Han pasado 45 años del emblemático discurso de Jesús Reyes Heroles en Chilpancingo, que antecedió la reforma política de 1977. Hoy que se planean nuevas reformas, hay que recordar de dónde venimos
Twitter: @chamanesco
Hace 45 años, en Chilpancingo, Guerrero, Jesús Reyes Heroles pronunció el emblemático discurso en el que anunció una profunda reforma político-electoral que abrió a México a la pluralidad política.
Punto de quiebre de la transición a la democracia, la reforma de 1977 apaciguó a un país sometido a las tensiones entre un Estado autoritario y la acción de grupos guerrilleros que consideraban que la vía armada era la única alternativa que les había dejado el régimen represor.
Tres años antes de esa reforma, la guerrilla encabezada por Lucio Cabañas había secuestrado al senador y candidato del PRI a la gubernatura de Guerrero, Rubén Figueroa, un temible cacique prototipo del sistema priista, corrupto y autoritario.
Como dirigente nacional del PRI, Reyes Heroles había advertido (en junio de 1974), que los grupos minoritarios y violentos recibirían una respuesta del Estado, aunque desde entonces dijo que la apuesta correcta era la de la política, y no la del endurecimiento del régimen.
“La indignación que el secuestro de nuestro candidato Rubén Figueroa nos produce no debe ofuscarnos; la contraviolencia no debe inspirarnos. Somos un partido político con medios de acción políticos. El aventurerismo nada tiene que ver con la política… Para avanzar no necesitamos de ninguna violencia; pero ninguna violencia podrá retrasar o detener nuestro avance… Creemos en el poder de las ideas; creemos en el poder del derecho… creemos en el poder de la política y no en la política del poder”, dijo Reyes Heroles en el discurso de la Convención del PRI celebrada en Chilpancingo en ausencia de su candidato a la gubernatura, secuestrado por la guerrilla.
Muchas cosas pasaron en el camino: Rubén Figueroa fue liberado en septiembre de 1974, ganó las elecciones, se convirtió en un gobernador que infundía miedo por sus métodos represivos; la Liga 23 de Septiembre se extendió en varios puntos del país; el intento de secuestro del empresario Eugenio Garza Sada terminó en asesinato, el régimen de Luis Echeverría respondió endureciendo la persecución a todo aquel que considerara rebelde o subversivo; desapareció Jesús Piedra Ibarra y doña Rosario emprendió una búsqueda que la llevó a fundar el Comité Eureka; la resistencia civil surgió como método de lucha contra “la dictadura perfecta”.
Como epílogo de la Guerra Sucia, en 1976 el único candidato a la Presidencia de la República fue José López Portillo, postulado por el PRI y sus satélites PARM y PPS. Valentín Campa fue candidato clandestino del Partido Comunista, pues dicho partido no tenía reconocimiento legal.
El régimen posrevolucionario era una olla de presión a punto de reventar por la inconformidad de sindicatos, organizaciones campesinas, movimientos estudiantiles y diversos grupos sociales, que sólo recibían una respuesta a sus demandas: represión, censura y persecución del Estado con métodos ilegales.
En ese contexto, Jesús Reyes Heroles regresó a Chilpancingo en abril de 1977, como secretario de Gobernación del recién conformado gobierno de López Portillo, y aprovechó su discurso en el Segundo Informe del gobernador Rubén Figueroa para anunciar la reforma política y mandar mensajes a ambos lados: tanto a los radicales de las oposiciones, como a los duros del régimen.
“Endurecernos y caer en la rigidez es exponernos al fácil rompimiento del orden estatal y del orden político nacional. Frente a esta pretensión, el presidente López Portillo está empeñado en que el Estado ensanche las posibilidades de la representación política, de tal manera que se pueda captar en los órganos de representación el complicado mosaico ideológico nacional de una corriente mayoritaria, y pequeñas corrientes que, difiriendo en mucho de la mayoritaria, forman parte de la nación.
“La unidad democrática supone que la mayoría prescinda de medios encaminados a constreñir a las minorías e impedirles que puedan convertirse en mayorías; pero también supone el acatamiento de las minorías a la voluntad mayoritaria y su renuncia a medios violentos, trastrocadores del derecho. Quiere esto decir que el gobierno de México sabrá introducir reformas políticas que faciliten la unidad democrática del pueblo, abarcando la pluralidad de ideas e intereses que lo configuran. Mayorías y minorías constituyen el todo nacional, y el respeto entre ellas, su convivencia pacífica dentro de la ley es base firme del desarrollo, del imperio de las libertades y de las posibilidades de progreso social”, dijo Reyes Heroles en el emblemático discurso del que se cumplieron 45 años apenas el pasado 1 de abril.
La reforma de Reyes Heroles creó la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, la entonces famosa LOPPE, que legalizó a los partidos políticos que actuaban en la clandestinidad -como el Partido Comunista- y puso en blanco y negro las reglas de la contienda por el poder en México.
Aunque desde 1964 existía la figura de “diputados de partido”, que había permitido al PAN meter a 20 diputados a la Cámara, 10 al PARM y 5 al PPS en las últimas tres legislaturas, la reforma de 1977 creó la Representación Proporcional, con un esquema de asignación de diputados basado en el porcentaje de votación alcanzado por los partidos minoritarios.
Como lo anunció Reyes Heroles, el régimen abrió una pequeña rendija para que las minorías pudieran, algún día, convertirse en mayorías.
En 1979, cuando se eligió por primera vez una Cámara de Diputados con las nuevas reglas, a la LI Legislatura llegaron siete fuerzas políticas: PRI (296 diputados), PAN (43), Partido Comunista (18), PARM (12), PPS (11), Partido Demócrata Mexicano (10) y el Partido Socialista de los Trabajadores (10).
A esa legislatura, gracias a la reforma, llegaron viejos líderes del Partido Comunista, activistas sociales y presos políticos recién excarcelados por la Ley de Amnistía que siguió a la reforma del 77, como Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo, Othón Salazar, Gilberto Rincón Gallardo, Pablo Gómez, Graco Ramírez, Jesús Ortega y Manuel Terrazas, entre otros.
En 1986, una nueva reforma ampliaría a 200 diputados la Representación Proporcional. Gracias a ello, desde dentro del propio Congreso, las oposiciones irían empujando nuevos cambios para construir un sistema electoral confiable.
Después del fraude del 88, la reforma de 1990 creó el IFE.
Después de la inequitativa elección de 1994, la reforma de 1996 dotó al IFE de plena autonomía, institucionalizó el financiamiento público a los partidos políticos como un piso de equidad en la contienda, y creó un tribunal para dirimir las controversias postelectorales.
Después de la dudosa elección de 2006, se creó un modelo de comunicación política con estrictas reglas de acceso a la radio y la TV y se elevó a rango constitucional el principio de imparcialidad que deben guardar los funcionarios públicos.
Después de los comicios de 2012, con la campaña anticipada del gobernador Enrique Peña Nieto y los casos Odebrecht y Monex, el IFE se convirtió en INE y se robusteció el sistema de fiscalización.
Otra vez Reyes Heroles: cuatro décadas de reformas político-electorales hicieron que el régimen perdiera la capacidad de constreñir a las minorías y condenarlas a ser minorías eternamente.
Y, en 2018, las minorías se convirtieron en mayorías, cuando muchos de los herederos de la resistencia frente al régimen autoritario acompañaron el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y la llegada de una nueva mayoría al Congreso.
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Hoy, desde la Presidencia de la República se propone dinamitar varios de los pilares del sistema político-electoral que permitieron la transición a la democracia y las alternancias en todos los niveles de gobierno: la representación proporcional, el financiamiento público a los partidos, la autonomía de los órganos electorales y el sostenimiento de un sistema que es caro porque contiene múltiples controles para dar certeza a los procesos.
Hoy que se ignora la historia, es bueno recordar de dónde venimos, de dónde provino el movimiento que hoy está en el poder y qué fue lo que hizo posible su triunfo en 2018.
Ojalá que López Obrador leyera a Jesús Reyes Heroles:
“La autoridad fundada en la ley, apoyada en ella, aplicándola, es más que suficiente para impedir que los conflictos de ideas puedan degenerar en conflictos de hecho, en violencia, sin sanción para los responsables. El derecho con autoridad y la autoridad precisamente con derecho garantizan que la intolerancia no se erija en sistema, que los conflictos no se conviertan en antagonismos irreductibles, que las contradicciones no nos lleven a una sociedad antagónica en sus bases y esencia. La autoridad con derecho y el derecho con autoridad excluyen el abuso de poder”.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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