12 mayo, 2023
En entrevista, el sociólogo chileno Dario Quiroga explica las causas que llevaron a la población de Chile a transitar de un constituyente progresista, a uno dominado por la derecha y la ultraderecha
Texto: Iván Cadin @ivankdin
Foto: Javier Torres / AFP
PARIS, FRANCIA.- Quién habría imaginado en el Chile de mayo de 2021, cuando se eligió una primera Convención Constituyente con notable visión de izquierdas, que este país repetiría dos años después el proceso de selección de constituyentes (dado el fuerte rechazo al primer proyecto de nueva Constitución elaborado), eligiendo para esta ocasión una sobrerrepresentación de las derechas y, marcada y sorprendentemente, de la ultraderecha del Partido Republicano, agrupación que, paradójicamente, ha torpedeado toda reivindicación de una nueva Constitución para Chile.
Con prácticamente el 100% de los votos escrutados de la elección del pasado 7 de mayo, el Servicio Electoral de Chile (Servel) indica que los Republicanos ocuparán 23 de los 51 miembros del consejo constitucional, tras haber obtenido el 35.4% de los votos. La coalición de izquierdas que gobierna con el actual presidente Gabriel Boric (Frente Amplio, Partido Comunista y Partido Socialista) y representada en la lista Unidad para Chile, obtuvo un 28.5%, logrando 16 consejeros. Tras no alcanzar los 21 escaños, la lista del presidente no tendrá derecho a veto en el nuevo proceso de redacción de la carta magna. La tercera fuerza es Chile Seguro, lista de la derecha tradicional (UDI, Renovación Nacional y Evópoli), con 21% de los votos y logrando 11 asientos. Sumando a derecha y ultraderecha, este campo político logra 34 escaños, más de la mitad de los constituyentes.
Atrás quedaron los resultados de la elección del primer constituyente de mayo de 2021, donde Chile escogió a un grupo paritario de 150 personas cuya fuerza se distribuyó, marcadamente, en las izquierdas y en las candidaturas independientes. Igualmente, los resultados de este fin de semana contrastan con los números que le dieron el triunfo al presidente Boric en diciembre de 2021 con 55% de los votos, siendo el presidente más votado en la historia de Chile (una participación del 56%), derrotando a José Antonio Kast, la cabeza líder de los Republicanos. Esta inercia favorable a la izquierda se quebró cuando, contra diversos pronósticos, el pueblo chileno decidió, en septiembre pasado, rechazar el proyecto de carta magna de aquel primer Constituyente, constitución que fue considerada por sectores progresistas de todo el mundo como la herramienta legal que podía otorgarle a Chile los cimientos necesarios para comenzar el rescate de soberanía, derechos básicos y servicios públicos. 61.8% de la sociedad chilena, en votación obligatoria, rechazó adoptar este contrato.
Para intentar comprender este volantazo político que ha experimentado Chile en tan breve tiempo, Pie de Página conversó con Dario Quiroga, sociólogo chileno y productor y co-conductor de La Cosa Nostra y El Rojerío, un par de podcast obligados si lo que se busca es darle seguimiento al pulso de la política actual chilena.
– ¿Qué ha pasado en Chile del estallido que dijo “basta” y “Chile despertó”, de aquel primer constituyente marcadamente de izquierda, al rechazo de la constitución y ahora a este nuevo resultado con una ultraderecha sobrerrepresentada?
– Podríamos esbozar diez hipótesis pero me quedo con dos temas importantes. Uno más general: fenómenos contemporáneos donde Chile no es la particularidad, sino que es algo que se da en las sociedades contemporáneas, donde un cúmulo de información corre muy rápido, aunque no por ello signifique más conocimiento, y que es parte de la paradoja. Donde las redes sociales hacen que haya tantos miles, centenares de miles emisores de contenido y, por lo tanto, los fenómenos no sólo de las fake news sino la capacidad de, con ciertas estrategias, llegar y teñir la opinión respecto a un suceso o a un liderazgo, hace que los grandes ciclos políticos estables tiendan cada vez a hacerse más líquidos, a desaparecer (…)”.
“Creo, además, que hubo un error conceptual gigantesco de todas las fuerzas políticas (en torno al estallido social de 2019): la derecha pensó que era un estallido de izquierda y por lo tanto la criminalizaron. El ex presidente Sebastián Piñera le declaró la guerra. El problema realmente grave es que las fuerzas de izquierda también creyeron que era un estallido de izquierda.
“El estallido social fue un estallido social, donde hubo saqueos masivos y gran violencia porque creo que había una sociedad que después del término de la dictadura nunca logró ajustar bien ciertos procesos».
“Chile es un país con tasas crediticias altísimas, por eso es uno de los ejemplos maravillosos para el neoliberalismo a nivel mundial. Empezó en dictadura, pero siguió en democracia la privatización del servicio público. Aquí ningún servicio público es público, ni el agua, ni la electricidad, ni el gas, ni el transporte público es público, todo es privado. Eso fue, en términos muy sencillos, lo que generó las condiciones de malestar social. Pero no era un estallido de izquierda, no había detrás del estallido social una línea programática, no había demandas sino demandas sin mediación, un concepto relevante. Yo se lo escuchaba al sociólogo Manuel Antonio Garretón. Decía: ‘si algo caracteriza el estallido social es la demanda sin mediación’”.
“Es decir, yo tengo mi demanda, hago mi cartel, salgo a la calle, voy a pelear porque quiero que se vayan todos los empresarios, todos los políticos, quiero que la gente deje de comer carne, quiero que la gente composte, quiero feminismo, quiero derecho a los animales, quiero derecho a los pueblos ancestrales, quiero derecho a la diversidad, quiero no pagar carreteras privadas. Eso son múltiples demandas que cuajaban pero generó una situación muy caótica. (…) Ese proceso obviamente no era que la sociedad de un día para otro se hubiera izquierdizado. Cuando decimos ‘demandas sin mediación’ es bien complejo porque es la anulación de la política. ¿Qué es la política si no mediación?”.
“Tenemos intereses diversos, entonces hay una mediación: yo participo en un movimiento político porque más o menos representa lo que quiero. Bueno, esto fue la completa anulación. Entonces, en ese escenario se genera esta izquierdización aparente, se abre este período (por una nueva constitución) y de pronto, pandemia mediante y otros fenómenos que también empujaron, pasa el momento de mayor efervescencia, se vuelve a aquilatar y (…) entonces, ahora la gente lo que quiere es seguridad, pero sigue en esta demanda sin mediación, esta exigencia contra nada: ‘Exijo ahora seguridad’, ‘exijo no ver inmigrantes porque creo que ellos son los que me están atacando’ y aparece la ultraderecha a tomar este discurso y a iniciar un embate muy fuerte contra lo público. Y lo público en países como Chile está desprestigiado”.
“Te hago esta gran exposición inicial porque explica en parte un fenómeno pendular, donde no es que la sociedad chilena se volvió loca en un par de años, sino que este mismo malestar no encausado finalmente construye un caldo donde me parece que estamos instalados aún. Ahora, uno podría decir que estamos por la vía de la derecha, pero estamos en un momento de ausencia de proyectos políticos significativos, de una ausencia de la política con su capacidad mediadora y en el mismo fenómeno de aniquilación de la política en el cual estábamos metidos en los últimos años, que tuvo una expresión en el estallido social y que tiene ahora su contracara, a mi juicio, en esta irrupción de la ultraderecha que, muy probablemente, aunque falta bastante… Deberían cometer mucho errores la ultraderecha para que no sean ellos la próxima presidencia de la república. Aunque faltan poco menos de tres años para la próxima elección”.
Históricamente, el Partido Republicano siempre ha insistido en defender la Constitución actual de Chile, redactada en 1980 bajo una dictadura surgida de un golpe de estado cívico-militar. Un golpe que en septiembre cumplirá 50 años de haberse cometido. Ahora, este partido político será la voz cantante que controlará el segundo proyecto de Constitución, el cual comenzará a elaborarse a partir de una iniciativa que ya trabaja un grupo de “expertos” (una comisión de 24 profesionistas designados por los partidos políticos) y que deberá finalizar el próximo 7 de junio, fecha en que deberá arrancar la nueva asamblea. El borrador que surja de ahí, será puesto a elección con voto obligatorio el 17 de diciembre próximo.
– ¿Qué significa que las derechas lleven ahora la iniciativa en el Constituyente, máxime con los republicanos que siempre obstaculizaron el proceso? ¿Romperá una inercia hacia futuro, pues ahora la presión se carga sobre ellos? O al contrario, si con la ayuda de los grandes medios pudieron satanizar y rechazar la primera Constitución, ahora, con esa misma ayuda, ¿no podrían presentar una Constitución igual o más de derechas que la actual, pero ahora legitimida por una convención votada por una mayoría?
– Un dato interesantísimo en la campaña para esta elección de consejeros constitucionales es que no hubo un solo tema constitucional en discusión, ninguno. Fue una discusión centrada un 80% en el tema de inseguridad, el gran tema hoy en Chile, donde las propuestas iban en términos de “hay que terminar con la inseguridad”, “hay que echar a los inmigrantes”. Esa fue la razón por la cual arrasó Republicanos. Pero este momento para ellos es complicado. Ellos votaron rechazo en todas las elecciones anteriores: rechazo al ingresar al proceso constitucional y rechazo en la propuesta constitucional. Estuvieron fuera y los pocos delegados que estuvieron lo que hicieron fue boicotear la Convención. Esa postura es lo que les ha redituado. Por lo tanto, tengo la sensación, incluso casi haciendo un contrafáctico, que ellos habrían preferido que les fuera muy bien, pero no tanto. (…) Pueden hacer lo que quieran, pueden hacer la constitución más derechista del mundo y proponerla. Y como tienen un control importante de los medios de comunicación, podrían eventualmente aprobarla sencillamente por el hastío de la ciudadanía.
“Pero ahora, el punto es que los republicanos van a tener que transitar estos próximos cinco meses viendo cómo, y esa es la cuadratura del círculo, cómo logran no aparecer como (los responsables) a cargo del proceso. Y cómo logran que este proceso siga con baja intensidad, que es lo que más les conviene, que no nos enteremos mucho, ver alguna que otra noticia, no como el proceso anterior donde todos los días en los canales se contaba qué había pasado en la Convención Constituyente, con noticias estridentes y en sentido negativo: bastaba que un consejero de los 150 totales propusiera alguna cosa absurda y listo, la gente empezaba a alarmarse y (los medios y redes) se encargaban de amplificar todo”.
“Les conviene que se mantenga de bajo perfil. ¿Para qué? Para que nadie dude que el que está dirigiendo sigue siendo la izquierda y por lo tanto sigamos a Gabriel Boric y a todo su gobierno culpándolo de todos los males posibles habidos y por haber mientras eso les sigue redituando. Pero van a tener que tomar una decisión: si quieren hacer un proceso constitucional mínimamente decente o prefieren solamente a su medida y apuestan por llevárselo todo”.
“No hay elementos para poder definir pronto cuál va a ser el camino que van a seguir. Lo que sí sé es que está en sus manos. El Partido Republicano no quiere cambiar la actual Constitución y ahora tomaron el control. Va a ser raro que ellos tengan que dirigir un proceso y después pedir que se apruebe. Todavía no está claro cómo van a hacer esa cuadratura del círculo”.
Tras conocerse los resultados del contundente triunfo de la ultraderecha, el presidente Boric emitió un mensaje donde señaló que “el proceso anterior (por la primera constitución) fracasó, entre otras cosas, porque no supimos escucharnos entre quienes pensábamos distinto. (…) Quiero invitar al Partido Republicano a no cometer el mismo error que cometimos nosotros”.
Sobre este mensaje, le pregunto a Dario Quiroga si la estrategia recurrente del presidente en busca de una unidad política en torno al Constituyente no resulta un tanto contraproducente, sobre todo ante la vista del constante crecimiento de las derechas en Chile, en vez de optar por un discurso que distinga un perfil de Estado del Chile que quieren buscar las izquierdas hacia futuro.
Dario responde:
– Sí, con matices en las formas, con todos los cuidados de ser el presidente de todos los chilenos y chilenas. Sí, totalmente. Me parece que desde el comienzo ha sido un error empezar a entregar todo. De partida, no puede ser que la agenda de seguridad sea tu agenda número uno. O puede ser, pero lo que no puedes hacer es tomar exactamente las mismas medidas y apoyar la misma iniciativa que un gobierno de derecha. Tienes que jugar con tus cartas y morir en el intento.
“O sea, haz tu política, lleva tu gobierno adelante, por supuesto, mediando, consensuando, negociando, pero si tú no haces un diferencial vas a perder igual. Pero además, después quedas sepultado porque no entregas una señal de en qué sentido fue distinto o mejor un gobierno de izquierda o de derecha.
“Yo creo que eso es lo que tiene que hacer, dedicarse a gobernar”.
“Yo me olvidaría por ahora de este proceso, concentrarse en gobernar, llevar adelante una agenda donde se vean elementos realmente progresistas, donde uno pueda decir ‘bueno, fallamos en esto, en esto otro, pero mira, se avanzó en punto uno, punto dos, punto tres, punto cuatro’. Recién en el último par de meses hay algunas iniciativas tenues que van en esa dirección, pero todavía no constituyen un grosor suficiente para ver si efectivamente va a ser el camino para gobernar como lo haría una coalición de izquierda y centroizquierda”.
– Se dice constantemente que los gobiernos de izquierda tibia son los que le abren el camino a la extrema derecha. ¿Consideras al gobierno de Boric como una izquierda tibia?
– Sí y no. Sí ha sido tibia, pero creo que hay una serie de problemas que son más estructurales y que hacen que casi quien hubiera sido presidente estaría probablemente igual. Creo que nadie le abrió la puerta a nadie. Creo que la derecha venía por lo suyo en esta lógica pendular. Insisto en estos fenómenos que hablamos. Y bueno, quizás toca contemporáneamente cruzar en muchos países por ese desierto, por ese infierno de las ultraderechas gobernando, personajes que en general para gente con un poquito más de sofisticación, inclusive gente de derecha con cierta sofisticación, son unas cosas absurdas. (…).
“Yo tengo la sensación de que el gobierno no tiene que ver tanto con un tema de tibieza, que la ha tenido, sino con la ausencia de horizonte estratégico”.
“Segundo, y dicho en términos informáticos, hay un cierto error del sistema: no era el tiempo probablemente para ese conglomerado (la generación estudiantil, varios de ellos hoy en el gobierno). Creo que en el fondo estaban muy verdes. Creo que un proyecto político hoy en día engloba nuevas ideas, las cuales son multigeneracional. O sea, es bien raro pensar que un proyecto político macizo pueda deberse a que compartimos la misma edad”.
“El Frente Amplio (coalición política de donde proviene el actual presidente) en forma y fondo, en contenido simbólico, en contenido político y en liderazgos concretos y reales, es muy endogámico, o sea, es muy similar. De verdad es impresionante, pero se construyó un proyecto político en función de eso. Proyecto político que además tuvo una capacidad impugnadora tremenda. No transaron aparentemente con nadie, dieron lecciones de moral a toda la generación política anterior, (pero) llegan al gobierno, cometen errores infantiles y se quedan sin base. (…) Impugnaron, impugnaron y llegaron. A los seis meses tenían el desastre, habían hecho mala gestión de gobierno, se les viene en contra el plebiscito, que era lo que de alguna manera le daba razón de ser a ese gobierno. Y apostaron, error político fundamental, todas las fichas de un gobierno en un proceso constitucional, lo que es un absurdo. (…) Entonces cometen errores y finalmente lo que tienen que hacer ahora es sumar desesperadamente no sólo a otras generaciones, sino a grupos políticos con los cuales ellos habían tenido una distancia sideral hace cinco años atrás”.
“Más que (el gobierno) sea débil o que esté menos a la izquierda, el tema es que tuvo que entregar todo. Estamos en el minuto de la catarsis de esa generación, de la pérdida de propias convicciones y por lo tanto de orfandad completa de horizonte. Y esa falta de horizonte político y de ciertas convicciones es lo que yo creo que tiene un gobierno muy debilitado, no que sea más de izquierda o menos de izquierda”.
– ¿Consideras que tras tantas décadas de ser un país ultraliberalizado y donde todo es mercancía, la sociedad chilena ha interiorizado el neoliberalismo?
– Mira, es bien severo lo que uno podría concluir en este minuto porque, por supuesto, uno trata de dar una opinión no neutral, pero digamos, ecuánime e incorporando los datos. (…) Pero sí, efectivamente, a la gente le parece más angustiante o pone más energía sobre ese joven con los pelos parados de colores que lo veo caminar por la calle, que no sé si es hombre o mujer, pero me asusta porque podría, eventualmente, quizás ni ser chileno y además podría robarme. Eso en realidad moviliza más energía que ver con los hechos sobre la mesa, presentado incluso en noticieros, que tal empresario hizo un desvío y se robó 400 millones de dólares en un año. Y en vez de preguntarse a cuántas casas equivale eso, o cuántos medicamentos, cuánta gente viviría con eso, cuántos niños no tendrían desnutrición, etc., en realidad a ti te va a movilizar más el joven inmigrante de género no definido caminando por la calle y como potencial peligro. Bueno, si eso es así, eso es así. Yo tengo la sensación que hoy en Chile eso es real. Por supuesto que hay manipulación, pero no es que haya manipulación como engaño absoluto. Hay un enfoque, como dicen los periodistas. Yo creo que estas décadas, 50 años de liberalismo creciente, con matices, con crisis política, en dictadura primero y luego en democracia, ha hecho que se instalen en la sociedad chilena ciertos valores que están enquistados, mucho más incluso que la propia adhesión política que uno tenga. No es que el espíritu neoliberal esté en la derecha, el espíritu neoliberal está en la sociedad chilena.
“Tenemos naturalizado, muy naturalizado, la perspectiva de el cliente. El chileno, sea el más revolucionario, militante, combativo de alguna organización de ultraizquierda, cuando el tipo entra a una pizzería, un bar, etc., es El Cliente. Da lo mismo si eres de sectores acomodados, sectores populares y de izquierda, si eres de derecha. Eso está instalado pero hasta la médula de la sociedad chilena. Y ese tipo de cosas explican bastante en lo que estamos políticamente”.
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