21 octubre, 2023
Paula y Fernando son un matrimonio con una hija y un hijo en la Sierre Mixe que tiene un taller de textiles de ropa tradicional Ayuuk. Han innovado el proceso tradicional de telar de cintura con máquinas de madera de pedal que les ha permitido exportar sus productos y dar a conocer en el mundo a “la gente del idioma florido”
Texto y fotos: Antonio Mundaca
Ilustración: Brunof
TLAHUITOLTEPEC, OAXACA. – En la casa de Paula Pérez Vázquez parece que todo siempre está naciendo. Tiene una fábrica familiar de ropa tradicional en Santa María Tlahuitoltepec, en la sierra norte de Oaxaca. Su taller de textiles tradicionales Ayuuk Ja’ay está en la cima de un cerro desde donde se ven otras casas apiladas entre las nubes. Entre la sala de costura y el cuarto donde hacen los telares con pedales de máquinas de madera hay un camino de escaleras rodeado de flores. Asciendes por una ladera empinada hasta llegar a una habitación donde Víctor y Edgardo, dos hombres bajos y morenos mueven aparatos hechos de madera de oyamel con la fuerza desmedida de sus brazos y sus piernas. Puedes sentir la vibración, la cimbra frenética del suelo. Te quedas inmóvil como si máquinas de vapor antiguas chocarán sus aletas con el mar, y ellos estuvieran remando sobre las montañas.
En medio de la tierra roja que rodea el taller Artesanía Textil ArteFer, los hijos de Paula caminan y andan inquietos. Han aprendido desde niños a hacer los rebosos, a encontrar los significados del sol que llevan los telares incrustados en los hilos. Siguen el trabajo de sus padres. Paula cree que ella y su esposo, le están dejando a sus hijos una herencia, no solo un bien material sino un espacio de tradición y cultura muy antigua.
Cuando Paula toma la máquina de coser para crear figuras mitológicas en la tela seca, sus hijos la rodean. Xapaa Miranda de 16 años, su hija mayor, le acerca los hilos. Sus padres le pusieron un nombre ayuuk que significa “flor de elote” para que nunca falte en su casa el maíz. Xapaa Miranda por momentos ocupa el lugar de su madre frente a la máquina de bordado Brother, crea magueyes y soles con puntadas integradas en camisas de algodón. Rodrigo de 14 años mueve los gabanes de lana, alisa los rebosos, los guarda en bolsas de plástico delicadamente. Rodrigo quita los rastros de polvo del cristal de la mesa, lo hace como si resguardara un santuario donde se acumulan las camisas y las telas creadas del encino
Fernando Gutiérrez Vásquez lleva entre sus manos hilos de lana roja, que saca de recipientes grandes de peltre tallado. Él tiene un cargo comunitario en el pueblo. Alterna su vida como funcionario municipal en el sistema normativo indígena, con la faceta que lo ha definido los últimos 18 años: la creación de ropa tradicional, al lado de su esposa.
Su pequeña fábrica familiar no es un negocio que le heredaran sus padres como otros que hay en la comunidad, surgió de pronto cuando aprendió muy joven el arte de hacer los tejidos y conoció a Paula, que era muy buena para descifrar los misterios de la costura.
Fernando diseñó las maquinas hiladoras donde obtienen las fibras. Adaptó lo que vio en lugares lejanos, en libros sin nombre para hacer sus propios bastidores de hilado. Madera. Tornillos. Ensambles. Ruedas hidráulicas. Fernando es el artista mecánico que cree que las hiladoras pueden ser máquinas del tiempo con lanzaderas de madera. Fernando siempre había tenido el sueño de un negocio propio, algo aparte de la siembra tradicional, o el comercio de productos del campo en los Valles Centrales de Oaxaca.
Junto a Paula tuvo que iniciar una y otra vez el negocio desde 2004, al principio sus textiles no se vendían. Tuvieron complicaciones porque no sacaban las piezas. Pero todo empezó a cambiar cuando a la Sierra Mixe llegó la tecnología. Las personas en Oaxaca y en otros lugares de México y el mundo, vieron su trabajo. Hoy tiene un negocio en la sierra oaxaqueña que le da empleo a 6 mujeres bordadoras y 5 hombres que manejan los telares mecánicos, e importa la ropa a países de Europa y Estados Unidos.
El proceso del armado de las piezas textiles que realizan Paula y Fernando, tuvo que adaptarse a los tiempos y la demanda. Fusionaron sus conocimientos comunitarios en el bordado y el hilo y lo mezclaron con colores orgánicos, un proceso natural que no tiene ingredientes sintéticos y les da vida a los colores cercanos a la tierra.
-Innovamos en el tejido, antes todo era de lana, los rebosos, los gabanes. El de nosotros es de algodón y teñido natural, dice Paula. Sus palabras tienen gestos de orgullo. No es celosa con su método. Su taller de bordado sirve también de escuela para señoras y un joven a quienes les enseña a perfeccionar el teñido con técnica de reserva por amarres (jaspe / ikat). Paula quiere que lo que aprendan, lo lleven a su casa y lo compartan con su familia.
-Sabemos hacer el tejido en telar de cintura pero el tiempo de elaboración es muy largo, antes tardábamos mucho, por eso usamos el telar de pedal que nos permite sacar varias piezas, explica.
A Paula no le gusta cuando los compradores le regatean las piezas. Piensa que no valoran el trabajo.
-Sacar un solo reboso, un solo gabán o una camisa es trabajo de muchos días. Se prepara la tinta, según lo que vayamos hacer, usamos palo de águila, añil, encino , cempasúchil y grana de cochinilla de origen prehispánico. Cuando habla, por momentos parece que hace conjuros, eleva las manos, sonríe más porque está en su terreno: crear mundos dentro de las cosas teñidas.
Después de tener el color el hilo se lava, se le echa el tinte, se seca, se vuelve a lavar. Es un proceso de días que crea olores a humedad y hierba fuerte en la casa de Paula. Después enrollan el hilo y lo ponen en los telares hasta sacar hilos de malla a través de la fuerza. Tejen. Amarran. Emparejan las puntas, hasta que las fibras están listas para ser bordadas.
De acuerdo con Sermixe.org , Santa María Tlahuitoltepec es un municipio ubicado en la sierra norte de Oaxaca con 9 mil 653 habitantes, según el censo del INEGI de 2020. El 21.6% de la población se dedica a la industria manufacturera, según el Censo Económico 2019. 8 mil 560 habitantes hablan lengua mixe.
Los mixes se llaman así mismos Ayuuk Jä’äy, y hablan Ayuuk , que significa en español “la gente del idioma florido”
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