Habitantes del Estado de México fueron sorprendidos por la lluvia que dejó inundaciones de hasta 80 centímetos dentro de sus casas. Hay más de 4 mil personas afectadas. Los vecinos le echan la culpa a un mal funcionamiento del sistema de drenaje y la falta de planeación urbana
Texto y fotos: Redacción Pie de Página
ESTADO DE MÉXICO.- En esta colonia las inundaciones no son raras, cada temporada de lluvias, el cuento es parecido. “¡N’ombre, si ahí en la avenida principal (el Bulevar Adolfo López Mateos y la avenida Piedra) siempre que llueve fuerte se inunda”, dice uno de los bomberos que desde la madrugada de este martes intervienen en la zona colaborando con las acciones de limpieza.
En esta colonia, como en otras 5 de Atizapán, el granizo de la tarde del lunes 5 de junio causó estragos que muchos, en años de vivir en esta colonia no habían visto. Según el censo de Protección Civil del Estado de México hay más 226 casas afectadas y más de 4 mil personas afectadas, sin embargo, aún no termina la contabilización de las autoridades.
La presidencia municipal de Atizapán pidió al gobierno federal declarar estado de emergencia en la entidad, debido a la gravedad de los daños, sin embargo, fuera de esas colonias, las afectaciones de la tromba fueron menores.
“El hospital está, podríamos decir, en los terrenos más bajos de todo esto. Yo creo que por eso aquí pusieron dos bombas. Ahí están, al final de la calle, ahí donde está la primaria hay una, y siempre que llueve así empiezan a funcionar, y ya se va el agua, pero ahora quién sabe por qué tardaron mucho” cuenta Carla Santiago, mientras limpia la entrada a su local, que es parte una embalsamadora sobre avenida Calacoaya.
En esta calle, la mayoría de los negocios tiene varios escalones antes de su puerta, y otros pocos después de ella. Esta especie de diques de concreto son precisamente para mantener alejadas las aguas de inundaciones recurrentes, sin embargo, esta tarde no fueron suficientes.
“El nivel subió como unos 20 centímetros», asegura Carla sin dejar de limpiar. “Lo que pasa, por qué aquí se inundó más feo, es que como el agua baja de todos los cerritos, pues toda el agua se vino a presión. Y aparte cuando empezó a llover primero vino con granizo. ¡Eran unas bolotas bien enormes! Se escuchaban muy feo en los vidrios y en los carros, pero por eso se tapó el drenaje”.
En el callejón que está detrás de la embalsamadora, vive Catalina Mateo. El agua pasó por su casa como un viento por una maya.
«Ya como 10 años viviendo aquí y nunca se me había inundado de esta manera. Ya una vez cuando habíamos visto, el agua pasaba por enfrente de la casa, por la entrada y salía para allá -dice mientras señala al fondo de su casa, por el patio- hacia la escuela, por suerte se fue para allá y no pasó a la casa, pero era como si un río pasara por mi patio”.
La mañana de este martes, luego de la tromba, unas personas del gobierno estatal pasaron por su casa y le dejaron un panfleto de cómo cuidar los alimentos en situaciones de riesgo como éstas. Le dijeron que iban a regresar, pero ella no lo cree.
A unas cuadras de donde vive Catalina, en el callejón de Catemaco, las casas parecen haber sido atacadas por una mancha de lodo que dejó su marca en paredes y puertas. Con las cocheras abiertas, los vecinos limpian todo lo que pueden: muebles, salas, estufas, refrigeradores. “Si crees que a nosotros nos fue mal, deberías irte asomar al fondo, dice uno de los vecinos de la calle”.
Al fondo de la calle, María Isabel Juárez y su esposo Roberto Helguera se asoman sobre una puerta de metal que cubre la mitad de la entrada de su casa. Es una placa ancha, negra que más bien parece una escotilla. “Ésta la mandamos a poner en la lluvia anterior, porque ya se nos iba a meter el agua. Si no, yo creo que todo el primer piso se habría inundado”, cuenta la señora.
En frente de su casa, un auto blanco, que más bien parece una especie de pantano con ruedas, queda como recordatorio de la inundación de quince días antes. Como precaución, ellos mandaron a poner esa escotilla, sin embargo, en la casa de junto, no fue tomada ninguna previsión y el agua les inundó un metro y medio. Esta casita, además de estar al fondo del callejón, está a desnivel. Aquí el agua se concentró tanto que los bomberos tuvieron que romper la pared para que se drenara hacia el terreno de junto.
A unos metros de la colonia Calacoaya, que es más popular, empiezan a aparecer desarrollos residenciales más lujosos. Pero después, está Rincón Colonial, una pequeña colonia con calles empedradas y casas de tejas con pórticos de ladrillo y ventanas de herrajes rústicos.
Detrás de esta colonia está el campo de golf Bellavista, y en su borde, en calles cerradas y arboladas, se esconden fraccionamientos residenciales con casas de tres pisos, jardín y cochera, frente a ellas, pasa el canal de Calzada de los Ailes, que una noche anterior parecía más bien un río embravecido.
“Aquí nunca se había inundado así en 40 años”, cuenta Maricarmen, una de las vecinas de la zona. Sentada en su sala, la señora parece hacer un esfuerzo sobrehumano para mantener la calma. El lodo entra a donde están los muebles desde la cocina en un tapete fangoso que se extiende desde la calle.
“Hubo una historia truculenta de que se le había inundado el sótano y creo que era una cochera antes. Llovió mucho y se inundó y ahora es un cuarto, es el sótano. Lo cerraron para que nunca más se volviera a inundar así, pero fue lo primero que se llenó de agua y por ahí se empezó a llenar la sala”.
En la casa, ayudando, está Guadalupe Serranía, que vive a dos casas y que está ayudando a Maricarmen durante el trago amargo. Para ella, la causa de la inundación es muy clara: el crecimiento urbano desmedido.
“No hubo una planeación de construcción, todo mundo se soltaba a construir sus fraccionamientos. El Cortijo era un terreno muy grande, pero ahora el cerro está todo construido, y cuando llueve el drenaje no da abasto y el agua baja a una velocidad impresionante. En vez de que el subsuelo absorba, los lodos bajan como resbaladilla”.
Los vecinos de estas colonias se apuran a rescatar lo que pueden y a crear nuevas barricadas contra el agua, pues el pronóstico para la noche siguiente es de lluvia, y temen que vuelvan a tener otra inundación.
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