La élite política y la élite empresarial dominicanas han empezado a acercarse y mezclarse cada vez más desde 1992. En la actualidad, el empresariado más influyente no es solo poder detrás del trono: es parte del trono.
Texto: Riamny Méndez Féliz
Ilustración: : Mario Trigo
REPÚBLICA DOMINICANA.- Retratar a un colectivo tan amplio y diverso como el empresariado siempre conlleva un riesgo: reducir todo un grupo a un estereotipo o, peor aún, a una caricatura. En el empresariado dominicano, tradicionalmente, hay y ha habido tantas visiones del país y del mundo como en el resto de la sociedad: vinculados a regímenes autoritarios y también a luchas democráticas; promotores de la reducción de las políticas sociales e impulsores de procesos contra la desigualdad para evitar un estallido social, cercanos al poder religioso y también indiferentes o desafectos de éste.
Además, no todos los empresarios y organizaciones comparten los mismos intereses o tienen la misma influencia en la sociedad. El Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep) agrupa a grandes empresarios tradicionales, con gran influencia y poder, mientras que la Asociación de Empresas Industriales de Herrera incluye a compañías medianas, que con frecuencia no comparten los mismos intereses que los grandes emporios y procuran distintas políticas públicas.
Sin embargo, los datos recopilados por el periodista e investigador Esteban Rosario en sus libros Los nuevos grupos de poder (2020) y Los dueños de la República Dominicana (2008), ideas expresadas por líderes del empresariado más poderoso y el análisis de investigadores como Anselmo Muñiz y el sociólogo Juan Miguel Pérez permiten establecer un perfil de la élite empresarial dominicana.
Contra todo el discurso de esfuerzo, superación individual y reducción del Estado que abunda en el empresariado, en general, como grupo, la élite ha sido subvencionada o apoyada de diferentes maneras por los gobiernos, están cada vez más cercanos y mezclados con la política partidista y tienen una visión idealizada de sí mismos, como si fueran el motor que empuja el desarrollo del país.
Un ejemplo de la visión heroica de sí misma que la élite empresarial ha posicionado en los medios de comunicación, sin un balance que también ponga en valor los aportes de las trabajadoras y los trabajadores (ahora llamados “colaboradores” en los departamentos de Recursos Humanos), la dio Celso Marranzini en el artículo “El peso de ser empresario”.
“Nunca olvido cuando la crisis bancaria del 2003, uno de mis gerentes y buen amigo, cerca del fin de mes entra a mi oficina y me dice: “Celso, yo soy más feliz que tú”. Mi respuesta fue: “No lo dudo, pero ¿por qué lo dices?” A lo que contestó: “El país se está cayendo, tú tienes que buscar el sueldo de todos nosotros que cobramos los treinta y nos vamos tranquilos sin deber nada a los bancos a nuestras casas y tú posiblemente no duermes”. Cuánta razón tenía”, concluye el empresario dedicado a las industrias químicas, expresidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada, nombrado presidente del Comité Técnico del Fideicomiso Público Central Termoeléctrica Punta Catalina (Fideicomiso CTPC), mediante el decreto 539-21.
Esta visión no es aislada. El investigador social Anselmo Muñiz explica que el discurso heroico sobre su clase social es común en la élite económica dominicana. “Según su visión, ellos están cargando el país, con todos los sacrificios del mundo, pero son ellos que lo están cargando, ellos son los que hacen, contra viento y marea, por ellos el país no se ha hundido, es una visión heroica, casi cristiana de su rol”, asegura Muñiz.
Muñiz, junto con otros investigadores, ha analizado el imaginario de las élites dominicanas sobre el país y la democracia. Destaca que para las élites dominicanas no existe la autocrítica, ya que básicamente se ven a sí mismos como los salvadores porque generan empleos, bienes y servicios. Bienes y servicios que se producen gracias al esfuerzo físico o intelectual de la clase trabajadora.
Esta visión puede llevar a los líderes a menospreciar el peso político o social que tienen otros actores, particularmente los trabajadores, en tiempos de crisis.
Mientras República Dominicana, con una de las economías de mayor crecimiento en América Latina y el Caribe (6% anual entre 2015 y 2019 según el Banco Mundial) trataba de sobrevivir a la pandemia de covid-19 con uno de los peores sistemas de salud de la región, el presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada, Pedro Brache, mandaba a los médicos, que perdían colegas y amigos ante un virus desconocido, a trabajar más, en vez de quejarse porque no se imponían medidas más restrictivas al tránsito, que afectaban la economía pero reducían los contagios.
Brache reaccionó a una petición de Waldo Ariel Suero, presidente del Colegio Médico Dominicano (CMD), quien pedía mayores restricciones y menos apertura de locales comerciales para frenar la expansión del virus.
“El Colegio Médico Dominicano lo que tiene que hacer es mandar a sus médicos a trabajar”, dijo Brache y por primera vez en mucho tiempo, un grupo de trabajadores defendió su valía ante una posición del empresariado de forma abierta y pública.
Muchos médicos se expresaron en las redes sociales o en medios de comunicación tradicionales defendiendo tanto a Suero como a sus colegas y a otros empleados del sector salud ante lo que consideraron una insensibilidad del empresario. Hablaron del valor de su trabajo y de sus largas jornadas laborales. Y otros trabajadores, incluyendo a periodistas de medios importantes, los acompañaron en su indignación. Se le pedía a Brache, al menos, una disculpa. No se disculpó públicamente.
¿Quién es Brache, presidente del CONEP? Es ”presidente Ejecutivo Corporativo de Grupo Rica e hijo de Don Julio A. Brache”, según su biografía oficial en la página del emporio económico agroindustrial. Como otros empresarios dominicanos, proviene de una familia oriunda del Cibao, ha heredado buena parte de su riqueza y estudió fuera del país, algo poco común entre dominicanos de su generación. En la actualidad es relativamente común que hijos de algunas familias de clase media y clase trabajadora estudien fuera del país con becas nacionales o internacionales.
Brache, cuando no era común, culminó el bachillerato en Princeton, Nueva Jersey, y su licenciatura y maestría en Syracuse y en la American University de Washington D.C. Terminó sus estudios en 1987, de acuerdo con su biografía oficial, publicada en la página del grupo.
Waldo Ariel Suero, el dirigente gremial, también ha cuestionado en diversos momentos la Ley de Seguridad Social, en lo que concierne al sistema de Aseguradoras de Riesgos de Salud (ARS). Suero ha considerado que la ley es una estafa para los médicos, pues reciben pocas prestaciones por sus servicios en el sector privado; y para los pacientes, que deben hacer elevados copagos por las consultas o dirigirse a hospitales públicos, con frecuencia precarios, donde funciona el Seguro Nacional de Salud.
Los grandes ganadores de esta ley, que ya tiene más de 20 años, fueron los empresarios, según investigadores sociales como Matías Bosch, que ha analizado en diversos informes el impacto de la legislación entre la clase trabajadora y los sectores marginalizados. Las conclusiones de Bosch son claras: el sistema de salud sigue siendo ineficiente y caro para los más empobrecidos y los trabajadores recibirán pensiones de miseria, ya que las Aseguradoras de Fondo de Pensiones (AFP) privadas, al igual que ocurre con las ARS, se quedan con la mayor parte de la ganancia.
No obstante, en 2005 el gobierno del entonces Partido de la Liberación Dominicana (PLD) invirtió 25 millones de pesos dominicanos en el Hospital Metropolitano de Santiago, centro privado, cuya junta directiva estaba integrada en ese entonces por empresarios como Carlos Sully Fondeur, presidente de la Corporación del Aeropuerto Internacional del Cibao y Manuel Estrella, presidente de Acero Estrella, entre otros empresarios, según archivos de prensa de 2005.
El financiamiento fue defendido por el entonces presidente Leonel Fernández, que a la fecha militaba en y encabezaba un gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que enfrentó protestas de diferentes grupos sociales que se oponían al apoyo a un centro privado y no a hospitales públicos, como el María Cabral y Báez que tradicionalmente funciona con precariedades.
Pero los empresarios avanzan en la privatización de la salud y de la seguridad social en general, según ha explicado el investigador Matías Bosch.
Grandes grupos empresariales tienen inversiones en la parte privada del sistema de seguridad social, que comprende tanto las Aseguradoras de Riesgos de Salud como las Aseguradoras de Fondos de Pensiones. De acuerdo con el libro Los nuevos grupos del poder, “el grupo Rizek es el más dinámico, poderoso e influyente de los nuevos grupos del poder empresarial. Tiene inversiones en la producción y exportación de cacao, medios de comunicación, bolsa de valores, AFP, bienes raíces, construcción y la banca nacional”, explica Rosario en su libro.
Agrega que aunque la familia Rizek ha sido parte de la élite empresarial durante mucho tiempo, comenzó a operar como grupo en la década del 2000, e interactúa a su vez con los grupos Vicini, Bonneti y Rainieri. Los Rainieri se dedican al sector del turismo y son dueños del grupo Punta Cana.
El sistema de ARS privado ha sido defendido por el empresariado, que ve la solución al tema de salud en el mercado. A raíz del rifirrafe con el dirigente gremial Waldo Suero por las prestaciones de las ARS, Celso Marranzini respondió a Suero que acallara “los tambores de guerra” en un artículo publicado en el periódico El Caribe.
Marranzini defiende el sistema de aseguradoras de salud que se impuso con la Ley de Seguridad Social y anima a Suero a dejar atrás las formas de luchar, a su juicio, anticuadas, propias de la década de 1970, para entender que en el negocio de la salud, entre proveedores y médicos debe promoverse la negociación de mercado, la oferta entre compradores y vendedores.
“Su lucha contra las Administradoras de Riesgo de Salud es lo normal entre proveedor y cliente. Créame que lo vemos todos los días, unos quieren vender más caro, otros quieren comprar más barato. Pero al final, nos ponemos de acuerdo”, enfatiza Marranzini en su artículo, que aborda un derecho humano fundamental, el derecho a la salud, como simple negocio de servicios.
Brache no es el único empresario dominicano que ha dicho comentarios insensibles sobre un grupo de trabajadores. En 2015, Juan Vicini, uno de los líderes del grupo VICINI, ahora llamado INICIA, dijo que los cañeros son pobres porque “no se organizaron en cooperativas”.
Los cañeros son trabajadores y extrabajadores de la industria azucarera, muchos de ellos migrantes, que vivían en barracones y ganaban menos del salario mínimo. Los extranjeros, además, tenían limitado el movimiento. Tanto a dominicanos como a extranjeros se les ha negado históricamente las pensiones por las que han cotizado. Durante 20 años la prensa ha reseñado las luchas de los cañeros que construyeron la riqueza de la industria azucarera por estos derechos básicos.
A pesar de estas odas a la ética del trabajo para lograr las metas, y a dar rienda suelta al mercado y su mano invisible, los empresarios dominicanos han crecido de la mano del Estado, que ha invertido en sus iniciativas, como es el caso del Hospital Metropolitano de Santiago, ha entregado tierras en condiciones ventajosas y también ha otorgado exenciones fiscales para facilitar su crecimiento.
“Según un estudio encargado por el gobierno dominicano al Banco Mundial, el país deja de recaudar un 1% del PIB por las exenciones en el impuesto sobre la renta a empresas. Las empresas ubicadas en zonas económicas especiales (ZEE), más conocidas como Zonas Francas, son unas de las principales receptoras de los incentivos tributarios”, se explica en el informe Mecanismos de captura de la política fiscal por parte de las élites y su impacto en la desigualdad en América Latina y el Caribe (1990-2017), elaborado junto al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACASO).
Muñiz explica que a pesar de grandes ventajas reflejadas en beneficios fiscales y de otro tipo, el empresariado dominicano no ha desarrollado una gran potencia.
“Los privilegios que se le han dado a la élite no han servido para gran cosa, no somos país puntero en desarrollo humano, y nuestros empresarios están acostumbrados a que los platos rotos se los paga el Estado y por tanto ellos no tienen que molestarse”, enfatiza el investigador social, para quien la economía dominicana se salva, en parte, porque puede venderle a Haití, su segundo socio comercial. El primer socio comercial es Estados Unidos, con quien existe un fuerte desequilibrio en la balanza comercial.
Mientras los empresarios se roban las alabanzas públicas, la falta de sindicatos fuertes y con potencia para hacer valer su discurso no solo en los medios de prestigio, tampoco en casi ningún espacio popular o de las redes sociales, dificulta un discurso en el que los trabajadores obtengan también su cuota de buena representación y heroísmo.
El sociólogo Juan Miguel Pérez explica que esta ideología de las élites nacionales y extranjeras que influyen en la vida nacional se impone como el sentido común y se refleja en el debate público. A su juicio, en República Dominicana, por su propiedad de los medios de comunicación, las élites controlan el discurso.
“Controla los que son temas, los que no deberían ser temas y como los que son temas deberían ser tratados”, afirma.
En efecto, empresarios de distintos rubros tienen fuertes inversiones en medios de comunicación. El grupo Corripio es dueño o tiene acciones o intereses en al menos tres de los cinco principales diarios impresos, la radio y la televisión, y se dedica a la importación de diversos productos.
Pero además de controlar los medios, también controlan el debate en organismos claves de toma de decisiones, alega el sociólogo Juan Miguel Pérez. “Este discurso de las élites y las acciones que se desprenden de este se reproduce en todos los espacios de prestigio del país, como los consejos consultivos, dado que el empresariado, como sector dominante, controla el debate y tiene una presencia más potente y permanente que otros sectores”, dice Pérez.
Explica que debido a su capacidad de influencia directa, y a tener mayor cantidad de recursos, la visión empresarial se impone en todas las políticas públicas.
Y aunque hay gran diversidad de medios de comunicación y de opiniones dentro de los medios y en diferentes espacios sociales, Pérez considera que, a fin de cuentas, el discurso dominante en la opinión pública, así como la forma en la que se lleva a cabo, está determinada por la propiedad de estos espacios. Los empresarios de diversos sectores, como el financiero, el turístico y el agroindustrial, son dueños o tienen acciones en los medios tradicionales dominicanos.
Los demás medios, más novedosos o innovadores, posibles gracias al Internet, también se ven condicionados al discurso dominante, tanto porque su presencia se reproduce en todas partes como por algo pragmático: para crecer, los medios dependen de la publicidad, indica Pérez.
Esta dominación de los espacios de decisión y debate hace que con frecuencia ni siquiera se necesiten acciones de fuerza o censuras directas. Así, es posible que, contra toda evidencia, 20 años después, se pueda reproducir sin fuerte rechazo social, al menos no reflejado en los medios, la visión de que el problema del bajo pago de los médicos en las consultas y el copago de los pacientes deba resolverse como un problema de mercado y no se relacione con un problema de salud que genera graves desigualdades y violaciones a los derechos humanos.
La mortalidad infantil en el país es de 23,5 por cada 1.000 nacidos vivos. En América Latina el promedio es de 13 por cada 1.000 nacidos vivos, de acuerdo con datos recopilados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
“Hay una élite ideológica: en el campo político nacional hay ideas que prevalecen, son predominantes en relación con otras, tiene que ver con el campo ideológico nacional, que reconoce a quienes las portan”, agrega el sociólogo, y resalta cómo el empresariado, particularmente vinculado al sector financiero, se preocupa por tener acciones en medios de comunicación que en la República Dominicana están relacionados entre sí.
Vicini y Brache tienen en común ser descendientes de familias que han sido empresarias por décadas, son blancos o podrían pasar por blancos en el sistema racial de América Latina y El Caribe, que, en el caso concreto de los países colonizados por España, heredó un sistema de castas raciales en las que los europeos y posteriormente sus hijos no mezclados o poco mezclados con negros o indígenas, los criollos, estaban en la cúspide de la escala social.
¿Pero qué significaba estar en la cúspide? La historiadora Quisqueya Lora explica en su diálogo de In Cultured Company que aun en una colonia pobre como el territorio que posteriormente sería República Dominicana, implicaba tener derechos, libertad, acceso a buenas tierras y capital social. Este sistema se trasladaba a los inmigrantes. Mientras más cercano a la blanquitud fuera un inmigrante, más posibilidades tenía de ascender socialmente en un sistema que entremezcla clase y raza.
Con todos esos privilegios, más el respaldo de los gobiernos, surgió el emporio de los Vicini, del que desciende el joven y mediático Juan Vicini, que habla de sí mismo como un emprendedor y de los trabajadores como gente pobre porque no se organizó.
Los Vicini, que participan en casi 50 actividades económicas distintas, han estado en la República Dominicana desde al menos 1860. En su historiografía oficial, su fortuna es fruto del trabajo de un laborioso migrante italiano que se abrió paso en la nueva república. La República Dominicana nació oficialmente el 27 de febrero de 1844, tras separarse de Haití, país con el que comparte la isla Española o Hispaniola. Aunque posteriormente, en 1863 tuvo que recuperar su independencia de España, que en 1861 se había anexado su antigua colonia.
Pero la verdad es que parte importante de la fortuna de los Vicini está relacionada con el acceso a la tierra, que le permitió ser parte clave de la industria azucarera y otros negocios agropecuarios y, posteriormente, expandirse hacia otras ramas de la economía. En la actualidad también están en la banca y en el negocio de la electricidad. Suyo era el terreno de la controversial planta Punta Catalina, construida durante el pasado gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en alianza con capital nacional y ODEBRECHT, y cuestionada por costosa y por producir daños ambientales.
La familia de origen italiano ha estado presente, de alguna forma, en cada gobierno. En el actual, uno de sus socios tradicionales, Lisandro Macarrulla, es ministro de la Presidencia. Por cierto, Macarrulla es también un mestizo de los que en el Caribe pueden pasar por blancos, como buena parte de quienes encabezan el actual gobierno, con fuertes vínculos con el sector empresarial. La vicepresidenta, Raquel Peña, es de la élite empresarial de Santiago.
Desde el punto de vista histórico, el gobierno dominicano ha sido más blanco o blanco-mestizo (mulato) que su población general y que las bases de sus partidos políticos, pero esta vez la blanquitud es particularmente notable. A pesar de que tradicionalmente el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), del que nace el Partido Revolucionario Moderno (PRM), ha sido una mezcla de algunos grupos de élite con ideas avanzadas, clase media, grupos populares y sectores de barrios marginados con mayoría de la población negra.
El actual presidente de la República, Luis Abinader, viene del mundo empresarial. Su familia, de origen libanés, tiene inversiones en el turismo y en la educación universitaria, entre otros sectores. Pero no es, como ha ocurrido en otros países de América Latina, un empresario que dio el salto a la política como advenedizo. Su familia ha sido, a la vez, política y empresaria por al menos dos generaciones. Tradicionalmente estuvo vinculada al Partido Revolucionario Dominicano, del que nació el Partido Revolucionario Moderno, que actualmente se encuentra en el gobierno.
Abinader y otros funcionarios dominicanos fueron citados en la investigación Pandora Papers por tener empresas offshore en paraísos fiscales. Tanto el presidente como los demás han insistido en que actuaron en el marco de la ley.
Pero, para el investigador Anselmo Muñiz, en los últimos años ha habido una recomposición de las élites que hace cada vez más relativo el peso del Cibao. Esteban Rosario, quien se ha dedicado a documentar a los grupos económicos, considera que ese cambio se empezó a producir desde 1992.
Muñiz entiende que en los últimos 20 años ha habido una mezcla entre el poder político y el poder económico en la República Dominicana, que ha facilitado un cambio en la constitución de las élites.
Así, en su opinión, expresidentes como Danilo Medina o Leonel Fernández, que no son parte de ese pasado vinculado a las familias tradicionalmente ricas, ni blancas, más bien parte del “crisol de razas” del que se habla para definir a América Latina y obviar la discriminación racial, sí pueden considerarse parte de la élite, al igual que otros nuevos ricos vinculados tanto a la política como al empresariado.
Juan de los Santos, fallecido exalcalde de Santo Domingo Este, el segundo municipio más grande del país y con una riqueza relativamente importante, representa, para él, un ejemplo de esa nueva élite. Su fortuna surgió del negocio de bancas de apuestas y se involucró en actividades políticas que lo llevaron a ser un importante alcalde y representante de la Liga Municipal Dominicana.
Pero el sociólogo Juan Miguel Pérez no lo ve de la misma manera. Entiende que, a fin de cuentas, el poder real todavía es principalmente el económico de los grupos tradicionales y que las cuotas a esos políticos que no provienen de la élite tradicional son temporales. “Que algo cambie para que nada cambie”, dice.
Entiende que, ya sea a través de la corrupción o de otras vías, los empresarios que son un poder más permanente le dan poder a determinados políticos para facilitarse ciertos procesos, pero no hay una entrada definitiva en la élite.
Además, en países de América Latina y el Caribe algo complica aún más la ecuación: la dependencia de los capitales internacionales y su alianza con los capitales nacionales.
¿Quién representa más la élite de facto dominicana, la familia de Raquel Peña, tradicionales ricos santiagueros, vinculados a proyectos como el de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) en el que se formaron, en principio, hijos de la élite del Cibao, o los ejecutivos de la compañía minera Barrick Gold que explota la mina de oro más importante del país?
Durante la pandemia, la Barrick Gold adelantó dinero de ganancias futuras, lo que salvó al país en un momento problemático por la crisis. Pero la Barrick ha estado bajo críticas en distintos momentos por denuncias de contaminación ambiental, no devolución de beneficios a las comunidades afectadas por intervenciones problemáticas que afectan el tejido social.
En el bachillerato, los dominicanos aprenden que parte importante de la identidad nacional se formó a raíz del surgimiento de una alta burguesía cibaeña y santiaguera, que fue clave en la Restauración de la República: tenía intereses económicos que defender. Y, algo que hay que esperar a la universidad para aprender: su blanquitud, real o imaginada y pasada por el mestizaje, difícilmente sería plenamente reconocida por españoles que reconquistaron su colonia, así que su estatus racial dependía de permanecer en la cúspide económica y social del país.
De todos modos, esa burguesía de la que descienden muchas familias ricas en la actualidad, al igual que algunos hateros de la región Este, fue clave para la Guerra de Restauración que se convirtió en un momento de unidad nacional, con generales negros y mestizos liderando batallas y familias negras gozando de algún reconocimiento social: todas las clases se unieron por primera vez en torno a la idea de la República, explica la historiadora Quisqueya Lora en un conversatorio de In Cultured Company.
Y en otros momentos históricos, la burguesía cibaeña ha creado instituciones que han contribuido a impulsar procesos importantes para el país. Uno de ellos, después de la caída del dictador Rafael Leónidas Trujillo, cuando se consolida la acumulación de capital privado que impulsaría el capitalismo propiamente dicho en el país, es la creación de asociaciones empresariales y de instituciones educativas como la PUCMM en Santiago, vinculada también a la iglesia Católica, que permitió la formación de las élites técnicas e intelectuales y, posteriormente, de una cierta clase media e incluso de jóvenes de clase trabajadora con acceso a becas.
También, de una de esas familias ricas tradicionales, los León, vinculados a la producción de tabaco y de productos alcohólicos, nace un importante centro de arte, que tradicionalmente ha estado abierto a manifestaciones que van tan a contracorriente como la obra del escritor Johan Mijail, que cuestiona la blanquitud, el heteropatriarcado, el clasismo y el racismo en la República Dominicana. En ese espacio, antropólogos y otros científicos sociales progresistas han abordado temas centrales como la clase social y la raza en el país.
Pero, en general, los ricos dominicanos han hecho caridad, que ha servido para consolidar lazos con los políticos y hacer relaciones públicas mientras los salarios y la movilidad socioeconómica son de los peores de la región, algo entendible si se tiene en cuenta que este es uno de los países que menos recursos destina al gasto (o inversión) público social con relación al PIB. “Guatemala, Honduras y la República Dominicana son los países latinoamericanos que destinan una menor cantidad de recursos como proporción del PIB (menos del 8,0%)”, de acuerdo con el informe Panorama Social de América Latina 2020, publicado por la CEPAL.
Uno de los personajes de Over, la icónica novela del escritor dominicano Ramón Marero Aristy, explica que en los ingenios no se trataba solo de la explotación de los jornaleros a través de los bajos salarios y malas condiciones laborales. También había que “dar over”.
Y el over (en el Este hay inversiones de capital estadounidense en la industria azucarera) significaba, a fin de cuentas, engañar a los trabajadores con una balanza trucada. Era un secreto a voces, pero los bodegueros necesitaban mantener la explotación para conservar sus empleos y no ser acusados de ladrones, mientras los patrones mantenían su imagen de “honorabilidad” y bondad.
“¡Y si fuera esto solamente! Pero hay que dar over. Y sépase que los precios son fijos. El almacén despacha a cinco para que se venda a cinco, de acuerdo con los reglamentos y con la muy clara y visible lista de precios que hay en cada bodega; pero a fines de mes, o mejor dicho, cuando se pasan los inventarios, las cuentas deben aparecer como si se hubiera vendido a seis o a siete. Y si no se trabaja en esa forma, ¡a la calle! Y si la compañía comprueba que el bodeguero vende incompleto, ¡a la calle también! Porque antes de todo, ellos necesitan demostrar que son personas muy rectas, honestas y metódicas. ¡Y dicen los curas que el infierno está por ahí!”
En un sentido más amplio, el Over hace referencia al sistema de explotación global sobre el trabajador, que le engaña de diversas formas, muchas veces legales, es decir con la protección de la ley y de la institucionalidad.
Actualmente, una de las formas en las que se expresa el control de las élites sobre toda la clase trabajadora es su influencia desproporcionada en la definición de las políticas públicas, al igual que el dueño del ingenio definía las normas de vida de la empleomanía.
David Arbona, quien ha trabajado investigaciones sobre la política de vivienda de la República Dominicana, explica que tradicionalmente las decisiones sobre producción de vivienda, en un país con cerca de 11 millones de habitantes y un déficit de 1.200.000 unidades habitacionales, está muy vinculada a los intereses de las élites de la construcción y no a la necesidad de fomentar la vivienda social.
Por ejemplo, el empresario José Miguel González Cuadra, del Centro Cuesta Nacional, dirige la Unidad Ejecutora para la Readecuación de Barrios y Entornos que ha impulsado desalojos en los barrios de la zona norte del Distrito Nacional y la construcción de viviendas en otros espacios a los que la gente más empobrecida no tiene acceso, según han denunciado organizaciones como Ciudad Alternativa.
Más allá de este hecho concreto, la captura de las élites de las políticas de vivienda se refleja en un déficit constante, y en la vida precaria de miles de familias, enfatiza Arbona.
Esta situación se asemeja al tema de la salud y, para Juan Miguel Pérez, incluso a la educación, aunque en esta última área el país ha empezado a implementar el 4 % del PIB a la educación no universitaria, como diferentes grupos sociales habían demandado.
No obstante, Pérez entiende que el empresariado, que tiene una presencia notable en todos los espacios de decisión intersectoriales como el Consejo Económico y Social, impulsa una educación que, aunque con mejores técnicos para mejorar la productividad, no fomenta la movilidad económica o social.
En efecto, la República Dominicana es de los países que menos movilidad social tiene en la región de América Latina y el Caribe y más desaprovecha su crecimiento económico para generar desarrollo humano, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Esta dificultad para ascender es incluso confirmada por pequeños empresarios exitosos como Noel Ureña, que sin venir de una familia rica tradicional logró posicionar sus productos de belleza en el mercado nacional e internacional. Ureña admite que ascender socialmente es muy complicado en el país.
Ureña, también dirigente de la Asociación Nacional de Empresas e Industrias Herrera, Inc. (ANEIH), cuenta que pudo impulsar su negocio gracias a la experiencia y contactos que adquirió trabajando para una empresa multinacional en el país.
Su empresa ha crecido y se ha tecnificado, pero no ha logrado dar el salto a una gran empresa, porque conseguir capitales no es un proceso tan simple en la República Dominicana. Por eso existen asociaciones distintas al CONEP, que representan los intereses de medianos empresarios que lograron a partir de ciertos beneficios fiscales insertarse en nichos específicos, como el de la belleza.
“No siempre tenemos los mismos intereses que esas grandes empresas que vienen de empresarios tradicionales de hace décadas”, sentencia Ureña, al referirse a la diferencia entre los empresarios de Herrera, que con frecuencia han hecho alianza con el sector social.
Una fotografía ha sido bastante comentada entre los jóvenes dominicanos con una visión crítica del poder y que se expresan con firmeza en redes sociales como Twitter. La vicepresidenta de la República, Raquel Peña, se ve rodeada por los obispos. Raquel es católica, se declaró “provida” incluso desde la campaña y, además, fue una ejecutiva de la Pontificia Universidad Católica de Santo Domingo (PUCMM).
En un país donde todavía existe un concordato entre la Iglesia Católica y el Estado, y en el que el obispado influye en la vida de la población, hasta el punto de que ha detenido la educación sexual en las escuelas, según organizaciones feministas, ser rico, católico, cercano a la jerarquía que representa el arzobispado y, por demás, santiaguero, es casi el estereotipo perfecto de la élite conservadora.
Sin embargo, Pérez piensa que el poder de la iglesia no es tanto como se piensa, y que los políticos podrían, si quisieran, desligarse de la iglesia Católica sin sufrir pérdidas de votos ni de recursos.
Pero no toda la élite es católica. El protestantismo en su variante evangélica tiene una cuota importante del pastel político e influye en el país. Dio Astacio, un protestante que habla de lo grandioso que es Israel y de la familia tradicional, es uno de los hombres fuertes del protestantismo en el Gobierno.
Los protestantes cuentan con emisoras que ahora son tan escuchadas entre sus feligresías como en otros momentos lo han sido las de las iglesias católicas, conservadoras o progresistas.
En muchas de esas emisoras se habla sobre la importancia y bondades del Estado de Israel, los valores de familias tradicionales y antifeminismo.
Hay un movimiento neoconservador tanto en Estados Unidos como en América Latina que tiene sus representantes en las iglesias protestantes, pero también en el catolicismo. Con frecuencia, “los hermanos separados” se unen para boicotear avances sociales, como la aprobación de las tres causales que permitirían el aborto en caso de riesgo para la vida de la madre, violación o incesto o si el embarazo es incompatible con la vida.
En un país en el que no hay mucha movilidad social, ni siquiera para pasar verdaderamente de la pobreza a la clase media, dar el salto a la élite es casi una odisea.
Sin embargo, Muñiz piensa que hay políticos que sí lo han dado, por el capital económico acumulado, ya sea por vías legales o no legales. Un ejemplo icónico es Félix Bautista, acusado de corrupción, que nunca fue condenado y que él ha negado reiteradas veces.
“El ingeniero Félix Bautista es el mejor ejemplo del político empresario de nuevo tipo que ha surgido en los últimos 50 años. De ser un ingeniero sin experiencia empresarial, hoy posee un contrato integrado por 12 empresas que movilizan miles de millones de pesos”, explica Rosario en su libro Nuevos grupos de poder.
Para Rosario, los grupos que han surgido después de 1992 no tienen, a diferencia de las familias tradicionales, un proyecto de país (del tipo que sea), sino que están concentradas en obtener ganancias.
Por ejemplo, los expresidentes, que no necesariamente pertenecían a una élite económica, como Leonel Fernández, mantienen una gran influencia en la vida política y social de manera indefinida, lo que a su juico los vuelve parte de la élite, en el sentido de que influyen desproporcionadamente en las decisiones sobre la vida pública.
Aunque en el caso de Leonel Fernández, un motivo para su influencia puede estar en sus alianzas con cierto sector conservador, que alienta el nacionalismo extremo y valores conservadores vinculados a la adquisición de la nacionalidad por hijos de extranjeros, el matrimonio gay o el aborto.
Pero en un mundo cada vez más interconectado, ¿qué rol jugarán las élites nacionales? ¿O serán consideradas solo élites nacionales? Uno de los sectores fundamentales de la economía dominicana es el turismo, en el negocio del turismo a gran escala y de resorts, modelo que ha escogido el país en contraste con Costa Rica, que se ha decantado por el turismo ecológico. En el turismo dominicano hay más participación de capital europeo, y español en particular, que dominicano. Hay “24 cadenas hoteleras españolas, propietarias de 98 hoteles compuestos por 46.142 habitaciones que corresponden al 56% del total de la oferta turística dominicana”, de acuerdo con datos de la Cámara Española de Comercio en el país.
Y empresas tradicionales dominicanas, como el ron y la cerveza, han pasado parte importante de sus capitales a corporaciones extranjeras. La economista Rosa Cañete destaca que estos pactos, basados solo en el interés económico, han ocurrido en toda América Latina y muestran que las élites no tienen, cuando de dinero se trata, un gran arraigo nacionalista. No se trata de entregar las empresas luego de luchas o resistencias por mantener el negocio como de capital nacional, sino cuando el cálculo económico les es favorable. Y esto después de haber crecido a la sombra del Estado que abogan por reducir.
*Periodista e investigadora con experiencia en periódicos, revistas, radio, organizaciones sociales y organismos internacionales. Actualmente investiga sobre comunicación y movimientos sociales, como parte de la maestría en Metodología de la investigación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Produce y conduce el segmento Libertarias, de La República Radio. Fue becaria Fulbright Hubert Humphrey Fellowship en Periodismo y Género en la Universidad de Maryland. Es especialista en Relaciones Internacionales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y la Universidad INTEC.
**Este texto es parte del proyecto Élites sin destino apoyado por el programa de medios y comunicación para América Latina y El Caribe de la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES).
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