19 marzo, 2022
El dramaturgo, promotor cultural, poeta y ensayista Abigael Bohórquez (1936-1995), fue un escritor destacado por el desenfado y valentía poética. Homosexual y VIH+, luchó contra los estigmas sociales y la constante discriminación en los ámbitos culturales. Dejó un libro inédito que recién se publicó
A Gerardo Bustamante
Abigael Bohórquez nació un 12 de marzo de 1936, en Caborca, Sonora. Estaría cumpliendo 86 años.
En su poesía se encuentran historias, todos sus poemas son historias, algunas desgarradoras, otras más bien voluptuosas, pero al fin historias. Se trata de una poética lírica y narrativa que viene siendo el resultado de la influencia dramatúrgica en la poesía bohorquiana. Es aplaudible la manera en la que la sinceridad de Bohórquez brota de sus versos con un presente uso de la ironía.
Para contextualizar la obra de Bohórquez es importante hablar de la adversidad que le representó la hegemonía masculina, constante a la que también se han enfrentado personajes de las artes quienes han sido vilipendiados y señalados por su orientación sexual.
La poesía homoerótica de los Contemporáneos es un claro ejemplo de ello, estigmatizados no sólo por escritores con renombre, como Alfonso Reyes u Octavio Paz, sino también por los más reconocidos muralistas, quienes, afiliados a un movimiento nacionalista exacerbado, pisoteaban a las masculinidades divergentes. No obstante, los Contemporáneos lograron salir a flote por ciertos privilegios compensatorios, como sus altos mandos en el gobierno, mismos de los que no gozó Bohórquez al haber sido limitado y circunscrito por la sociedad y por los mismos escritores. Aunque las intenciones de Bohórquez nunca fueron pertenecer a un grupo literario, similar al caso de Francisco Tario y Guillermo Fernández —de este último, a diferencia de Bohórquez, su homoerótica solía ser menos evidente.
Pero voy a partir,
aprendiz amantísimo
que ha sido carne cerca y desunida,
potrillo dulcemente conseguido,
niño sureal de corazón torado,
pero voy a partir,
acércate de nuevo,
búscame y estremécete,
desnúdate y traspásame,
gime y hazme gemir,
no me des tregua,
asuélame,
para bien, para mal, para cualquier suerte,
di palabras que no entienda, pero que necesito,
y en un estruendo líquido y profundo:
qué gana de morirnos en plenitud de buenos camaradas
que se han hecho el amor
como quien dijo: hágase la alegría,
y se hizo.
En la segunda mitad del Siglo XX, Bohórquez inunda la literatura, entonces imperante por hombres heterosexuales, con versos junto a la desnudez total, súbdito y amo / de aquel cuerpo de almendras y de limo. // Oh, niño de la siesta, oh tierno, oh mío. (fragmento de Los dulces nombres I).
Por la crítica literaria, Bohórquez fue desventajosamente suprimido frente a figuras más mediáticas, masculinas y solemnes. El dramaturgo sonorense no encajaba con la hipocresía y la homofobia de aquel entonces.
Desafortunadamente, el afeminamiento de Bohórquez le cerró las puertas en un México conservador y machista. Desde su niñez el escritor fue víctima de acoso en su ciudad natal, Sonora. Incluso su madre fue vilipendiada tanto como él.
La madre de Bohórquez desempeñó un papel crucial en su vida, ella dependió enteramente de él con el paso de los años.
Bohórquez rinde culto a su madre como se rinde culto a un ídolo.
Escribe el poeta: Cuando fui disidencia / y gota a gota de tu entraña fuiste forjando mi esqueleto […] yo sé que he de buscar el cielo roto / en que cansé tu vientre de raíces / para saber cómo éramos entonces; / tú que fuiste en mi ser estas dos cosas: / el ignorado padre de mi cuerpo / y la serena madre de mi muerte”, en el poema Madre ya he crecido, Bohórquez despliega a su multifacética madre, quien fuera abandonada por el padre del escritor.
En el poema Finale, mostrado al inicio, Abigael Bohórquez muestra su gusto por la invención de palabras, además de aludir a la “camaradería”, un eufemismo simbólico del amor entre dos hombres, un amor oculto tras la máscara de la amistad, también mencionado años después por Luis González de Alba en El vino de los bravos, en el poema Frente a Troya, dedicado a Pepe Delgado, haciendo alusión a una complicidad de dos militantes del comunismo, que terminan por amarse hasta la muerte.
Lo que hace aún más interesante la poesía de Bohórquez, es la destreza con la que el escritor logró transportar a su poesía, por un lado, el dolor provocado por la ausencia del amor en su vida, por el otro, el deseo carnal puesto en otros hombres que emanaba a borbollones de sus versos.
si de nuevo pudiera
como si nada o nada hubiese de amar más;
se me fuera otorgado un solo instante,
ahora que no estás, sino un espacio helado;
si se me concediera:
yo volvería a ti, sí, volvería,
suplicando,
tus dedos finos
como el primer día de las espigas,
rogándote beber
tu dulce y dura flor,
pidiéndote
aquel que fue contigo tu soldado de plomo,
tu primera mujer,
tu barco de papel,
la chava,
ah, sí que volvería a tus jugos profundos
que fueron en mis labios la canción;
a tu alegría ociosa
de la que todavía haces ausencia;
a tu esbelta hermosura
que no me pertenece sino la cruz sin nadie;
a tus ojos navales
donde partí y no estoy;
yo volvería a ti,
junto a tu sombra,
sombra de ti, perdido. […]
Al vivir en el noroeste de México —zona del país sumamente conservadora, y más aún, a mediados del siglo pasado— Bohórquez rompe esquemas a todo momento, tanto con su obra literaria como con su imagen misma. Era Bohórquez un performance andante. El escritor reniega de los paradigmas impuestos, encubriéndose en su capullo de lágrimas y raíces.
A propósito de Leer poesía (1972), ensayo de Gabriel Zaid, ganador del Premio Xavier Villaurrutia 1972, menciona un principio fundamental en la buena poesía que aplica Bohórquez a todo momento: expresar el contenido de la botella, ignorando las formas del envase. Es así como Bohórquez escribe, además, este principio de Zaid es aplicable para Bohórquez en un doble sentido: mientras ignora la crítica social, enfocándose en el río desbordante al interior de la botella, se exalta la naturaleza lírica del escritor sonorense con sus versos libres, empapados por una sonoridad exquisita para el lector. Aunado a esto, el poeta también era un excelente declamador, expandiendo con su portentosa voz ecos de agua en un mar de soledades.
La sucesión musical, visual y lógica, puede palparse en la poesía de Bohórquez. Este inusual poeta solía enamorarse de hombres jóvenes, atraído por su belleza núbil y sus encantos irradiantes de jovialidad, motivándolo a escribir una infinidad de poemas acerca de ellos.
emmanuel,
cuando ya esplendas fruto
y haya, tal vez en ese tiempo tuyo que reconocer
qué fue el poema,
y tengas una dulce canción que a nadie importe, […]
entonces llegaré,
como raído imperio,
a traerte la melancólica edad donde hicimos flagelo,
rotura,
olvido […]
Como una especie de línea circular, en el ciclo de vida la muerte pudiera entenderse como el acercamiento al nacimiento. Curiosamente, Bohórquez pasó sus últimos años en su estado natal, como regresando al nacimiento. En sus últimos poemas también llegó a intercalar palabras y frases en inglés y náhuatl. Habría que relacionar la ubicación geográfica fronteriza de Sonora con la utilización del inglés en Bohórquez, dotando a su poesía de carices chicanos, fronterizos —como Salvador Novo en determinado momento—, versos feminoides inmigrantes que se colaron, no sin esfuerzos, entre la poesía escrita por hombres de “virilidad” indiscutible.
Contribuyó notablemente con su póstumo poemario, Poesida, a la sensibilización y difusión del sida desde la poesía. Es Bohórquez el poeta que por antonomasia habla y siente esta enfermedad involucrarse en su vida, causando estragos tanto en su individualidad como en su alrededor.
Desafortunadamente, aún no se ha hecho justicia a la creación literaria de Abigael Bohórquez en cuanto a difusión. Es un poeta mayor del que poco se habla. Sin embargo, el ensayista, crítico literario, académico y performancero, Gerardo Bustamante, ha logrado, mediante un trabajo audaz de investigación, recopilar toda su obra de dramaturgia y poesía en diferentes publicaciones: Dramaturgia reunida (2014), Digo lo que amo (2015), Acta de confirmación y Canción de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles (2015), Poesía reunida e inédita (2016), Los dulces nombres… Antología poética (2019), Teatro recuperado e inédito (2019). Y recientemente, publicó un libro completamente inédito del escritor sonorense, cito a Bustamante: “En 1995, Abigael Bohórquez dejó preparado un libro inédito en versión mecanuscrita e incluso engargolado. Para festejar el 86 aniversario de Bohórquez, publicamos este libro, Siento volando. Ciento y más comentarios sobre una vida literaria (Nueva York Poetry Press/Paserios ediciones, 2022)”.
Posiblemente la mejor manera de conmemorar a Bohórquez es leyendo el extenso legado literario que dejó, así como poniendo en práctica el fin al rechazo de las minorías sexuales y el VIH, justicia con la que él en vida no fue gratificado.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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