Es posible delimitar tres actores principales en la noche de Iguala: el crimen organizado en colusión con el ejército, el poder político en Iguala y la pugna entre organizaciones políticas que partieron de ideales, pero han sufrido también cierta descomposición. Aquí exploramos esta última.
@Lydicar
En montañismo hay una premisa: un accidente suele ser la suma de muchos errores humanos, no solo de uno. Cuando algo terrible ocurre mientras se explora una montaña o una cueva o barranco, no se trata de un solo error, sino que se ha formado una cadena de errores previos que van volviendo más grave el resultado.
Algo similar parece haber ocurrido en la desaparición forzada de 43 estudiantes de Ayotzinapa y el asesinato de seis personas más. No se trató de un solo actor, no hubo una acción monolítica, sino una cadena de “errores”, o mejor dicho de actores. Hasta ahora, con las investigaciones y las filtraciones de otros actores, es posible delimitar tres: el crimen organizado en colusión con el ejército, el poder político en Iguala en la figura de Abarca, y la pugna entre organizaciones políticas que iniciaron con ideales, pero que han sufrido también procesos de descomposición y de mezcla con otros actores.
Quisiera bosquejar esta tercera línea que ha sido poco explorada públicamente.
Julio César Mondragón –explican algunas fuentes de las cuales omitimos el nombre por su seguridad– era un joven muy comprometido políticamente. Era recién ingresado a la normal de Ayotzinapa, pero no era un normalista “nuevo”. Antes, como ha sido publicado en diversos medios, estudió en la normal rural de Tenería, y después en la de Tiripetío.
De Tenería, explican, salió enemistado. Resulta que Tenería ha estado distanciada de las demás normales rurales, debido a cuestiones políticas. Han tenido cercanía con grupos que no han sido del total agrado de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, la organización estudiantil que articula a los normalistas rurales. Los de Tenería, dicen, tienen fama de asociarse con grupos de la Ciudad de México y conducirse por su lado, no con el resto de las normales.
Por eso, desde hace algunos años se han ido apartando de la FECSM. Se organiza y coordina con otros grupos sociales, y con otras organizaciones políticas. En otras palabras, hay un quiebre político entre esta normal y las demás.
De hecho, esta pugna se encontraba también en las negociaciones de los estudiantes al organizar su asistencia a la marcha del 2 de octubre. ¿Qué escuela tendría el honor y el peso político de organizar semejante evento?
La anécdota que cuentan y que explica el carácter de Julio César Mondragón es la siguiente: cuando estudiaba en Tenería, en una ocasión boteaban en la carretera, y pasó una camioneta de esas muy lujosa. Dentro iba un hombre de sombrero que les preguntó para qué botaban. Cuando supo que era para los normalistas, les dio un billete de mil pesos.
Julio César lo recibió, lo metió al bote y al final de la jornada entregó todo. Sin embargo, más tarde cuando se hacían cuentas, el billete de mil pesos no apareció.
Entonces, en una asamblea estudiantil, Mondragón denunció el robo públicamente. Dicen que dijo:
–A mí también me daban ganas de quedarme el billete, pero pensé: ‘no; este dinero es para el movimiento’.
Dentro de la lógica de los normalistas rurales, no se permite que los estudiantes de nuevo ingreso cuestionen a los más grandes. Pero Julio César era ese calibre de muchacho, de alzar la voz por lo que creía era justo; y él creía en la organización social y política.
Otra anécdota: Julio César tenía un compromiso profundo con el cambio social. Incluso llegaría a formar parte de uno de los comités nacionales de la FECSM (si bien este dato no está completamente confirmado). Por todo ello, tenía vínculos con muchas organizaciones políticas, algunas de ellas de corte clandestino.
Así que se fue a Tiripetío, pero ahí tuvo otro confrontamiento político; así que finalmente, Julio César llegó a la normal rural de Ayotzinapa.
Pero en Guerrero ocurrían también conflictos que parecerían ajenos a las normales rurales, pero que no lo son. Algunos grupos armados, y con la larga tradición de lucha armada de la región, sufrieron un rompimiento interno en febrero de 2014. Y aquí viene la tragedia:
Algunos miembros de esos grupos, al dejar su organización decidieron ingresar a las filas de la delincuencia organizada. Cambiaron las siglas y el marxismo por la droga. Pero del grupo del que se desprendieron era antagónico a las simpatías de Modragón.
Serían estos individuos, con una previa cercanía a movimientos políticos militares y luego reclutados por la delincuencia organizada, quienes habrían reconocido a Julio César Mondragón la noche del 26 de septiembre, reconocieron a un viejo opositor político. Probablemente Julio César los reconoció también. Eso explicaría por qué aquella noche no se refugió con sus demás compañeros cuando éstos se escondieron, y en cambio siguió corriendo. Pero los agresores lo alcanzaron muy pronto, sus compañeros todavía alcanzaron a escucharlo gritar. Y eso, que se conocieran y Julio César Mondragón representara todo lo que los sicarios traicionaron, explicaría la saña.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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