Agustín Hernández (1924-2022), hermano de Amalia Hernández, un arquitecto esencialmente futurista que hizo realidad no sólo los edificios aquí mencionados, sino que volvió los sueños habitables
@EvoletAceves
“Cuando una construcción se eleva al nivel del arte, es cuando es arquitectura”
Agustín Hernández
El arquitecto Agustín Hernández (1924-2022) fue un reconocido arquitecto mexicano, quien falleció el pasado 10 de noviembre, a los 98 años, por complicaciones relacionadas con la influenza. Su obra, categorizada dentro de la arquitectura emocional, era una mezcla de funcionalismo, brutalismo y modernismo, con evidente influencia de la Escuela alemana Bauhaus y con simbolismos prehispánicos.
Hermano de la bailarina y coreógrafa Amalia Hernández, quien fue fundadora del Ballet Folclórico Nacional de México, y a quien construyó la Escuela de Ballet Folclórico de México en el centro histórico. Asimismo, fue también el arquitecto de la Casa Amalia, hecha para su hermana, quien la habitó por más de 30 años y la cual consistía en una especie de bóveda futurista. En la entrada principal hay una puerta metálica circular, similar a la de un búnker al que habría que entrar antes del apocalipsis; repleta por dentro de escaleras en forma de espiral que asemejan la naturaleza de los caracoles, y, aunque no lo dice él, también pareciera que la casa baila, las paredes y escaleras danzan al compás de los espirales que simulan ser piruetas elípticas en movimiento, como los que hacen las bailarinas que interpretan el Jarabe Tapatío con sus vestidos de chinas poblanas; mesa y sillas (modernistas), diseños de él, con un mural al costado del Dr. Atl, su papá era amigo cercano del pintor. En esta misma casa hay una columna del escultor Rafael Zamarripa, hecha de madera con motivos prehispánicos. Amalia Hernández admiraba los conventos, razón por la que el arquitecto hizo los tragaluces por dentro —mismos que eran un rasgo distintivo en su arquitectura de interiores— con un decorado en las ventanas hecho con los materiales naturales de los primeros conventos en nuestro país.
“El color lo veo como un maquillaje, es un truco […] no creo en el color en la arquitectura”, enfatiza en un documental acerca de su obra, al decir que prefiere la naturalidad de la luz sobre las superficies de los espacios que él construye —razón por la que acudía a la madera y al concreto con frecuente naturalidad—, aunque también comenta en su última entrevista, realizada por David Marcial Pérez y publicada en El País, que Luis Barragán “me criticó en una ocasión que entró en una casa que hice yo. Odiaba los spotlights y casi me hace quitarlos. A él le gustaba la luz natural y no la artificial.”
Cabe mencionar que el arquitecto fue también entrevistado por la cronista Magali Tercero.
La Casa del Aire, realizada en la década de 1970, es más bien una especie de nave espacial, que vuelve realidad la ilusión de volar, la luz radiante entra por circulares ventanales para iluminar la galería y la sala; su propietaria afirma sentirse dentro de una pecera, y en una orilla del ventanal, cuando aún era una zona inhabitada, solía sentarse para ver pasar el tiempo, luego llegaron los vecinos; en lugar de ver la ciudad por la ventana, le da la impresión de que va a ver algo más…
“La creatividad no conoce la ley”
Agustín Hernández
Su casa-taller-o-estudio, conocido como Casa Praxis, en la colonia Bosques de las Lomas, lo define como la perfecta combinación de “estructura, forma y función”, se trata de una construcción que desafía la gravedad por los procesos de tensión y compresión que se ejercen en lo alto de la edificación de concreto martillado, sostenida por una columna del mismo material.
“Los espacios hablan, otros cantan, otros invitan a la acción, o bien, al reposo”. Similar a la conversación que la escultora Ángela Gurría mantiene con la materia con la que trabaja, Agustín Hernández —también escultor—, habla de una simbiosis existente entre el espacio y el hombre, y la influencia que ejerce ese espacio sobre el ser humano, incluso hasta en el estado de ánimo. Agustín Hernández, arquitecto del espacio, de alguna manera concibe el espacio como predecesor y sucesor de la acción humana.
En 1976 construyó el Heroico Colegio Militar, el cual está basado en la arquitectura de Teotihuacán y Monte Albán, en esta edificación se filmó la película futurista Desafío total (1990), interpretada por Arnold Schwarzenegger, una película basada en el año 2080.
Hernández se aleja de las “casitas coloniales o afrancesadas, mi arquitectura es moderna, actual, como debe ser”, afirma, haciendo justicia a la contemporaneidad a la que debe estar sujeta la arquitectura en el momento presente. Las casas construidas por él se asemejan a las casas de los Supersónicos, de la Naranja Mecánica, escenarios ambientados en un concepto futurista de mediados del siglo XX, pero no sólo eso, sino que Hernández vuelve sus construcciones esculturas habitables. En su última entrevista mencionó haber estado trabajando recientemente en esculturas, me gustaría saber a qué tipo de esculturas se refería, dado que sus edificios son técnica y estéticamente esculturas que parecieran haber salido de una ficción del futuro, me intrigan esas esculturas, acaso de dimensiones más pequeñas, que estaría haciendo en sus últimos días, mientras fumaba sus cigarros Benson —una cajetilla diaria— y bebía su Coca Cola.
“En todo arte debe haber poesía. Están relacionados, indirectamente, la arquitectura, la escultura, la poesía, porque todas llevan ritmo, cadencia y proporción”, decía Hernández en el documental. El arquitecto mezclaba las artes y la funcionalidad de la vivienda de una manera creativa y única.
Definitivamente Agustín Hernández es uno de los grandes maestros de la arquitectura internacional, quien marcó una ruptura con la arquitectura del siglo XX para abrir paso, junto a O’Gorman, Pani, Barragán, González de León y Legorreta; así como el único que se atrevió a construir edificaciones brutalistas en México. Un arquitecto esencialmente futurista que hizo realidad no sólo los edificios aquí mencionados —también participó en la construcción de la Villa Olímpica—, sino que volvió los sueños habitables.
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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