Sin prestaciones ni vacaciones, adultos mayores laboran en el Metro de la Ciudad de México vulnerables ante el riesgo de ser despedidos. A este sector, cuya tercera parte está activa laboralmente, la pandemia le trajo también mayor incertidumbre, más inseguridad social y menos ingresos
Texto: Daniela Rea
Fotos: Daniel Lobato
CIUDAD DE MÉXICO.- “Aquí tú vas a ver a puro ruco, porque ningún joven quisiera ganar lo que ganamos; los que entran no aguantan (…) anótale que aquí hay puros abusos, salarios pobres, nada de prestaciones, no vacaciones, no nada”, dijo Pilar, una mujer de 65 años que trabaja en la limpieza del Metro, a la investigadora Estefanía Ávalos Palacios, durante una entrevista.
Estefanía realizó un estudio sobre la vejez y el trabajo a partir de la experiencia de las personas adultas mayores que son afanadoras en las instalaciones del Metro de la Ciudad de México y encontró que viven en medio de precarización laboral, bajos sueldos, maltrato e infantilización.
El estudio se llama La precarización de la vejez: trabajo y desigualdades en las experiencias de las y los trabajadores mayores de limpieza del Metro de la Ciudad de México, y se publicó en la Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, a inicios del 2021.
En el estudio se refiere que los trabajadores ganan el salario mínimo, de 3 mil pesos mensuales, el cual “es pagado a menudo con retrasos”, y cada falta es sancionada hasta con tres días de salario; además de que tienen sólo un día de descanso a la semana, no hay prestaciones, no hay vacaciones, y su estación de trabajo es rotativa.
Martina, de 65 años, también entrevistada por Estefanía dijo: “para ellos [la empresa de limpieza] quitarme $380 no es nada, a mí me viene a fregar toda”. Desde los jefes y empleadores se piensa que por vivir solos y no tender gente bajo su cuidado ese sueldo es suficiente “con el pretexto de que se trata de personas mayores y que los gastos se reducen al mínimo en la vejez”.
Eso, sin embargo, no es así, este bajo salario les obliga a buscar cómo completarlo, Estefanía Ávalos encontró que algunos hacen “mandados” a las taquilleras, reducen al máximo sus gastos en alimentos, buscan vivienda en la periferia de la ciudad y adquieren deudas con sus caseros. Sin contar que carecen de seguridad social y acceso a la salud.
“No cuentan con los derechos y prestaciones de ley, ni con la seguridad social, pues sus empleadores evaden el pago de cuotas obrero patronales al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Las empresas registran ante la autoridad laboral sindicatos de protección desconocidos para las y los trabajadores, quienes tampoco conocen el contenido del contrato, el cual es renovado cada seis meses –ritmo al que las empresas cambian de razón social-, por lo que tampoco generan antigüedad”.
El servicio de limpieza se subcontrató de manera generalizada en México, a partir de 1990. El Metro, escribe Estefanía Ávalos, fue pionero en la materia: si bien contrató a trabajadores de base, que gozaron de los beneficios de la lucha sindical en los 70, desde el inicio el personal de limpienza fue subcontratado sin derecho a la sindicalización y de negociación colectiva.
Las pesonas adultas mayores firman un contrato cada seis meses, el cual “funciona como una manera de disciplinar a las y los trabajadores, pues los hace vulnerable ante el riesgo de que sus empleadores finalicen su relación laboral de manera unilateral”, por lo cual les empleades se ven orillades a aceptar las condiciones laborales en el trabajo de limpieza en el Metro.
“Tan fácil es entrar aquí como es que lo corren a uno, aunque no corren tanto porque no hay quien más quiera trabajar en estas condiciones”, dijo Matilde, de 81 años de edad, a Estefanía durante el trabajo de campo.
Martina, otra de las mujeres empleadas, dijo “aunque esté todo mal y nos paguen poco, que nos contraten ya es ganancia”; Emilio relató más: “estamos aquí para no estar en la casa muriendo de hambre porque aquí por lo menos hay algo”.
Estefanía encontró que parte del disciplinamiento es reproducido por los cabos –sus superiores-, quienes tratan directamente con las y los trabajadores en el día a día, pues su discurso construye la contratación de personas de la tercera edad como un acto caritativo. “Aquí se les brinda la oportunidad de que trabajen, se les consiente y se sienten a gusto trabajando y es como un servicio de bienestar”, dijo uno de los cabos a Estefanía en el trabajo de campo. Otra mujer cabo también le dijo: “No les exijo, entonces no veo que sea pesado este trabajo, es como hacer el quehacer en tu casa (…) [los mayores] ante cualquier cosa que no les gustó (…) me hace un tangote [un escándalo]. Y no se vale porque si yo los ayudo pues que me ayuden”.
Las personas adultas mayores son invisibilizadas a través de ignorarlas pero también de la infantilización. “La invisibilización se refuerza con el trato de infantilización hacia las personas mayores, que invalida automáticamente cualquier cuestionamiento de su parte, y se percibe en los discursos de los cabos a través de comentario como ‘es gente grande que está volviendo a ser niños, si algo no les gusta del trabajo hacen su berrinche’”, escribe Estefanía en el estudio.
La invisibilización también se ve en las reglas que se les exigen: realizan su actividad de manera aislada, están obligados a pasar su tiempo de descanso en las bodegas de limpieza, “un nido de ratas y cucarachas y malos olores” dónde se sientan sobre cubetas invertidas para comer, se les exige que pasen desapercibidos a los ojos ajenos, a hacer su trabajo en silencio y a no “interrumpir” el trabajo de las demás personas.
El trabajo de campo fue realizado por Estefanía de junio a septiembre de 2018. Escuchó, conversó y realizó entrevistas con trabajadores y gerentes de limpieza, trabajadores del Metro, funcionarios y directivos, y reconstruyó las trayectorias laborales de 16 personas entre 60 y 87 años de edad.
En entrevista con Pie de Página Estefanía explica que si bien las desigualdades y la opresión a partir de la edad de una persona ya existían previamente, se agudizaron en pandemia.
“Estas desigualdades y formas de opresión a partir de la edad, en pandemia se agudizó por la salud pero también por un estigma hacia las personas mayores. Todo está dado por las desigualdades que ya tenían, la pandemia vino a reforzar esas desigualdades de clase, de género”.
Actualmente en México el 28 por ciento de la población mayor de 60 años es población que trabaja.
“La población mayor en sí es una población integrada al mercado de trabajo que labora a cambio de un salario por cuenta propia o que en términos productivos está activa, casi una tercera parte del total. Hay que desmitificar que las personas mayores solo están en casa requiriendo cuidados”, dice Estefanía.
En este último año, a raíz de la pandemia, la población subocupada -es decir que trabaja pero que tiene necesidad y disposición para otro trabajo- pasó de 583 mil personas en el primer trimestre del 2020 a 821 mil personas en el primer trimestre de este 2021.
Esto significa “más incertidumbre, más inseguridad social, menos ingresos” es decir, este sector de la población está expuesta a lo más precario de lo precario, porque el subempleo existe en un contexto de por sí muy precarizado.
En los últimos lustros, desde el 2005, el ingreso de las personas adultas mayores ha disminuido. En el año 2005 el 52 por ciento de la población recibía de 1 a 2 salarios mínimos y el 15.6 por ciento más de 3 salarios mínimos; para el año 2021 el 62.8 por ciento recibe de 1 a 2 salarios mínimos y 6.5 más de 3 salarios mínimos.
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