27 septiembre, 2020
El nombre tiene reminiscencias de Médicos Sin Fronteras, que brinda atención sanitaria esencial a poblaciones en peligro. De modo análogo, Aborto Sin Fronteras está restaurando los derechos sexuales de las mujeres polacas, pase lo que pase
Texto: Claudia Torrisi
Fotos: Kobiety W Sieci- aborcja po polsku
Aborto Sin Fronteras es una red de seis grupos localizados en cuatro países europeos. Ilustración: Oreofe Morakinyo
“Fue la experiencia más increíble de mi vida”, dice la veterana activista Mara Clarke. “Fue demencial, pero maravilloso. Una prueba de que hermanadas podemos hacer las cosas de una maldita vez cuando nos lo proponemos”.
En diciembre de 2019, tres meses antes de que el coronavirus fuera declarado pandemia, un grupo de mujeres de distintos lugares de Europa lanzaron una respuesta audaz y feminista a las leyes draconianas de Polonia: Aborto Sin Fronteras.
Desde entonces aseguran haber suministrado a más de 2 mil 200 mujeres información, fondos y logística para acceder a abortos seguros, ya fuera viajando al exterior o adquiriendo en línea píldoras abortivas.
Los cierres de fronteras y cuarentenas obligatorias por covid-19 pusieron en riesgo la iniciativa, mientras grupos ultraconservadores polacos aprovechaban la crisis sanitaria para impulsar su agenda contra el aborto.
Pero estas mujeres tienen años de experiencia en luchar contra viento y marea.
En América Latina, una de las regiones con leyes más duras contra el aborto, hay una larga tradición en este tipo de redes que suministran a las mujeres abortos seguros, como Las Comadres, de Ecuador, “Con amigas y en la casa”, de Chile, o Socorristas en red (feministas que abortamos), de Argentina, o Fondo María en México, por citar algunas.
Pero Aborto Sin Fronteras añadió otra dimensión: la colaboración transfronteriza.
“Hay una larguísima historia de gente ayudándose mutuamente para obtener abortos”, observa Clarke, originaria de EEUU. Ella vive en el Reino Unido, y en 2009 fundó la Abortion Support Network para financiar viajes de mujeres de Irlanda, Irlanda del Norte y la Isla de Man a otras zonas de las islas británicas donde pudieran practicarse abortos seguros. El año pasado sumaron a Gibraltar y Malta a la lista.
El Reino Unido tiene normas más liberales que esas jurisdicciones, y la estrategia del grupo de Clarke era aprovechar esa ventaja para superar lo que consideran restricciones anacrónicas a la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos.
El referendo de 2018 sobre el aborto en Irlanda, que condujo a su legalización en 2019, cambió el escenario. Unos meses después del referendo, Clarke se reunió con otras integrantes de organizaciones europeas en Francia. Allí, ella formuló estas preguntas: “¿A dónde debemos dirigir ahora nuestras energías? ¿Qué les parece Polonia?”.
Poco después, algunas de esas mujeres volvieron a encontrarse marchando, cantando y enarbolando pancartas en una manifestación en Varsovia en el Día de Acción Global por el acceso a un aborto legal y seguro de 2018 (que se celebra cada 28 de septiembre), y la idea de Clarke empezó a tomar forma.
La letona Marina Slaikovska, que vive en los Países Bajos, fue una de las que se reunieron en Varsovia con Clarke. Como muchas otras mujeres dedicadas a esta causa, ella vive de su trabajo, en este caso la biología. Ahora recuerda sus dudas iniciales sobre la red. “Pero todo pasó a gran velocidad”.
Hubo otro encuentro a mediados de 2019 en Ámsterdam donde se establecieron las bases de Aborto Sin Fronteras. Todo se acordó en dos días. Era una idea a la que le había llegado su momento.
“No hubo desacuerdos: nada de discusiones, nada de peleas, muchos bocaditos veganos… y un sentimiento realmente especial en la sala”, describe Clarke.
Las mujeres que participan en Aborto Sin Fronteras son diversas, pero están unidas en un objetivo y un abordaje claros y compartidos, observa.
“Venimos de contextos políticos y económicos diferentes, pero tenemos el compromiso de suministrar a una mujer un aborto. Eso es lo importante, y todo lo demás es secundario”.
El marco legal polaco es el más restrictivo de Europa, con excepción del de Malta. Solamente se puede interrumpir legalmente un embarazo en casos de violación, incesto, anomalías graves del feto o si la vida de la madre está en peligro.
En 2016, varias propuestas para prohibir el aborto incluso en esos casos fueron desechadas luego de manifestaciones masivas de las mujeres polacas en el “Lunes Negro”.
En abril de este año, un proyecto similar fue introducido en el parlamento en medio de la cuarentena. La reacción se armó con protestas con distanciamiento social en todo el país. En bicicleta o en automóviles que hacían sonar sus bocinas e iban adornados en el símbolo de la Huelga de Mujeres Polacas, mujeres con mascarillas recorrieron calles semivacías con pancartas, banderas y paraguas con eslóganes.
Cifras oficiales indican que en Polonia se practicaron algo más de mil abortos en 2018, último año con datos. “No sabemos cuántos abortos hay. Solo sabemos cuántos abortos deciden reportar los hospitales polacos al Ministerio de Salud”, dijo la activista Karolina Więckiewicz.
Además de esos procedimientos en hospitales, hay una cantidad desconocida de abortos en clínicas privadas en el extranjero, o bien con píldoras que las mujeres se administran y obtienen por Internet, o mediante otras vías ilegales e inseguras.
Więckiewicz es, como Clarke, una experta. Esta abogada del grupo polaco Aborto Dream Team, que se lanzó en octubre de 2016 para informar a las mujeres e iniciar un debate público sobre la interrupción del embarazo, dice que “entré por accidente al activismo por el aborto”.
Más de una década atrás, Więckiewicz trabajaba en un servicio telefónico de ayuda legal de la Federación para las Mujeres y la Planificación Familiar. En cierto momento, “la gente nos empezó a llamar para pedirnos píldoras”, los fármacos que permiten abortar en las primeras 12 semanas de embarazo sin ningún procedimiento quirúrgico.
“Yo podría haberles dicho ‘llama a Justina’”, dijo Więckiewicz, refiriéndose a la destacada activista Justina Wydrzyńska. “Pero me di cuenta de que a veces una no puede responder ‘llama a otra persona’. Porque quizás no puedan”.
Fue entonces cuando asumió que el trabajo legal y la incidencia no eran suficientes. “Me di cuenta de que lo más importante era ayudar materialmente a esas personas”.
Justina Wydrzyńska lleva más tiempo que Więckiewicz y Clarke contribuyendo a que las mujeres consigan un aborto seguro.
Comenzó 14 años atrás con su propio aborto. “Tuve mi experiencia de un embarazo no deseado, miedo y ataques de pánico, falta de información y nadie con quien hablar”, asegura.
“Intenté conseguir datos sobre las píldoras. Había un montón de información en línea que no me parecía confiable. Entonces pensé que sería bueno tener un lugar, o al menos una persona, que pudiera informar a otras sobre, por ejemplo, cómo administrarse correctamente los fármacos”, recuerda Wydrzyńska.
Poco después, entró en contacto virtual con otra mujer, Magda, que estaba preocupada como ella por la falta de información y que sabía cómo instalar un sitio web. Juntas fundaron el grupo Kobiety w Sieci, el primer foro polaco en línea que ofrecía información imparcial sobre aborto, y que también forma parte de Aborto Sin Fronteras.
Un sentido de hermandad energiza el activismo de estas mujeres. Ilustración: Oreofe Morakinyo
Mediante esta red, seis grupos en cuatro países – Polonia, Alemania, Países Bajos y Reino Unido – colaboran para suministrar a las polacas consejos, apoyo y acceso a abortos seguros dentro de Polonia o en el exterior.
Mientras cualquiera que ayude a una polaca a abortar de forma ilegal arriesga una pena de tres años de prisión, Aborto Sin Fronteras puede operar de forma segura desde el exterior, ayudando a las mujeres a obtener las píldoras o a organizar su viaje hasta un país donde sea legal la interrupción del embarazo.
“En Polonia tenemos un servicio telefónico que dirige Kobiety w Sieci. Cuando alguien llama, se la deriva a alguno de los otros grupos de la red”, explica Clarke.
Si el embarazo es de menos de 12 semanas, la mujer puede obtener en su casa los fármacos a través de internet. Si la gestación es de 14 semanas, puede practicarse el procedimiento en Alemania; hasta las 22 semanas, en Países Bajos; y hasta las 24 semanas, en Inglaterra.
El primer día de Aborto Sin Fronteras, una mujer llamó a la línea de asistencia simplemente para agradecer que existieran. Ella había pasado por un aborto con medicamentos, sola y sin ayuda, y esperaba que nadie más tuviera que pasar por eso.
Desde luego, es imposible asistir a todas las mujeres que lo necesitan.
Clarke dice que, pese a todo, “estamos haciendo un muy buen trabajo, considerando la cantidad de quienes llaman a Kobiety w Sieci o nos buscan a través de Facebook, Instagram o el correo electrónico”.
Activistas por el derecho a decidir siguen reclamando durante la pandemia que se
legalice el aborto en Polonia. Ilustración: Oreofe Morakinyo
Entonces apareció el coronavirus. “Fue irónico lanzar Aborto Sin Fronteras justo cuando lo primero que hacía Europa era reinstalar las fronteras”, observa Kinga Jelinska, una antropóloga cultural polaca que vive en Ámsterdam.
Ella cofundó hace cinco años el grupo de ayuda en línea Women Help Women, que integra la misma red.
Había un riesgo real de que Aborto Sin Fronteras no lograra funcionar por la covid-19, según Zuzanna Ziuban, académica y activista polaca que reside en Berlín. Pero, “de todas las mujeres que contactaron a la red buscando viajar fuera de Polonia, solo dos no pudieron conseguir tratamiento en el exterior”, dice.
Hubo mucho estrés inicial, pero Aborto Sin Fronteras logró que las mujeres consiguieran en cambio las píldoras, o accedieran a excepciones a las cuarentenas (por ejemplo, presentando pruebas de un procedimiento médico que no podía posponerse), explica Ziuban.
“Hay una sensación de triunfo cuando termina una semana y sabes que cuatro mujeres lograron llegar a Berlín para poner fin a sus embarazos no deseados y que muchas otras en Polonia recibieron sus fármacos. A pesar de esta legislación estúpida, opresiva y patriarcal… simplemente lo consiguieron”.
*Esta es una versión traducida y editada de un artículo publicado originalmente por el proyecto Tracking the Backlash de openDemocracy. Traducción: Diana Cariboni
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