A unos días de asumir la presidencia de Argentina Javier Milei parece moderar su discurso. No es por gusto: quienes controlan la economía argentina le advirtieron que no cometa payasadas en su gobierno
Por Alberto Nájar X: @anajarnajar
No hay borracho que coma lumbre, dice un viejo refrán mexicano, en referencia a que por más estridente o escandaloso que pueda ser alguien, difícilmente actuaría en contra de sus propios intereses.
Es el caso de Javier Milei, el presidente electo de Argentina. Su campaña electoral fue abundante en insultos, traspiés y excéntricas promesas de gobierno, irreales o imposibles de cumplir.
Su amenaza de dolarizar la economía del país, vender prácticamente todas las empresas estatales –inclusive los medios públicos- romper relaciones con China “y todo el comunismo”- o desaparecer el Banco Central causaron risa en los círculos políticos argentinos e internacionales.
Pero en la segunda vuelta electoral, ésas y otras promesas irresponsables le granjearon millones de votos.
Milei obtuvo el mayor respaldo en las urnas de todos los presidentes de la etapa moderna de Argentina.
En las primeras horas tras la elección se encendieron las alarmas por el riesgo de que un personaje con serias sospechas de desequilibrio mental gobernara uno de los países más grandes de América Latina.
La inquietud no era sólo ante la posibilidad de profundizar todavía más la crisis política y económica de Argentina, sino porque Milei no camina solo.
Con él llegaría al poder una parte de lo peor que existe en el espectro político y social no sólo de ese país, sino de otras latitudes.
Ha sido evidente en la tensión social que se vive en algunas ciudades y las agresiones contra mujeres o la comunidad LGBTI+
Pero algo ha sucedido en los días recientes que parecen el aviso de una eventual calma –en lo posible- del escenario político argentino.
La primera señal fue la movilización de miles de trabajadores quienes han dejado claro que a Milei no le será fácil desmantelar las instituciones del Estado.
Otra llegó con los resultados finales de la votación para el Congreso de la Nación. La Libertad Avanza, el partido del controvertido personaje, es minoría parlamentaria.
Su movimiento político necesitará de negociaciones intensas para conseguir el progreso de cualquier iniciativa o proyecto de gobierno.
Para lograrlo, como sucede con cualquier acuerdo político, será necesario ceder en algo. Su gobierno podría ser, en algunos sentidos, descafeinado.
Pero quizá la señal más clara de que la tormenta Milei podría ser menos catastrófica llegó de su propia voz.
En un video que publicó en redes sociales, el presidente electo dijo que no privatizará la educación ni el servicio público de salud.
También reconoció que por el momento no romperá relaciones con China y analizará la posibilidad de entrar o no al BRIC, el bloque económico formado por Brasil, Rusia, Indica, China y Sudáfrica.
En su campaña había dicho que jamás formaría parte de ese consorcio multinacional, que representa el 25 por ciento del Producto Interno Bruto mundial.
El matiz en su discurso se presentó horas después del viaje de Javier Milei a Washington, donde se reunió con funcionarios del gobierno de Joe Biden y del Fondo Monetario Internacional.
Es claro: le leyeron la cartilla. Más allá de la coincidencia ideológica con el político argentino, a los organismos financieros internacionales y la Casa Blanca no les conviene que se profundice la crisis de Argentina.
Y no por el bienestar de su población, sino porque si quiebra la economía el país no podría pagar su deuda externa, que se acerca a los 280 mil millones de dólares.
La situación actual es extremadamente grave, como lo reconoce un informe interno del FMI.
La deuda pública de Argentina, equivalente al 90 por ciento de su PIB, “es insostenible” señala el Fondo. “No es económica ni políticamente factible”.
Una eventual declaración de insolvencia total de Argentina podría contaminar a otras economías de la región, también con adeudos ante el FMI.
Y eso no conviene a los financieros internacionales. De ahí el cuidado para moderar al excéntrico ultraderechista y la advertencia de evitar a toda costa alguna ocurrencia en el gobierno.
No está claro si finalmente acatará las instrucciones recibidas en Estados Unidos. El aparente desequilibrio mental del presidente electo, abren cualquier posibilidad.
Pero al menos en los días previos a su toma de posesión, el presidente electo es el mejor resumen de ese viejo refrán mexicano. Milei no come lumbre.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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