“El graffiti es súper territorial” y lo que sucede en ellos suele ser dominado por hombres. Sin embargo, 20 chicas integran la primera generación de Bravas, escuela feminista de arte urbano para ocupar espacios a partir de la confianza, la reflexión, el autocuidado y la libertad
Texto: Marcela Del Muro
Foto: Caro Quintanilla
SAN LUIS POTOSÍ.- Elsa miró hacia arriba y calculó que el muro medía cinco o seis metros de alto. Ella le tiene respeto a las alturas, por eso acordó con sus compañeras de equipo que trabajaría en la parte inferior izquierda de aquella gran pared. Esa mañana de junio del 2021, Elsa le perdió el miedo al aerosol y pintó por primera vez una de sus ilustraciones en gran formato. Se encontraba rodeada de mujeres que, como ella, estaban conociendo, compartiendo saberes y construyendo una red segura que les ha permitido apropiarse, con poderosos mensajes feministas, de espacios en las calles de San Luis Potosí.
Elsa es una de las 20 integrantes de la primera generación de Bravas, la primera escuela feminista de arte urbano en el estado. Proyecto pensado y creado por tres artistas y gestoras culturales potosinas: María Carlock, Alejandra Balduvín y Janin Nuz Garcín.
Para desarrollar este proyecto de mujeres, pasaron años de pláticas y reflexiones entre las tres creadoras, pero también fue un espacio compartido. “Nosotras ayudamos a operar Bravas, pero Bravas viene de muchas pláticas con nuestras amigas”, comenta Alejandra.
Desde las diversidades de opiniones y profesiones que hay en el grupo de amigas, coincidieron en que el espacio público, esas calles donde circulamos millones de personas, son lugares en disputa que, supuestamente, nos pertenecen a todas, todos y todes, pero son sitios inseguros y violentos para las mujeres.
María dice que “el graffiti es súper territorial” y esos territorios y lo que sucede en ellos son dominados por hombres. “Cuando empecé en el arte urbano no me quede. Yo quería pintar y un bato llegó, me quitó el aerosol y me dijo: ‘así no se hace, se hace así’”, ahora María, que es ilustradora, tiene varios murales distribuidos por la ciudad.
“A mí me decían: ‘No, no hagas eso porque eso es pintar como niña. Deberías de hacer realismo para sorprender a los batos’. Yo me negué porque era algo mío y no trataba de encajar en lo que ellos me decían. El espacio público es muy masculino, a mí me agredió mucho, no el espacio sino los hombres que se creían dueños de ese lugar y nos pedían a las mujeres que nos ganáramos el poder pintar ahí”, a Janin le trajo muchas críticas, mucha censura y violencias de todo tipo, incluso sexual. Ella ha pintado muros por todo San Luis Potosí, México y Latinoamérica, pero recuerda que en aquel momento ya no quería seguir estando en espacios tan violentos y comenzó a buscar otras alternativas para continuar pintando y trabajando.
Así llegó la primera vez que Janin y Balduvín, defensora y gestora cultural feminista, trabajaron juntas en un programa llamado Barrio hecho de arte, impulsado por la asociación civil Educiac, que consistía en diversos talleres de fotografía, serigrafía y arte urbano en barrios de la periferia donde, además, trataban de informar y prevenir sobre las detenciones arbitrarias.
“Pero en Barrio no asistían mujeres. Eso nos develó que las mujeres tenemos menos derecho a participar en los espacios artísticos y culturales porque son las encargadas de las labores de cuidados, pero cuando te quitan el derecho al ocio, también te arrebatan la posibilidad de repensarte de otras formas y en otros espacios”, menciona Alejandra.
Por eso Bravas fue creada como un lugar exclusivo y seguro para las mujeres. Un espacio de confianza, reflexión, autocuidado y libertad. “Mostrar las cosas que nosotras hemos aprendido de mala manera, para prevenir más violencias”, dice Janin.
Y las lecciones llegaron pronto. En víspera de la creación del primer mural, titulado Vivas, diversas y bravas, localizado en la colonia San Luis, Janin comenzó a recibir amenazas de un graffitero de la zona.
“Nos causó miedo, hay que reconocerlo. Comenzamos a analizar la situación desde el autocuidado y pedimos ayuda”, cuenta Balduvín. “Mientras las veía pintar sentía mucho coraje. Estamos brindándoles un espacio seguro y llega este bato a tratar de arrebatarnos esto que estamos aprendiendo y sintiendo”, relata Janin.
Bravas fue un espacio de aprendizaje y reflexión que pudo operar porque las cinco talleristas: María, Alejandra y Janin junto a la letrista Ilse Flores y la ilustradora Pearlie Sánchez, son expertas que comparten esos conocimientos que dominan con otras personas. Y el proyecto se vio materializado por el apoyo del Instituto Estatal de las Mujeres.
A mediados de abril de este año, las veinte Bravas recibieron un “kit vandálico” que incluía todo lo necesario para aprender, practicar y realizar graffiti: aerosoles, valvulas, pinturas vinílicas, papeles de distintos tipos, lápices y muchas cosas más. Los primeros dos meses, las integrantes tuvieron talleres teóricos-prácticos y de perspectiva feminista por la plataforma Zoom, porque el proyecto nació enmedio de la pandemia.
“Los talleres fueron una experiencia bien padre porque nos permitieron reconocernos: yo soy arquitecta, pero también soy artista y mujer. Te llenabas de confianza y te daban todo para reflexionar. Mi parte favorita fue el taller de María Carlock porque habló sobre las infancias. Nos preguntaba: ¿qué nos gustaba hacer cuando éramos niñas? ¿Qué soñábamos y si lo logramos hacer? Eso me trajo mucho que pensar y también me confrontó”, cuenta Catalina.
“Bravas se hizo desde el querer compartir para que haya más mujeres en las calles. Yo compartí desde lo personal, situaciones que pasan y que me hubiera gustado escuchar. Como del adultocentrismo que es algo muy cabrón con la gente que tiene iniciativa y ganas. Yo muchas veces me hice a un lado porque creía que estaba chiquita, que no estaba preparada. Siento que pude haber hecho más cosas y se los dije: ‘no busquen aprobación de los que están arriba, háganlo’”.
María.
Los talleres explicaban cómo desarrollar un mural: desde darle un concepto y un discurso hasta las técnicas para el uso del aerosol o para poder realizar lettering, todo atravesado por la reflexión feminista. Al terminar los dos meses de conocimiento, el grupo se dividió en cuatro equipos de 5 mujeres cada uno. Las Bravas estaban armadas de saberes y era momento de ponerlos a la práctica.
Catalina fue parte del grupo que realizó el segundo mural, Á(r)mate poderosa, y cuenta que fue una experiencia totalmente colectiva: entre todas crearon una personaje que plasmaron en la parte central del mural. “Fue un trabajo muy bonito, bien fortalecedor, de mucha confianza y de mucha unión. Las opiniones de todas importaban, pero con el reto de generar una sola idea. No tuvimos problema porque desde el inicio hubo mucho respeto entre nosotras”.
“Las mujeres hemos sido confinadas al espacio doméstico. Hay una historia de exclusión sistemática y de invisibilización de las mujeres, que se ve claramente en la historia del arte. Fíjate en la representación de las mujeres en las obras: dentro de una casa viendo el espacio público desde la ventana, siendo musas, como alegorías, sexualizadas. Históricamente, para las mujeres ha sido una doble chamba: no solo disputar el espacio público, empezar por disputar poder salir del espacio privado”, comenta Abigaíl Dávalos, historiadora del arte.
Cuando escuchas la explicación de la académica, lo ligas al relato de Alejandra: como los talleres en las periferias no eran una posibilidad para las niñas y las adolescentes. “Las mujeres han logrado entrar, pero el espacio público no se ha transformado. Consideramos a las calles como el espacio de mayor libertad, el más democrático, pero es el espacio más controlado y vigilado. Un espacio siempre en disputa, disputado solo por los hombres”, dice Abigaíl.
Esos conflictos machistas por ganar territorios se cuelan en las prácticas y comportamientos que tenemos entre mujeres. Alejandra, María y Janin coinciden en que dentro del arte urbano y en las calles hay mucha competencia, hostil y violenta, entre mujeres que buscan ganar una posición en esos espacios patriarcales que son movidos por hombres.
“Eramos tan poquitas que no estábamos acostumbradas a compartir entre nosotras. Competíamos y nos hacíamos sentir cada vez más vulnerables. Aún seguimos desaprendiendo esos patrones. Bravas nos hizo repensar estos espacios de mujeres”.
Janin.
Abigaíl explica que el arte feminista se distingue por la creación desde lo colectivo, pero también tiene que ver la reflexión y la forma de representación de las mujeres. “El arte feminista tiene un posicionamiento político feminista. Lo político se identifica en el arte con los modos de hacer, en los procesos. Quizá no es tan fácil de identificarlo en el resultado final, pero se puede notar en la representación de los cuerpos, en cómo se representan las experiencias de las mujeres, incluso en las técnicas”.
“Bravas es un parteaguas para las mujeres creadoras y el ambiente cultural en San Luis Potosí porque nunca antes se habían realizado proyectos artisticos construidos desde lo feminista. Fue la primera vez que me enfrenté a un muro. Fue la primera vez que utilicé un aerosol e hice un graffiti. Y no lo había hecho porque me daba mucho miedo. Fue una experiencia maravillosa, no solo perderle el miedo, sino encontrarme con otras mujeres que tenían un mismo propósito y reflejarme en ellas. Saber que no estaba sola enfrentándome a algo nuevo”, dice María Ruiz, que fue parte del equipo que hizo el tercer muro llamado Abra(s)ar el fuego de mi libertad, donde las cinco artistas reflexionaron su propio fuego y cómo este ha influido en sus procesos para acercarse al feminismo, al arte y a la colectividad para crear desde la libertad.
“El feminismo es el movimiento político más potente y mejor articulado en la actualidad. Es el que nos ofrece mayores reflexiones. El arte feminista está siendo un gran acompañamiento y una gran herramienta porque el arte también detona política. Para mi, el movimiento feminista es esperanza”, dice Abigaíl Dávalos.
Y Bravas fue un espacio atravesado por el feminismo. Un espacio de creación desde la reflexión en compañía, pero también desde la diversidad de pensamientos, sentires y quehaceres. “El feminismo es un lugar donde la disidencia es importante y en Bravas lo tuvimos muy en cuenta”, dice Alejandra.
En Bravas encontramos mujeres que se dedican al diseño, a ilustrar, al teatro, a la arquitectura, al periodismo, al bodypainting…, que ahora tienen la seguridad de conquistar nuevos espacios porque están juntas.
“De Bravas me llevo el impulso de seguir creando en compañía. Los muros son efímeros, pero el aprendizaje y el impulso te lo llevas, te lo quedas. Bravas me dejó un chorro de valentía y una red que me ayudó a reencontrarme con mi amor a la gráfica”, dice Angie, integrante del cuarto equipo que realizó el último muro: Misma lucha distintas trincheras. «En ese muro invitamos a más mujeres a ser parte de él. Fue firmado por varias, entre mujeres se nombraban», explica María.
Pero Bravas no es sólo una escuela feminista, Bravas son las mujeres que forman ese espacio y que siguen ocupando muros y construyendo ideas.
“Da mucho miedo salir sola y poner tu voz. Pero la forma de ocupar más espacios es encontrarte una amiga que también quiera. Salir a las calles es desafiar. Pero apropiarnos de los espacios agarrada de la mano de una morra lo hace más fácil”, dice Alejandra.
Periodista freelance con base en San Luis Potosí. Le gusta escuchar historias y trata de preservarlas, por eso es periodista. Su visión se centra en la cobertura de temas de derechos humanos, migración, desaparición, violencia de género y crisis ambiental.
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