Trabajar en los surcos en medio de las olas de calor pone en riesgo la vida de miles de jornaleros y jornaleras agrícolas, que no tienen descansos espaciados en las horas de más sol, no tienen acceso a agua fresca, a electricidad, cuyas viviendas son de materiales calientes
Por José Eduardo Calvario Parra *
La faena agrícola de las personas jornaleras agrícolas, suele estar acompañada de un sin fin de adversidades, y para acabarla de amolar, las últimas temporadas de calor han marcado hitos respecto al récord histórico en temperatura extrema en todo nuestro país. Los desafíos no solo los marca la fragilidad de la seguridad en el empleo, las ya de por sí condiciones laborales endebles, y los efectos de lo que se ha llamado cambio climático, que ahora son más palpables en el surco. A la población jornalera pudiera aplicarse el dicho popular “cuando no les llueve les llovizna”.
Entre 2015 y 2039, se tiene proyectado una variación climática en nuestro país respecto a la temperatura (aumento de 2℃) y precipitación anual (reducción entre 10% y 20%), según el informe Primera Comunicación sobre la Adaptación de México ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En estas condiciones cualquier actividad al aire libre se convierte en peligrosa y las personas dedicadas a las actividades del campo están expuestas con mayor severidad. La temporada de calor de 2023 marcó una impresionante espiral de casos de afectación a la población en general (Santiago, 2024). Si a eso le añadimos que el 58% de los municipios de nuestro país tienen alta o muy alta vulnerabilidad por lo menos en una de las seis vulnerabilidades ante el cambio climático (inundación, deslaves, incrementos de enfermedades transmitidas por vector), el panorama se torna más complicado. Además, en general, las mujeres son más vulnerables ante los desastres naturales, ya que son 14 veces más propensas a morir durante un desastre (pp. 43).
Sin embargo, el citado Informe no da cuenta de las ocupaciones a cielo abierto y la sobremortalidad masculina frente a las altas temperaturas. Ser hombre eleva la probabilidad de morir ante las altas temperaturas, y más si se es adulto joven (20-49 años de edad). En la población jornalera agrícola, no solo las condiciones laborales son decisivas para enfrentar una ola de calor, sino también los modos de vida en las comunidades de residencia. No tener acceso a agua fresca mientras se labora en los surcos o simplemente que no existan descansos espaciados cuando los rayos del sol arrecian, son solo algunos de los inconvenientes en los campos agrícolas. En el siguiente relato de un jornalero residente de una comunidad agrícola de Sonora, comenta la relación acerca del impacto de las altas temperaturas en horas pico: “nos sacaron ese día como a la 1 de la tarde, nos dicen “a la una se van y se guardan del calor” ah bueno. Y ya pues nos sacaron, pero yo me sentí mal después de las 12 del día y me descansaron, y ya nos salimos a la una de allá directo al centro de salud”.
Otra trabajadora agrícola de la misma comunidad narra lo que experimentó mientras laboraba en un campo y se exponía al calor intenso del verano sonorense: “me sacaron un ratito [del surco], mientras se me pasaba, y ya después este, así como que me sentí mareada, me daba reharto asco, el estómago… me dieron suero, tomé suero y ya al ratito; cuando el tiempo de la calor, te sacan temprano [a la 1 pm], más tarde no te dejan porque ya no aguanta uno el calor en el campo”.
De esta forma, los testimonios dan cuenta de la intensidad del calor y sus efectos, y sobre todo, cuando se carece de acceso seguridad social o al agua fresca, refleja las precarias condiciones laborales que provocan situaciones que dañan la salud de las/as trabajadores/as. En las comunidades cercanas a los campos de cultivo, también la población jornalera puede experimentar pobreza energética y con ello, ausencia de equipamiento para refrescar la vivienda. Aunque hay viviendas con materiales frescos, como el adobe, los techos suelen ser no térmicos, incluso de lámina galvanizada, lo que aumenta la temperatura al interior de manera considerable. Como comenta una jornalera: “un calorón que hace, y luego aquí ni luz hay, mire… Nos la pasan de una casa bien lejos, y nos cobra siempre algo, y nosotros, ni cooler, ni nada tenemos”. Los coolers son aparatos con motor eléctrico que por medio de la rotación de unas aspas producen aire fresco gracias a la paja que continuamente se está mojando. Dado el precio elevado de estos aparatos, la adquisición suele implicar un gasto para adquirirlo y darle mantenimiento.
Las olas de calor ya no son privativas de la zona norte del país, a partir del 2023 todo indica que será un fenómeno extendido a gran parte de México. Por ende, las ocupaciones a cielo abierto, y en particular los/as asalariados/as agrícolas, que son uno de los grupos laborales con mayor vulnerabilidad, y riesgo para su salud deben contar con políticas adecuadas para su atención. Es imprescindible la coadyuvancia de los sindicatos, los tomadores de decisión de los tres niveles de gobierno, la sociedad civil y los agroempresarios. Esperemos que la próxima presidente Claudia Sheinbaum relance las políticas de adaptación y protección ante el cambio climático en poblaciones de mayor susceptibilidad y daño.
*Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas, El Colegio de Sonora.
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