Los medios que dan espacio a opresores de la libertad favorecen al esparcimiento de prejuicios a gran escala, y los prejuicios son los cimientos de la violencia, también de los transfeminicidios.
La semana antepasada en Capital 21, los conductores del programa El Aquelarre, Renata Turrent, Braulio Luna y Mercurio Cadena, tuvieron la idea de invitar a su programa de televisión abierta a un par de personas declaradamente transfóbicas: la comunicóloga Itzel Suárez y el filósofo Mauricio Dimeo.
Fueron invitados al programa, explicó Turrent, debido a que en la pasada FILUNI (Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios), organizada por la UNAM, la conferencia que tenían programada en torno a las masculinidades fue cancelada.
Y fue acertadamente cancelada, porque la UNAM ha sabido reconocer sus errores al haber dado en el pasado espacio y micrófono a voces radicalmente transexcluyentes, mismos errores que han ocasionado inconformidad en la comunidad universitaria —y en la sociedad— con anterioridad.
Un aplauso a los organizadores de la FILUNI, gracias por hacer de esta Feria Internacional un verdadero espacio inclusivo, un lugar seguro en donde han eliminado de la agenda a personas que abogan por la discriminación de género, y han dado, en cambio, espacio a tres eventos en donde queda implícita su postura no-discriminatoria a través de la presentación de al menos tres diferentes libros de personas sexo-género-divergentes publicados por la UNAM: el poeta muxe Elvis Guerra, la filósofa y académica Siobhan Guerrero, y yo.
Estos cambios en ferias del libro internacionales reflejan una latente preocupación por reconocer y ocuparse de las divergencias históricamente vulneradas. Por esa razón es que aquel foro fue removido de la agenda de la FILUNI, porque no coincide con los valores de la UNAM dar cabida a la discriminación por razón de género.
No Renata, no Itzel, eso no es censura. Porque para ejercerse la censura debe antes haber una libertad de expresión que está siendo suprimida por una institución que abusa de su poder, pero resulta que la libertad de expresión deja de ser libertad de expresión desde el momento en que la discriminación o cualquier otro tipo de manifestación violenta interfiere, y entonces ese mensaje ya no es libertad de expresión, sino discurso de odio. Y éste, el discurso de odio, no puede ser censurado, mas sí controlado, y eso fue exactamente lo que hizo la FILUNI.
Su deber, como extensión de la universidad de la que forma parte, no es propagar la discriminación, sino erradicarla, frenarla en la medida de lo posible. Que Itzel Suárez pretenda victimizarse es otra cosa. La autoflagelación pública frente a un agresor invisible por inexistente es un comportamiento típico de las feministas radicales transexcluyentes. Es decir, se autovictimizan, siempre frente a los ojos de los demás, buscando testigos, argumentando que los agresores son categóricamente hombres cis y mujeres trans, partiendo, por supuesto, desde la absurda y sexista generalización.
“Es peligroso, sobre todo en una universidad”, comenta Renata Turrent al hablar de una supuesta censura. Y yo le respondo: peligroso es que haya programas como el tuyo, donde los conductores —refiriéndome a Renata Turrent, Braulio Luna y Mercurio Cadena— están claramente desinformados sobre estudios de género y se nota un mínimo dominio del tema, lo cual los ha llevado a tener a semejantes invitados con semejantes ideas —y me refiero sólo a éste programa. El tema simplemente los rebasó y fueron devorados en televisión por dos locuaces del supremacismo biologicista, del conservadurismo genital, por estos dos conspiradores binaristas del género que excluyen toda complejidad humana, todo aquello que no es rosa o azul.
Las masculinidades son definitivamente un tema que debe abordarse y sobre todo practicarse, pero no desde el radicalismo con que estas dos personas lo observan.
Mauricio Dimeo hizo referencia a términos como “vientres de alquiler”. Sobre la no binariedad, afirmó: “no se puede jugar con el género, por más que se quiera, el decirse no binarios o decirse del género opuesto… ahí va [sic] a venir los matrimonios infantiles, la ablación, la extirpación del clítoris de manera arbitraria”.
Esto no es hablar de masculinidades, sino sobre ideas conspiratorias del género. Qué paz siento al saber que nada de esas ideas, impulsadas por la ignorancia y el odio, se dijeron en la FILUNI. Desafortunadamente, mi paz se vuelca al saber que todo esto se dijo en el programa El Aquelarre, y, peor aún, que continúa el video en YouTube.
Cuando la conductora preguntó por qué no pueden tenerse estas conversaciones en universidades o espacios de debate público, Itzel respondió: “Es un tema de ignorancia. No puedes basarte en los deseos individualistas de las personas cuando tú tienes las herramientas no sólo teóricas, sino también el activismo y la práctica. Si quieres debatir algo, te acercas a debatir, no a censurar ni difamar”. Itzel hizo referencia al término TERF, adjudicándoselo: “con los nuevos términos, ahora somos terfas… Con expresar nuestra postura crítica no se atenta contra la vida de nadie, al contrario, denunciar este tipo de acciones es importante porque viene de personas que son reconocidamente violentas contra las mujeres”. Nótese la autovictimización ante un enemigo invisible, en un medio público, teniendo a la audiencia del programa como testigo. Continúa: “Las mujeres tenemos el derecho a una vida libre de violencia”. Y yo le preguntaría, ¿sólo las mujeres cis?, ¿las mujeres trans sí pueden ser violentadas?, ¿por qué las mujeres trans, las personas no binarias, no podríamos acceder a ese derecho? Ya conozco la respuesta, la dijo en el programa con otras palabras, básicamente su postura “crítica” no es más que una postura que se basa en la genitalidad. Wow, vaya crítica progresista.
Como si la complejidad humana fuera así de simple, como una suma de dos cifras, pene y vagina. Lamento decirle que no, afortunadamente el género no es así de fácil, no somos máquinas predecibles. Entiendo que su postura “crítica” es tan pobremente crítica como la polarización del género, azul-rosa, y lo entiendo porque ella no ha tenido las necesidades ni las violencias que una personas trans sí, y partiendo desde el entendido de que una persona cisgénero heterosexual evidentemente atraviesa obstáculos muy distintos, en materia sistemática y psicosocial, que una persona trans, intersex o no binaria.
Lo problemático está en esa individualización a la que ella misma hace referencia, hay una intolerancia ante quienes son incompatibles con su identidad y expresión de género. El activismo trans no pretende borrar mujeres, pretende ganar derechos; mientras su “postura crítica” sí está obstaculizando esa lucha de nuestros derechos a través de la difusión de ideas conservadoras, radicales y simplistas, discursos de odio que revictimizan a nuestra población desfavorecida. Desfavorecida, mas no callada y mucho menos sumisa, como se pudo ver en la protesta que tomó lugar esta semana, afuera de las instalaciones de Capital 21, en la que se exigía la renuncia de los conductores de dicho programa por dar cabida y difusión a los discursos de odio.
Los medios que dan el micrófono a opresores de la libertad favorecen al esparcimiento de prejuicios a gran escala, y los prejuicios son los cimientos de la violencia, los cimientos de los transfeminicidios.
Por último, quisiera mencionar que la conductora Renata Turrent hizo una aclaración al inicio de su siguiente programa, en el que reconoció que, en efecto, se había cometido un error al tener un solo punto de vista de los invitados y la falta de pluralidad, así como el hecho de que habrían las capacitaciones correspondientes en materia de género. Esto es importante mencionarse, puesto que ella ha dejado un espacio para la reflexión y el reconocimiento del error, algo que se le reconoce.
La comunidad trans y no binaria espera de los medios de comunicación masivos que en un futuro esos errores se reduzcan hasta su completa desaparición, por el bien nuestro, por el respeto a nuestros derechos humanos.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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