En El deseo de Ana, el director mexicano Emilio Santoyo aborda el tema tabú del incesto a través de la historia de Juan y Ana. Una magnífica película de extrema precisión donde los actores subliman la historia.
Texto: Richard Godin
Fotos: Anomia Contenidos
CIUDAD DE MÉXICO.- Después de leer la sinopsis, es difícil saber qué esperar de esta película, que se considera un drama mexicano. Pero una vez que te has tragado la hora y veinte minutos de un tirón, un sentimiento destaca más que cualquier otro: la vergüenza. Avergonzado de ver una película entera sobre el incesto que no oculta ningún detalle de este fenómeno. Pero también se avergüenza de haber encontrado la película magnífica a pesar de que trata un tema que muchos seguirán considerando tabú. Pero no importa. El deseo de Ana, la primera película de Emilio Santoyo, es un éxito tanto desde el punto de vista cinematográfico como del guión.
Ana tiene insomnio, a menudo la expresión de un problema que persigue sus pensamientos. Extrañamente, parece llevar una buena vida en un amplio piso en La Condesa de la Ciudad de México que comparte con su hijo Mateo. Cuida las numerosas flores de su balcón, observando a sus vecinos que tienen lo que ella no tiene. Pero lo que la mantiene despierta no es un problema temporal. La prueba está en la costumbre de su hijo (de ocho o nueve años) de prepararse el desayuno e ir al colegio solo mientras su madre lucha por despertarse. Afortunadamente, es arquitecta, trabaja desde casa y se gana bien la vida. ¿Cuál podría ser el problema? De eso trata la película, de sacar a la luz todos los secretos que Ana ha guardado desde su infancia.
Como suele ocurrir, es un desencadenante en su vida actual el que le trae recuerdos del pasado. Algo que le recuerda acontecimientos pasados o que reaparece tras años de ausencia. En la situación de Ana, es su hermano quien se presenta en su puerta. Juan llega en moto y le pide a su hermana que le acoja durante unos días. Un personaje travieso, orgulloso e intrépido, es todo lo contrario a Ana. Mateo conoce a su nuevo tío que le presenta una libertad contraria a la educación dada por su madre (montar en moto, robar en la tienda de comestibles, comer delante de la televisión).
Una noche, frente al televisor mientras come palomitas, Mateo le cuenta a Juan sobre el novio de su madre. Esta información parece herir a su tío, que revela una nueva faceta de su personalidad: los celos. La relación entre Ana y Juan se convierte poco a poco en una relación que parece venir de lejos, mucho más fuerte que la de un hermano y una hermana.
Ha vuelto porque quiere encontrar su antigua cercanía. Ella se siente atraída por él, pero también quiere salir de esta situación en la que está atrapada. La influencia de Juan es muy fuerte y trastorna todo lo que ella ha hecho para salvarse. Pero la ternura también es visible en ambos lados, en un juego bipolar de sentimientos. ¿Esto es incesto? ¿Una relación de amor-odio, permitido- prohibido, atracción-rechazo? ¿Sometimiento a deseos que sabemos que están prohibidos? “Pinche Juan”, “Pinche Ana”, se dicen mientras se miran en el espejo del baño. Pero por el momento son ambos, Mateo está durmiendo. Así que hablan del pasado (su padre) mientras beben y fuman (drogas). Se besan.
La calidad de la película se debe sobre todo a su guión. Con muy pocos diálogos, todo se reduce a lo esencial (lo que explica la brevedad de la película). Nada contamina esta brillante y honesta concentración. Sin juzgar, compadecer o apiadarse, la película trata de mostrar simplemente la realidad de una hermana y un hermano que fueron víctimas del incesto en su juventud y cuyas consecuencias siguen presentes. En este escenario, los actores (los excelentes Laura Agorreca y David Calderón) trascienden la película con su talento sacando a relucir una impresionante gama de emociones. La atracción, la ternura, los celos y sobre todo la ambigüedad de los personajes. Expectación, asombro e incomodidad para el público. El incesto es un tema difícil de tratar, y aquí está brillantemente tratado.
La película es visualmente magnífica, con planos que pueden calificarse de artísticos. La desnudez, varias veces en la imagen, se expone con intimidad y pudor a través de un trabajo de luz y desenfoque muy bien utilizado. La escena de varios minutos en una discoteca en la que Juan y Ana se reúnen con su novio es, sin duda, la más bella. En un tema que no se prestaba necesariamente a ello, Emilio Santoyo consigue realizar una verdadera creación artística.
Víctimas emocionales de actos que escapan a su control, los hermanos navegan entre el pasado y el presente, enfrentándose a aquello a lo que se han aferrado todos estos años y que les ha matado lentamente. Sólo Mateo devuelve a Ana a la realidad manteniéndola con los dos pies en el suelo. Por su parte, Juan, que también tiene una novia a escondidas de su hermana (que tiene un gran parecido con Ana). Está esperando un hijo. Él también ha intentado hacerse una vida.
Tras un largo momento en el que le vemos culpable de la recaída de Ana (sentimos que la fuerza cuando ella intenta salir de eso), finalmente nos damos cuenta de que es tan víctima como su hermana. A partir de este contexto, sólo queda una solución: enfrentarse a la realidad, aceptarse mutuamente y encontrar la paz y la redención, única forma de continuar el resto de sus vidas.
El deseo de Ana, Emilio Santoyo, con Laura Agorreca (Ana), David Calderón (Juan), Ian Monterrubio (Mateo), Simone Bucio (Meli), Emmanuel Varela (Pedro), México, 2019. Dur. : 79 mins.
Actualmente en la Cineteca de México antes de regresar a la Cineteca Mexiquense en abril y al circuito CEDECINE en abril y mayo, en el interior del país.
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