Además de su desorientación y desvaríos verbales, el presidente de Estados Unidos enfrenta al menos siete padecimientos de salud de atención permanente. Un dilema más para el Partido Demócrata en su lucha por conservar la Casa Blanca… Y el Congreso
Por Alberto Nájar / X: @anajarnajar
La salud mental del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha estado en el centro de la conversación política de las últimas semanas.
Los desatinos verbales y la confusión que ha mostrado en eventos públicos mantiene en emergencia política al Partido Demócrata, que lo sostiene hasta ahora como su candidato a la reelección presidencial.
Después de su derrota en el debate contra Donald Trump, a finales de junio, varios legisladores y activistas han pedido abiertamente que renuncie a la postulación.
Pero Biden se aferra a la campaña. Repite con insistencia que tiene capacidad total para derrotar nuevamente a su rival, el expresidente Donald Trump.
Las encuestas dicen que, por ahora, es la opción más viable de los demócratas para ganar la elección de noviembre.
Cada día aumenta el temor de que esto se revierta y que se profundice el abandono hormiga de figuras clave para los demócratas.
Quedó claro esta semana, cuando según el diario The New York Times varios donantes del Partido Demócrata advirtieron que congelarían 90 millones de dólares en aportaciones hasta que Biden se retire de la contienda.
Los demócratas temen que si Biden se obstina en seguir en campaña perderán la Casa Banca y, lo que más les aterra, también el control del Capitolio y el Senado.
Tienen razón en preocuparse. Porque la desorientación y extravíos mentales del presidente son una parte de sus problemas.
La más reciente revisión anual médica de Biden, en febrero pasado, muestra que el precandidato es una persona que requiere vigilancia permanente en su salud.
El reporte de Kevin C. O´Connor, médico presidencial en la Casa Blanca, señala que actualmente al paciente Joseph Robinette Biden Jr. se le encontraron estos problemas:
Apnea obstructiva del sueño, fibrilación auricular no valvular, hiperlipidemia, alergias estacionales, marcha rígida, cambio osteoartrítico degenerativo/espondilosis de moderado a grave y neuropatía periférica sensorial de los pies.
La consulta anual incluyó la vigilancia rutinaria para prevenir cáncer de piel, una consulta de optometría y revisión dental.
Para las alergias el presidente toma seis medicamentos distintos, y otros tres para atender la apnea, fibrilación, artritis en la columna vertebral y la neuropatía periférica sensorial de los pies.
En todos los padecimientos el diagnóstico del médico presidencial es que el paciente se encuentra estable, y por lo mismo se le considera “apto para ejecutar con éxito los deberes de la Presidencia que incluyen ser jefe de Estado y Comandante en Jefe”.
A pesar del diagnóstico positivo, lo cierto es que los médicos de la Casa Blanca no practicaron exámenes para evaluar la salud mental y capacidades cognitivas del presidente.
Justo el tema que causa dolores de cabeza a los demócratas, y tiene en vilo la reelección de Biden.
Para ellos hay pocas aspirinas. Si Biden mantiene su línea de no ceder la candidatura, es altamente probable que pierdan la reelección.
Y si finalmente se hace a un lado enfrentarían el problema de sustituirlo con una propuesta ganadora.
La mejor receta sería Michelle Obama quien, según las encuestas derrotaría a Donald Trump sin problemas. Pero la exprimera dama ha dicho que no le interesa ser candidata.
Una situación parecida es la de Gavin Newson, gobernador de California quien tiene buen registro en las encuestas. Pero el popular demócrata dijo hace unos días que apoyará al presidente Biden.
La tercera opción es la vicepresidenta Kamala Harris, quien ha enfrentado severos problemas de popularidad porque no ha logrado cumplir la principal tarea que le encomendó Biden: frenar la crisis migratoria.
El resto del botiquín es medicina genérica: Jay Robert Pritzker, gobernador de Illinois quien ha impulsado políticas progresistas en materia de control de armas, derechos LGBTIQ+, aborto, inmigración y aumento al salario mínimo, entre otras.
El problema es que su agenda política difícilmente sería apoyada por empresarios, iglesias, medios y grupos conservadores que tienen un peso importante en los electores estadounidenses.
Otra propuesta es Josh Shapiro, gobernador de Pensilvania quien está en favor de recortar impuestos a las empresas y reforzar a las policías.
Una postura que alejaría a las comunidades liberales y personas migrantes con derecho a voto.
El último eventual sucesor de Biden es su actual secretario de Transporte, Pete Buttigieg, el precandidato más joven de la lista (tiene 42 años) pero que es un desconocido para la mayoría de los electores estadounidenses.
Así, la situación se complica para el Partido Demócrata al que cada error o desliz presidencial le cuesta votos.
Hay poco tiempo. La convención nacional del partido es el próximo 19 de agosto, y lo mejor es que para ese momento ya hayan resuelto el dilema que representa Joe Biden.
Quién sabe si podrán hacerlo.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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