27 abril, 2025
Más de 290 mil documentos revelan la violencia estatal durante la Guerra Sucia en México, mientras sobrevivientes exigen verdad y justicia en un país que aún evade su pasado
Texto: Patricio Pérez
Foto: Cortesía del Archivo Histórico del Comité ¡EUREKA!
CIUDAD DE MÉXICO. – “Nunca pensé que algún día iba a denunciar a mis perpetradores […] yo creo que todos callamos 50 años, teníamos aún la venda en la boca”, confiesa Ricardo Velasco durante la presentación de Archivos de la Resistencia: memoria viva para la verdad y la justicia, proyecto en el que contribuyó entregando documentos que resguardó en su hogar por más de cincuenta años, a manera de un registro que no conoce el olvido ni el perdón para el atroz Estado en tiempos de la Guerra Sucia.
Sobre este proyecto, el señor Velasco señala que representa “una forma de denunciar lo que no pudimos en aquellos años: las humillaciones, torturas, secuestros… las desapariciones de nuestros amigos que hasta la fecha no encontramos… sólo encontramos en nuestra mente”.
Archivos de la Resistencia rescata más de 290 mil documentos que, más allá de ser registro de la violencia que ejerció el Estado, son la huella histórica de resistencia de un pueblo enfrentándose a sus opresores, una versión encarnada y colectiva de David contra Goliat. La caja de resonancia que amplifica estas voces de lucha se materializa en el Centro Cultural Universitario de Tlatelolco (CCUT), que desde el 23 de abril se encarga de preservarlos y mantenerlos disponibles para la consulta.
Traer a la mirada contemporánea estos testimonios, que por décadas fueron motivo de las más crueles violaciones a los derechos humanos, además de ser un urgente ejercicio de memoria histórica, es, en voz de Leopoldo Maldonado, director de Artículo 19, “un acto de resistencia en un contexto de un Estado que sigue sin reconocer las atrocidades”, poniendo sobre la mesa la aparente muestra de oídos sordos por parte del actual gobierno ante lo que, según sus palabras, ameritaría un acto de Estado donde se reconozca la ensangrentada responsabilidad del mismo.
Sin embargo, cruzarse de brazos no es una opción, y el equipo de Artículo 19, principal responsable de este proyecto, lo entiende muy bien, pues asume la función de mantener viva la memoria a través de la denuncia y los testimonios de quienes sufrieron esos actos, buscando la justicia —al menos simbólica— para aquellos que lucharon por la igualdad social, que hasta sus últimos días creyeron en que era posible mejorar la vida en el país.
No obstante, continúa siendo una urgencia que el Estado reconozca estos hechos como un acto político que garantice que nada de lo ocurrido durante esa guerra sin trinchera se repita.
“La desaparición y la tortura podían llegar por un simple volante, un simple documento de los que están aquí, era motivo suficiente”, recuerda con indignación Armando Rentería, que también donó una cantidad enorme de archivos a Artículo 19 para este histórico proyecto. Rentería fue militante de la Juventud Comunista, el Frente Estudiantil Revolucionario y la Liga Comunista 23 de Septiembre, un perfil que comparte con los violentados por las fuerzas represivas del Estado durante la Guerra Sucia, y que nos hace pensar en lo que realmente representan estos documentos: son las personas que se llevaron, los jóvenes a quienes se les arrebató el derecho a la vida, hombres y mujeres que jamás volverían con su familia. Es por eso que traer estos archivos es no dejar a estas personas atrás, es traerlas a nuestro presente por los únicos métodos que son posibles.
En la biblioteca del CCUT, donde ahora reposan estas memorias, Armando Rentería observa a la distancia con visible emoción. Se acerca a José Espitia, responsable de la biblioteca, y después de un suspiro, le dice:
“Dejo una parte de mi corazón aquí… cuídenlo bien”.
Encontrar la humanidad en un contexto que banaliza la muerte es complicado: las cifras invisibilizan a las personas, arrebatan sus nombres, sus luchas, las desvinculan de seres queridos y las reducen a estadísticas.
Es aquí donde Vestir la Resistencia, una exposición museográfica, acompaña a la inauguración de este proyecto: a través de la ropa que usaban los jóvenes tildados como “comunistas”, construye un puente entre nosotros y la cotidianidad pasada, que se vio interrumpida con la violencia estatal, dejando sin dueños a las prendas que ahora se exponen aquí.
El recorrido comienza con un vestido azul cielo, de mangas acampanadas y flores bordadas; casi podemos imaginar a una joven risueña usándolo y andando por las calles de un México gobernado por Díaz Ordaz, tal vez fumando, tal vez escuchando trova o quizás rock.
A un lado, un par de zapatos blancos y otro vestido, este morado y más corto que el anterior. Por la derecha se encuentra un atuendo completo: pantalón de mezclilla, camisa sport con estampado de flores y un saco casual color café. Los conjuntos parecen salidos de una película de los setenta, llena de colores intensos, camisas de mangas largas y pantalones acampanados. Podemos sentir la tela, conocer las texturas; la memoria se vuelve tangible.
Agregando otra capa de realidad, la exposición nos confronta con audios grabados por los sobrevivientes de dicha violencia, que, sin embargo, no resultaron ilesos: se vieron despojados de sus familiares, de sus seres amados. Escuchamos las cartas que escriben a sus desaparecidos, extrañándolos, haciéndoles saber que no han dejado de ser buscados y que siguen haciendo falta:
“Efraín, te dedico estas líneas ahora que ya no estás […] tu hijo se llama Efraín, como tú, como siempre quisiste […] él te recuerda mucho, aunque no lo conociste”.
“Hola, carnal, ya tenemos 13 años sin saber de ti. No pierdo la esperanza de tenerte con nosotros; han sido eternos estos años”.
El nudo se hace en la garganta y la indignación cobra sentido: el derecho a la verdad sigue sin constituirse, sin verse realizado. Años de desaparición, años de memoria y años de ignominia del Estado.
Bajo la misma línea de dar voz y nombres específicos, nos encontramos con el traje de policía del Negro Durazo, comandante de la Dirección Federal de Seguridad, responsable de la represión de los años setenta, cuya firma fue la tortura y el asesinato.
Al levantar la tapa de uno de los bolsillos delanteros del traje, se activa un audio que contiene una entrevista hecha a Durazo, donde este se enorgullece de su “estrategia de seguridad” con burlona arrogancia. A la derecha del traje, impreso en un gran lienzo, se muestran informes oficiales de la época de Durazo, que dan forma a otro de los objetivos de la exposición: señalar los eufemismos instrumentalizados para la suavización verbal de la violencia.
“Paquetes”, “interrogatorio severo”, “vuelo local” son expresiones que detrás de sí esconden una violencia tan oscura como siniestra, haciendo más digerible escuchar lo que realmente significa tortura, asesinato, etc. Y es que reconocer los eufemismos se vuelve una necesidad atemporal, pues las puertas siguen abiertas a la manipulación y encubrimiento por medio de la palabra, por lo que es un deber que nuestro radar esté alerta, atento a cualquier intento de suavizar actos de violencia.
Vestir la Resistencia permite entender el objetivo del proyecto Archivos de la Resistencia: reconocer que la lucha por la verdad y la justicia está lejos de encontrar final, pero es un deber moral que no podemos abandonar. El Estado actual, a pesar de facilitar la realización de acciones como esta, continúa sosteniendo la falta de claridad y está lejos de acercar la verdad de lo ocurrido con miles de personas en México, lo que se complica aún más con el paralelo crecimiento de desapariciones que también merecen y necesitan respuesta. La negación de esta crisis imposibilita la búsqueda de justicia para este tema.
“Confieso que sí extraño que mi madre acuda a los festivales de madres de la escuela. Ya tiene años acudiendo a marchas en el DF en ese día con sus compañeras de lucha”, son palabras escritas en sus años de secundaria por Carlos Mercado, dedicadas a su hermano Francisco Mercado Espinoza, desaparecido por el Estado en 1977.
Su testimonio demuestra una realidad terrible: la desaparición no solo detiene la vida de la víctima, también la de quienes lo rodean, como su madre, que dedicó años a su búsqueda, dejando atrás su propia vida para encontrar, aunque sea, el cuerpo de Francisco. No podemos ser indolentes frente a estas heridas, que compartimos como mexicanos: somos los que se llevaron, los que ya no volvieron.
Debemos, con ese dolor, exigir a las autoridades que reconozcan la participación del Estado en estos crímenes para así acercarnos un poco más a la verdad, y que la justicia no se vea tan lejana. La primera mañanera de la presidenta Claudia Sheinbaum fue un 2 de octubre, y la dedicó a reconocer la absoluta responsabilidad del Estado, dirigido entonces por Gustavo Díaz Ordaz. Fue un ejercicio de memoria histórica significativo, valioso. Lamentablemente, esa violencia estatal no fue solo de un año: fueron tres décadas de impunidad, terror, de ausencia de libertad, por lo que rememorar solo aquel no es suficiente.
Vestir la Resistencia es una exposición imperdible en un contexto histórico donde las huellas siguen desapareciendo. Archivos de la Resistencia es la denuncia a esto, una denuncia llena de memoria viva, punzante, que exige a la sociedad actual unirse a su búsqueda de justicia y le plantea al gobierno la acción de reconocer públicamente aquellas atrocidades, para después dar el siguiente paso.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona