Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, en 2023 “una de cada cuatro personas en movilidad en América Latina y el Caribe es un niño, niña o adolescente, la proporción más alta a nivel mundial”. En 2023, el Instituto Nacional de Migración reportó 113 mil 660 infancias migrantes en el país. Aquí algunas de sus historias
Texto y fotos: Eui Chin JA Vazquez / Corriente Alterna
Mentoría: Rafael Cabrera
ESTADO DE MÉXICO.- William no sabe dónde está El Salvador, pero nombra sin problemas los seis países que atravesó para llegar a México. William nació en Venezuela hace nueve años, juega cerca de su hermano menor Yoiner, que nació en Colombia hace cinco.
“Para llegar aquí, hay que pasar Colombia, luego hay que agarrar una lancha hasta llegar a Candil, la selva, luego hay que pasar la selva de Panamá, [la] Ciudad de Panamá, luego Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, y ya está”, describe William. Su chamarra roja abultada concuerda de cierta manera con su carácter, le hace ver más grande.
William llegó con su hermano y sus padres a la Casa del Migrante San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, de la Diócesis de Cuatitilán, en San Bartolo, Estado de México.
Aunque México hoy día es también un país de llegada, la mayor parte de quienes migran tienen como objetivo Estados Unidos. “¡De aquí pa’rriba!”, se dicen al animarse en la oración de la comida.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés), en 2023 “una de cada cuatro personas en movilidad en América Latina y el Caribe es un niño, niña o adolescente, la proporción más alta a nivel mundial”.
A William le gustan los juegos de pelota, y ese día espera con ansia el partido que ya pactaron. Cuenta que en la escuela, en Venezuela, le enseñaron fútbol y que aprendió a dominar la pelota. También le gusta el basquetbol, dice que nunca ha tomado entrenamientos, pero le gustaría.
“Yo voy a ser como mi papá, alto, dicen que mi papá era alto”. William explica que el padre de Yoiner (su hermano menor) es ahora también su papá. Todos viajan juntos.
El Instituto Nacional de Migración (INM) reportó en su informe del 2022, un total de 71 mil 207 niñas y niños menores de edad. En el año 2023 fueron 113 mil 660 infantes, 60 por ciento más en solo un año.
“Yo lo comparto porque yo sé compartir”, dice William con un racimo de uvas en la mano. Las divide en cantidades iguales y las reparte con el resto de las personas del área de juegos. Si quieren más, solo tienen que pedirle.
Yoiner ríe fuerte, y juega al mercado con su amiga Alison; a diferencia de William, quien afirma “¡no!, ¡yo no juego de niñas!”.
Juegan al restaurante y venden pizzas, “a 80 pesos la rebanada”. A William le han contado que es un “juego de niñas”, sin embargo, poco después, trae un juguete con forma de un pez en una pequeña sartén para cocinarles pescado.
Aunque en un avión el viaje de William sería menos complicado, afirma: “Yo nunca viajaría en avión, el avión a veces es peligroso”.
“El viento, más la altura, que lo más alto es el relámpago”, dice frunciendo el ceño.
Alison nació en Venezuela hace 8 años. Dibuja en un papel grande, el mismo donde infantes y adultos se recuestan y mapean su contorno. Es difícil dibujar el contorno de Alison. Le da cosquillas y las crayolas desaparecen. Su travesura es robarlas y esconderlas. Alison ríe cuando las devuelve.
En 2023, el Instituto Nacional de Migración (INM), procesó a 52 mil 376 niñas y adolescentes que representan el 46.1% del total de menores de edad procesados por el INM.
Alison se encuentra en el refugio, por lo que Migración no la puede aprehender y procesar. En este lugar puede estar a salvo, puede hacer burbujas; con las grandes se sorprende y rápido intenta atrapar de nuevo las más que pueda. Quiere más botes de líquido para hacerlas, sólo tiene el azul y se molesta cuando le dicen que ya tiene uno. Igual logra tener los dos botes poco tiempo después.
No platica mucho, pero se acerca a donde su amigo Freiyer realiza el Árbol azul de los sueños; un ejercicio didáctico con pinturas. Alison le dice “quiero una”, el niño le comparte un bote con pintura.
“Una vez caminaba y ya, y no aguantaba la caminada”, le cuenta a Freiyer mientras pintan juntos.
Se pinta las palmas de las manos y crea figuras.
La Dra. Andrea González, especialista de la UNAM en migración, afirma: “La mayoría de la migración femenina que viene con infancias, es porque está sufriendo un asunto de violencia en la familia”. Sin embargo, desde el mandato de Donald Trump, la violencia intrafamiliar ya no es una causal para solicitar refugio en Estados Unidos.
Alison tiene 8 años, viste una blusa verde agua y pants de la Guerra de las Galaxias. Su cabello es ondulado y enmarca unos ojos que mientras más ríe, se vuelven más pequeños. Platica poco, pero es una niña que ríe, y ríe mucho.
Alison viaja acompañada de sus padres y su hermano menor, un bebé aún en brazos. Pero este no fue el caso de 12, 954 niños y niñas adolescentes no acompañados presentados ante el DIF (el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia del gobierno de México), según datos de la CNDH (la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en México) en el 2022. Un 18.5% del total de infancias presentadas ante el DIF, viajaba sin tutor.
El Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW) advierte que “las niñas y las adolescentes no acompañadas son una población más vulnerable, también se incluyen las que viajan con niñas y niños ya sean sus hijas/hijos o hermanas/hermanos; adolescentes embarazadas donde sus necesidades suelen ser muy específicas (sobre todo porque suelen tener embarazos de alto riesgo y poco seguimiento de su salud)”.
A lo largo de todo el país, hay casas, albergues y comedores que ofrecen un espacio seguro para descansar, compartir una comida, jugar, ver películas; tejer redes e intercambiar información valiosa para su camino.
Lugo, encargado de la Casa del Migrante, dice que deben tener todo en regla por las constantes auditorías del gobierno; hay mucha presión para cerrar la institución. Sin embargo, hay cierto respeto por el respaldo de la Iglesia, comenta, porque a otras instituciones “solo privadas”, Migración “les ve el negrito en el arroz”, y se las cierra.
Aclara que el albergue solo puede brindar protección desde el momento en que las personas migrantes tocan la puerta de entrada, entonces, Migración y la Guardia Nacional ya no pueden aprehenderlos.
En un fin de semana de abril del 2024, Isaac, su tío y sus primos están a punto de llegar al refugio cuando son detectados por las autoridades mexicanas. Se escuchan gritos y las personas albergadas corren al patio lateral desde donde ven cómo la familia es perseguida por agentes de Migración y miembros de la Guardia Nacional.
Uno de los niños logra esconderse entre las casas más cercanas, pero el adulto y los otros dos niños son detenidos. Desde la Casa del Migrante, las personas gritan: “¡déjenlos en paz!”, “¡no te tapes la cara!”, “¡suéltalos!”, “¡ay, le pegó!, ¡le está pegando!”. El tío de Isaac es sometido tras recibir golpes en la espalda.
Isaac, de 11 años, migró con su tío y sus primos; de 12 años Alfredo y de siete años David. Al papá de Isaac lo deportaron de México a su país de origen, Honduras, y por eso solo estaba con su tío y sus primos cuando fueron detenidos por las autoridades migratorias, sin embargo, esta vez sí los dejaron ir.
Entre las personas en la Casa del Migrante creen que la visibilización de la violencia permitió cambiar el futuro de Isaac, su tío y sus primos.
La Ley de Migración, en el Artículo 66, especifica que “el Estado mexicano garantizará el derecho a la seguridad personal de los migrantes, con independencia de su situación migratoria” y en el Artículo 67 que “todos los migrantes en situación migratoria irregular tienen derecho a ser tratados sin discriminación alguna y con el debido respeto a sus derechos humanos”.
La Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes dicta en el Artículo 89 sobre los procesos a menores migrantes: “El principio del interés superior de la niñez será una consideración primordial que se tomará en cuenta […]”. Son los jueces de la Procuraduría de Protección los cuales determinan el “interés superior”. El “interés superior” puede resultar en retornarlos a su país de origen y no en procurar que se reúnan con su familia en Estados Unidos.
La Unidad de Política Migratoria del gobierno de México no reporta casos de deportaciones de infancias, sino de “menores con oficio de salida definitiva”; “menores devueltos”; “menores devueltos por retorno asistido” y “niñas, niños o adolescentes devueltos por retorno asistido”. En 2023, la Red por los Derechos de la Infancia en México contabilizó 6 mil 548 reportes de este tipo.
La Dra. Andrea Paula González Cornejo trabaja en el Colegio de Estudios Latinoamericanos de la UNAM y en el colectivo Ustedes Somos Nosotres. Desde hace 12 años, ha realizado trabajos de investigación y trabajo con personas migrantes.
La especialista señala que la violencia en Honduras, El Salvador y Guatemala, causó el incremento de la movilización de infancias y adolescencias.
Dice que a partir de 2007, tras la declaración de “guerra contra el narcotráfico” del presidente Felipe Calderón, “los grupos del crimen organizado se empezaron a insertar mucho más en Centroamérica […] las Maras, las pandillas empezaron a ser parte del brazo armado del narco. Y eso impactó en la vida cotidiana de los barrios, las colonias, de los lugares urbanos y rurales también”.
La población más afectada por esta situación fueron las infancias y las juventudes, explica, porque “son la carne de cañón del crimen organizado, o ‘queremos que ella sea mi novia’ [un tipo de violencia de género en el que las mujeres son forzadas a ser parejas de integrantes del crimen organizado]” .
La académica identifica una segunda etapa del incremento de la migración en el mandato de Donald Trump (2017-2021). “Empezó a regresar un montón de gente que tenía 20 años viviendo en Estados Unidos, 30 años, y que sus hijos ya estaban ahí”.
Recuerda que al final del mandato de Trump, México se convirtió en un “tercer país seguro” tras la implementación del programa “Quédate en México”, con el que las personas migrantes son deportadas a México mientras esperan que avance su proceso de solicitud de refugio en Estados Unidos. “Ahí es donde empezamos a ver un montón de familias”.
En México “no hay realmente ningún programa de apoyo integral para este nuevo cambio”, dice González y ejemplifica:, “comenzaron a llegar niños a los pueblos de, no sé, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, que no hablaban casi español y que cuando entraban a las primarias, los profes decían ‘¿ahora yo qué hago?’”.
La situación se complicó a partir de enero de 2023, cuando el gobierno de Joe Biden implementó el uso obligatorio de la aplicación móvil CBP One como única vía para solicitar refugio en Estados Unidos.
Para que la solicitud proceda, las personas solicitantes deben permanecer en el área centro y norte de México, porque si se mueven lejos del área, pierden la cita. La aplicación móvil tiene GPS.
“En realidad están esperando la cita […] tienen que estarla revisando cada dos días hasta que te digan ‘la próxima semana tienes cita’ […] es un factor de atracción para las familias porque se vienen las familias completas”, aclara la Dra. González.
La gente se desespera “porque de pronto ya pasaron dos, tres, cuatro meses, se les acabó el dinero… La cita no sale, entonces ya, ya, ‘nos vamos a ir hacia el norte, intentamos sacar la cita allá y si no, intentamos cruzar’ ―remarca― y deciden tomar el tren […] el tren ya no se usaba tanto, pero además empezamos a ver familias completas tomando el tren”.
La Dra. González afirma que el CBP ONE es una estrategia de desgaste, “en realidad hacer las cosas así es un mecanismo de exclusión […] a ver quién aguanta”.
“Yo no puedo tomar el tren solo, puedo subir a uno, pero cargar dos o tres, no puedo hacer eso”, comenta el tío de Isaac sobre la ruta de La Bestia, el tren de carga que conecta el norte y sur de México y que es usado por miles de migrantes para llegar a Estados Unidos.
México es una frontera vertical, sentencia la Dra. Andrea González, es decir, luego de cruzar la frontera a México, “empieza el infierno”, pues considera que “Se ha militarizado la política migratoria. No hay una perspectiva de infancias en las políticas migratorias”.
Según la ley mexicana, las infancias y adolescencias que migran sin documentos no deben ser detenidas ni alojadas en estaciones migratorias, “si existen mejores opciones para su alojamiento durante la resolución de su situación migratoria”.
Sin embargo como única medida de protección “su regularización en México, retorno a su país de origen (si ahí su vida e integridad no corren peligro) o su reasentamiento en otro país donde tengan parientes”.
Freiyer, de Venezuela y de 13 años, cuenta sobre su lugar favorito en México: Puerto Escondido. “Los delfines bebés saltan y juegan, pasan por debajo de la lancha”, responde sobre el por qué le gusta tanto.
“Yo la vi [a una ballena] porque fui suertudo, pero el señor dijo que era que en junio que las ballenas pasaban por allí […] y de paso cuando ella estaba agarrando agua abrió la boca pa’soltarla así, por el huequito, nos jaló la lancha para atrás, nos llevaba el mar para donde estaba ella”, cuenta Freiyer sobre su experiencia en su lugar favorito.
Dice que no viviría cerca del mar por los tsunamis y huracanes.
“Luego se pone aquí como un triangulito pequeño ―dice Freiyer mientras enseña a dibujar el Árbol azul de los sueños―, y aquí pones tus sueños, y pues las metas que tengas […] ‘yo sueño ser alguien de grande’ o algo así”.
Junto con sus padres y su hermana Valerie, de 12 años cruzó la Selva del Darién, ubicada en la frontera entre Colombia y Panamá, y que es considerada una de las rutas de migración más peligrosas en el mundo.
En 2023, la UNICEF publicó que “al menos 29.000 niños, niñas y adolescentes cruzaron el peligroso Darién en 2021. Se estima que 40.000 niños hicieron el cruce en 2022 y más de 60.000 niños han cruzado la Selva del Darién en los primeros ocho meses de 2023, la mitad de ellos menores de 5 años”.
Freiyer cuenta sobre el Árbol azul de los sueños que dibujan en el albergue, y su proyecto a largo plazo: escribir un libro.
“Yo iba a hacer un libro pero, de todo lo que me tocó en la Selva y todo eso, pero prefiero hacer uno de lo que me tocó en México, porque México fue peor”.
“De México, de la Selva, de todo, porque en Guatemala también son malos; Honduras, pero ya los hondureños ya no casi porque los hondureños también migran con nosotros”, dice.
Recuerda que tenía una gatita negra que se llamaba Micho, pero la dejaron con una familia en Colombia. Dice que era una gatita muy inquieta y se iba a escapar. Tenía un año.
El Árbol azul de los sueños es un ejercicio que le enseñó una maestra para poner dentro tus sueños. “Para que queden tus sueños guardados en él, y se te van a cumplir”.
“Así, pero eso va sin azul, pones tus sueños así ‘mis sueños’ y aquí ‘sueños’, y ahí pones dos puntitos, y ahí abajo todos tus sueños” explica con los dedos pintados de azul.
Freiyer no ha escrito sus sueños. “Es que a mí no me gusta”, afirma sin mayor explicación.
“Es que el árbol de los sueños es como una imaginación que todos tenemos, es un árbol que como el que está en tu imaginación, no es real […] nunca vas a encontrar un árbol azul y si lo encuentras, tómale foto”, platica con humor y enchina sus ojos de la sonrisa.
Este trabajo fue realizado sin fines de lucro para la Unidad de Investigaciones Periodísticas (UIP) de la Coordinación de Difusión Cultural UNAM, y publicado originalmente en la plataforma Corriente Alterna. Queda prohibida su reproducción total o parcial sin autorización previa de la UIP. La publicación original la puedes consultar AQUÍ.
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