En su primer discurso como presidente constitucional de México, Andrés Manuel López Obrador reiteró que el neoliberalismo y la corrupción han sido una calamidad para el país. En su gobierno, dijo, se acabarán ambos, pero no se perseguirá a nadie. La solución: el rescate al sector energético –en particular el petróleo y la electricidad– y un viraje al Estado de bienestar
Texto: Lydiette Carrión y Daniela Rea
Fotografías: Daniela Pastrana, Arturo Contreras y Fernando Santillán
CIUDAD DE MÉXICO.- El neoliberalismo y la corrupción emanada de aquél han sido una “catástrofe, una calamidad para el país”, diagnosticó Andrés Manuel López Obrador, durante su toma de protesta como presidente Constitucional de México. Advirtió que los dos ejes para el cambio serán abatir la corrupción y separar el poder político del económico. Sin embargo, dijo, “no habrá venganzas”.
Segundos después de ser ungido con la banda presidencial, López Obrador dio un discurso de una hora y 20 minutos, en el que describió el estado del país debido, dijo, a 36 años de neoliberalismo en México y la corrupción pública y privada. Por ello, el objetivo de su gobierno será abatir la corrupción y la impunidad. Sin embargo, no perseguirá judicialmente a los funcionarios que cometieron estos actos durante los regímenes neoliberales. “Propongo al pueblo de México que pongamos un punto final a esta horrible historia y mejor empecemos de nuevo. En otras palabras, que no haya persecución a los funcionarios del pasado”.
Sobre las formas de cambiar el rumbo económico, enlistó dos ideas que han sido bandera suya desde hace años: la austeridad republicana y abatir la corrupción. Y puso especial énfasis en retomar las riendas del sector petrolero y energético (mmás tarde diría: Vamos a rescatar el petróleo como con Cárdenas en el 38), así como de impulsar proyectos productivos y cortinas de crecimiento que arraiguen a los mexicanos a sus lugares de origen y acabar así con la migración por causas económicas.
Si bien el abandono al sector agropecuario fue bandera durante su campaña y su periodo como presidente electo, este no tomó un lugar preponderante en el discurso, sólo mencionó, de pasada, su compromiso a evitar los transgénicos, el fracking y cuidar el medio ambiente.
Aunque más tarde, en la plaza del Zócalo capitalino y tras recibir el Bastón de mando por parte de representantes de grupos originarios, advirtió que habría créditos y ayuda directa para los pequeños y medios agricultores, los pequeños pescadores. Además, dio a conocer que las empresas mineras pagarán impuesto acorde a las ganancias.
Reiteró la fusión de Diconsa y Liconsa para crear el organismo Seguridad Alimentaria Mexicana. Y anunció la creación del Banco de Bienestar, como una forma de sustituir al Bansefi, que quedó “pequeñito” después de la desincorporación, por no decir “privatización”.
López Obrador dio un nuevo espaldarazo a los proyectos que llevan su firma: la construcción del tren maya y una nueva refinería, así como una vía férrea en el Istmo de Tehuantepec, y el sembrar un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables en el sureste del país.
Advirtió que este mismo 1 de diciembre envió a la Cámara iniciativas de reforma constitucionales para establecer el Estado de bienestar, el derecho del pueblo a la salud, la educación y la seguridad social. “Haremos a un lado la hipocresía neoliberal”.
A partir de ahora, dijo: “por el bien de todos, primero los pobres. Nuestra consigna de siempre, a partir de hoy se convierte en principio de gobierno”.
“El distintivo del neoliberalismo es la corrupción. Suena fuerte, pero la privatización ha sido en México sinónimo de corrupción.” No es que no hubiera corrupción antes, “casi siempre ha ocurrido este mal en nuestro país, pero lo sucedido durante el neoliberalismo no tiene precedentes. El poder político y económico se han alimentado y nutrido de esto, y se ha convertido como modus operandi el robo de las riquezas de la Nación”, advirtió.
“Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo. Esa es la causa principal de la desigualdad económica y social, y también de la violencia que padecemos”.
“En cuanto a la ineficiencia del modelo económico neoliberal, basta decir que ni siquiera en términos cuantitativos ha dado buenos resultados”.
López Obrador narró a grandes rasgos las políticas económicas del México del siglo XX, posrevolucionario:
“Recuérdese que luego de la etapa violenta de la Revolución, desde los 30 a los 70 del siglo pasado, es decir durante 40 años, la economía de México creció a una tasa promedio anual del 5 %, y durante ese mismo periodo, en dos sexenios consecutivos, de 1958 a 1970, cuando fue ministro de Hacienda Antonio Ortiz Mena, la economía no sólo creció al 6% anual, sino que esto se obtuvo sin incremento de la inflación y sin incremento de la deuda pública. Por cierto, Ortiz Mena no era economista sino abogado.
“Posteriormente, hubo dos sexenios en los que la economía creció también al 6 % anual, pero con graves desequilibrios macroeconómicos, es decir, con inflación y endeudamiento…”.
Fue entonces que se implementó el modelo neoliberal, y “éste fue el más ineficiente en la historia moderna de México”. Desde entonces, la economía creció al 2% anual, y esa riqueza se ha concentrado en muy pocas manos. El neoliberalismo, expresó, ha significado para los mexicanos la miseria económica, la migración masiva, o la decisión de tomar el camino de graves conductas antisociales. “Lo digo con realismo y sin prejuicios ideológicos”.
“Durante la época del llamado desarrollo estabilizador, en la década que van del 30 al 70, los gobernantes no se atrevieron a privatizar las tierras ejidales, los bosques las playas, los ferrocarriles, las Telecom, las minas, la industria eléctrica y mucho menos a enajenar el petróleo. Pero en las últimas décadas, se han dedicado, como en el porfiriato, a transferir bienes e incluso funciones del Estado a particulares, nacionales y extranjeros”.
Como lo ha hecho en otros discursos, López Obrador destacó el caso de la reforma energética, ocurrida cuatro años atrás. “Dijeron que iba a salvarnos”, pero sólo ha disminuido la producción de petróleo, el gas y la electricidad.
“Se dijo que se iba a conseguir inversión extranjera a raudales, como nunca. El resultado es que apenas llegaron 760 millones de dólares, lo que únicamente representa el 1.9 por ciento de la incipiente inversión pública realizada por Pemex, y apenas el 0.7 por ciento de la inversión prometida”.
También se decía que para 2018 México estaría produciendo 3 millones de barriles diarios. “La realidad es que son 1 millones 730 mil barriles diarios, es decir 41% menos de lo estimado y con tendencia a la baja.”
“Antes del neoliberalismo, producíamos y éramos autosuficientes en gasolina, diesel, gas, energía eléctrica. Ahora compramos más de la mitad de los que consumimos en estos insumos”. Además, México sería prácticamente el único país petrolero que debe importar no sólo gasolina y derivados, sino también petróleo crudo para abastecer sus necesidades energéticas.
Agregó otros saldos del neoliberalismo, por ejemplo el maíz, planta nativa y emblemática de México; y que en la actualidad México es la nación que más importa maíz. Habló sobre el aumento de la diabetes, en comparación con países de América Latina. Pero destacó también el tema de la migración: “nos convertimos en el segundo país del mundo con mayor migración. Y por lo que hace a la violencia, estamos en los primeros lugares del mundo”.
El Presidente redundó: “En el periodo neoliberal la corrupción se convirtió en la principal función del poder político. Por eso, si me piden que explique en una frase el nuevo gobierno es acabar con la corrupción y la impunidad”. (Sin embargo, en el discurso quedó difusa la manera en la que se realizaría esto.) El presidente entonces fue interrumpido por una ola de aplausos.
“Pero al contrario, de lo que pudiera suponerse, esta nueva etapa la vamos a iniciar sin perseguir a nadie, porque no apostamos al circo y a la simulación”.
En este punto, hubo aplausos, pero menos.
“Además, siendo honestos como lo somos, si abrimos expedientes dejaríamos de limitarnos a buscar chivos expiatorios –como se ha hecho siempre– y tendríamos que empezar por los de mero arriba, tanto del sector público como del sector privado. No habría juzgados ni cárceles suficientes, y lo más delicado, lo más serio: Meteríamos al país en una dinámica de fractura, conflicto y confrontación, y ello nos llevaría a consumir tiempo, energía y recursos que necesitamos para emprender la regeneración radical de la vida pública México”.
A estas alturas, el público se dividía entre los aplausos y los gritos.
“…En consecuencia, propongo al pueblo de México que pongamos un punto final a esta horrible historia y mejor empecemos de nuevo. En otras palabras, que no haya persecución a los funcionarios del pasado, y que las autoridades encargadas desahoguen en absoluta libertad…”, en ese punto, López Obrador hubo de interrumpir su discurso, debido a que legisladores –principalmente de los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática– comenzaron a contar hasta 43…
–40, 41, 42, 43, ¡Justicia!
López Obrador continuó:
–…Que las autoridades encargadas desahoguen en absoluta libertad los asuntos pendientes. Por cierto, hoy se constituye una comisión de la verdad para castigar (aplausos) los abusos de autoridad, para atender el caso de los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa”.
Una nueva ola de aplausos puso punto final al tema.
López Obrador reiteró su postura de no persecución, si bien matizó que todos estos asuntos se consultarán a la ciudadanía.
Sobre la recuperación económica, López Obrador aseguró que el abatir la corrupción e implementar la austeridad republicana “nos permitirá liberar muchos fondos, más de los que imaginamos, para impulsar el desarrollo de México”. Con el ahorro a través de esa diada, se rescatará la industria petrolera y la industria eléctrica.
El primer punto para abatir la corrupción sería una reforma legal que considere la corrupción un delito grave, “que aunque parezca increíble no lo era”, así como una reforma al artículo 8 Constitucional para eliminar los fueros de los servidores públicos, incluido el Presidente.
“Hoy este día, estoy enviando al Senado una iniciativa para que el presidente de la república, como cualquier ciudadano, pueda ser juzgado por el delito que sea, aun en funciones. Un buen juez por la casa empieza”. Y resumió: “Vamos a limpiar la corrupción de arriba a abajo, como se limpian las escaleras”.
Finalmente, la otra distinción será la separación del poder económico del poder político. “El gobierno ya no será un simple facilitador para el saqueo, como ha venido sucediendo. Ya el gobierno no va a ser un comité al servicio de una minoría rapaz”.
Insistió en que no se endeudará más al país, y ello no significará que se detendrá la inversión extranjera. El Banco de México, prometió, conservará su autonomía.
“No gastaremos más de lo que ingrese a la Hacienda Pública. Se respetarán los contratos suscritos por los gobiernos anteriores, pero ya no habrá más corrupción, influyentismo ni negociaciones con empresas particulares, me comprometo –y soy hombre de palabra– a que las inversiones de accionistas nacionales y extranjeros estarán seguras y se crearán condiciones hasta para obtener buenos rendimientos, porque en México habrá honestidad, Estado de derecho, reglas claras, crecimiento económico y habrá confianza”.
López Obrador no se refirió específicamente al sector terciario y servicios de la economía. Esta omisión es significativa, dado que para los gobiernos anteriores –sobre todo los de corte panista– el énfasis se puso precisamente en ellos: el turismo, el sector servicio y las exportaciones de productos específicos. López Obrador, en cambio insistió en el sector energético –el sector secundario de la economía–.
Sin embargo, aunque habló del rescate al maíz y la siembra de un millón de árboles árboles frutales en este primer discurso, el rescate al campo –el cual ha sido punto importante en sus discursos anteriores–quedó un poco de lado. Sólo se refirió a la plantación de árboles frutales y maderables, el cuidado a la ecología, y reiteró que prohibirá los transgénicos y el fracking (técnica extractiva de petróleo, gas y derivados con graves consecuencias ambientales).
“Vamos a impulsar proyectos productivos con inversión pública y privada, nacional y extranjera. Estos proyectos se crearán como cortinas de desarrollo al norte y sur del país, para retener a los mexicanos en sus lugares de origen. Queremos que la migración sea optativa, no obligatoria.”
Los proyectos concretos que se impulsarán son los que promovió desde antes: Se construirá el tren maya, se erigirá una nueva refinería. Asimismo, se construirá una vía férrea en el Istmo de Tehuantepec, y se ampliarán los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos para comunicar en menos tiempo a los países de Asia con la Costa este de Estados Unidos. En este corredor habrá gasolina precios bajos, para promover la creación de empleos. “En 3 años estará funcionando, me canso ganso, además del actual, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, con dos pistas adicionales en Santa Lucía”. Finalmente, entrará en vigor la nueva zona libre, a lo largo de los 3 mil 800 km de frontera. Será la zona libre más grande del mundo. En esta franja, el día primero de enero, se reducirá el IVA del 16 al 8 %; el impuesto sobre la renta bajará al 20 %, la gasolina, el gas y la electricidad costarán a la mitad y se subirá al doble el salario mínimo, “esta será la última cortina de seguridad para retener en el país a nuestros compatriotas”.
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