27 mayo, 2023
En 2019, cerca de 600 hectáreas del ejido de Calpulalpan, Tlaxcala, fueron ocupadas por centenas de miles de paneles solares. Desde entonces, en esas tierras ya no cae la lluvia, mientras que la energía que produce la estación no se sabe a dónde llega, ni qué beneficio da a la comunidad
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Duilio Rodríguez
CALPULALPAN, TLAXCALA.- Visto de lejos, el parque fotovoltáico de Nuevo Xcala parece un lago. El reflejo de sus 4 mil 860 paneles se miran como un espejo de agua magnífico. Nada más lejos de la verdad. Paradójicamente, la lluvia escasea en estas tierras desde que los instalaron en 2019. Desde entonces, pobladores aseguran ver avionetas que asustan a la lluvia para que a las celdas no les falte el sol y no dejen de generar energía.
“Yo lo escucho que pasa todos los días, unos hasta tres veces”, dice un ganadero de la región, que, por roces previos con la empresa que controla estos parques, prefiere no ser identificado.
“Muy temprano la pasan, cuando la gente está descansando. Aún así, la gente dice que la ve diario, más cuando se acercan las lluvias, es es para el agua, para que la corte”.
Los pobladores describen que las avionetas rocían nubes de químicos que, como si fueran un muro invisible corta las cortinas de lluvia. Este tipo de tácticas no son nuevas en la región. Al sur de Calpulalpan, en el estado de Puebla, la fábrica de Volkswagen usó bazucas contra lluvia para evitar que el granizo dañara la pintura de los autos nuevos. Aunque también pueden ser usadas para fomentar la lluvia, como lo hizo el Ejército rociando yoduro de plata en nubes cercanas al sistema de presas Lerma-Cutzamala, que nutre de agua a la Ciudad de México durante la época de estiaje de 2023.
El ganadero que presta su testimonio cuenta que, junto con otros, intentaron detener la instalación del parque eólico. Hicieron un plantón y corrieron a los empleados de la empresa Engie que estaban talando y “limpiando” el terreno donde instalaron los paneles.
Ya teníamos tres meses, y por andar haciendo eso, se cargaron contra los pocos que vieron permanecíamos unidos. Hubo demandas por daños y perjuicios, dijeron, por el retraso de la obra, pues. El comentario era que la demanda iba a ser por 10 millones de dólares, además de que sacaron unas órdenes de aprehensión en nuestra contra”.
Desde que llegó el parque fotovoltáico el calor en la zona aumentó y el nivel de agua en los pozos ha disminuido, asegura la gente que ocupa estas tierras comunales para el pastoreo, o alguna otra actividad agropecuaria. Según dicen, los paneles comprimen la tierra y dificultan la infiltración del agua.
Este grupo de ganaderos no fue el único que intentó detener el proyecto de Engie, empresa internacional dedicada a la construcción y operación de plantas de generación eléctrica y gasoductos. Don José García Bazán, ejidatario de 73 años de edad, es miembro del Colectivo 16 de octubre, un grupo de algunos ejidatarios disidentes, que no aprobaron la construcción de la planta fotovoltáica, pese el aval que dieron las autoridades del comisariado ejidal.
“Nuestra demanda es que se vaya la empresa”, comenta José Bazán durante un recorrido que ofreció a Pie de Página por el bosque de encinos que devastó la empresa.
Ellos dicen que son energías limpias ¡y pues sí! Miren cómo dejaron todo el monte, limpio limpio, solo para construir su lago de paneles solares. ¡Antes en todo eso había vegetación, había fauna!”, dice casi gritando.
Su gesto es duro y reparte con movimientos bruscos mientras señala a su alrededor.
El bosque por el que caminamos no es como los que la mayoría cree, explica don José. No es como los de las montañas, tupidos de pinos. Este es un bosque de encinos, árboles de tronco grueso y copas anchas, que necesitan unos 50 metros de separación entre uno y otro. En medio, crece una amplia variedad de arbustos, pero sobre todo, magueyes pulqueros.
Según una estimación hecha por un par de ingenieros de la Universidad de Chapingo que ayudaron a los ejidatarios y cuyo nombre se les escapa al momento, la instalación de los paneles se llevó consigo 5 mil encinos, algunos de más de 200 años, y cerca de 750 magueyes a lo largo de caso 500 hectáreas de terreno.
La empresa, cuentan los ejidatarios del Colectivo 16 de octubre, se había comprometido a trasplantar algunas de las especies de la flora. Incluso aseguraron que rastrearían, atraparían, trasladarían y liberarían 12 mil 500 ejemplares de fauna del lugar.
Los tlachiqueros, los que capan el maguey y lo raspan para sacar aguamiel, cuentan una historia diferente. Ellos vieron cómo entraban las máquinas, unas máquinas grandes, las más grandes que hubieran visto. Vieron cómo todo lo barrieron.
La idea de brigadas rastreando y atrapando animalitos hace reír a los ejidatarios. “Imagínate que les hubiera salido un teutle –un tipo de serpiente de cascabel de la región que llega a medir hasta tres metros de largo y tiene la cabeza del tamaño de la de un gato, según cuentan– ¡No! Sus brigadas habrían salido corriendo”, cuentan entre risas.
La empresa, dicen, se instaló en una de las zonas más bajas de esta cuenca, llena de tlateles: formaciones rocosas que se hicieron tras la explosión del volcán Malpaís. Cuando la lava se secó entre el suelo blando creó zonas de alta infiltración hídrica que además sirven de refugio para la fauna de la zona. La mayor parte de estas tierras, 280 hectáreas de uso común, permanecían como un cuadro de José María Velasco, hasta que el comisariado ejidal, la autoridad que controla el ejido, decidió aprobar la instalación del parque (que ocupa cerca de otras 400 hectáreas en parcelas de otros ejidatarios).
José Bazán tiene canas y arrugas, pero aún así, su paso cruza recio por el campo. El resto de los ejidatarios del Colectivo 16 de octubre no lucen muy diferentes; tampoco la mayoría de los ejidatarios de San Antonio Calpulalpan. Ya la mayoría son mayores de edad, dice don José en broma; mayores de edad para recibir la pensión del gobierno.
Aprovecharse de la edad fue la clave que el comisariado ejidal, encabezado por Manuel Jiménez Márquez, por el secretario Gregorio González Ortega y el tesorero Nazario Herrera Ortega, explotó para conseguir la aprobación de instalación en las zonas forestales de uso común.
“Somos 936 ejidatarios en total. Solicitamos el padrón actual, y no sabemos por qué salió que somos 1,076”, cuenta sobre el proceso don José. “Fueron llamando de a 40 en 40 para reuniones con los representantes y las empresas”.
El comisariado ejidal junto con dos licenciados de la empresa estaban arreglando las reuniones, a las que se pedía asistir con credencial de elector, en ellas habían cinco computadoras en las que se pedía pasar registrarse y al final firmar un documento.
Que se registraran y que firmaran. Así fueron animando a la gente, todo en lo oscurito, no permitieron asesoría de nada ni de nadie. De ingenieros conocedores de la materia, de licenciados, de alguien más, pero no, de nadie. Nos quedamos solos”.
Cuando lo dice don José mira hacia abajo, mueve la cabeza de lado a lado y mengua la voz.
Después del registro el comisariado convocó a dos asambleas. En cada una pagó 500 pesos a los ejidatarios que asistieran a levantar la mano para la aprobación del proyecto solar en tierras de uso común, acusan desde el Colectivo 16 de octubre
Antes de ese par de asambleas, el comisariado ya había tenido reuniones estratégicas con representantes de la empresa, grandes tenedores de tierra y algunos ejidatarios con parcelas. Los integrantes del colectivo habían escuchado esos rumores, pero lo confirmaron cuando el voceador del ejido (una persona que recorre el pueblo entregando fotocopias con diversos mensajes) pasó con las cantidades que pagaría la empresa por la renta de las tierras. Muchos aceptaron el trato para rentar sus tierras por 30 años, prorrogables a 40.
“Dicen que es una renta, pero en realidad ellos se hacen dueños de la tierra, ya ni dejan pasar”, reclama José Bazán. Los campos de paneles están cercados y muchos no respetaron el derecho de paso a otras parcelas cercanas. A veces, al interior de las cercas, se miran patrullas de la policía estatal de Hidalgo, cuidando las instalaciones privadas. (El ejido San Antonio Calpulalpan es anterior a la división Política actual, por lo que algunas de sus tierras trascienden esa frontera).
Si la barda que construyó la empresa Engie a la telesecundaria local no llevara una lona con su nombre, pocos de los vecinos sabrían su nombre. Fuera de Calpulalpan el nombre Engie es mejor conocido. En 2022 la Comisión Federal de Electricidad le otorgó un contrato para expandir el gasoducto Mayakan, que lleva gas natural a la península de Yucatán. Entre sus activos la empresa suma mil 300 kilómetros de gasoductos repartidos en tres líneas, además de ocho parques de generación de energía renovable, como este de Nuevo Xcala, su campo fotovoltáico más grande.
Que pocos sepan el nombre real de la empresa no es fortuito. En los análisis de afectación social y en los contratos de renta de las tierras el nombre de la empresa varía. A veces aparece como Buenos Días Energía y otras como Linda Energía. Cuando el Colectivo 16 de octubre intentó consultar alguna relación comercial esas empresas y la Comisión Federal de Electricidad, CFE respondió que no conocía a ninguna empresa bajo ese nombre. Los ejidatarios creen que el cambio de nombre obedece a la misma razón por la que la subestación eléctrica a donde llega la energía de los paneles fue inaugurada casi clandestinamente el 25 de agosto de 2022.
El campo Nueva Xcala es parte de un amplio proyecto de generación de energía solar en Tlaxcala con varias empresas en el que Engie participa con otros dos campos como este, según un mapa del colectivo Geocumnes que circula entre los ejidatarios de la región.
El Colectivo 16 de octubre ha intentado acudir a diferentes autoridades o entes del gobierno en busca de ayuda. A la Fiscalía de Hidalgo y a la de Tlaxcala, por diversas afectaciones; a las oficinas del Registro Agrario Nacional, por las irregularidades en las asambleas, a la Semarnat, a solicitar una opinión sobre los impactos ambientales, incluso ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia, porque, cuando uno camina entre los tlateles de Malpaís es fácil encontrar restos de cerámica antiquísima. También han interpelado al presidente López Obrador que el 5 de agosto de 2022 acudió a inaugurar un banco del bienestar en Calpulalpan. Ninguna de estas instancias ha dado seguimiento a su caso.
Hoy, los pobladores de Calpulalpan siguen esperando que la tarifa de sus recibos de luz baje y que la empresa termine de construir las decenas de obras sociales que habían prometido, como dotar de luz espacios públicos, ayudar con la conservación de los edificios históricos, la mejora de caminos y escuelas, o la ampliación de los servicios de telefonía.
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