A 11 años de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la herida colectiva permanece abierta. El dolor y la memoria de miles se unió a las familias de los estudiantes en una megamarcha que recorrió avenidas principales de la Ciudad de México. Más de una década después, la exigencia al Estado de esclarecer el paradero de los 43 sigue resonando con la misma urgencia que el primer día
Texto y fotos: Andrea Amaya
CIUDAD DE MÉXICO.- Como cada 26 de septiembre, el Ángel de la Independencia fue el punto de partida de esta jornada de lucha. Bajo un cielo nublado y una intensa lluvia que por momentos arreciaba, partió esta movilización encabezada por los padres y madres de los 43.
Junto a ellos caminaban estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa y de otras normales rurales del país, así como estudiantes de distintas instituciones de la Ciudad de México, colectivos y personas solidarias que se unieron a alzar la voz en unísono ante la impunidad y falta de justicia en el caso de la desaparición de los normalistas.
Conforme avanzaba la manifestación sobre Avenida Paseo de la Reforma, consignas como: «¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!» se apoderaban de la atmósfera, que se llenaba de rabia y dolor ante la indignación por las omisiones del Estado durante tres sexenios para esclarecer los hechos.
Entre los asistentes que acuerpaban esta jornada se encontraba don Gerardo González. Mientras sostenía un machete en su mano derecha y un banco portátil en la izquierda, aquel hombre de 73 años mencionó que para él es un compromiso moral caminar junto a los padres y madres de los 43.
«Yo soy de Atenco y en la época en la que estuvimos luchando para que el gobierno dejara de molestarnos, ellos estuvieron apoyando en todo momento. El gobierno sabe lo que realmente pasó y no han querido resolverlo; como sociedad y como luchadores sociales debemos involucrarnos en la exigencia de justicia».
La marcha por los 43 también se convirtió en un eco de otras causas: entre la multitud ondeaban con fuerza banderas de Palestina. La consigna era clara: «¡A romper, a romper, relación con Israel!». Un recordatorio de que las violaciones a los derechos humanos y la impunidad, ya sean en la Franja de Gaza o en Iguala, Guerrero, no son luchas aisladas.
Sosteniendo un cartel que decía «Desde el río hasta el mar. Ni perdón, ni olvido», sobre Avenida Juárez se encontraba Rafael Gallegos, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, que clamaba exigencia por verdad y justicia:
«Es indignante la cantidad de violencia que puede ejercer el gobierno contra la sociedad, estudiantes y civiles. Hoy marcho en solidaridad de los 43 hermanos que desaparecieron con equipo que el gobierno compró al Estado de Israel, por esto son luchas que se juntan».
Al mismo tiempo que la movilización avanzaba hacia la calle 5 de Mayo, la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México desplegó un numeroso operativo de elementos antimotines que por momentos parecía que intentaban encapsular la manifestación.
Mientras el río humano de personas solidarias se adentraba en esta calle para intentar llegar al Zócalo capitalino, enormes bloques de concreto impedían el paso en la intersección de las calles Palma y 5 de Mayo. Esto intensificó la tensión entre el bloque negro y los elementos policiacos.
Esta barrera simbólica provocó una ola de indignación y cuestionamiento al discurso del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum sobre su compromiso con la verdad y justicia del caso Ayotzinapa.
Durante el mitin de los padres y madres de los 43 frente a Palacio Nacional, denunciaron que los mismos bloques de concreto y el gobierno de la Ciudad de México impidieron el paso del templete y sonido para alzar la voz.
Y finalizaron:
«Señora presidenta, entregue los 800 folios, por el cariño que le tiene al pueblo. No encubra más al Ejército Mexicano y que la Marina explique por qué estaban ese día en el basurero de Cocula manipulando evidencias. Lo único que queremos es realmente saber qué pasó ese 26 de septiembre, queremos que acaben con este dolor que tenemos todos los padres».
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