14 octubre, 2024
El museo de Arte Contemporáneo de la UNAM cerró la exposición de la artista argentina Ana Gallardo después de las protestas de activistas por denigrar el trabajo sexual y revictimizar a las mujeres que habitan el espacio. En entrevista, la activista Natalia Lane reflexiona sobre los aprendizajes que deja este espisodio
Texto: Isabel Briseño
Foto: Andrea Murcia / Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO.- El Museo de Arte Contemporáneo de la UNAM cerró la exposición de Ana Gallardo después de que activistas la acusaran de denigrar el trabajo sexual y revictimizar a quienes lo ejercen.
La pieza, titulada “Extracto para un fracasado proyecto, 2011 – 2024”, iba a estar expuesta hasta el 15 de diciembre.
Las consignas de las activistas fueron claras: “La violencia no es arte”. “Respeto al trabajo sexual”. “No a la discriminación de las trabajadoras sexuales”. “No a la revictimización de las mujeres que habitan Casa Xochiquetzal”, esto, después de que la artista argentina expusiera a una mujer habitante de éste refugio, que durante años ha acompañado a las trabajadoras sexuales del país.
«Ana Gallardo falta al respeto, a la identidad de las habitantes de la casa… Miente, difama, insulta, revictimiza, violenta, afecta a las mujeres y todo esto con presupuesto público y validado por el MUAC”, expresó la Casa Xochiquetzal en un comunicado.
Sus reflexiones, no parecen disparatadas, pues en su pieza, la artista argentina escribió:
“La puta madre, no soy capaz de cuidar a esta mujer. No puedo, vomito tres veces y me caigo en la calle”.
Natalia Lane, activista y comunicóloga en entrevista para Pie de Página comenta que la discusión que se ha dado entre algunas trabajadoras sexuales gira en torno al hartazgo que sienten por ser utilizadas en los espacios artísticos, de la academia y de la investigación social para asumir o interpretar sus experiencias de vida.
“Me parece peligroso que Ana Gallardo utilice la palabra puta, callejera, para referirse a las trabajadoras sexuales”, expresó Lane.
Y añadió:
“Si bien algunas compañeras trabajadoras sexuales más jóvenes hemos reivindicado y reapropiado ese insulto y lo utilizamos como una posición política, también sabemos que hay otras mujeres trabajadoras sexuales a quienes les duele esa palabra. Además, es una palabra que perpetúa el estigma y es dolorosa para muchas de nuestras colegas”.
Ante esto, Natalia Lane señala que es importante respetar cómo se enuncia cada trabajadora sexual.
“Nosotras nunca vamos a estar de acuerdo en que se utilice la palabra “puta” sin la autorización y sin la ética de cuidado hacía quienes sí les duele esa palabra, que muchas veces es a las personas de la tercera edad”, comenta Natalia.
Para la comunicóloga egresada de la UNAM, “los museos son espacios que históricamente han utilizado sujetos y sujetas que históricamente han sido silenciades para poder transmitir lo que ellos creen que es una realidad desde sus propios ojos, pero siempre con el sesgo de lo que implica una creación artística, una investigación museográfica”
Natalia señala que los museos son espacios donde se ejerce la violencia epistémica. El caso de Ana Gallardo es uno de muchos:
“Denunciamos a Ana Gallardo y a cualquier artista o académico o investigador, investigadora que se acerque con nosotras con esa violencia epistémica que utiliza nuestras historias, nuestras heridas, nuestras trayectorias de vida para poder hablar por nosotras sin tener la posibilidad de que nosotras mismas hablemos”.
Natalia Lane considera que la artista Ana Gallardo instrumentalizó la historia de las trabajadoras sexuales de las tercera edad.
“Se refiere a ellas desde la pornomiseria, que parece que entre más descriptiva es al utilizar palabras como puta, mierda, callejera, es más transgresora. Lo único que hace es ser violenta respecto a la imagen de las trabajadoras sexuales de la tercera edad».
En general hay una imagen muy instaurada de la vejez, como la decrepitud y la falta de autonomía y si a eso se le añade el ser trabajadora sexual, Gallardo abona más al estigma que a la empatía.
“Es una profunda violencia epistémica y me da tristeza porque soy egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y soy puta callejera, porque así me reivindico, pero respeto a las compañeras que no lo comparten”, apunta Lane.
Y añade:
“Cada una de nosotras tiene una historia muy distinta, de dolor y de violencia. Una historia de vida. La UNAM termina revictimizando”.
Para la egresada de la UNAM, la movilización del fin de semana en el museo, reconoce que las putas ó las trabajadoras sexuales, de acuerdo a cómo se quieran nombrar, dejan de ser sujeto de estudio para ser sujetas políticas.
“Ese es el gran el gran cuestionamiento que se le debe hacer a las investigaciones sociales, al mundo del arte, del museo y de la Academia”.
Para la activista, las medidas de reparación las tienen que propones las propias trabajadoras sexuales de la tercera edad que habitan en la casa Xochiquetzal. También, aclara que reparación no solo se refiere a la parte económica o a la parte material, sino también al impacto social que dejan estas obras que perpetúan un profundo estigma hacia las trabajadoras sexuales y hacia el propio centro de atención.
A la vez, reflexiona que el centro del problema es otro, uno más profundo: la capacidad de los sujetos políticos excluidos de la intelectualidad para interpelar a quienes hablan de ellas, y ellos.
“Parece que eso es lo que está en en discusión. Tú no puedes llegar y decir: ¿Oye, te parece que está bien o mal que violenten a las mujeres? Eso no está en discusión. No está en discusión un feminicidio, no está en discusión si tenemos que escuchar todas las posturas, sino justo reconocer que hay una deuda histórica, no solo del Estado, sino también de las instituciones artísticas”.
Natalia Lane es clara: el primer paso para la reparación es que el MUAC y que estos artistas reconozcan la violencia epistémica que durante muchos años han ejercido sobre esas poblaciones.
Y concluye que, si bien no se pueden cambiar las realidades de todas las personas, como artista, como creadora, debe haber un mayor compromiso ético a la hora de crear estas piezas.
“Es momento de reconocer que si de verdad están preocupadas y preocupados por esas realidades, tienen que aprender a escuchar, a sentarse y a callar y a entender que las trabajadoras sexuales también somos generadoras de organización política y que hay dignidad en el trabajo sexual. Ya nos cansamos de ser objetos de estudio y ahora somos nosotras las protagonistas de nuestras propias voces”.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona