Cansados de las invasiones urbanas, de la tala clandestina y la contaminación de tiros clandestinos a cuerpos de agua, ejidatarios del poniente del Estado de México, se organizan en una unión para proteger y conservar su bosque
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Duilio Rodríguez y cortesía
NAUCALPAN DE JUÁREZ, ESTADO DE MÉXICO. – Más de mil ejidatarios del poniente del Estado de México, habitantes del Bosque del Agua, la gran masa forestal que rodea las zonas urbanas del Valle de México, se organizaron en la Coordinadora del Estado de México de Ejidos y Comunidades para proteger sus tierras y conservar un bosque que permite la vida de millones de personas en la megalópolis más grande del país.
El pasado viernes 18 de agosto, miles de ejidatarios y representantes comunales de esta zona se reunieron en un salón al pie de la Basílica de los Remedios, en Naucalpan. El salón, construido sobre la ladera de uno de los cerros aún boscosos de esta zona. Por sus ventanas se ve Huixquilucan y otras zonas que en menos de 50 perdieron su estatus de bosque para llenarse de cemento. El avance de la mancha urbana, ya sea por asentamientos irregulares o por lujosos fraccionamientos, es una de las principales amenazas que enfrenta este bosque. La otra amenaza es la tala clandestina, realizada por la delincuencia organizada, amalgamada con otros delitos como la trata o el narcotráfico.
“Hasta ahora hemos sumado cerca de mil 272 representantes, a dos por cada municipio para atender temas preocupantes, también temas agrarios y documentales, de respeto de reservas, de invasiones, de expropiaciones”, dice al respecto la mujer al frente de esta organización, Ana Lilia Ramírez, ejidataria de Naucalpan.
“La idea es generar vínculos entre nosotros: ejidatarios, comuneros y defensores ambientales».
Durante la reunión, algunos representantes ya registrados ante la coordinadora tomaron la palabra desde el micrófono.
“Hay muchos despojos, desprecio a las comunidades, esto me lleva a pensar que se puede humanizar, que todos juntos podemos oponer más resistencia”, dice uno de ellos. “Somos nosotros los que recorremos el cerro, los ejidos y nuestras dotaciones de tierra, los que conocemos los abusos en nuestros ejidos que ya no estamos dispuestos a tolerar”.
La tala, dicen algunos que piden resguardar su identidad por miedo a ser reconocidos es inconfortable, a pesar de que a sus tierras ha llegado la Guardia Nacional, pareciera que esta no está actuando de manera frontal en contra de ello. “Miran para otro lado” cuando se les pide actuar, dicen algunos de los pobladores.
A la par, el crecimiento de la ciudad, junto con la infraestructura humana como carreteras o el tren interurbano solo anuncian mayor pérdida forestal. de agua, ni hay precio por qué lo vendemos a 500, o 2000 pesos. Un valor incalculable.
Los cerros que coronan el altiplano central del país, son la zona de mayor humedad y precipitaciones que existe en esta parte del país, lo que convierte a estos bosques en una fábrica de agua para 25 millones de mexicanos. Mientras que en el resto del Valle de México o en algunas zonas de Toluca la precipitación media anual es ligeramente superior a 700 milímetros de lluvia por metro en promedio cuadrado al año, en la zona boscosa que se extiende por la serranía que separa Toluca y Morelos de la Ciudad de México llega hasta mil 500 milímetros anuales en promedio, como dijo al respecto el doctor en recursos naturales, biólogo y también perito ambiental, Daniel Ávila Akerberg.
“En esta zona tenemos una de cada 10 especies de flora y fauna que habitan todo el país, es un territorio rico en hongos, aves, peces y un montón de cosas que la mayoría de las personas que vivimos en estos territorios no conocemos», dijo sobre el bosque que cruza tres estados, 30 municipios y siete alcaldías, así como 191 núcleos agrarios.
A pesar de que el 71 por ciento de estos bosques tienen algún tipo de protección legal, ya sea como áreas naturales protegidas o zonas de conservación, esto no ha sido suficiente para detener el deterioro del bosque, que, de seguir este ritmo, podría no ser capaz de dar los servicios ambientales (agua, principalmente) para millones de personas.
“Aquí vinimos a trabajar para el reconocimiento de los derechos al agua no solo de los ejidos, sino de miles de personas”, dice Ana Lilia en el micrófono. “Lo sabemos, a veces no podemos trabajar en estas tierras por un problema heredado, de que no tenemos reconocimiento sobre el uso y cuidado del agua que pasa por nuestras tierras, o ¿quiénes de ustedes tienen el reconocimiento de agua, cuántos ya cuentan con un decreto presidencial que les acredita el derecho al agua en sus tierras?”, cuestiona la lideresa.
Según explicó Elena Burns, asesora presidencial en temas de agua y exfuncionaria de la Comisión Nacional de Agua, muchos de estos ejidos no pueden defender el uso de su agua que a veces es entregada por las mismas autoridades federales a personas ajenas a las tierras por que no hay forma de reconocer el derecho de estas comunidades sobre este tipo de recursos.
Así, además de crear un frente amplio para la defensa del territorio la coordinadora se ha propuesto la regularización de papeles de titularidad ejidal y el arreglo de disputas de límites junto con el Registro Nacional Agrario, con quien trabajan a la par.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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