Has olvidado que te perteneces, que tu primer territorio conquistado es tu cuerpo, y por ende, tu mente. Toca que recuperes ese territorio. Pero quédate tranqui, que no lo vas a hacer en soledad. No va a pasar eso porque hay un montón de gente que pasa por lo mismo y que quiere salir de ahí tanto como tú.
Tenemos que hablar
Duele. Te miras al espejo y duele. Estás ahí con los ojos llorosos. ¿Hace cuánto que no duermes bien? ¿Hace cuánto que no sonríes bien? ¿Hace cuánto que te estás muriendo por dentro, que te estás matando, que te están matando?
No contestes. No ahora. No cuando te vayas a dormir ni cuando te despiertes. No necesitas hacer ese esfuerzo. No necesitas esa respuesta tampoco. Estadística vil, ruin, estadística dolorosa.
Otra junta más. Otro: «sí, jefe, ahora le paso la nota, ahora cierro la página, ahora subo el reporte». Le vas a dar gusto, ¡sabes que le vas a dar gusto! ¿Y de tu gusto quién habla? ¿Quién diablos habla de lo que te está pasando?
Te contagiaste de Covid-19 hace unos días y estás en el absoluto encierro. Sientes que se te va la vida al sonarte la nariz. Y duele.
Tus amix –porque así les dices, amix– te escriben para saber cómo vas y como ni siquiera lo tienes claro, dices que bien. ¿Cuántas veces has repetido esa mentira?
Hoy como ayer –como siempre– no sabes que necesitas un abrazo, pero lo necesitas. Te dejaste caer porque hace meses vienes trabajando 12, 13, 14 horas. Estás en la más absoluta soledad.
En la calle dicen que somos felices, si no existe la razón. Y tú razonas demasiado. Razonas para olvidarte de sentir. Sobrepiensas en soledad. En la calle también dicen que no entiendes nada sobre la explotación hasta que dejas de tener vida. Y tú hace mucho que no la tienes.
No la tienes, no por gusto. Te la quitaron. Te la quitó tu patrón. El que dice tonterías –porque son eso, tonterías– como «ponte la camiseta», o «trabajas muy bien porque nunca te quejas y siempre estás disponible», o peor, «afuera hay gente que amaría tener tu trabajo».
Pero es una mentira que intuyes y que después confirmas. ¿Quién amaría trabajar 12 horas diarias durante 5 o 6 días a la semana por 9 mil pesos en un país en el que la inflación se come a la moneda mientras tú no comes nada? ¿Quién amaría aceptar gritos y sombrerazos diariamente, a todas horas, por whatsapp, por gritos que salen en forma de notas de voz o llamadas a mitad de tu jornada laboral? ¿Quién amaría ser explotadx hasta que no quede sangre para después quedar como un cuerpo viejo desechado porque ya no produce?
¿Y sabes qué? Ya le creíste.
Le creíste sin saber que le creíste.
Le creíste sin querer creerle.
Pero puedes hacer algo al respecto y todavía no lo sabes. Pero puedes. Puedes y lo vas a saber.
Esto no es un textito más paulocoelhesco. Es un llamado, una dulce advertencia. Dulce y roja, como el tamarindo que rodea al plástico que devorabas cuando estabas en la primaria. ¿Te acuerdas? Ácido, picante, dulce dulce.
Puedes hacer algo porque tu Covid no va a ser eterno. Porque vas a salir a la calle y te van a abrazar tus amix. Están ahí, están esperando y te van a escuchar, y vas a llorar lo que no sabes que tienes que llorar, y a reír como no te acordabas de reír.
¡Pero no te quedes ahí!
Hay una cosa hermosa llamada Norma Oficial Mexicana 035 que evidentemente -y eso no es hermoso, por supuesto- tu patrón se está pasando por el arco del triunfo.
No se interpreta, se copia y se pega el objetivo directo del Diario Oficial de la Federación (https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5541828&fecha=23/10/2018#gsc.tab=0):
«Establecer los elementos para identificar, analizar y prevenir los factores de riesgo psicosocial, así como para promover un entorno organizacional favorable en los centros de trabajo»
De nuevo, tu explotador se lo está pasando por donde le da la gana. Tu explotador podría haber prevenido lo que te está pasando. A tu explotador no le importas porque le sigues generando ganancias aunque digan que están trabajando en números rojos. Porque así como no es cierto que es tu empresa y debes ponerte la camiseta, tampoco es cierto que la empresa no tenga ganancias. Nunca es cierto.
Has olvidado que te perteneces, que tu primer territorio conquistado es tu cuerpo, y por ende, tu mente. Toca que recuperes ese territorio. Pero quédate tranqui, que no lo vas a hacer en soledad. No va a pasar eso porque hay un montón de gente que pasa por lo mismo y que quiere salir de ahí tanto como tú. El colectivo te abraza, se hace uno contigo y te haces con él. Juntxs, todo, hasta salir de ese agujero que se ve a través de la luz del espejo. Juntxs como un solo ser color rojo, color clase trabajadora.
En Tenemos Que Hablar creemos que la salud mental tiene que ser un derecho fundamental para la clase trabajadora -en general, para todas las personas que vivan en este país- mexicana. Una de las maneras de garantizar el acceso a este derecho es a través de un sindicato de gremio y clase que obligue a las patronales a hacer su trabajo. Porque sí, que estés bien es asunto de quien te ha hecho estar mal.
En TQH sabemos cuáles son tus necesidades porque también son las nuestras: salud mental y emocional digna, salarios justos, vivienda digna y muchísimas cosas más. Pero tenemos claro que la única manera de conseguirlo es creando organización entre nosotrxs que nos sirva a nosotrxs. Porque aunque también nos levantemos diariamente y notemos en la piel de nuestra cara las marcas de la explotación, salimos a la calle, nos encontramos, denunciamos en nuestras redes, cuchicheamos a espaldas de los patrones que sus decisiones son injustas y nos preparamos para tener condiciones de dar un salto y arrancar lo que nos pertenece por derecho y que lograremos cuando nos abracemos en una organización de clase: la vida misma.
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