8 agosto, 2020

La devastación económica por la pandemia se empieza mirar en los números: el PIB ha caído 18.9 por ciento. Una crisis que ya se esperaba y sucede en todo el mundo, pero que a los críticos de AMLO no les importa. En su furia exigen la restauración de sus privilegios, sin importar la vida de decenas de millones

@anajarnajar

El impacto de la pandemia de covd-19 en la economía del país empezó a conocerse estos días.

El Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi) publicó su informe trimestral sobre la evolución del Producto Interno Bruto (PIB).

Los números fueron negativos. La economía retrocedió 18.9% en su tasa anualizada. No hubo crecimiento en ningún sector, aunque la crisis se hizo más evidente en la inversión fija y el consumo privado.

El primero se refiere básicamente a la compra de maquinaria y equipo, además de algunas áreas como la construcción.

El otro son las compras de mercancías de todo tipo, desde comida hasta ropa y muebles o televisores, por ejemplo.

Según el Inegi, la economía nacional retrocedió una década, y en términos nominales es decir, sólo los números presentados, las cifras se parecen a las que había en 1997. 

Ya se esperaba. Desde el inicio de la pandemia estaba claro que, además de las personas contagiadas y fallecidas, la covid-19 dejaría un costo muy alto a México.

Se nota al revisar con detalle los sectores más afectados y las razones para la crisis. La inversión fija, por ejemplo, registró niveles históricamente bajos por una razón:

Las industrias, casi todas, cerraron para evitar la propagación del SARS-CoV-2. Las maquiladoras, armadoras automotrices, minas, todo lo que implica un uso intensivo de equipos se paralizó… Y por lo tanto, no compraron nuevos materiales. Eso se refleja en los números.

Los comercios, tiendas de ropa, mueblerías y los centros turísticos cerraron también. Las compras de mercancías de todo tipo, inclusive alimentos, se redujeron por el confinamiento de millones de personas. Poco fue el consumo. Y eso se refleja en la contabilidad del Inegi.

Lo mismo sucedió en el resto del mundo, inclusive en economías tan poderosas como Alemania, Estados Unidos o China.

De hecho el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, dijo al inicio de febrero que el golpe económico de la pandemia sería el más brutal desde la II Guerra Mundial.

Muchos comparan la situación actual con una zona de guerra. No en México donde empresarios, académicos, intelectuales y periodistas culpan a Andrés Manuel López Obrador de la devastación económica por la covid-19.

Reclaman la negativa presidencial para apoyar a los grandes corporativos y empresas con estímulos fiscales, subsidios y programas emergentes de gasto público.

La furia les borra memoria. Medidas como éstas se aplicaron en la pandemia de influenza en 2009, y a pesar de la cuantiosa inversión de recursos fiscales no se pudo evitar una caída de nueve puntos en el PIB.

Tampoco se salvaron empresas. La recuperación tardó tres años en concretarse. Curiosamente es el mismo plazo que ahora organismos internacionales y analistas dicen tardará en recuperarse la economía mexicana tras la pandemia actual.

Lo que sí ocurrió es que aumentó la pobreza. En su informe de 2010 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) reveló que en el país había más de 52 millones de pobres.

En sólo un año la cantidad de personas marginadas aumentó tres millones. El rescate de corporativos y grandes empresas del impresentable Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa se cebó especialmente en los pueblos originarios.

Según el Coneval para ese año el 75.7 por ciento de los indígenas mexicanos eran pobres. Muchos en condiciones extremas.

Esta receta, que sólo profundizó la receta y no evitó una profunda crisis económica es la que exigen los adversarios del gobierno. Pero toparon con pared.

AMLO, como se conoce al presidente, adelantó las pensiones y becas para ancianos y jóvenes; estableció programas de crédito para pequeños negocios y aumentó la inversión fiscal en programas de empleo y apoyo a campesinos, pescadores y microempresarios.

La estrategia parte de la realidad heredada por los gobiernos anteriores. Más de la mitad de los mexicanos sobreviven en la economía informal, sin sistemas de seguridad social, atención médica ni mucho menos posibilidades de ahorro para sobrevivir a la pandemia.

Apoyar a los vulnerables y no a los sectores privilegiados. Una lección aprendida: los desastres naturales, conflictos armados y emergencias sanitarias son particularmente severas en la población más vulnerable.

En el fondo lo que existe es otro round de la pelea entre el antiguo modelo económico y el que establece la 4T. El primero fue la decisión de separar a los empresarios de las decisiones de política pública, por cierto.

Esto dejó muchos damnificados, aquellos que gozaron de privilegios y ahora los perdieron. Por eso la rabia ante el previsible y esperado desastre económico.

Al final vale la pena detenerse en las reacciones ante los números del Inegi. Porque la mayoría de los críticos parecieron celebrar la devastación económica.

No se trata de confirmar lo predecible, sino una vez más de la mezquindad de quienes son responsables de la profunda desigualdad en el país, los que provocaron el mayor baño de sangre desde la Guerra Cristera y que ahora juran defender al país.

La rancia desnudez de los perdedores.

Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.