Recientemente, México presentó opiniones expertas en el marco del panel iniciado por Estados Unidos sobre el maíz genéticamente modificado. La opinión que presentó respecto a los impactos de este maíz en la biodiversidad y la salud humana integra y mapea información crucial no sólo para el panel, sino también para las autoridades, organizaciones y todas las personas que buscan evitar el flujo de transgenes para proteger el maíz en México
Por Mariana Benítez*
Los pasados 25 y 26 de junio se llevaron a cabo las audiencias públicas del panel de controversias que inició en el contexto del T-MEC Estados Unidos contra México, y en el cual se dirimirán las inconformidades que aquel país ha presentado al Decreto presidencial en materia de glifosato y maíz genéticamente modificado. Este decreto plantea entre sus objetivos la protección del derecho a la salud y a un medio ambiente sano, de los maíces nativos, de la milpa y diversas prácticas de importancia biocultural, así como garantizar la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad.
En el marco de este panel, el estado mexicano presentó cuatro opiniones elaboradas por expertos en temas relacionados con el cultivo de maíz transgénico en México: 1) la posible toxicidad de agentes contenidos en el maíz modificado genéticamente y los riesgos a la salud asociados a su consumo, 2) la importancia del maíz nativo para las tradiciones indígenas mexicanas y 3) los impactos en la salud y en la biodiversidad provocados por el flujo genético no deseado del maíz genéticamente modificado. Cada uno de estos documentos desarrolla argumentos claros y bien documentados respecto a los riesgos e impactos socioambientales que implicaría el cultivo de maíz genéticamente modificado. Cada uno merece ser revisado cuidadosamente no sólo por quienes están involucrados en el panel, sino también por las organizaciones sociales, las instituciones y funcionarios implicados en el tema, y en general por cualquier persona interesada en la protección del maíz, su diversidad y las condiciones que permiten su reproducción en en su centro de origen y diversidad.
Llama entonces la atención que los autores de estas opiniones técnicas no fueran llamados a participar en las audiencias del panel realizadas en días pasados. Como uno de los propios panelistas señaló con sorpresa, existen pocos temas en los que un panel podría requerir más apoyo experto que en los asociados a biotecnología. Esto va en línea con la negativa de EE.UU. a desarrollar investigación conjunta con México para evaluar, entre otras cosas, el riesgo y el impacto en la salud del consumo de maíz genéticamente modificado en una dieta como la mexicana, en la que cada persona consume muchas veces más maíz que un estadounidense y lo consume a lo largo de todo su desarrollo, como se argumenta en el decreto de febrero del 2023. En cambio, la argumentación de EE.UU. en el panel se ha centrado en aspectos administrativos y procedimentales, lo que ha impedido llegar al fondo de un tema de tal relevancia como es el consumo de maíz en México. Para dimensionar aún mejor su relevancia, según la FAO este grano es actualmente el más sembrado en el mundo. En México, además de ser clave para la alimentación y cultura, presenta una enorme diversidad genética y de formas de manejo, con las cuales se podría hacer frente, aquí y en todo el mundo, a los cambios en el clima y otros desafíos que ya hemos comenzado a ver.
Las opiniones expertas no fueron retomadas en las participaciones de los abogados representantes de los países en el panel, pero sus datos, información y análisis debieron haberse presentado legalmente como cruciales para éste, y deben considerarse para las medidas que tome México más allá del panel. Me parece importante retomar por ahora la opinión emitida respecto a los impactos en la biodiversidad provocados por el flujo genético no deseado del maíz genéticamente modificado. El flujo génico no deseado ocurre cuando un maíz no modificado genéticamente se cruza con otro modificado en condiciones de campo o, en general, en condiciones en que no se espera o quiere que se crucen. Esto hace que los maíces nativos o criollos incorporen la información genética proveniente de bacterias o virus que ha sido introducida al maíz transgénico mediante ingeniería genética.
Este entrecruzamiento es indetectable a simple vista, hasta para las personas más conocedoras del maíz, y es prácticamente imposible de controlar alrededor de donde se siembra maíz genéticamente modificado porque el viento puede mover el polen de una planta por kilómetros y fácilmente polinizar una planta no modificada. Por otra parte, las mismas prácticas de experimentación campesina e intercambio de semillas que han generado la diversidad de maíces que tenemos en México pueden facilitar el movimiento de semillas a grandes distancias y generar entrecruzamiento con plantas locales. Además, el maíz que México importa de EE.UU., casi todo genéticamente modificado, puede ingresar al país en forma de granos que pueden ser semillas viables. Éstas, aunque no suelen ser usadas para su cultivo, no llevan etiquetas especiales, pueden mezclarse con semillas para cultivo o usarse en caso de necesidad, germinando en sitios inesperados y dando lugar a plantas genéticamente modificadas que se entrecruzan los maíces locales. Todos estos procesos pueden dar lugar a mezclas de transgenes en diversos contextos genéticos, para los cuales no hay pruebas de toxicidad ni análisis de riesgo y, por lo tanto, no hay certidumbre respecto a que puedan consumirse sin afectar la salud humana. Como se ha demostrado y hemos comentado en otros textos, la llamada introgresión de transgenes a variedades locales tiene efectos en el desarrollo, fisiología y ecología de las plantas, efectos imprevisibles y muchas veces no deseados pues afectan la salud de las plantas y su interacción con su entorno. La tecnología transgénica es así una tecnología “viva” cuyos efectos son muy difíciles de controlar y de retirar del campo, incluso una vez que así se decida, por lo que debe prevalecer el principio precautorio.
La presencia de transgenes en poblaciones de maíz nativo en México ha sido confirmada por diversos trabajos independientes, pero la opinión experta a la que me refiero aporta nueva, y alarmante, información sobre este tema. Ésta integra, actualiza y discute datos sobre flujo genético provenientes de diversas fuentes (INECC-SEMARNAT, SENASICA-SADER y publicaciones científicas). Este documento mapea reportes de introgresión en casi todos los estados del país y en todas sus ecorregiones de Norte al Sur, incluso cuando no se han hecho pruebas o monitoreos en muchos municipios. Destaca que aunque entre 2005 y 2012 se otorgaron aprobaciones limitadas para la siembra experimental o piloto de maíz transgénico en el norte de México, la presencia de transgenes está muy lejos de las áreas de liberación. Además, las mezclas de transgenes que se han registrado en campo carecen de permisos para comercialización y consumo humano; son mezclas que han ocurrido de forma completamente desregulada y cuya seguridad nunca ha sido evaluada. inicialmente aprobados en pruebas piloto o experimentales. La incidencia de positivos es amplia en estados como Veracruz, Oaxaca, Chiapas, en donde nunca se autorizaron pruebas experimentales, pero en donde se distribuyen numerosas razas y variedades de maíces nativos y se realizan comúnmente prácticas que han permitido la diversificación constante como guardar, intercambiar y trasladar semilla. Todo esto sugiere que el flujo no deseado debe estar ocurriendo por diferentes vías y muestra el fracaso de las medidas de bioseguridad implementadas para evitar la dispersión de los cultivos, mismas que EE.UU. sigue recomendando.
Ante este escenario, es crucial que se plantee al panel la necesidad de discutir y resolver respecto al fondo del asunto en cuestión, considerando todas las implicaciones que su decisión tendrá en la salud humana y el ambiente en México y el mundo. Sin embargo, es también necesario que las autoridades mexicanas respondan con la urgencia que amerita ante este patrón de flujo génico, independientemente de la resolución del panel. Si bien este flujo indeseado está ampliamente distribuido, su frecuencia aún es baja en muchas regiones: es necesario evitar que surjan nuevos eventos de introgresión y evitar que continúen extendiéndose, así como mitigar los efectos de los que ya ha habido. Existen diversas estrategias para esto, desde ampliar el monitoreo y apoyar en el mantenimiento de semillas libres de transgenes a nivel doméstico, comunitario e institucional, hasta tomar medidas como exigir que todo el maíz genéticamente modificado que entre a México venga triturado o procesado de tal forma que no pueda contener semillas vivas. No podemos esperar para atender este asunto en el que hay tanto en juego.
*Mariana Benítez es investigadora titular en el Laboratorio de Ciencias de la Sostenibilidad, en el Instituto de Ecología de la UNAM.
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