24 agosto, 2020
“Desde el principio de la investigación, desde los primeros días, nosotros mencionamos quién se los llevó” recalca Marco, hermano y tío de Guadalupe y Álan. “Pero la situación es muy complicada, por eso todo es tan lento. Hay mucho miedo”
Texto: Marcela Del Muro
Fotos: Especial y Marcela del Muro
SAN LUIS POTOSÍ.- Guadalupe González Velázquez y su hijo Álan Tadeo Morales González llevan cinco años y diez meses desaparecidos, desde el domingo 26 de octubre de 2014. La familia apunta: esto es una desaparición forzada.
Marco, hermano y tío de Lupita y Tadeo, ha dado seguimiento puntual por casi cuatro años; después de que los primeros dos años fueran, prácticamente, una pérdida de tiempo y un cúmulo de omisiones.
Lupita, como se le conocía en su círculo cercano, tenía treinta y tres años al momento de su desaparición y era perito de la Procuraduría General de Justicia del Estado de San Luis Potosí (PGJE). Su hijo, Álan Tadeo, tenía ocho meses y era un pequeñito muy amado por su familia materna. La tarde del domingo 26 de octubre, salieron de su casa a pagar una tarjeta de crédito al Oxxo; después de eso, se reunirían con el papá de Álan, Cruz Alfonso, también perito y jefe de ella.
Diecinueve días antes, el 7 de octubre, Lupita interpuso una demanda por pensión alimenticia. Para el 28 de octubre, la joven tendría que presentar las pruebas y a sus testigos. “Mi hermana no necesitaba de la pensión, lo hizo por cuestión de dignidad. Darse a respetar” comenta Marco.
Durante la madrugada del lunes, Marco supo que no encontraban a Lupita y Tadeo; inmediatamente comenzó a buscarlos por todos lados sin encontrar rastro alguno. Hasta que amaneció, y la mañana del lunes fue a la Procuraduría a presentar la denuncia.
El 19 de agosto de este año, la familia recibió una llamada de la Fiscalía para avisar sobre la detención de Alfonso. De un momento a otro, después de años de aportar pruebas al expediente, el caso se robusteció. Se informó que tuvieron las pruebas suficientes para girar la orden de aprehensión del ex perito de la Procuraduría. Por la pandemia, las actualizaciones del caso de Lupita y Alan Tadeo se habían detenido poco antes. Antes de saber de la aprehensión de Alfonso, Marco se comunicaba por teléfono con las Ministerios Públicos de vez en cuando, pero creía que el caso seguía en suspenso. Por esta razón, la noticiafue apresurada y sorprendió a toda la familia.
A estas alturas del caso, la familia confía que las tres ministerios públicos cuentan con elementos sólidos para señalar a este hombre como culpable y encontrar dónde están Lupita y Tadeo.
El 20 de agosto, comenzó a circular el boletín de la Fiscalía General del Estado con la noticia: «Luego de los trabajos de la Fiscalía Especializada en materia de Derechos Humanos, se realizaron las averiguaciones previas respectivas, y se obtuvieron pruebas de la probable responsabilidad de Cruz Alfonso ‘N’, quien también es padre del menor». Ese mismo día, se celebró la primera audiencia en los Juzgados Penales, en las instalaciones del Centro de Reinserción Social de La Pila. Se presentó al Juez Quinto del Ramo Penal, Benjamín Garza de Lira, como encargado de dar justicia al caso.
Muchas personas recuerdan a Lupita como una mujer noble, dulce, amiguera, divertida y alegre. Pero hablar de ella es complicado porque toca fibras sensibles y revive miedos. Sus amigos y compañeros de trabajo han caído en un largo silencio, no es que no quieran recordarla, es que Alfonso es poderoso.
Lupita entró a hacer su servicio social a la Procuraduría, alrededor de 2004. Comenzó como practicante y, después, se quedó como meritoria hasta que finalmente obtuvo un puesto fijo. Alfonso era su jefe, mentor y guía. Ella aprendió criminalística por él. Todos los entrevistados coinciden en que Lupita sentía una gran admiración por su jefe y maestro.
No queda claro en qué momento la relación entre ellos pasó a otro plano, pero ese punto llegó. Entonces, comenzó la desvalorización laboral: Alfonso la ridiculizaba, la humillaba y la violentaba verbalmente en frente de sus compañeros. Estas anécdotas pasaron de ser habladurías de pasillo de oficina, a ser un secreto a voces después de la desaparición.
Enmedio de esa violencia ejercida contra Lupita, la joven se embarazó. Alan Tadeo llegó al mundo en enero de 2014; nació con síndrome de down. En ese tiempo, Alfonso estaba casado con otra mujer, también trabajadora de la Procuraduría. Lupita vivía mucha violencia y manipulación en este momento de la relación. El bebé fue reconocido, pero el vínculo de la pareja estaba cada vez más desgastado. La perito se cansaba cada vez más de la situación y llegó la demanda alimenticia.
“Muchas veces hemos imaginado su destino. Es algo que vas pensando después de tanto tiempo de no saber de ellos. Pero, yo pienso que los separaron y que a mi sobrino lo dieron en adopción, o algo así, porque no creo que ese hombre le pudiera hacer daño, era su hijo”.
Cuando se pregunta concretamente por Alfonso, se produce un silencio largo e incómodo. A veces las personas bajan la voz, otras aclaran la garganta y ven a su alrededor; están las que conservan una risa nerviosa y quienes cortan la conversación de tajo. Todos, de alguna u otra forma, sienten miedo al hablar de él.
Alfonso es lo contrario a Lupita: una persona cautelosa, reservada, poco expresiva y muy hábil. Sabe cómo y con quién debe tratar.
Se han dicho muchas cosas sobre el cambio en Lupita hacia la relación, pero lo más frecuente es que te comenten: “yo creo que se negó a hacer algún trabajo sucio” o “no quiso mancharse las manos con cosas turbias y por eso se alejó” o, abiertamente, “Lupita se negó a hacer trabajos chuecos que él le encargaba”. Se dice que, Alfonso se dedicaba a vender servicios en criminalística a gente peligrosa, a los que cometieron algún crimen y pudieron pagar sus favores. Nadie ahonda en su modus operandi. Pero sí se sabe que era una ficha importante, protegida y poco cuestionada por las autoridades.
Durante estos cinco años, la cautela sobre enfrentarlo fue mucha. Aún no se sabe por qué ahora, pero, Alfonso por fin ha sido detenido. Quizá permita conocer el rastro de Lupita y Tadeo, que es lo que le interesa a la familia.
A las 9 de la mañana del 20 de agosto pasado, la familia González Velázquez llegó a los juzgados penales de La Pila. El edificio estaba a tope, muchas personas circulaban por los pasillos y el patio. La familia y el abogado particular se instalaron en una de las jardineras enfrente del Quinto Juzgado. La audiencia comenzaba a las diez de la mañana y se sentía tensión y nerviosismo entre los asistentes.
Marco se veía impaciente, caminaba de un lugar a otro mientras recordaba detalles de aquel día.
A las diez con veinte de la mañana se anunció el inicio de la audiencia. El Secretario de Acuerdos se dirigió a los abogados: por la pandemia y la multitud de acompañantes, era imposible entrar todos a los Juzgados. Esto desconcertó a la familia, pero se eligió que dos Ministerios Públicos y el abogado particular entrarían. Ellos esperaron afuera.
Alfredo fue presentado ante el Juez Benjamín Garza de Lira. Se presentó a los abogados de Alfonso: los dos defensores son exministerios Públicos de la Fiscalía que ahora son litigantes particulares. Y se procedió a leer la acusación completa.
La sesión duró casi cinco horas. Fue una espera larga y pesada para la familia. Los papás de Lupita se veían tranquilos, pensativos. Esperando nuevas noticias sobre su hija y su nieto. Ha sido un momento muy esperado, comentan, y, por eso les produce miedo y esperanza a la vez. Ellos confían que el proceso será limpio y no se protegerá a nadie.
Marco comenta que lo único que quiere es que se haga justicia y, de esta forma, poder confiar nuevamente en las autoridades. Confianza que se desgastó más y más en estos casi seis años de búsqueda.
Se cree que esta historia está por terminar, pero apenas comienza porque aún falta lo más importante: dónde están Lupita y Alan Tadeo.
Periodista freelance con base en San Luis Potosí. Le gusta escuchar historias y trata de preservarlas, por eso es periodista. Su visión se centra en la cobertura de temas de derechos humanos, migración, desaparición, violencia de género y crisis ambiental.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona