Boris Johnson, el efecto boomerang de un virus

3 mayo, 2020

El domingo 12 de abril, Boris Johnson, primer ministro de Inglaterra, salió con vida del hospital St. Thomas en Londres, donde estuvo internado en terapia intensiva por covid-19. Sí, la misma figura pública que un mes atrás le pedía a la población despedirse de sus seres amados y menospreciaba la crisis de salud que se avecinaba en las siguientes semanas

Texto: Karen Ascencio Mendoza*

Fotos: Especial 

REINO UNIDO.- Si Shakespeare viviera en el 2020 renombraría esta obra como «La comedia de las contradicciones”. Confusiones, medidas emergentes e ironías han sido los tres actos dramáticos surgidos desde el primer brote de coronavirus en el Reino Unido.

Primer acto 

El 31 de enero de 2020 los diarios ingleses publicaron la salida exitosa de Gran Bretaña de la Unión Europea, al mismo tiempo que los primeros dos casos de personas infectadas en este país. A partir de entonces, las noticias pro y anti Brexit quedaron a la sombra frente a un problema de mayores dimensiones, un coronavirus con un nivel de contagio capaz de superar estrategias de contención de cualquier gobierno.

Ese día, los periódicos que se reparten gratuitamente afuera de las estaciones del metro se agotaron más rápido de lo habitual. Pero un grado de optimismo sobresalió entre la población, un espíritu reforzado por las declaraciones oficiales. Desde los primeros dos casos de coronavirus, el profesor Chris Whitty, el consejero médico oficial del gobierno, informó que se tenían medidas previstas para responder inmediatamente a cualquier eventualidad. 

Pasaron los días sin que se reportaran contagios continuos. Para el 26 de febrero sólo había 13 casos en todo el país. No tantos como para alarmar a la gente, aunque sí suficientes para que la famosa covid-19 estuviera en top 10 de las conversaciones. Algunos hacían bromas o teorías de conspiración; muchos empezaron a preocuparse y otros cuantos mostraron su escepticismo. Entre ellos quien menos debía: el primer ministro.  

La población comenzó a preguntarse qué estaba haciendo el gobierno, la única estrategia anunciada era tan simple como risible: lávense las manos. Había incertidumbre, nadie sabía qué hacer entre el desabasto de jabón y gel antibacterial. Mister Boris no dijo nada, estaba escondido, tal vez no quiso actuar como Italia, España o Francia; tal vez quería proteger la economía; tal vez creyó que él era más fuerte que un simple virus, o como él mismo le llamó: “una fuerte gripa”. 

A inicios de marzo un trending topic se colocó en el Twitter de los británicos. Era #Elbowbump (saludo de codo). Entre broma y broma los clientes de Mercato Metropolitano, uno de los más trendy del momento, se saludaban de codo con risas de inocencia, sin saber que atrás de ello ya sumaban más de 800 infectados en Italia, 51 en Reino Unido. En tanto, Boris Johnson minimizaba el Elbow Bump al expresar abiertamente su felicidad por saludar de mano.

Hospital del Servicio Nacional de Salud / Foto: Gobierno del Reino Unido.

Segundo acto

El 11 de Marzo fue uno de los días más críticos para los británicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció una pandemia por covid-19, y exigió a los gobiernos de todo el mundo reforzar urgentemente su estrategia contra el enemigo invisible. Italia rebasó a China en número de defunciones, por lo que declaró cuarenta oficial en todo el país. El 12 de Marzo, Trump le dio una bofetada a Europa al negar la entrada a Estados Unidos a todos los vuelos provenientes de esa región…. Con excepción de Reino Unido, donde las cifras de infectados se había disparado en diez días de 50 a 590 personas. Ya habían muerto ocho de ellos. 

Ahora sí había una emergencia nacional; ahora sí la gente se lo tomó en serio; ahora sí el gobierno quería actuar. Todos esperaban una solución que salvaguardara la vida de los 60 millones de habitantes, pero no alcanzaron a comprender las palabras que salían de la boca de Boris Johnson, palabras que él mismo llamo draconianas, es decir, severas, fuertes, duras:

“¡Vamos a crear un rebaño inmune para controlar el virus!, no habrá cierre de nada; si se enferman se quedan en su casa siete días. No vayan a los hospitales, tendrán síntomas de una gripa, pero se recuperarán. Y sí, probablemente, se tendrán que despedir de sus seres queridos antes de tiempo”.**

En esta lógica, la solución estaba en manos de la población. Algunos empezaron a guardarse voluntariamente en sus casas, colegios cerraron sus puertas e iniciaron una petición al gobierno para cerrar inmediatamente todas las escuelas; algunos eventos masivos también fueron cancelados por los organizadores, tal es el caso de las temporadas de futbol escocés. 

El Partido Laborista (de oposición) lanzó a tres de sus representantes a la lluvia de críticas contra el primer ministro. Angela Rayner, de una forma poco amigable, pidió a Mister Johnson que dejara su lentitud a un lado y empezara a trabajar. Por su parte el secretario de Estado para la salud, Jonathan Ashworth, exigía bases científicas que sustentaran la estrategia del gobierno, mientras Jeremy Corbyn, líder de los laboristas, exigía financiamiento para las personas afectadas por este virus. 

Pero entre explicaciones, críticas y alborotos, el 16 de marzo el Imperial College de Londres, la institución científica más respetada del país, presentó un estudio en el que advierte que podría haber 260 mil muertes si no se cambiaban las estrategias del gobierno. Esto, dado que los hospitales no cuentan con la cantidad de camas disponibles para atender a tantos enfermos. 

Construcción de hospital del Servicio Nacional de Salud / Foto: Gobierno de Reino Unido.

El reporte, dirigido por el profesor Neil Furgeson, hizo tanto eco que llegó a Estados Unidos y retembló en el cuerpo de Boris Johnson, quien inmediatamente “reforzó” su estrategia frente al covid-19, pidiéndo a la población no ir a pubs, restaurantes y eventos públicos; quedarse en sus casas y mantener distancia entre personas para evitar el contagio. Una vez más la sociedad debía ser responsable de sí misma, pues no existía una cuarentena, ningún cierre o cancelación oficial declarada por el gobierno. 

Esta era una estrategia muy hábil, de fibras económicas muy sensibles: al pedirle a la población no salir de sus casas, los negocios perderían clientes y no podrían reclamar sus seguros de financiamiento hasta que oficialmente el gobierno no les hubiera ordenado la cuarentena. Perverso, pero poco efectivo.

La inconformidad llegó hasta la sociedad de artistas, quienes se unieron para presionar al gobierno en declarar una cuarentena. De lo contrario se irían a bancarrota. Tom Kiehl, el representante de UK Music, declaró que la industria musical se encontraba en el limbo, con un escenario catastrófico a la deriva. Al igual que toda la industria de entretenimiento, de comercio y de servicios. 

La presión por parte de líderes de negocios y de otras industrias fue tan grande que el secretario jefe del Tesoro, Rishi Sunak, decidió finalmente destinar 330 billones de libras en ayuda para los habitantes del Reino Unido, además de congelar los impuestos. Sin embargo estas decisiones ayudarían a los trabajadores asalariados durante tres meses, tiempo que el gobierno considera viable para poder mitigar el contagio del virus; mientras que trabajadores bajo honorario o con poca antigüedad en su trabajo, quedaron en la fila del desempleo. 

Tercer acto

El 23 de marzo, finalmente el Reino Unido declaró una cuarentena oficial de sólo tres semanas. La gente estaba ya obligada a confinarse en sus hogares. Al parecer los 6 mil 700 casos y 335 muertes no eran suficientes para mantenerlos dentro de sus hogares. Necesitaban algo más: una orden oficial.

El aumento tan drástico de casos incitó al gobierno a invitar a sus ciudadanos a formar un frente de voluntarios para apoyar al NHS (Servicio Nacional de Salud). La respuesta fue inaudita: 560 mil registros en sólo 24 horas. La solidaridad de la Isla empezó a surgir en tiempos de guerra contra el enemigo invisible.

Unos días después, el 27 de marzo, Boris Johnson resultó positivo a las pruebas de Covid-19, pero en su afán de seguir sus propias medidas draconianas sólo se aisló en su departamento N°10 de Downing Street. Desde ahí, el día 29, lanzó un mensaje agradeciendo a la NHS, a la población y a los voluntarios: “Lo lograremos juntos. Lo haremos juntos porque sí hay algo llamado sociedad”. 

El 5 de abril se hace presente y tres momentos históricos aparecen en escena: después de ocho meses de frío, el primer fin de semana caluroso corrompe a la población londinense, quienes deciden disfrutar en los parques esos 18°C de temperatura, aun cuando ya se anunciaban casi 50 mil enfermos y más de 4 mil defunciones. 

Reunión con el primer ministro del Reino Unido desde su casa / Foto: Boris Johnson

Las cifras por coronavirus y la nula conciencia de muchos británicos quedó a la sombra por el esperado discurso de la Reina Isabel II. Sí, el mismo día. Este era el cuarto discurso extraordinario en su vida como Reina. Entre agradecimiento y palabras de consuelo, la mujer que más ha durado en el poder recordó a sus súbditos que en el futuro esta generación será recordada como una de las más fuertes. 

Pocas horas después de este discurso, los síntomas de coronavirus que había incubado en el primer ministro se agravaron. Las noticias del momento ya no era la presencia de los londinenses en los parques, ni las palabras de la Reina, sino el traslado de Boris Johnson al servicio de terapia intensiva del hospital St. Thomas en Londres, dejando a la deriva a un país aun sin medidas draconianas. 

Mister Boris Johnson estuvo ausente durante casi cuatro semanas del gobierno, mientras se recuperaba de Covid 19 en su casa en Buckinghamshire. Finalmente el pasado 27 de abril el Primer Ministro regresó a la vida pública. Pero de acuerdo a sus declaraciones, volvió transformado:

«El virus me cambió, ahora tengo una conexión emocional con el servicio de salud público, la cual sólo se puede crear cuando experimentas de cerca la muerte». 

Boris Johnson

A los pocos días de su regresó, el 30 de abril, Mister Boris afirmó que el Reino Unido ya pasó su nivel más alto de contagios. Sin embargo,  la Isla cierra su sexta semana de cuarentena en el cuarto lugar con mayor número de decesos después de Estados Unidos, España e Italia. Sólo el tiempo nos dirá si los casos disminuyen, si la vida de los habitantes de este reino vuelve a la normalidad pronto y, sobre todo, si Boris Johnson realmente se transformó.

*Creadora de contenido, blogger de viajes. Instagram: @moncocoo.

 ** Esta es una selección editada de sus declaraciones durante conferencias de prensa entre el 11 y 12 de Marzo. 

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