La Policía de la Ciudad de México desalojó este viernes por la noche el edificio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que estuvo tomado durante más de año y medio por el grupo feminista Okupa. Así lo narraron vecinos
Texto y fotos: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- El desalojo se dio después de que el miércoles se difundiera un video en el que integrantes de la Okupa Cuba destrozaban el vehículo de una profesora. El jueves, la Fiscalía de Ciudad de México abrió una investigación por posible delito de robo y daño a la propiedad. Al día siguiente, un centenar de policías sacó por la fuerza y arrestó a 3 jóvenes que estaban en el inmueble de la Comisión Nacional de Derechos Humanos ocupado desde el 7 de septiembre de 2020.
Las jóvenes pidieron ayuda a otros colectivos y vecinos en un video que grabó una de las integrantes del Bloque Negro. “Ésto es un grito de auxilio” y “Suéltame” se escuchan durante la grabación.
La toma de las instalaciones de la CNDH fue realizada originalmente por familiares de jóvenes desaparecidas, en respuesta a la inacción del Gobierno ante la ola de violencia que sufren diariamente las mujeres. A su apoyo llegaron distintas colectivas feministas, pero con el tiempo se fueron dividiendo y deslindando.
La difusión de los videos en los que amenazaban a la maestra provocó una reacción masiva en redes sociales en contra de las jóvenes. Pero después del desalojo, las opiniones se dividieron. Muchas a favor del desalojo, pero muchas otras en contra de la excesiva fuerza policíaca y de la criminalización de las jóvenes, que suelen ir encapuchadas para proteger su identidad pues algunas han sido amenazadas por sus violentadores.
La calle República de Cuba en el Centro Histórico de la Ciudad volvió a ser reabierta en su circulación. La mayoría de las cortinas de los negocios están abajo y por las banquetas transita muy poca gente pero algunas personas se detienen para tomar fotos del recinto que ahora está desocupado y custodiado por 5 elementos de la policía capitalina en cada una de las 2 puertas del edificio. Alrededor de la zona en las calles de Allende y Palma también vigilan elementos de seguridad.
“Con nosotros se portaron buena gente porque nos dejaban meter coches a pesar de que cerraron la calle. Yo no puedo hablar mal de ellas, al contrario agradecido estoy con ellas porque nos dejaron trabajar. Yo tengo hijas y no quiero que les pase nada. Ellas estaban en su lucha y yo las respeto. Cada quien sabe su lucha, la mía es salir por la papa y la de ellas es por las mujeres. Lo que yo vi es que ellas apoyaban, ayudaban a la gente, a las mujeres, a la señora de las quesadillas le daban despensas de lo que juntaban”, comenta Javier, el encargado del estacionamiento.
Lo que sí no me pareció es que las sacaran así con violencia, hablando se entiende la gente, y no se debe usar la fuerza para con nadie, ya ni con los verdaderos criminales se ponen así los polis”, finaliza el hombre.
Un señor que atiende baños públicos prefirió no emitir opinión alguna. “Yo cuido este negocio porque es de donde como. Yo veo, oigo y callo”, indicó.
La división de opiniones que hubo todo el día en redes sociales también se trasladó a los vecinos del inmueble. El señor Jorge trabaja en una imprenta de enfrente y cuenta que se enteró del desalojo por las noticias. “Ellas reclamaban sus derechos ¿y los míos?”, cuestiona luego de manifestar que su negocio fue afectado. “Perdí mucha clientela por esas muchachitas”, señala enérgico. “No solo yo; todos los que tienen negocio en esta calle se vieron afectados porque teníamos que cerrar más temprano y la gente ya no quería venir porque les daba miedo. Afortunadamente ya se fueron”.
–No se fueron; ya se las llevaron–, apunta el hombre de al lado.
“Pura mariguana había en sus eventos y pedían dinero para que uno pudiera pasar. Las respetamos, ellas luchan por algo; pero creo que no es de esa manera, casi casi con terrorismo. No podía entrar ningún policía y nosotros solamente viendo sin poder decir nada”, continúa Jorge.
Dos mujeres salen del edificio verde agua que está a un costado del Okupa indicaron: “Con nosotras nunca se metieron”.
Otra empleada de la papelería frente al edificio opinó: “Tendríamos que ser empáticas con ellas. Si a mi hijo le hicieran algo yo estaría igual que ellas”.
Alma, una vecina de otro edificio indicó que siempre se mantuvo al margen y no se enteraba de mucho porque trabaja gran parte del día. “Sí sabía que eran agresivas con cualquiera que pasara”, denuncia.
–¿A usted la agredieron?
–Yo no me vi agredida porque procuraba mantenerme alejada. Me enteré de varias emergencias por covid y la gente dice que no dejaban pasar a las ambulancias. Hasta eso que sus eventos sí los terminaban temprano; no daban lata con eso. Yo creo que la bandera que enarbolaban estaba bien pero su actitud era contradictoria a lo que ellas predican- reponde la mujer, mientras cierra la pequeña puerta negra por la que salen corriendo varios niños.
“Esas no eran feministas, las feministas son otra cosa”, intenta explicar una mujer a otro espectador que reporta lo sucedido desde su celular. Aprovechó que estaba cerca de la zona y fue a confirmar el desalojo.
“Qué bueno que las sacaron, a mí sí me gustó eso. Me da tristeza ver un edificio tan bonito todo tasajeado”, dice ella. “Quizá todo empezó por una buena causa y todo se distorsionó».
Del movimiento, aún queda la bandera sobre el inmueble.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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