Alejandro Moreno ha logrado lo que parecía imposible, que el PRI se vuelva aún más impresentable de lo que ya era en 2018. Y, sin embargo, mantiene un control férreo del partido, que lo reelegirá como dirigente por otros cuatro años
Por Ernesto Núñez Albarrán / X: @chamanesco
La 24 Asamblea Nacional del PRI es un punto de no retorno. Con la reforma estatutaria que permitirá a Alejandro Moreno Cárdenas mantenerse en la dirigencia nacional, avalada por los grupos de interés y sectores aliados de “Alito”, el partido tricolor hipotecó su futuro al de un impresentable líder político.
El ex gobernador de Campeche ha entregado al PRI los peores resultados electorales de sus 95 años de historia, y aún así, el PRI lo abraza y le entrega la llave para reelegirse a un segundo periodo, que culminaría en 2028, e incluso a un tercero, e irse hasta 2032 del Comité Ejecutivo Nacional.
Hoy la apuesta ya no es si el PRI será capaz de renovarse después del fracaso electoral de 2024 -eso ya no ocurrió-, sino si la organización fundada por Plutarco Elías Calles como Partido Nacional Revolucionario (PNR) llegará vivo a su centenario, en el año 2029. Y, sin embargo, los priistas reunidos el domingo 7 de julio en un auditorio del Pepsi Center lo ovacionan como si “Alito” fuera un líder triunfador, honorable y con decoro.
Ante ellos, dijo ‘Alito’ que, con los documentos básicos aprobados en la 24 Asamblea, el PRI “da pasos importantes hacia el futuro”. Aseguró que el PRI está “unido, fuerte y firme”. Afirmó que con él están “los priistas que han luchado, los que dan todo en el territorio, los que verdaderamente aman a México y al PRI”.
Y hasta se dio el lujo de arremeter contra los que se han ido en este sexenio, que no son pocos, y contra los que en la semana protestaron por la opacidad con la que se convocó y planchó la 24 Asamblea.
Frente a las críticas de ex dirigentes priistas como Dulce María Sauri y Manlio Fabio Beltrones, “Alito” reviró diciendo que son “el peor lastre” que tiene el partido.
A otros los llamó “una bola de cínicos, lacayos, esquiroles al servicio del gobierno y de sus intereses, que quieren romper la unidad a cambio de impunidad”.
Y les advirtió que lex exigirá que asuman su responsabilidad, por haber estado al frente del PRI cuando el IFE multó al partido por el ‘Pemexgate’; e incluso acusó que hay militantes vinculados al asesinato de Luis Donaldo Colosio que aún deben rendir cuentas.
No importa que él haya hecho valer su “músculo” como líder porril en Campeche, para ascender hasta la dirigencia estatal y luego nacional del Frente Juvenil Revolucionario. No importa que se haya hecho bajo la sombra y enseñanzas de liderazgos como el de Roberto Madrazo o Manlio Fabio Beltrones, quienes lo hicieron dirigente, secretario en el CEN, consejero político, diputado, senador, candidato a la gubernatura.
En tiempos de desmemoria política, “Alito” puede darse el lujo de arremeter contra sus padrinos; de hablar duro y amenazar a sus críticos, sin antes haber aclarado múltiples escándalos que ha ido acumulando en su carrera política; entre otros, su enriquecimiento personal y la adquisición de propiedades mientras fue gobernador de Campeche.
Un cargo para el que fue electo en 2015 y que dejó trunco en agosto de 2019 para competir por la dirigencia nacional priista. Un cargo al que no regresó, pues le resultó más provechoso el Comité Ejecutivo Nacional del segundo partido de la oposición, que el ejercicio del cargo.
A “Alito” no le importa que su sola presencia en la dirigencia tricolor le haya costado a su partido perder Campeche en 2021, y no sólo eso, cientos de elecciones a nivel municipal, estatal y federal.
Él usa la palabra cínico para denostar a sus opositores internos, sin detenerse en su propia desfachatez, la de perpetuarse en la dirigencia a pesar de haber sido el peor líder que haya tenido el tricolor en nueve décadas de existencia.
Los resultados de la dirigencia encabezada por “Alito” y Carolina Viggiano, secretaria general del CEN del PRI, son penosos: cuando asumieron los cargos el PRI gobernaba 12 estados, tenía 15 senadores y 45 diputados federales.
Las elecciones de 2018 acababan de golpear duro al partido tricolor, que venía de un sexenio cuestionado por la Presidencia de Enrique Peña Nieto, y de una campaña desastrosa con José Antonio Meade como candidato presidencial que, en coalición con el Partido Verde y Nueva Alianza, quedó en tercer lugar en las elecciones del 1º de julio.
Según las crónicas de agosto de 2019, “Alito” asumió la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional prometiendo que liberaría al partido “de la nomenclatura” y lo entregaría a las bases. Recibió el CEN de manos de la entonces presidenta nacional, Claudia Ruiz Massieu, quien hoy ya no está en el PRI, sino en Movimiento Ciudadano.
El primer desastre de “Alito” ocurrió en 2021, cuando el PRI perdió en una sola jornada electoral ocho estados que gobernaba: Campeche (su tierra natal y cuna política), Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas.
En 2022, el tricolor perdió Hidalgo (donde nunca había perdido) y Oaxaca, y en 2023, Morena le arrebató la joya de la corona: el Estado de México, la entidad más poblada del país, cuna del Grupo Atlacomulco y enclave fundamental del priismo.
De todas las gubernaturas que se disputaron en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, el PRI sólo ganó dos: Durango, en alianza con el PAN, y Coahuila, donde jamás ha habido alternancia.
En 2024, la debacle fue catastrófica para el PRI: perdió dos millones de votos en la elección presidencial (de 7.6 millones en 2018 a 5.7 millones en 2024); pasó de ser un partido de 13 por ciento, a uno de 10%, y tendrá una minibancada de 33 diputados.
Quizás lo único que hizo bien “Alito” fue conseguir que el PAN y el PRD le permitieran colocar a candidatos del tricolor en la primera fórmula de la elección del Senado en estados donde la coalición Fuerza y Corazón por México quedó en segundo lugar. Gracias a la ambición del panista Marko Cortés, quien defendió hasta el final que el PAN pusiera las candidaturas a la Presidencia y las de la CDMX, Puebla, Yucatán y Guanajuato, el PRI logró colocar a 13 senadores de Primera Minoría, que sumados a los que le asigne el INE de Representación Proporcional, podría darles una bancada de 17 senadores.
Uno de esos senadores será él, pues él mismo se colocó en el número uno de la Lista Nacional de candidatos plurinominales al Senado. La número dos es Carolina Viggiano, su secretaria general y esposa de su principal aliado, el ex gobernador coahuilense Rubén Moreira.
Otro dato muestra la caída del PRI desde que “Alito” tomó las riendas: de 2020 a 2023, el tricolor perdió 653 mil militantes. Según los registros del INE, pasó de 2 millones 24 mil afiliados a un millón 411 mil 889. Es el partido que más membresía perdió en estos años.
Además, la dirigencia de “Alito” (sostenida por su alianza con el matrimonio Rubén Moreira-Carolina Viggiano) fue incapaz de detener la pérdida de cuadros y dirigentes, empezando por ex gobernadores que se arrojaron a los brazos de la alianza Morena-PVEM-PT, como Alejandro Murat, Eruviel Ávila, Quirino Ordaz, Claudia Pavlovich, Omar Fayad y Carlos Aysa (sustituto de “Alito” en la gubernatura de Campeche), y a quienes lo hicieron de manera velada, como el mexiquense Alfredo del Mazo o el ex secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
A ellos se refiere “Alito” cuando habla de ex priistas que rompen la unidad a cambio de impunidad. Y tiene razón, pero también cabe preguntar qué hizo su dirigencia para impedir que negociaran con Morena en lo local y aparecieran luego como embajadores, cónsules o candidatos plurinominales del lopezobradorismo.
Con esos antecedentes, y los números de “Alito” en las elecciones 2024, el PRI podría volverse irrelevante en la próxima legislatura, o convertirse en el partido de donde salgan los votos “opositores” que ayuden a Morena a aprobar sus reformas en el Congreso.
¿Cómo va a detener un líder como “Alito” las nuevas escisiones?, ¿qué incentivo tendrá un diputado o senador priista para mantenerse fiel al tricolor cuando el régimen presione en busca de los votos decisivos para sacar adelante el Plan C?
La dirigencia de “Alito”, originalmente electa para el periodo 2019-2023, pero prolongada mediante una polémica e impugnada reforma estatutaria, ha sido desastrosa.
En 2024, al PRI no le quedó de otra más que sumarse a la candidatura de Xóchitl Gálvez, quien no tuvo empacho en mostrar -una y otra vez- el desagrado que le causaba ser compañera de viaje de “Alito”, a quien llamaba corrupto y misógino cuando era senadora.
La coalición Fuerza y Corazón por México implicó para el PRI renunciar a sus principios, ideología, tradiciones y convicciones, y por primera vez en 95 años, el tricolor no postuló un candidato propio a la Presidencia de la República.
Y, sin embargo, “Alito”, pudo aferrarse al despacho de Insurgentes Norte, donde una enorme manta con su rostro cubrió el edificio principal durante toda la campaña 2024.
Su paso por el PRI será inolvidable; probablemente será el líder que organice el funeral del partido, antes que el centenario de 2029.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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