Gerardo de la torre paternó no solo a sus hijos, sino a cientos de escritores, chicos y grandes, que pasaron por las aulas de la Sogem. ¿Para qué carajos servirá inculcar el amor, la devoción por la literatura? Pero ahí estamos, obcecados, aferrados a crear. Maldición y bendición. Y tú, Gerardo, fuiste umbral para tantos de nosotros.
Lydiette Carrión
No puedo jactarme de tener una relación especial con Gerardo de la Torre, no más que los otros cientos de alumnos que educó y cobijó. Sé que la relación con él a mí me completó, como aspirante a escritora, como amante de la literatura, como hija de escritor. Sé que igual que a mí, él dio consejos, corrigió manuscritos y dio clases –formales y en la sobremesa de la cantina– a unos dos centenares de escritores o aspirantes, a lo largo toda su vida.
Sé que acudí a él con dudas y a veces me fui con dudas de más, pero que siempre, siempre aprendía algo nuevo. Y que de pronto me aterraba ver qué corregiría y estar con él era un recordatorio de lo poco que había estudiado la gramática, la narrativa, lo poco pues, que sabía del oficio que me aterraba y atraía.
Sé que si le hablaba por teléfono obtendría una clase magistral gratis; y que si necesitaba un libro y él lo tenía, me lo obsequiaría.
Pero sobre todo, sabía que Gerardo fue amigo de mi padre, que también era de esos comunistas necios y aferrados que seguían hablando de la explotación y con esa rara mezcla de literatura. ¿Es que había algo más importante que hacer la revolución y hacer literatura? Maldito superyo; yo sigo persiguiendo esas quimeras. Pues, no puedo evitarlo: Gerardo me recordaba mucho a mi padre.
Luego me siento mal al escribir esto porque siento que suplanto de manera equívoca y ruín el luto que sus hijos de sangre, la adorada Yolanda de la Torre y su hermano, deben estar sintiendo en estos momentos. Sé que Yolanda adora a su padre; y sé que en estos momentos su luto debe ser inmenso.
Pero es que Gerardo paternó no solo a sus hijos, sino a esos cientos de escritores, chicos y grandes que pasaron por las aulas de la Sogem. Y de verdad era maestro. ¡De los de tiempo completo! ¿Para qué carajos servirá inculcar el amor, la devoción por la literatura? Pero ahí estamos, obcecados, aferrados a crear. Maldición y bendición. Y tú, Gerardo, fuiste umbral para tantos de nosotros.
Gerardo de la Torre posee como escritor esa cualidad que admiro por sobre todas las cosas: crear expectación desde el inicio, y generar en el lector la necesidad de leer hasta el final. También es poseedor de una biografía profunda y llena de alto contraste. Como buen escritor hizo de su propia vida una novela: fue obrero petrolero; maestro, enamorado; guionista; pero sobre todo escritor y maestro. Fue un hombre rudo y honesto, solidario, con profunda vocación de enseñanza. Talento y generosidad, cualidades que no suelen ir juntas.
Oaxaca, Oax, 1938-CDMX 2022.
Un mini cuento que publicó alguna vez en su cuenta de Facebook:
Corría el año de 1969. Un grupo de petroleros de la refinería de Azcapotzalco fue acarreado a un mitin del candidato a gobernador del Estado de México, Carlos Hank González. Contaban de uno de nuestros compañeros que gritaba con entusiasmo: “Arriba Juan González! ¿Arriba Juan González”. Hasta que llegó uno de los organizadores a corregirlo.
–Es Hank González, no Juan González
–¡Uta! Por cinco pinches pesos hasta quieren que hable uno inglés…
LA LÍNEA DURA
HIJOS DEL ÁGUILA
LAS MUERTES DE AURORA
LA DESCENDENCIA DEL MAYOR JULIO NOVOA https://brigadaparaleerenlibertad.com/documents/public/books_file/8GpquN4b5zkfNDC1QZ7K5VBpeiEk3ZOveqqGp2uC.pdf
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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