Bermúdez, de burócrata a “Capitán Tormenta”

11 febrero, 2018

“Primero me voy yo”, solía responder el gobernador Javier Duarte a las críticas sobre su jefe de policía, Arturo Bermúdez. Hoy, Bermúdez está preso y acusado de desapariciones forzadas. Un final inesperado para quien se hizo llamar Capitán Tormenta, quizá para conjurar su eterna imagen apocada. Ésta es la historia del hombre que pasó de gris burócrata a poderoso jefe de una de las policías más oscuras y violentas de México

Texto: José Ignacio De Alba

Foto: Roger López / Voz Alterna

Era una escala necesaria. Las personas que buscaban a sus familiares desaparecidos en Veracruz se acostumbraron a visitar los cuartes de la policía del estado, señalada de ser responsable de al menos 80 casos de desaparición forzada.

Pie de Página lo documentó en marzo de 2016. Era la época dorada del secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez, quizá el colaborador favorito del entonces gobernador Javier Duarte.

El mandatario le dio la libertad para hacer lo que quisiera y no sólo eso, también asignó a la Secretaría un presupuesto superior a 4 mil millones de pesos para transformar a la corporación estatal en una súper policía que fue llamada Fuerza Civil. Pero el resultado no pudo ser peor:

En prácticamente todo el estado se generalizaron los toques de queda, impedidos los ciudadanos de salir de sus casas por las noches por miedo a la inseguridad.

La desaparición de personas y las ejecuciones no dieron tregua y la persecución política a oponentes se endureció. Veracruz, por ejemplo, se convirtió en el lugar más peligroso para ejercer el periodismo, con la trágica suma de 17 comunicadores asesinados en la administración duartista.

Pero al mismo tiempo el gobierno veracruzano fue generoso con los medios que alabaron al gobernador. En los primeros tres años de su administración Duarte gastó, según el periódico Reforma, más de 8 mil millones de pesos en “promover su imagen”. Televisa, TvAzteca, Milenio y la Organización Editorial Mexicana fueron los favoritos.

Arturo Bermúdez, quien solía acompañar a Javier Duarte en sus conferencias de prensa pasaba desapercibido, pues lucía como un burócrata más. Y de alguna forma lo era.

El jefe policíaco estudió administración en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí e inició su carrera política cuando Miguel Alemán Velasco fue gobernador en Veracruz (1998-2004). En esa administración Bermúdez fue secretario particular del subsecretario de Finanzas Sergio Maya Alemán.

Luego, gracias a su padrino (y familiar) político Alejandro Montano, quien era secretario de Seguridad, pasó a la dirección del Centro Estatal y Control, Comando, Comunicaciones y Cómputo (conocido como C4) durante la administración de Fidel Herrera.

Al inicio del gobierno duartista ocupó la subsecretaría de Seguridad Pública hasta que la camioneta en que viajaba Sergio López Esquer, el titular, fue emboscada por hombres armados. Aterrado, el funcionario presentó su renuncia y llegó entonces la oportunidad para Bermúdez, quien ocupó el puesto a partir de 2011.

Fue por esos días que el burócrata se hizo llamar “Capitán Tormenta”, a pesar de que su imagen parecía muy distinta a la de ese apodo: Bermúdez solía permanecer discreto en las actividades públicas. Quienes no le conocían fácilmente podían pensar que tenía poco carácter.

Quizá por eso muchos dudaban de su currículum académico. Bermúdez presumía haber estudiado en la escuela militar de West Point en Estados Unidos, donde supuestamente se especializó en prácticas de tiro y control en crisis de secuestros. Pero el primer requisito para estudiar en ese sitio es demostrar “excelencia académica y habilidades de liderazgo”.

A pesar de la contradicción –y de que prácticamente nadie pudo comprobar sus estudios en la academia estadounidense- Bermúdez permaneció en el C4. Su principal responsabilidad, decían los críticos, era realizar espionaje político para el gobernador Herrera.

Eficiente en esas tareas, se ganó la confianza de Javier Duarte. Una anécdota cuenta cómo lo hizo: una “estaca” (célula) del cartel de Los Zetas habría atacado el vehículo donde viajaba uno de los hijos del gobernador.

Los escoltas y policías del menor, policías al mando de Bermúdez, repelieron el ataque. Desde entonces el gobernador contestaba a los medios cualquier crítica sobre Bermúdez con esta frase: “Primero me voy yo que él”.

Así, la policía de Bermúdez prácticamente asumió el control del estado a tal punto que para entrar o salir de Xalapa, la capital, era necesario pasar por rigurosos retenes de seguridad.

Fue un control sin matices. La policía, respaldada por el gobernador, empezó a cometer arbitrariedades. Uno de los casos más conocidos fue el del cantante Gibrán Mártiz, de 22 años de edad y participante del programa televisivo la “Voz México” de Televisa.

El joven y dos de sus acompañantes, de 17 años de edad, fueron asesinados por la policía veracruzana. Tras el escándalo la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió la recomendación 14/2015 por desaparición forzada.

Una de las evidencias que incriminaron a la policía fue el teléfono móvil de una de las víctimas, que emitió señal desde la academia policiaca de Xalapa conocida como El Lencero. Tiempo después el papá de Gibrán acusó que Bermúdez había premiado el silencio de algunos de los policías involucrados con concesiones de taxis.

Otro escándalo ocurrió en enero de 2016 cuando 5 jóvenes que viajaban en su auto fueron detenidos en Tierra Blanca, al sur del estado, y luego entregados a integrantes del Cártel de Jalisco Nueva Generación quienes los asesinaron. Algunos policías fueron detenidos por este caso.

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La súper corporación que controlaba a Veracruz era la peor calificada del país, según la organización Causa Común. En 2016, reveló el grupo, se demostró que el 41 por ciento de los policías estatales reprobaron el examen de control de confianza, indicador indispensable para mantenerse en el servicio. Y a pesar de eso, todos los elementos seguían trabajando.

Una impunidad que venía desde arriba. Al “Capitán Tormenta” le gustaba patrullar las calles de Xalapa encapuchado y con un rifle de asalto, quizá para evadir la responsabilidad de sus excesos.

Fue el caso de una manifestación de trabajadores jubilados disuelta violentamente por la policía en 2015. Testimonios recopilados por Pie de Página revelaron que el propio Bermúdez, tolete en mano, fue uno de los principales agresores de los manifestantes.

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El gobierno federal estaba enterado de todo, y a pesar de ello le brindó protección a Duarte y a Bermúdez. Así, Veracruz se convirtió en un botín de guerra, donde colaboradores del gobernador –Bermúdez entre ellos- hicieron negocios millonarios.

El jefe policíaco era el dueño de los talleres mecánicos donde se reparaban las unidades de la SSP, de restaurantes, escuelas, agencias de seguridad privada, mansiones y una cadena de hoteles llamada Aristan. En total tenía 23 empresas.

Por cierto, uno de los hoteles del Capitán Tormenta y a donde acudía los fines de semana para bucear, está ubicado en Playa Chachalacas a media hora de Colinas de Santa Fe, que es uno de los cementerios clandestinos más grandes del país. En el lugar, descubierto en 2016, se han localizado 295 de restos humanos en fosas, y los 12 cuerpos que se han identificado están relacionados con denuncias de desaparición forzada contra la policía estatal.

Para muchos, la Academia de Policía donde instaló su búnker, fue un lugar de tortura y el tiradero de cuerpos de la policía, pues muchas de las víctimas que se han identificado en el lugar fueron vistos por última vez a manos de la súper policía veracruzana.

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La suerte del funcionario cambió en agosto de 2017 cuando el escándalo por su enriquecimiento súbito empezó a dañar la imagen del presidente Enrique Peña Nieto.

El todo poderoso policía renunció y meses después lo siguió Javier Duarte, quien huyó del país acusado de lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y peculado.

Hoy enfrenta en prisión un cuestionado juicio donde la Procuraduría General de la República (PGR) ha sido acusada de ser negligente con el ánimo, dicen algunos, de perder el caso y liberar a Duarte.

Una suerte que Bermúdez no parece compartir. el Capitán Tormenta, señalan algunos de sus ex colaboradores, suplica que no lo encierren en el área de la población general de los internos.

Su miedo, es verdad, no es gratuito.


Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).

Periodista independiente de Veracruz, documentalista, videógrafo, fotógrafo e integrante del Colectivo Voz Alterna