Carta póstuma a Cristina Pacheco

23 diciembre, 2023

Me quedo con la grata correspondencia que mantuvo conmigo, que me tomo el atrevimiento de reproducir en honor a su trayectoria, a su legado literario, cultural y periodístico, y que comparto con la audiencia para que pueda conocer esta faceta epistolaria que, de otra manera, permanecería oculta

Por Évolet Aceves / @EvoletAceves

A Laura Emilia Pacheco

I

A todo México ha conmovido la noticia de su partida, porque a todo México han llegado sus palabras, sus historias, su cadencia. La conocí en mi infancia, a través de la pantalla, cuando mi tío cada sábado sintonizaba Aquí nos tocó vivir en Canal Once. Mi tío, comerciante en mercados de Toluca y en los tianguis de Temoaya y de Santiago Tianguistenco en el Estado de México, posiblemente se identificaba, como tantos más, con las historias que escuchaba en ese programa. Ese maravilloso programa televisivo me enganchó desde la primera vez que lo vi, al igual que Conversando con Cristina Pacheco, programa definitivo que me influenció tremendamente para incursionar en el periodismo cultural, en el sublime género de la entrevista.

Indiscutiblemente, usted ha influenciado, durante los últimos 40 años —al menos—, a incontables generaciones de periodistas en México. Usted, junto con Elena Poniatowska, son los dos más grandes ejemplos de que a veces no se necesita estudiar periodismo para ser un emblema del periodismo. Usted estudió Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras. Ese amor por las letras, por las palabras, la acompañaron a lo largo de su vida, como muestra su complicidad amorosa con el escritor José Emilio Pacheco, con quien formó uno de los matrimonios y binomios literarios e intelectuales más entrañables en la historia cultural de México, que me recuerdan a Beatriz Espejo y Emmanuel Carballo, a Silvia Lemus y Carlos Fuentes, a Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre.

Fue José Emilio, como usted misma lo ha dicho, su más asiduo lector. José Emilio Pacheco leía, releía y comentaba sus cuentos antes de ser enviados, esos cuentos que usted escribía para publicarlos en su columna de La Jornada, Mar de Historias, en que cada domingo deleitaba a todo el país con una nueva historia. Yo me preguntaba, ¿cómo le hará Cristina Pacheco para tener cada semana un cuento, un relato inédito y distinto? Usted llegó a mencionar, a propósito de Aquí nos tocó vivir, que las historias de las personas a quienes entrevistaba le daban material para escribir sus propias historias, sus cuentos, mismos que he disfrutado compilados, entre otros libros, en Sopita de Fideo (1984), El corazón de la noche (1989), Limpios de todo amor (2002), Humo en tus ojos (2010), Mar de historias: relatos del México de hoy (2011), y en su último libro, El eterno viajero (2016) —sin contar, por supuesto, sus magníficos libros de entrevista. Pero aún hay muchos, bastantes cuentos, que no han sido compilados y me encantaría tenerlos todos, seguramente en varios tomos, una ardua labor de recopilación tras casi 40 años de esta columna, la última y la única que publicaba un cuento por semana en todo México.

Usted le ha dado un valor fundamental al cuento, ha fortalecido esa hoy tan poco valorada estrechez entre literatura y periodismo. En los medios casi no se habla de su Mar de Historias, es una pena que su valioso periodismo en la televisión opaque su indiscutible talento literario, pero sin duda alguna tiene a sus lectores de cajón, entre los que me incluyo.

Como si fuera poco, también llegó a ser editora y directora editorial de más de una revista, e incluso en el libro Epístola: In Carcere et Vinculis («De Profundis») (1975) escribió notas a la traducción que hizo José Emilio Pacheco de Oscar Wilde. Y una etapa aún menos conocida de usted: su trabajo como guionista, cuando el cineasta Arturo Ripstein acudió a José Emilio, a usted y a Carlos Castañón para el guion de El lugar sin límites (1977), en el que también colaboró Manuel Puig y el autor de la novela homónima, José Donoso». Acaso su participación fue mínima, pero la tuvo, pese a que es la única guionista que no aparece en los créditos de esta película.

II

Desde 2021, recordará, intenté contactarla para entrevistarla. Debo decir que la suya ha sido una de las entrevistas que más trabajo me ha costado conseguir, y finalmente no la conseguí, pero me quedo con la grata correspondencia que mantuvo conmigo, que me tomo el atrevimiento de reproducir en honor a su trayectoria, a su legado literario, cultural y periodístico, y que comparto con la audiencia para que pueda conocer esta faceta epistolaria que, de otra manera, permanecería oculta.

Recibí su primer correo en respuesta al mío de 2023, en donde, entre otras cosas y para contextualizar, le explico que permaneceré en México durante el verano, dado que en agosto debería regresar a Estados Unidos. Su respuesta data del 30 de mayo de 2023:

Muy estimada Évolet

Antes que otra cosa deseo agradecerle su interés en mi trabajo que es muy valioso para mí. Me dice usted que vive en Toluca y que permanecerá en México hasta agosto. Me dará también mucho gusto conocerla, pero le advierto que no soy buena entrevistada.  En caso de que mi confesión no la desanime, podríamos encontrarnos en julio porque el mes que está por comenzar estoy ya muy llena de trabajo y no me gustaría conversar a la carrera. Las mañanas de lunes y miércoles estoy más libre. Así que podríamos pensar en un encuentro matutino, cuando le convenga, en la Librería del Fondo de Cultura Económica. Elijo este lugar porque es cómodo, no hay demasiado ruido, el café es aceptable y ¡está a la vuelta de mi casa!

Aceptaré cualquier sugerencia o cambio que necesite hacer.  Por lo pronto le reitero mi gratitud y le expreso mis mejores deseos.

Cuídese mucho y hasta pronto.

Abrazos

Cristina

Recordará que insistí en visitarla en su casa para retratarla con mi cámara ahí, entre sus libros, en su escritorio, en su vida cotidiana, como le comenté, “me ilusiona mucho tomarle fotos en su casa”, a lo que usted me contestó:

Estimada Évolet

Me alegra mucho que haya leído mi mensaje. No dudo de que conversar con usted en el FCE será muy grato.  En cuanto a tomar las fotos en mi casa quiero decirle que José Emilio y yo decidimos reservar este espacio como el más íntimo y más nuestro, ajeno a todo.  Espero que me comprenda y que no lo tome como un desaire; además, creo que las calles son siempre los mejores escenarios.

Abrazos y que tenga mucha suerte en todo

En espera de sus noticias, por el momento me despido

Cristina

(Mi cel. es *** por si algo se le ofrece.)

Acepté sin ningún problema nuestra cita en el Fondo de Cultura Económica. Conforme se acercaba julio, mes de nuestra entrevista, continué contactándola, pero por razones que desconozco, seguramente atribuibles a su trabajo, no obtuve respuesta. Sorpresivamente, recibí un correo suyo en los primeros días de julio:

Muy apreciada Évolet

La saludo con mucho gusto, esperando que se encuentre muy bien. Por otra parte quiero disculparme ya que no podremos hacer la entrevista que usted tan generosamente me propuso.  Ocurrió algo inesperado que alteró del todo mi agenda.

Con mis mejores deseos y mi agradecimiento reiterado, le mando un abrazo. 

Cristina

(Mil, mil gracias por enviarme su libro.)

En aquel entonces mi novela tenía una o dos semanas de publicada, le llegó oportunamente, me pregunto si la habrá leído, hojeado. No lo sabré. Mi tiempo en México se agotaba, en agosto regresaría a Estados Unidos, a continuar la maestría, por lo que insistí de nuevo. Y recibí el siguiente correo:

Estimada Évolet:

Mil gracias por su comprensión y su respuesta. Créame que aprecio mucho sus generosas palabras. Sobra decir que le deseo hoy y siempre lo mejor.

Cristina

Éste fue su último correo que tengo en mi bandeja de entrada, recibido el 3 de julio por la noche. Las circunstancias impidieron formalizar una entrevista, pero atesoro estos correos suyos, que de alguna forma vislumbran el respeto, el cariño y el profundo amor hacia su compañero de vida, José Emilio Pacheco, y hacia ese espacio que juntos decidieron reservar para ustedes mismos, para la memoria de ambos. Pienso en las interesantes conversaciones que seguramente habrán tenido usted y él en torno a la literatura, a la poesía, a sus lecturas, a la cultura, a la Ciudad de México, pláticas envueltas en el hilo humeante de dos tazas de café; se entrevera en estos correos, también, el amor hacia su profesión y el profundo deslumbramiento que la calle ejerce sobre usted.

México está de luto, la literatura y el periodismo nacionales, los mexicanos que crecimos con sus historias, estamos de luto. Su legado es innegable, nos deja sus historias, su escritura, su forma única de contar, de preguntar, de decir y de escribir.

Deseando pronta resignación para Laura Emilia y el resto de su familia, con mi más profunda admiración, le mando esta carta navegante a su Mar de Historias.

P. D. Como bien dice Braulio Peralta, leamos a Cristina Pacheco. Insisto, vayamos más allá de la pantalla, vayamos al corazón inenarrable de esta inagotable periodista, que, antes que periodista, es cuentista, contadora de historias. Leámosla.

IG: @evolet.aceves

everaceves5@gmail.com

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.