La disputa por el rumbo del cultivo del café en México evidencia las dos visiones de país que tensan la cuerda al interior del gabinete de Andrés Manuel López Obrador, con representantes de la agroindustria en la Oficina de la Presidencia que encabeza Alfonso Romo
Texto: Andro Aguilar
Fotos: Félix Márquez
COATEPEC, VERACRUZ.- José Frías Nativitas, campesino de 74 años, viajó hace medio siglo con su esposa a estas tierras de Ixhuatlán del Café que en el nombre llevan el arraigo. Cargaron un azadón y unas cuantas cobijas a lo largo de casi 300 kilómetros. Llegaron desde Calcahualco, una comunidad pegada a la sierra de Zongolica, de la cual el hombre reniega un poco porque ni los burros cabían en las estrechas veredas ahogadas por la vegetación.
“Tráibamos también tres hijos”, añade como si lo recordara de pronto.
Con décadas de trabajo, la familia logró hacerse de una ladera que desde hace 14 años destinan al cultivo del café. Suben el producto en sacos, con ayuda de uno de sus bienes más preciados, una mula que les costó 20 mil pesos.
La zona se encuentra a más de mil metros de altitud, propicia para el cultivo del café arábica, una especie perfumada y suave, con algo de acidez.
El mejor café de Veracruz, dice el señor José, era el “criollo” (typica). Pero la plaga del hongo de la roya se lo acabó hace ya dos décadas. Plantita que sembraban, plantita que la roya invadía.
Esta tarde lluviosa, el hombre está acompañado de su hija, sus dos hijos, su yerno y una nieta de 24 años de edad. La familia limpia los cafetos previo a la cosecha de octubre.
José Frías Nativitas se queja de que la caficultura ya no interesa a los jóvenes. Su vecino, dice, también es un hombre “muy mayor”.
El desinterés de las nuevas generaciones podría obedecer a la conclusión que él mismo suelta sobre el negocio del café: “Para comprarlo está bien caro, pero para venderlo no”.
Sandra, la nieta del señor José, recuerda lo que un tío le contó: en algunas cafeterías de las ciudades el precio de un vaso de café puede rondar los 50 pesos.
La chica hace la cuenta, para comprar uno de esos vasos de café procesado, su familia tendría que vender ocho kilogramos de cereza de café, que les pagan a seis pesos cada uno.
Los caficultores en Veracruz temen que la construcción de la procesadora de café más grande en el mundo, que fabrica Nestlé, con un manejo de 20 mil toneladas al año, baje aún más los precios.
La llegada de la empresa generará empleos directos e indirectos que se necesitan en estas regiones pobres. Pero al mismo tiempo, su presencia va en sentido contrario a la lucha histórica de producir café de mejor calidad de altura.
El café que siembra José Frías Nativitas quedaría relegado ante la demanda de café de tipo robusta que usa Nestlé para sus cafés solubles, y que en la región le llaman “café corriente”, porque es menos perfumado, más amargo y con más cafeína.
Además, los caficultores y algunas autoridades temen que la producción del café tienda al monocultivo industrial y que el mercado, impulsado por la demanda de la trasnacional, se extienda en el territorio mexicano desplazando el cultivo de otras especies y frustre el propósito de la autosuficiencia alimentaria.
El gobierno mexicano no termina de definir una política para esta semilla y sus decisiones parecen contradictorias. Al interior del gabinete existe un debate sobre fortalecer el cultivo de café de altura que producen en su mayoría pequeños agricultores (92%). O impulsar la agroindustria y el modelo de negocio como el de la trasnacional Nestlé, con grandes volúmenes de café de menor calidad, y de la mano de empresarios relacionados con la biotecnología, que ahora trabajan en la Oficina de la Presidencia de la República, encabezados por su titular, Alfonso Romo Garza.
Las distintas visiones sobre el café evidencian dos posturas dentro del gabinete presidencial y la presencia corporativa en su primer círculo.
El 18 de diciembre de 2018, con apenas unos días del nuevo gobierno en el poder, representantes de Nestlé anunciaron en Palacio Nacional la próxima inauguración de su planta procesadora en Veracruz, la más grande de América Latina.
Por parte de los funcionarios públicos, además del presidente Andrés Manuel López Obrador, estaba la secretaria de Economía Graciela Márquez, el gobernador veracruzano Cuitláhuac García y el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo Garza.
Aunque Romo fungió como funcionario público, bien podría haber ido como socio de Nestlé.
Su empresa Nature Source Improved Plants (NSIP), resultado de la fusión entre Nature Source Genetics y Agromod, provee a la trasnacional de los clones de la planta que usa para sus cafés solubles. La compañía ahora es dirigida por el hijo del funcionario, Alfonso Romo Garza Lagüera.
Agromod firmó un convenio en 2011 con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y con Nestlé. El representante de Agromod en ese convenio fue su entonces presidente ejecutivo, el ahora jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo Garza.
Con el acuerdo, Agromod se comprometió a suministrar a Nestlé 30 millones de plantas de café durante una década. Algo que a Romo le llena de orgullo.
En su declaración patrimonial, Romo Garza no menciona tener participación en Agromod. Sin embargo, hay una cadena de empresas que llegan al nombre del jefe de la Oficina de Presidencia*. Y él mismo ha reconocido en distintas ocasiones ser propietario de la compañía.
Ya como coordinador del Proyecto de Nación que encabezaba López Obrador cuando era candidato a la Presidencia, Alfonso Romo habló en una entrevista del convenio de su empresa con Nestlé.
“En una asociación que hicimos con Nestlé, mejoramos genéticamente, cambiamos el perfil genético de la planta de café y hoy las plantas nuestras incrementaron en 350 por ciento los rendimientos por hectárea de agricultores”, dijo.
El acuerdo firmado canalizó 200 millones de pesos del Programa Trópico Húmero de la entonces Sagarpa para la introducción de variedades de alta calidad genética y alto rendimiento, y paquetes tecnológicos para abastecer a Nestlé.
Agromod, ahora como NSIP, sigue reproduciendo los clones de la planta robusta que Nestlé usa en sus cafés solubles. En mayo de 2019, la empresa entregó 40 mil de los 2 millones de plántulas que acordó con el gobierno de Oaxaca.
En la presentación, Alfonso Romo Garza Lagüera, hijo del jefe de la Oficina de Presidencia, dijo que 30 años de investigación respaldan el trabajo de su empresa, e informó que además del café, ya trabajan en la modificación in vitro de plantas de mezcal.
Alfonso Romo no es el único funcionario en Presidencia que está relacionado con la industria de la biotecnología.
Los primeros meses del actual gobierno federal, en la Oficina de la Presidencia fungió como asesor un exempleado de Monsanto. José Manuel Madero Garza fue miembro honorario en el Consejo para el Fomento a la Inversión, el Empleo y Crecimiento Económico (Cofinece), un órgano creado en 2019 por Alfonso Romo.
Madero Garza ocupó, de 2009 a 2015, varios cargos en Monsanto, el gigante mundial de la biotecnología y los transgénicos, y desde septiembre de 2019 se unió a la mesa directiva de Constellations Brand, la cervecera que no pudo construir su planta en Mexicali.
Otros colaboradores de Romo de sus empresas y que ahora están en la Oficina de la Presidencia son Abel Mauro Hibert Sánchez y Regina Sada Elizondo, ambos exfuncionarios de Vector Casa de Bolsa, S.A. de C.V., compañía cofundada por Alfonso Romo. En 2017, Hiber Sánchez presentó el plan económico del Proyecto Alternativo de Nación y hoy es titular de la unidad de Opinión Pública.
Regina Sada Elizondo es jefa de Unidad.
A petición de Alfonso Romo, el 3 de marzo de 2020, Eugenio Nájera Solórzano llegó para trabajar en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y ser un enlace entre el gobierno federal y el sector privado. El ahora funcionario ha sido ejecutivo o consejero en varias empresas fundadas por el jefe de la Oficina de la Presidencia.
Otro colaborador de Romo que trabajó de cerca con el proyecto de Presidencia es Jorge Melchor Vicente Fenyvesi Frizzi, actual accionista y de Agromod.
En junio de 2018, previo a la elección presidencial, Fenyvesi Frizzi informó en un video que fue invitado por Morena y el proyecto que encabezaba López Obrador para colaborar y llevar tecnología al campo.
«Vamos a recanalizar los apoyos de los programas de fomento para evitar que en lugar de que sean utilizados para impulsar la producción terminen siendo recursos con fines asistencialistas», anunció. Sin embargo, al inicio del gobierno Fenyvesi Frizzi dejó de aparecer.
Nestlé es el principal comprador del café que se produce en México, con el 29%. Tiene 18 plantas en todo el territorio nacional, incluida la próxima a inaugurar en 2021 en Veracruz, la segunda mayor entidad productora de café, donde la empresa lleva décadas arraigada.
Cuando Vicente Fox llegó a la Presidencia, el gobierno mexicano echó a andar un programa en el que las 250 microrregiones más pobres del país podrían ser “adoptadas” por grandes compañías.
El municipio veracruzano de Tezonapa fue adoptado por Nestlé. La compañía invirtió 20 millones de pesos durante cuatro años. Y en siete viveros, distribuyó un millón de plantas de café robusta, del tipo con que fabrica su café soluble. La empresa donaba despensas en Día de Reyes o el Día del Niño. También aportó dinero para la construcción de una telesecundaria.
Como parte de un programa llamado Padrinos Nestlé, la empresa inauguró en 2006 el Centro Comunitario Tezonapa. El esquema tiene 800 donadores particulares, que aportan recursos para niños de 17 comunidades. Así, Nestlé se asentó en Tezonapa.
En 2010 la empresa lanzó su programa Plan Nescafé, con el que consumiría más materia prima de países en desarrollo, del café robusta que distribuye y que es cultivado con sus propios métodos. Fue al año siguiente cuando firmó el acuerdo con el INIFAP y Agromod, la empresa de Alfonso Romo.
La pobreza en Tezonapa, sin embargo, ahí sigue. Hasta 2015, los datos más recientes, el municipio seguía siendo un territorio de alta y muy alta marginación en 128 de sus 141 comunidades. Tres de cada cuatro personas son pobres. Y una de cada cuatro lo son de forma extrema.
El arraigo de Nestlé se sigue consolidando en este municipio pobre donde camina de la mano con la Unión de Productores de Café de Veracruz. La empresa repartió entre los productores las plantas de café robusta que requiere para su café soluble, los capacitó en su cultivo y los hizo sus proveedores.
Con la mira puesta en mayores ingresos, los caficultores de la región de Tezonapa, que cultivan el café que consume Nestlé, ven con buenos ojos la llegada de la enorme planta que se construye en el municipio de Veracruz.
La joven Anel Caballero Murillo proviene de una familia que trabaja con Nestlé desde 2008. En su planta procesadora -llamados “beneficios”- recopilan café de productores de toda la zona y de municipios aledaños. Lo venden a Nestlé a través de otra empresa certificada por la trasnacional.
La compañía no ha confirmado un cambio en su esquema de suministro, pero Anel supone que la cercanía de la planta ayudará a evitar los intermediarios.
“Para que pueda llegar a la planta de Nestlé Toluca (actual procesadora), tenemos que venderlo a un acopiador de Nestlé que se encuentra en Fortín. (Con la planta en Veracruz) se aminorarían los gastos y podemos llevar directamente el café sin necesidad de intermediarios y tener un mejor precio, y poder brindarle a su vez a nuestros productores mejores precios también”.
La joven relata que Nestlé los ha asesorado de forma permanente. Recuerda que la empresa abrió la Escuela Nescafé para capacitar a agrónomos y administradores.
“A los productores les dan capacitaciones, desde el cultivo, de cómo mejorarlo y obtener mejores plantaciones, que a su vez nos dan más producción”.
La empresa de la familia de Anel, Cafés Paraíso, tiene un beneficio y un vivero con para 100 mil plántulas que les proporciona Nestlé, reproducidas por embriogénesis somática (In vitro).
“Con los clones mejorados que también nos ha dado Nestlé ellos han podido mejorar su producción, obtener mayor producto y así tener mayores ganancias”, explica, “Nestlé nos las da, nosotros las hacemos crecer y los productores vienen con nosotros”.
La empresa les vende las plantas y luego les compra el café que producen.
“Es decir, me llevo tantas plantas y cuando sea la cosecha comienzo a pagar descontando del café que voy entregando”.
Otros municipios de la zona central de Veracruz que trabajan con Nestlé son Córdoba, Omealca, Cuichapa.
“Nos conviene más el café robusta. Depende también de la altura. Nosotros tenemos la altura perfecta para cultivarlo. Estamos como a 400 metros del nivel del mar y es el lugar idóneo”.
El café robusta se cultiva principalmente en altitudes menores a los 800 metros.
Otro caficultor de la región, Ignacio Luna, pertenece a la cuarta generación de cafetaleros en su familia: “Ahora sí que como dicen: ‘A mí me parieron en los costales de café’”.
Procesa tanto café arábica como robusta en su finca La Noria. Dice que buscan hacerlo de forma armónica con la naturaleza, como parte de un proyecto ecoturístico.
Luna trabaja con productores de Tezonapa y Zongolica, y cree que la llegada de la planta Nestlé va a beneficiarlos por la cercanía.
“Vamos a ver sobre qué normas y sobre qué reglas van a operar y cómo a nosotros, como productores, cómo nos van a comprar o por medio de qué intermediarios. Sería excelente que las compras las hicieran directo en campo porque se elevan un poco más los precios. Evitaríamos triangulaciones”.
Ignacio Luna trabaja con un grupo de mujeres que buscan independizarse económicamente con la venta del café robusta. Una de ellas es Alma Coronado Hernández, 31 de años, quien salió de Tezonapa a los 15 años para poder estudiar y ahora se organizó con una docena de compañeras. Hay amas de casa, abogadas, madres de familia, de 30 a 50 años de edad. Estas mujeres están en la parte más baja de la cadena suministro del café para Nestlé. Alma explica que, además, batallan para que las tomen en cuenta dentro del mundo cafetalero dominado por los hombres.
Tienen una demanda principal: que Nestlé les abra la puerta para venderle directamente sin intermediarios. En dos años, dice Alma Colorado, a pesar de que su café termina en las fábricas de Nestlé, no han podido platicar con ningún representante.
Víctor Suárez Carrera es subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader). Es de los funcionarios que en el gobierno federal no promueve el uso de transgénicos. Su postura, dice, es priorizar el café arábica.
“Debe agotarse al máximo la siembra de café robusta en México. Si requiere la industria café robusta, que lo importe y lo reexporte”.
Víctor Suárez Carrera
El funcionario advierte que la creciente presencia del café robusta en el mundo, con más del 40 por ciento, está deprimiendo los precios internacionales tanto del robusta como del arábica.
El funcionario explica que México no debe moverse hacia la producción industrial de café porque cada vez hay menos países enfocados en cafés arábicas de altura. En el último ciclo la producción mundial de arábica habría disminuido 7.8 por ciento; y en ese periodo la de robusta creció 4 por ciento.
Suárez Carrera continúa: en los procesos de industrialización, vigentes en las grandes empresas transnacionales, el contenido real de café es muy bajo, ya que está adicionado con otras materias primas, saborizantes y colorantes.
Suárez califica como un error que México se sume a la tendencia de lo que llama la “robustización” de la caficultura: “Está respondiendo a las necesidades de las grandes trasnacionales”.
En México, mientras la producción de café robusta usado para los solubles es menor al 5 por ciento, el consumo de café soluble es de 54 por ciento, por encima del promedio mundial, de 34 por ciento. Esto, pese a que es el undécimo productor de café arábica.
Desde que Nestlé emprendió su Plan Nescafé en 2010, la producción de café robusta en México creció casi 300 por ciento y pasó de 12 mil toneladas a 45 mil toneladas.
En México hay un debate alrededor de estas dos tendencias: hacia la agroindustria con alta productividad y menos calidad, o cuidar la calidad y a los pequeños productores.
“La industria está viendo solamente su objetivo económico mercantil y no está viendo que el café arábica de altura, de alta calidad de taza, es un café cultivado en las laderas, en las montañas y bajo sombra. Es un sistema productivo que prácticamente es un sistema agroforestal; protege la diversidad biológica, protege los suelos, protege la infiltración del agua. También da medios de vida para 500 mil familias en el país, la mayor parte indígenas”.
Víctor Suárez Carrera
Uno de los temores de quienes se oponen a la industrialización del cultivo del café es que la producción de grandes volúmenes desplace la siembra del café arábica, pero también provoque deforestación.
“Al no haber una alternativa de cultivo bajo sombra puede haber procesos de deforestación buscando otras alternativas de uso de suelo, no necesariamente que se enfoquen en la producción de la biodiversidad”.
Nestlé produce entre 35 y 45 mil toneladas de café soluble, para ello compra 80 mil toneladas de granos de robusta y arábica. De tal forma que la nueva planta en Veracruz procesará una cuarta parte de esas 80 mil toneladas. Ese grano provendrá de productores mexicanos, según ha informado la empresa.
A nivel nacional, sin embargo, esto es poco menos del 10 por ciento de las 240 mil toneladas que México produce.
Al pie de la carretera, de Coatepec a Cosautlán, Plácido Huerta Salazar observa a sus dos nietos, de 12 y 13 años de edad, que revisan minuciosamente las plantitas de café. El sexagenario empezó en este cultivo a los nueve años de edad. Con su papá y sus hermanos tenían hasta 40 mil plantas.
La mayor arma de su cultivo, dice, es la diversidad. Y enumera con orgullo: “en esta besana son cinco hectáreas de puro nacional; allá están otras 5 hectáreas de puro nacional, ya son 10. Y luego hay cuatro de Mundo Nuevo, luego dos de Garnica y de este lado hay otras cuatro de Garnica”.
Plácido Huerta platica apoyado en una muleta dispareja de construcción casera. Se acomoda su sombrero maltratado y dice que se opone a la llegada de la procesadora porque, asegura, el tipo de cultivo que empuja la transnacional va contra la diversidad de especies de café, fomenta el monocultivo y la concentración del mercado.
“A Nestlé no le interesan los cafés buenos. Quiere sembrar robusta para que desaparezcan todos estas variedades”.
En la zona, asegura el señor Plácido, la empresa ha ofrecido dinero para que introduzcan café robusta.
“Ha habido personas que les ofrecen 40 mil pesos por hectárea para que metan robusta. Si vendo robusta, no va a haber compradores más que la Nestlé”.
El productor dice que a la empresa no le interesa el café de calidad. “Todo ese café que uno está pisando y que está mezclado con la caca de rata y con lo de los pichones, todo lo que es barredura es lo que te compra. Por eso Nestlé compra cafés malos que le llegan de otros países al puerto de Veracruz y lo mezcla aquí, ahora sí que hace el Nescafé”.
Los plantíos de Plácido Huerta Salazar están a unos 10 kilómetros del Consejo Regional del Café de Coatepec, una de las organizaciones con mayor oposición a la nueva planta procesadora, dirigida hasta el 10 de septiembre por Cirilo Elotlán.
Este hombre de 64 años de edad dice que a los productores les metieron el signo de pesos a la fuerza y que ahora tienen una postura en la que se privilegia la producción en volumen sin cuidar la tierra.
Ejemplifica con el glifosato. Para limpiar su tierra gasta en el pago de 15 jornales, que equivalen a 2 mil pesos. En cambio, si usa el herbicida, paga sólo 500 pesos, pero el costo es mayor para el suelo.
“Son productos muy agresivos y mataron la tierra, las defensas, los nutrientes”.
Él atribuye al maltrato de la tierra la entrada de los nemátodos, unos gusanos que lesionan los cafetos desde la raíz y en cuyo combate se inventaron los injertos de raíces de café robusta, para hacerlos resistentes, con café arábica.
Así, los productores soportaron a la plaga y sus plantaciones produjeron más. Luego vieron que la durabilidad de estos injertos es menor que los de otras plantas.
El caficultor dice que además perdieron calidad y así lo han demostrado en los certámenes, como el Taza de Excelencia: “Lo demostramos en 2017, 2018 y 2019, que los primeros lugares salieron de Coatepec”.
El Consejo Regional se ha opuesto a la nueva planta procesadora porque, insiste Cirilo, su presencia va a influir aún más en los precios.
Cirilo Elotlán se queja de que han pedido durante dos años una audiencia al presidente López Obrador sin conseguir que los reciba, mientras que Nestlé entró a Palacio Nacional apenas iniciaba el gobierno.
El Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias tiene un sitio experimental de café en el municipio de Teocelo. El ingeniero Rosalío López suma dos décadas al frente de este lugar con casi mil 200 metros de altitud, propicio para buen café. El agrónomo lo explica de forma sencilla: a mayor altura, el café es más denso, y al ser más denso, tiene mayor concentración de aceites esenciales. Se pasea entre los cafetos con las visitas intermitentes de sus tres perros, entre quienes destaca una juguetona cachorra pastor belga, llamada Moka, como el café dulce y como la región de Arabia de donde se trajo ese tipo de planta a México.
Con su experiencia en la caficultura a nivel de tierra, Rosalío López dice que las complicaciones en la producción del café mexicano provienen de su estructura comercial.
“El gran problema en el café es el mercado”, explica. “Un café que se cosecha y es conocido como café cereza lo pagan a 6 pesos el kilo. Ya de manera internacional se vende en quintales, en unidades inglesas, son 100 libras. Pero para eso se necesitaron 250 kilos de frutos. Una tonelada daría cuatro quintales. Llega el momento en que ponen a 100 dólares el quintal o a 100 dólares las 100 libras. Y eso equivaldría pagar la cereza a 8 o 10 pesos, pero la pagan a 5 o a 6 pesos, y ahorcan al productor. Cuando eso en el mercado, en taza, te da como 60 mil. Y tú le vendes esa materia prima al industrial que vende a 250 el kilo de café. El productor se queda cuando mucho el 16%; todo lo demás se va en ese proceso. Es como comprar cochinos flacos y tú sólo los engordas. Pero ya pasaron todo el periodo crítico de enfermedades. No te va a hacer nada el clima ni la roya. Ya nada más calibras tus procesos industriales. Esa concentración de capital es medio gandalla y bien que podrían regularla las políticas gubernamentales”.
El precio del café arábica es determinado por la Bolsa de Nueva York. Y el del robusta en la de Londres.
La bolsa, sin embargo, es controlada por las empresas y los países con mayor producción, advierte.
“Son los factores que intervienen para regular el precio, para determinar el precio y lo determinan de manera gandalla hacia sus beneficios. Y los productores de países como México, como Guatemala, como Honduras, como Panamá, Costa Rica, Perú, Ecuador, pues no tienen oportunidad”.
Para predecir el precio se considera cuánto es el volumen anual de cosecha, dice. “Ellos ven cuál es la reserva, cuánto produce Vietnam, Brasil, más el factor de cuánto intervienen estas empresas para determinar cuánto le pagan al productor. Y a quien se van a comer es al productor”.
En el sitio experimental hace pruebas con distintas especies para probar su rendimiento.
“Todas estas son compactas porque derivan de Caturra. Y ése, híbrido de Timor. Ésta es la famosa Geisa”, dice entre los cafetos.
El ingeniero muestra el híbrido de Timor que hace más vigorosa la planta para enfrentar a las plagas como la roya.
“Es un cruce específico entre arábica y canéfora, o entre arábica y robusta. Robusta le pasa la resistencia y arábiga pasa el sabor notas en taza. Y salen estas variedades resistentes, que no son muy apreciadas en el mundo del café porque tiene notas de robusta. Las notas de robusta tienen menos acidez, menos cuerpo. Si tú tomas un robusta puro no sabe a café. El Nescafé viene ya caramelizado y con ciertos procesos que le impregnan en autoclaves con vaporizaciones que potencian su sabor. Es más corta su vida pero cargan mucho fruto. Las que son más resistentes tienen más corto su periodo de vida, pienso yo que es por los grandes volúmenes de producción”.
El ingeniero destaca el beneficio ecológico del café en zonas biodiversas.
“Los árboles lo extraen de mayores profundidades del suelo, lo absorben a sus copas, cae la hojarasca y entran este ciclo cerrado y donde el café se produce de manera de la mano con la naturaleza”.
El ejemplo de la industrialización del café, señala el agrónomo, lo pone Brasil, el mayor productor mundial, que avanza con la agroindustria que sobreexplota los suelos con monocultivos. El especialista explica que siembran hasta 20 mil cafetos por hectárea. Después de tres o cuatro cosechas, lo tiran y lo vuelven a plantar con cada vez menos productividad.
-¿Cuál es el rumbo que debe tomar la producción de café en México?
Honduras es un caso exitoso. El Instituto hondureño del café está en manos de los productores. Ellos le piden el dinero al gobierno para decirle qué van hacer. Acá el gobierno les da el dinero para decirle a los productores lo que van a hacer.
Y en realidad muchas de las cosas que les dicen son cosas equivocadas.
Al interior del gobierno mexicano, chocan las dos posturas.
“Éste es un gran debate que se ha dado”, reconoce Víctor Suárez.
“En la posición por la cual un servidor se inclina, y también gente de Semarnat y de Bienestar y de Economía, es que no debemos permitir que la caficultura mexicana se guíe por los intereses de las transnacionales, de la industrialización de café, sino que debe guiarse por el interés nacional. El interés nacional combina la producción de café bajo sistemas agroforestales, que además es de alta calidad de taza, que puede recibir certificaciones de café orgánico de café de pequeño productor, de comercio justo, lo cual genera un ingreso adicional más favorable a los pequeños productores. Y que además está generando valores y servicios medioambientales muy importantes como es la conservación de la diversidad biológica y la protección de las cuencas hidrológicas que mantendrían su cobertura vegetal y ayudan al mantenimiento de los sitios hidrológicos y de la preservación del suelo contra la erosión y la mayor infiltración de agua en las partes altas de las cuencas”.
La altitud para el café robusta y el arábica son distintas. Mientras que este último se da principalmente en alturas superiores a los 600 metros, el robusta puede darse hasta a nivel del mar.
Por ello, un temor de Víctor Suárez es que la siembra de café robusta modifique los cultivos donde se producirían alimentos esenciales para la agricultura y la ganadería, destinados a una autosuficiencia alimentaria.
“Es otra vez ir hacia sistemas de producción muy intensivos, con gran demanda de agroquímicos y con ocupación de suelos en planicies de alta calidad que deben dedicarse a la producción de alimentos”.
El gobierno federal ha dado desde 2019 5 mil pesos mensuales a 250 mil productores de café. Suárez asegura que el apoyo no es para producir café robusta.
La producción de ese tipo de café, sin embargo, se ha impulsado desde el gobierno federal a través de uno de sus programas estelares: Sembrando Vida.
EL 23 de mayo pasado, la cuenta oficial del programa anunció que ya preparaban plantas ambos cafés para repartirlas entre los productores.
Como parte de este programa, para la siembra de café se destinarán 150 mil hectáreas, según dijo el presidente López Obrador el 22 de enero de 2019.
El secretario de Agricultura, Víctor Manuel Villalobos, aseguró que ve “con buenos ojos la llegada de Nestlé ya que la planta que requiere la trasnacional, robusta, no afectará a los productores mexicanos, en su mayoría de plantas de café arábica”. El funcionario, ha defendido la siembra de café robusta en México por la cantidad de empleos que pueda generar y por la posibilidad de que se cultiva en alturas muy bajas.
Villalobos es identificado como promotor de la agroindustria y la biotecnología. Cuando se anunció su nombramiento, activistas y organizaciones como Greenpeace advirtieron su paso por el área internacional de la entonces Sagarpa y su operación para que fuera aprobada la llamada Ley Monsanto.
En agosto pasado, el exsecretario de Medio Ambiente Víctor Toledo habló de luchas de poder al interior del gabinete. Señaló que la Sader, dirigida por Villalobos, busca los agronegocios, está en contra de la agroecología y trata de imponer la visión que impera por grandes corporaciones”.
Señaló que la dependencia buscó impedir la detención del glifosato y el algodón transgénico.
Y acusó que Alfonso Romo, el jefe de la Oficina de la Presidencia, cercano a Villalobos, es el principal bloqueador de los intentos dar pasos hacia la agroecología.
Unos días antes de renunciar a la Semarnat, Víctor Toledo grabó un video de apoyo al café arábica y llamó a no consumir café soluble.
Toledo habló de la tendencia “moderna” a producir café en monocultivos, de las variedades genéticamente modificadas, agroquímicos, plaguicidas y máquinas para producir el café.
Defendió la forma de “producir café conservando y conservar produciendo”.
Días después, cuando renunció, además de problemas con su salud, Víctor Toledo advirtió que una de las razones de su salida fue la “Alta conflictividad social y ambiental que se debe enfrentar desde la Secretaría del Medio Ambiente”.
Algunos productores, pese a que reconocen la menor calidad del café robusta, lo producen ante la demanda de la empresa más grande de alimentos en el mundo.
Es el caso de Sergio Jáuregui Castelán, de 47 años, en los que el café siempre ha estado presente. Al menos así lo recuerda. Antes que él fue su padre y, primero, su abuelo. Ahora el menor de los 15 hermanos se dedica al cultivo de esta planta. Al frente del rancho de la familia en el municipio de Zentla, busca acortar las distancias en la cadena de producción y generar su propio café tostado para no derramar la ganancia entre los intermediarios. Dice que prefiere no hacer cuentas puntuales, porque sospecha que sale perdiendo. “Al final salimos como las gallinas: poniendo”.
-¿Por qué continúan?
– De aquí somos- responde y señala a su padre que dormita en una silla en el corredor de su vivienda.
La familia de Sergio Jáuregui antes sembraba café arábigo, luego una especie criolla, más resistente a la plaga de la roya. Después lo intercalaron con robusta.
“Antes le metíamos parejo el robusta y el arábigo, y a mí no me gusta eso, porque robusta siempre va a acabar con el otro, por la raíz y la sombra”, advierte.
Para este productor, sin embargo, la especie de robusta le ha significado una ayuda, porque después de la cosecha de café arábica -de octubre a febrero- continúa la de robusta, y el año se cubre con más café.
“En calidad y rendimiento es muy bueno. Aquí estamos sobre 850 metros del nivel del mar, más arriba ya no trabajan los robustas. Aquí los rendimientos son altos”.
Ésta es la zona en la que el cultivo de café robusta, de baja calidad en taza pero con la demanda de Nestlé, puede sustituir las plantaciones de variedad arábica.
“En la taza, si te soy sincero, yo no soy afecto a tomar el robusta, ni mezclado. No me gusta. Es más fuerte. Lo he probado, pero para mi gusto, no. Pero hay mercado y vamos sobre todo al mercado”.
Como todos los pequeños productores, Sergio Jáuregui no trata directo con Nestlé, si no a través de intermediario. “Hay más demanda. Todos compran robusta. Antes había muy poquito pero ahorita ya sale algo de café robusta en la zona”.
Sergio Jáuregui, sin embargo, ya espera que crezca su planta de café Geisa, un reconocido café arábica con alto aroma y con sabores cítricos y frutales. Su meta es vender directamente ese café tostado y, por qué no, lograr su propia marca. Y así evitar tener que venderle a Nestlé y desplazar la variedad de café más armónico con el ecosistema.
Rodeado de maleza, asoma el que fue el beneficio de café más grande de México: la procesadora Puerto Rico. En la enorme construcción, confluyen historias de la época boyante de la producción cafetalera: 6 mil toneladas cada día de café dentro de sus instalaciones.
Hoy, sólo queda un enorme cascarón metálico, con las huellas de la actividad cafetalera: costales abandonados, libretas con registros de los quintales, granos de café regados…
Toda esa maquinaria junta refleja la decadencia de la zona cafetalera, lamenta Celestino Herrera Colorado, quien cuida en solitario los enormes fierros y cuenta las historias que vivió cuando ahí había más de 300 trabajadores. Lo que se está perdiendo principalmente, insiste, es la variedad de café arábica.
“Si entrara el gobierno aquí… se abriría un poco más el empleo. Y, cómo le puedo decir… los que somos caficultores le entraríamos más con lana, porque ahorita en lugar de ganar perdemos. Ni siquiera decir que salimos a mano, un precio de 5, 6 pesos… ¿a ver qué?
Desde ese viejo beneficio abandonado, el señor Celestino tiene su propio diagnóstico sobre los precios del café: “esa cuestión que se maneja de la bolsa es pura fantasía, nomás los mero ricachones son los que fijan el precio. ¿Quién los norma? Nadie. La única opción es que el gobierno nos rescate esto, la única esperanza. Y esto se viene arriba”.
El beneficio Puerto Rico empezó a morir con la desaparición del Instituto Mexicano del café (Inmecafé) y se dejó a su suerte a los pequeños productores y los precios cayeron en las manos de las bolsas de Nueva York y Londres.
De forma paralela, empresas como Nestlé emprendieron su siguiente etapa transnacional.
A unos 100 kilómetros de distancia del beneficio Puerto Rico, a las orillas de la ciudad de Veracruz, está la construcción de la que será la planta más grande de la empresa Nestlé en el mundo.
Alineados al frente, los autobuses esperan a trabajadores de la construcción principalmente para llevarlos de regreso a sus comunidades y rancherías.
Los empleados salen de forma escalonada, 5, 6, 7 de la tarde, para intentar bajar los riesgos de contagio de covid.
Esta obra estuvo detenida varios meses a causa de la pandemia. Parece difícil que cumplan el objetivo de que la primera etapa de la planta procesadora café suceda en 2020, como había previsto la empresa.
Los vendedores de la zona dicen que es común que las personas acudan a dejar sus solicitudes de empleo en la caseta de vigilancia, con la intención de obtener alguno de los 250 empleos directos que prevén generar con esta fábrica.
Los pequeños productores de café arábica esperan no tener que ir a dejar su solicitud de empleo a la procesadora de café robusta más grande del mundo.
*Según los datos más recientes del Registro Público de la Propiedad y de Comercio (RPC), los principales accionistas de Agromod son Promoción y Distribución Comercial, S.A. de C.V. y Empresas La Moderna, S.A. de C.V. En 1999, Empresas La Moderna S.A. de C.V. se transformó en Savia S. A. Y esta es la empresa que Alfonso Romo disputó durante más de una década con su suegro Alejandro Garza Lagüera. Hasta que en 2014, el padre de su esposa y él llegaron a un acuerdo.
**Pie de página buscó a algún representante de nestlé para platicar sobre el tema sin obtener respuesta hasta la publicación de este texto.
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