Este colectivo de jóvenes de los Chimalapas tienen una esperanza y un objetivo: que no entre la minería para seguir existiendo. La minera canadiense Minaurum Gold busca entrar a explorar uno de los territorios con mayor biodiversidad en México
Texto: Rosa R. y Daliri Oropeza
Fotos: Cortesía colectivo Matzá
En lengua Zoque, matzá significa «primera estrella de la mañana”. Es el nombre que un grupo de jóvenes de San Miguel Chimalapa, Oaxaca, hombres y mujeres, escogió para nombrar a su colectivo. Nacieron hace 6 años. Su creación responde a la preocupación sobre los riesgos en su territorio por las concesiones mineras que otorgó la Secretaría de Economía.
Hoy, encienden la alerta. Aseguran que el pueblo zoque de San Miguel Chimalapa ya definió en asamblea que no quieren el proyecto minero. El 13 de agosto, la Gaceta ecológica de la Semarnat publicó que la empresa canadiense Minaurum Gold solicitó ante la Semarnat (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales) permiso de exploración.
Con la emergencia sanitaria en la región más biodiversa del país, se suspendieron todas las fiestas tradicionales, sobre todo mayo y junio. Eso provocó un desgaste económico. Sin embargo, con la amenaza de la posible exploración minera, la asamblea se reactivó. Firmaron un acta donde reiteraban su decisión de no dar permiso a la empresa minera canadiense de explorar en su territorio, a lo que la delegación de Semarnat en Oaxaca les contestó que se podría hacer una consulta.
La urgencia se incrementó en la región de los Chimalapas por una serie de bloqueos carreteros. En un principio, cinco agencias municipales solicitaban recursos del fondo municipal. Los bloqueos que los mantuvieron encerrados por 21 días se tornaron en exigencias con banderas políticas. Mientras, la tensión no ha bajado en los zoques.
A esto se suma el arranque de la rehabilitación del tren del proyecto Corredor Interoceánico, banderazo que dio el presidente Andrés Manuel López Obrador también durante la pandemia. En 2019, durante las consultas del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas sobre el Programa para el Desarrollo del Istmo de Tehuantepec, en el foro realizado en Santa María Chimalapas declaró ante los funcionarios: «no queremos estos proyectos”. Ven un vínculo en la intención de poner la infraestructura logística y la extracción de minerales.
Después de estos hechos, integrantes del colectivo Matzá decidieron participar en una entrevista. Deciden firmarla en colectivo.
Matzá alerta sobre las graves consecuencias ecológicas y sociales que estos proyectos mineros traerían, no solo para la Selva de los Chimalapas, sino para toda la región del Istmo.
En la Secretaría de Economía están registradas cuatro solicitudes de concesiones mineras en trámite. Estos cuatro polígonos suman 107 mil 384 hectáreas abarcando toda la extensión de 134 mil hectáreas de la comunidad agraria de San Miguel Chimalapa, e incluso abarca parte de Santa María Chimalapa.
—¿Qué avivó que los habitantes de los Chimalapas volvieran a sus asambleas en este momento de la pandemia?
Los problemas de servicios, en específico de luz, ya que tormentas tropicales tumbaron la electricidad. También un bloqueo que hacen las agencias municipales, llevamos días sin poder transitar a La Venta o Juchitán.
Todo esto coincidió con la convocatoria que hicimos como colectivo a las autoridades municipales. Una concentración para informar sobre la publicación de la solicitud del permiso de exploración minera de Minaurum Gold. Convocamos a la gente, quien ya estaba inconforme previamente y se trataron estos temas urgentes.
Esta solicitud de la minera sí es una alerta. Quiere decir que están por dar el siguiente paso, que es la perforación. Quieren hacer 20 hoyos en los montes. Esto representa un paso muy grande para la empresa. Invadir nuestro territorio, entrar en el terreno directamente.
Sentimos la urgencia de levantar documentos, de hacer la entrega formal a Semarnat para que tengan en cuenta nuestra posición: no queremos la exploración ni la explotación. No estamos pidiendo una consulta. Nosotros estamos ejerciendo el derecho al territorio, a la libre determinación. A decidir sobre nuestros territorios.
Sabemos que la concesión ya ha sido otorgada por la Secretaría de Economía. Aún si la Semarnat niega este permiso, la concesión se queda, pero nuestra apuesta en sacar la concesión de raíz.
—¿Cuánto tiempo tienen defendiendo la tierra de la minería, de esta posible invasión? ¿Cuál es la esperanza que tienen con esta defensa?
Desde el 2014 realizamos el primer foro en el que las autoridades agrarias, municipales de San Miguel Chimalapas, colectivos, organizaciones y autoridades agrarias zapotecas e ikoots firmaron un pronunciamiento de rechazo total al proyecto minero denominado “Santa Marta”.
En 2016, fue un momento de coyuntura minera. La asamblea del pueblo tomó la decisión de hacer un recorrido en el terreno concesionado y revisar la zona donde están asignados los polígonos.
Trabajadores de las mineras ya habían hecho exploraciones, detonaciones y sacado muestras. Pensamos que quizá lo hicieron en otros años, cuando nadie estaba enterado. Que lo hacían a escondidas con la autoridad comunal.
Entonces declaramos el territorio libre de minería, clausuramos el polígono, junto con compañeras de Ixhuatán, Zanatepec y de la propia comunidad de Chimalapas, sin meter ningún documento en ninguna instancia.
Sin embargo, han habido muchos problemas porque la comunidad cercana a los polígonos, La Cristalina, ha recibido dinero y una camioneta por parte de la minera.
Hoy, en el pronunciamiento de las autoridades agrarias y municipales, se desconoce esa supuesta acta que firma La Cristalina para otorgar permiso de entrada a la minera. Se desconoce porque están violentando nuestra tenencia comunal.
Lo que implica este documento, que salió a la opinión pública en días pasados, es reafirmar la tenencia comunal de la tierra. La decisión no puede pasar solo por unos cuantos habitantes de los Chimalapas, sino que tiene que ser la asamblea con las autoridades agrarias y municipales las que decidan.
Lo que estamos evitando es que fracturen nuestra tenencia comunal de la tierra, como pasó en Juchitán o en otras experiencias del Istmo. Donde desde finales de los 70 no cuentan con comisariado de bienes comunales. Queremos evitar que se sobrepongan intereses personales en nuestra comunalidad agraria.
Nuestra esperanza: que no entre la minería para seguir existiendo en estas tierras íntegramente.
La esperanza que tenemos es que no entren a nuestro territorio. Mantener nuestros ríos, nadarlos, habitar el territorio, crecer, seguir existiendo en estas tierras íntegramente. Sin contaminación, sin las enfermedades que la minería pueda traer, esa es nuestra esperanza y objetivo, que no entre la minería para seguir existiendo.
—¿Qué relación tiene la población zoque con la cuenca que afectaría esta minera canadiense?
—Los ríos son la vitalidad, la vida, de los pueblos. Los ríos son el sentido de nuestra existencia histórica en distintas dimensiones. Desde la espiritual hasta de la propia existencia. Soñamos y hablamos con los ríos. Habitamos los ríos. No se puede vivir sin agua.
La presencia del agua es central en nuestra vida. Nuestros asentamientos como pueblos zoques, zapotecos, que también están a las orillas de los ríos. No es casualidad. Es una forma de vida que se ha instalado desde hace miles de años.
Hay una relación que no es sólo ambiental, de cuidado de preservación. Es parte íntima de nuestra forma de vida, nuestra forma de gobierno, nuestra forma de habitar el mundo. Y no es negociable.
No se puede concebir de otro modo. Los ríos han sido el elemento que nos ha vinculado no solo al interior de la comunidad. Es el río el que nos vincula aquí en San Miguel pero también con los pueblos de afuera, zapotecos e ikoots.
Nos ha tocado ir a San Francisco del Mar. Nos dimos cuenta que el vínculo que tenemos viene desde el río que nace de los Chimalapas, al río que llega a su laguna, Baja desde nuestro pueblo.
El río nos une en términos vitales, la minería sería catastrófica no sólo para región delimitada de los Chimalapas sino que para todos los pueblos que se abastecen de estas montañas.
Nosotros vemos que en medio de los polígonos mineros pasan estos dos ríos, el Ostuta y el Río Espíritu Santo, que es el que pasa cerca de nuestro pueblo.
Los impactos de la exploración minera no se limitan a siete mil hectáreas. La oposición de los pueblos ikoots a la minería en los Chimalapas responde a que ellos no están exentos de las repercusiones.
Esta oposición se enlaza con su lucha contundente para evitar que los parques eólicos lleguen a su territorio. De igual manera, la minería devastaría sus formas de vida, impactaría sus lagunas y con ello la pesca, una de sus bases alimenticias. Se estaría trastocando la base alimenticia de toda una región pues los cimientos van a desmantelar los nidos de los peces, todo un ecosistema.
—¿Hay una relación de estos proyectos mineros con el corredor transístmico o interoceánico?
—La infraestructura de comunicación entre el Golfo de México y el Pacífico está pensada para el transporte de estos minerales que quieren extraer. Hay un vínculo directo entre la extracción de minerales con la infraestructura de transporte.
Esta infraestructura de transporte del proyecto transístmico o interoceánico puede responder al proyecto minero. Así como los parques eólicos pues la energía tiene una relación directa con las empresas mineras. Las investigaciones de Geocomunes dan información al respecto.
En términos energéticos y en términos de transporte está vinculado, entendiendo que el corredor interoceánico no es una sola infraestructura sino el despliegue de zonas industriales, oleoductos, gasoductos.
En las supuestas consultas sobre el Corredor Interoceánico que encabezaron Rafael Marín Mollinedo y el INPI, en marzo de 2019, jamás dieron información sobre minería en los Chimalapas.
Preguntamos como pueblo directamente qué pasaba con el proyecto minero y nunca dieron respuestas claras, nunca afirmaron que tuviera una relación, lo cual es muy grave. Por ejemplo en nuestro caso, cuando vinieron dijeron que el tren no nos iba a afectar porque hablaban sólo de la remodelación de un tren. Pensamos que es una inconsistencia ante esta gran de falta de información sobre cómo están manejando este corredor.
Si nosotros no íbamos a ser afectados, nos preguntamos por qué venían a hacer este foro. Aquí en Chimalapas leímos un documento a nombre de las autoridades agrarias y Comisión agraria de San Miguel donde expresamos que aquí no queremos minería.
—¿Qué es lo que temen si entran estos megaproyectos?
—Que aumente la violencia que se ha estado desplegando en toda la región.Se trata de formas muy violentas que no habíamos visto antes, y para el caso de Chimalapas hasta ahora, lo que queremos evitar es que la minera entre con violencia como lo ha hecho en otras regiones o incluso como lo hemos visto en la zona zapoteca con la llegada de los parques eolicos y despues del sismo que azoto a la región.
En Chimalapas la violencia siempre ha estado en conflictos agrarios, tensiones, como no hemos dejado que entre la minería no hemos visto ese impacto directo.
No queremos ver ese impacto que tienen los zapotecos. Queremos evitarlo, que no se llegue a esa fase. Queremos que se tumben las cuatro solicitudes que están en trámite en la Secretaría de Economía.
—¿Cuál es la propuesta que tienen como pueblo zoque para mantener la biodiversidad y la cultura originaria?
—Seguimos revitalizando nuestra forma de vida comunal sostenemos nuestro territorio y viceversa, para seguir sosteniendo el territorio hay que sostener la forma de vida comunal.
Como colectivo Matzá promovemos la revitalizacion de nuestra lengua zoque e historia. Lo que hacemos es regresar a la raíz, tener talleres de diálogo cultural. También hemos realizado murales comunitarios participativos platicando esta pregunta de cómo queremos vivir como pueblos para expresar cuales son nuestras problemáticas y nuestras aspiraciones.
Nosotros pensamos que somos un territorio muy biodiverso, no sólo para la región sino para el mundo mismo. Proveemos de agua y de oxígeno. Pero muchos jóvenes tienen que irse a trabajar a Estados Unidos o a las ciudades, migrar. No hay escuelas, ni universidades, nos parece injusto que las y los jóvenes no tengan posibilidad educativa, no pensando como una sociedad letrada pero como una posibilidad para la juventud.
En este territorio que hoy está concesionado, no nos negamos sólo por «negarnos al desarrollo», por vivir enclaustrados. Una «conservación por la conservación» de áreas naturales.
Imaginamos propuestas de investigación educativas, de ciencia para la vida, para una alternativa para los jóvenes y para nuestro pueblo. Lo que nos motiva no es la oposición por la oposición. Es lo que queremos para ese territorio.
Tenemos ese sueño, queremos que existan esos ríos limpios, queremos apostarle a forjar nuestra propia ciencia, centros educativos, tenemos una biodiversidad impresionante. Hay otras zonas que son biodiversas patentadas, tenemos un territorio sumamente rico y no queremos solo conservarlo sino trabajar desde aquí.
Entre las últimas iniciativas y frente al permiso de exploración publicado en la Gaceta de la Semarnat, el 27 de agosto los pueblos firmaron e hicieron público un documento dirigido a la Semarnat y a la opinión pública.
El pasado 8 de septiembre, se hizo público el Manifiesto Internacional por la defensa de la Selva Chimalapas dirigido a López Obrador para que “niegue definitivamente el permiso de exploración para el megaproyecto minero “Santa Marta”, promovido por la empresa canadiense Minaurum Gold Inc. y para que no se otorguen otras cuatro solicitudes de concesiones mineras.
Esas cuatro se encuentran en trámite en la Secretaría de Economía para extraer oro, plata, cobre, y plomo. Este mismo manifiesto va respaldando la decisión que el pueblo zoque ya ha tomado. No estamos solicitando una consulta, estamos ejerciendo nuestro derecho al territorio y a la libre determinación, No a la Mina, SI a la Vida!
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