le permitiría utilizar personal militar en activo para la aplicación de la ley en territorio nacional. ¡Como si hiciera falta! Actualmente ya hay más tropas en L. A. que en Irak y Siria (!).
La escalada de violencia que se pretende instaurar con el pretexto de la ley y el orden tiene como fin último detonar un choque de civilizaciones interno, bajo la idea de que el enemigo está en casa: extranjeros, gente de color y los wokistas que los apoyan. Todos serían enemigos de una patria redefinida en clave conservadora y reaccionaria. Y cuidado, porque este es justo el escenario apocalíptico que las milicias ultraderechistas tipo Proud boys, Oath keepers, Three percenters han estado esperando y para el cual se han preparado por años (acumulando armas y reclutando veteranos de guerra). De pronto podríamos tener una situación de guerra civil en el país más poderoso del mundo al más puro estilo hollywoodense.
No hay que olvidar que más que un eslogan de campaña refrito, Make America Great Again (MAGA) es un proyecto político de gran calado que busca recuperar el predominio global de Estados Unidos y reactivar su economía a través de la industrialización con la consecuente generación de empleos, recobrando así la prosperidad nacional perdida. Sin embargo, tras esta declaración de intenciones se encuentra una agenda oculta que utiliza las deportaciones masivas como mecanismo de limpieza étnica para refundar la identidad nacional. Una especie de reseteo demográfico. La sociedad estadounidense ha visto declinar su calidad de vida año tras año; acostumbrada a las crisis, atestigua el lento, pero irrefrenable declive de la hegemonía norteamericana a nivel mundial. Desesperados, se han creído el cuento de que, de alguna manera, los culpables de todo son los migrantes y que la solución está en el blanqueamiento de la población. Hay entonces una correlación directa entre la instrumentalización de la comunidad migrante como chivo expiatorio y la reinvención de la nación “americana” bajo criterios nativistas.
En una ciudad tan diversa como Los Ángeles, con casi la mitad de la población de origen hispano, las redadas sorpresivas y los arrestos humillantes no pueden ser catalogados sino como un ataque a la comunidad latina y, particularmente, a la mexicana. Las personas detenidas por ICE deben considerarse presos políticos porque su detención tiene justamente motivaciones político-ideológicas.
Viendo la situación actual de nuestros compatriotas —y de todos los migrantes radicados en EE. UU.— encabronarse es prácticamente un deber moral (y signo de humanidad). Las redadas se han vuelto el pan de cada día y se tornan cada vez más violentas. Frente a este embiste autoritario, nuestros compatriotas resisten y se defienden con lo único que tienen: dignidad y valentía. ¡Que las banderas mexicanas no dejen de ondear! Se han vuelto un símbolo universal de la causa migrante. De momento, la miríada de protestas multitudinarias a lo largo y ancho de los Estados Unidos, durante el No Kings Day, ha logrado eclipsar por completo el gran desfile de las Fuerzas Armadas fusionado con el cumpleaños de Trump. Es vital que la gente se siga movilizando y manifestando para aguarle cada fiesta, cada evento, cada movida política, sin descanso.
Si tuviera a Trump de frente, le recordaría que él y la vasta mayoría de estadounidenses desciende de migrantes; le diría que lo que hace grande a un país no es la exclusión, sino la armonía en la diferencia; le pediría que reconsiderara su política migratoria y se enfocara en crear oportunidades para todo el mundo sin distinción. Pero pensándolo bien, tratándose de un líder autoritario, megalómano, racista, delincuente convicto y no muy brillante, quizá no valdría la pena el esfuerzo. A veces conviene olvidarse de los argumentos racionales, el lenguaje sofisticado y la diplomacia hipócrita; a veces hay que ir directo al grano y decir las cosas sin tapujos. Por eso desde aquí le digo fuerte y claro: ¡chinga tu MAGA!
*Esta columna fue publicada originalmente en POP LAB. Aquí puedes consultar la versión original.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona