La historia de La Sauceda es la de una serie de malas decisiones gubernamentales y privatización. Pero es también una historia de resiliencia ciudadana y de recuperación del espacio público liderada por la infancia.
Fotos y realización: Erika del Carmen Llaguno Durón.
Texto: Ismael Ángel Meza Ortega.
HERMOSILLO.- El grupo de niñas y niños zanqueros bajan del escenario después de bailar varios números musicales con facilidad y destreza. Pasan como un torbellino de colores y alegría.
“¿Cuántos años tienes?, se apresura a preguntar el reportero. “¡Diez!” Contesta una, “¡Once!”, dice otro. “¿Y desde cuando andan en los zancos?” “Desde los cinco”.
Son el grupo “Pasos de Gigantes” que se presentó en el Festival del 02 de Noviembre en el Teatro Al Aire Libre de La Sauceda.
Aunque el Teatro y el Parque Recreativo La Sauceda llevan más de 7 años cerrados por completo al público, la sociedad civil organizada decidió rescatarlos. Tienen dos estrategias. Primero, hacer uso de los espacios para reapropiarse de éstos, como es el caso del festival y otras actividades; y segundo, limpiar y reforestar el lugar que algunos llaman “la matriz” de Hermosillo, inspirados en la pequeña laguna natural que contiene.
La historia de La Sauceda es una serie de malas decisiones gubernamentales y del desinterés empresarial cuando algo deja de tener margen de ganancia.
Situada a unos cuantos metros del vertedero de la presa Abelardo L. Rodríguez y pegada al inicio del embovedado del río Sonora, sus 40 hectáreas alguna vez estuvieron llenas de árboles y vegetación, quizá por ello se escogió ahí para hacer un parque de diversiones.
Se construyó en 1994, durante el gobierno de Manlio Fabio Beltrones. Fue un componente de un proyecto más amplio llamado “Vado del Río”.
La inversión alcanzó 230 millones de pesos y contaba con albercas y toboganes, mini golf, go-karts, trenecito, espejos de agua para lanchas, pista de patinaje, casa del terror, caja de bateo, áreas para andar en bicicletas y áreas de picnic, además de un Museo del Niño y un Teatro al aire libre.
Aunque se construyó con dinero público, se concesionó para su administración a Carlos Armando Félix Castro, dueño de la desarrolladora Construvisión, una de las más importantes de la entidad.
Durante años, visitar La Sauceda significó para las familias hermosillenses diversión garantizada, a un precio muy accesible y en un lugar cercano de casi cualquier punto. Sus espacios verdes significaron desde siempre un pulmón natural para la ciudad.
Con el paso de los años, poco a poco las instalaciones fueron decayendo, los espejos de agua empezaron a secarse al tiempo que cerraron algunas instalaciones por falta de cuidado y mantenimiento. ¿Qué pasó? ¿Lo recaudado no alcanzaba? ¿Fue falta de interés de los gobiernos subsecuentes? Son preguntas que los habitantes de Hermosillo se han hecho recientemente.
El Parque cerró definitivamente en 2015, cuando el empresario devolvió la concesión, quedando el terreno en manos de la Comisión Estatal de Bienes y Concesiones.
Debido a la falta de cuidado y a la maleza seca, el área ha sufrido en estos años varios incendios que han ido mermando la vegetación que aún sobrevive. La opinión de los colectivos es que los incendios fueron provocados para terminar de devastar el área y que se facilitara su venta.
En abril del 2019, Ciudadanía Activa empezó una campaña para impedir que el gobierno de Claudia Pavlovich vendiera el Estadio Héctor Espino y el Parque La Sauceda.
La campaña incluyó protestas en las visitas del presidente Andrés Manuel López Obrador, manifestaciones en las calles y una colecta de firmas, tanto digitales como físicas, en las plazas de Hermosillo.
La estrategia tuvo parcial éxito cuando el presidente López Obrador anunció que el gobierno federal compraría el estadio de béisbol, pero para su conservación como espacio deportivo.
En octubre del 2019, el gobierno estatal puso a disposición siete polígonos que sumaban el 30% del área La Sauceda, en búsqueda de proyectos de inversión público-privado. Al no concretarse nada dentro de los plazos estipulados, tuvo que dar marcha atrás.
En marzo del 2020, el Colectivo Ciudadanía activa denunció que el grupo Impulsor, organismo paraestatal del Gobierno del Estado, planeaba donar a un particular 13.5 hectáreas en 8 polígonos de la Sauceda para la construcción de un hotel y un centro de convenciones.
Esos han sido los últimos intentos por privatizar una parte o el todo de la mítica Sauceda.
En el terreno, el deterioro solo empezó a frenar cuando Ciudadanía Activa, después de reforestar lo que quedó del Parque Villa de Seris, se enfocó desde finales del 2019 en la limpieza y rehabilitación empezando por la parte suroriente, la más cercana a la laguna.
A la fecha de publicar este reportaje, se han realizado más de 150 jornadas sabatinas de labores: retiro de zacate buffel, limpieza y rehabilitación de espacios y siembra de árboles y vegetación. Se han unido al objetivo Los amigos de la Laguna La Sauceda y Crea un Bosque Urbano, entre otros colectivos.
La generación de un bosque ribereño, un jardín de especies nativas y más recientemente un “bosque de los olivos” en el camellón de la entrada principal, son algunos de sus proyectos de reforestación.
“Se trata de decirle a los gobiernos que los ciudadanos queremos lugares verdes, parques para estar en familia y al aire libre”, expresa Luis Elí Encinas Arvayo, de 11 años, creador del movimiento #SalvemosLaSauceda, otra manifestación cívica.
La actividad consiste en dibujar un cartel alusivo a la frase, pegarlo cada miércoles en las rejas de entrada del parque y hacer un video de difusión para redes sociales. La iniciativa ha tenido eco, pues grupos de niños se han organizado en algunas ocasiones para hacer lo mismo.
“Queremos tener donde jugar, que los niños de pocos recursos puedan ir a lugares divertidos y geniales como fue La Sauceda”, dice Luis Elí, quién para su corta edad tiene muy claro lo que quiere.
“Los invito a luchar por lugares verdes, para que la próxima generación sí tengan espacios, que nuestros hijos tengan donde estar y disfrutar”, agrega.
El empeño de trabajar cada sábado con pico y pala desde las 6 de la mañana, más otras exigencias como la de Luis Elí, han rendido frutos, pues el gobernador Alfonso Durazo ha comprometido su palabra para el esperado rescate.
“Vamos a hacer del área el Bosque de Chapultepec de Hermosillo”, ha dicho el gobernador, y para ello se anunció un acuerdo con el Gobierno Federal.
“Estamos avanzando en los proyectos ejecutivos”, expresó recientemente sobre el tema. Y mientras tanto, el trabajo de los colectivos sigue.
“Hemos quitado más de 70 toneladas de la especie invasiva (buffel). El otoño pasado se dio un fenómeno muy bonito, teníamos flores violetas, amarillas, naranjas, parecía una primavera en pleno octubre. Es que el buffel no permitía que emergiera la flora nativa. Estamos logrando una transformación”, cuenta Isabel Dorado Auz.
El activista de Ciudadanía Activa y académico lo reitera: “La Sauceda se intentó vender en muchas ocasiones, y nos dimos cuenta que si seguía en el abandono, iban a terminar vendiéndolo con el pretexto de que era un lugar olvidado, con incendios y feo, y pues que mejor que un particular lo ponga bonito. Bueno, les quitamos ese pretexto”.
“Queremos un verdadero bosque, un lugar donde se complemente la flora y la fauna regional. Sabemos que no será de la noche a la mañana y hay gente que se desespera. Nosotros estamos pensando en un proyecto de 7 años, no nos cansamos, lo que estamos haciendo lo hacemos de corazón, con mucho amor a la sociedad. Nuestra convicción no decaerá”, expresa Dorado.
Llegar al Bosque de la Alegría es como si de pronto caminaras por otra ciudad. Su verdor intenso dilata la pupila y relaja el cuerpo, es realmente un oasis de vegetación en medio del asfalto.
Hace 4 años era un camellón más de la colonia Pitic, con algunas palmeras, arbustos y un poco de zacate que sobrevivía a duras penas. Hoy las plantas son tan tupidas que en muchos lugares el sol no pega en todo el día.
Cristóbal Castillo es un ingeniero agrónomo y con formación en paisajismo, profesión que ejerció durante años en Estados Unidos, antes de volver al país. Es el diseñador y generador, junto al grupo “Crea un Bosque Urbano”, del primer mini bosque en Hermosillo.
Los objetivos están plasmados en un cártel en la entrada: reducir las temperaturas, mitigar los contaminantes y crear hábitats para los insectos polinizadores.
“Cuando pensamos en que reforestar es plantar solo árboles, es algo incompleto. Para lograr los tres objetivos hay que plantar también arbustos, plantas de cobertura, plantas herbáceas, enredaderas, plantas anuales y perennes. Todo ese conjunto, además de los árboles, son el diseño del bosque urbano”, dice Castillo en entrevista.
Es un lugar vivo. Durante la charla vuelan colibríes, abejas y mariposas. “La temperatura de la banqueta puede llegar a los 51 grados un día de verano, y en el asfalto todavía más. Aquí baja de 6 a hasta 9 grados, en las partes más densas”, explica Castillo.
Puesto que el diseño contempla el riego por goteo, lo obvio es preguntar si el diseño es sostenible y aún más, replicable, en un ambiente desértico y con escasez de agua, esta última idea compartida por muchos.
“Se puede replicar en cualquier lugar de Hermosillo, todas las plantas que se ven aquí requieren poca agua. Aún así ahorramos agua porque no ‘regamos’ las plantas, sino que mantenemos húmedo alrededor del tallo”, comenta Castillo.
“Lo que ayuda mucho es poner una capa de cobertura con molch (hojas secas y ramas trituradas) para que retenga la humedad. Se puede hacer con otro tipo de plantas, si respetas el concepto, funciona”, añade.
En donde no hay riego por goteo, como en el norte de la ciudad, lo que se propone es hacer un diseño más desértico y utilizar un sistema de riego manual, con botellitas o tubos, y cultivar plantas nativas como el palo verde, gobernadora, chipura y rama blanca.
“En esos lugares podemos meter mezquites, todos los tipos de palo verde, pero esos árboles nativos no se deben de podar para nada, tienen que crecer como arbusto, así crecen en la naturaleza. De esa manera se protegen y crean hábitat para polinizadores”, advierte Castillo.
También propone la creación de microcuencas en los camellones para poder captar el agua de lluvia. Una microcuenca es un desnivel, una zanja de hasta 50 centímetros con pendiente suave a lo largo del camellón por donde pueda filtrarse el agua hacia el manto freático.
De acuerdo a Cristóbal, el agua de lluvia que inunda las calles de la ciudad se pierde por escurrimiento y después por evaporación. Cuando se evapora, esas nubes se van porque no hay plantas que las retengan.
“Se tiene que cambiar la idea de que no hay árboles porque no hay agua, cuando en realidad es al revés, no hay agua porque no hay árboles”, había dicho el arquitecto José Carillo Atondo, director del IMPLAN, haciendo eco de esta perspectiva.
La propuesta de Cristóbal ha generado opiniones con escepticismo. Por ejemplo, Amparo Fontanot, de Parque y Jardines, considera difícil que no haya gasto de agua. Además admite que el riego por goteo presenta el problema de que los indigentes arrancan las mangueras para su aseo personal.
“La cobertura vegetal es vital para el funcionamiento de una ciudad, sobre todo en una tan calurosa”, dice Castillo.
“De qué va a costar, claro que va a costar, pero la limitante no es el dinero, la limitante es la gente. Podemos hacer esto tan grande como la gente quiera. Si vamos a reforestar un parque donde no hay nada, pues los vecinos tendrán que ayudar”, reitera.
Desde su perspectiva, en estos proyectos la ciudadanía está haciendo lo que le tocaría hacer al gobierno. Entonces lo que hay que hacer es exigirles ayuda, pues desde su posición se pueden hacer muchas más cosas.
“Es que todos estamos en el mismo barco, la contaminación no va a discriminar hombres, mujeres, ciudadanía y gobierno, nos da en la torre por igual”, reflexiona.
Para Castillo, la ciudad tiene una muy buena oportunidad, la clave es que la gente trabaje en armonía, que ame su ciudad.
“Si vives en la colonia más alejada, en la peor colonia, donde no hay nada, pero tienes tierra, entonces puedes sembrar. El amor es la clave para la transformación”, dice.
“En Hermosillo somos un millón de habitantes, si conseguimos 100 personas que tengamos la misma frecuencia mental, causaremos impacto. Pero si encontramos a 10,000, que es nuestra meta, transformaremos la ciudad. No está tan difícil, podemos dejar algo mejor para las nuevas generaciones”, agrega.
Como se mencionó antes, existen nuevas iniciativas ciudadanas que trabajan en el cuidado y reforestación de las áreas públicas, así como en la toma de conciencia ciudadana de la importancia de estas. Algunos grupos trabajan más de cerca con la autoridad municipal.
La fundación Ser Natura, por ejemplo, está suministrando la semilla de las especies nativas que está generando el Vivero Municipal y que ha significado la revitalización de éste.
La Asociación Civil Caminantes del Desierto se ha encargado de organizar las labores de reforestación del Panteón Yañez, con el fin de convertirlo en un bosque urbano. Este proyecto viene enlistado en el Plan Municipal de Desarrollo y tiene el apoyo del ayuntamiento con la instalación de riego por goteo.
Caminantes del Desierto ha trabajado también en la limpieza y mantenimiento del Cerro Johnson y en muchas otras iniciativas en la ciudad.
“Hacen falta estudios que valoren los parques, es decir, que sepamos cuánto produce. Hay técnicas de economía ambiental para poder darles un valor, de la utilidad personal que se crea”, expone el investigador Alan Navarro Navarro.
“Es importante que comiencen a valorarse desde los servicios que prestan a la comunidad. ¿Para qué? Para que se justifiquen las inversiones y su mantenimiento”, añade.
Además del Parque Lineal en Villa Verde, que costará 2 millones de pesos y 700 metros de longitud, el municipio está viendo algunos otros “ecoparques” o parques naturales, en algunas zonas del Cerro de la Cementera, además de un bosque de palo fierros que se ha identificado al norte de la ciudad.
“Sin la participación ciudadana, no hay presupuesto que sea suficiente”, expresa Luisa María Gutiérrez Sánchez, de la academia de arquitectura de la Universidad de Sonora. “No todo le toca al gobierno, la corresponsabilidad de la ciudadanía, sobre todo en el mantenimiento de las áreas verdes, es absolutamente indispensable”.
“No es que no queramos hacer el trabajo, o que no tengamos la capacidad, simple y sencillamente la cantidad de gente que tenemos asignada para esos trabajos, pues es insuficiente”, reconoce Sergio Pavlovich, de Servicios Públicos Municipales.
“Sobre todo pensar que el Ayuntamiento no debe renunciar, a pesar de la falta de recursos, a su mandato constitucional, porque eso de mantener los parques y jardines es un deber de la ciudad”, expresa Carrillo Atondo.
¿Qué esperar en los próximos años? ¿Cuál será la acción detonante para rescatar las áreas verdes en Hermosillo? Quizá la reflexión del ingeniero Cristóbal Castillo sea una buena manera de iniciar: trabajar en armonía y solidaridad en una campaña de concientización masiva en la «Ciudad del Sol”.
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