9 julio, 2022
No pretendo polarizar mi opinión hacia un lado u otro, prefiero analizar los matices de lo sucedido durante la reciente entrega del Premio Xavier Villaurrutia a la más reciente publicación de Cristina Rivera Garza: El invencible verano de Liliana.
Durante la entrega del Premio Xavier Villaurrutia a la más reciente publicación de Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana (2021), el mansplaining institucional y cultural estuvo presente cuando el escritor y académico Felipe Garrido sentenció la necesidad en este libro de un personaje secundario menos plano: Ángel, el asesino de Liliana, hermana de la también escritora y académica Rivera Garza.
Lo problemático de la crítica emitida por Garrido radica en varios puntos. Por un lado, el hacer observaciones, como en una relación profesor-alumna, tratando de enseñarle cómo se debe escribir y crear a un personaje, como si estuvieran en un taller literario y no en una premiación a dicha autora; el segundo punto está en función de la realidad social que vive el país, un país feminicida en el que once mujeres son asesinadas diariamente con una respuesta sin resultados por parte de las autoridades para frenar los feminicidios, por otra parte, donde el protagonismo de sobra lo tienen los feminicidas.
Basta mencionar la reciente serie televisiva “El Caníbal de Atizapán”, en donde las mujeres asesinadas fueron cosificadas. Básicamente pasaron a ser parte de la escenografía del protagonista, un feminicida serial endiosado como antihéroe.
Este patrón se repite exhaustivamente en los medios de comunicación que pretenden convertir el feminicidio en una especie de serie detectivesca, como en el caso de la periodista Azucena Uresti al dar seguimiento farandulero al feminicidio durante su noticiero.
Teniendo esto en consideración, la crítica de Garrido se vuelve una crítica machista, insensible, en la que se clama mayor profundidad en un personaje —alguien real, un asesino—, para otorgarle al feminicida una cualidad de antiheroísmo innecesaria, como si los feminicidas requirieran de mayor protagonismo, como si no bastara la ausencia de una mujer en una familia.
Los comentarios de Garrido me hacen pensar en el también académico Iván Ruiz García, quien fue director del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, restituido de su cargo tras considerar el feminicidio como “un acto de amor”.
Ambas declaraciones, de Garrido y Ruiz García, normalizan el feminicidio, lo suavizan y hasta lo romantizan.
A Garrido le hubiera gustado leer a un personaje más literario; sugerencia insensible no sólo porque se trata del feminicidio de la hermana de la ganadora del premio, sino porque Rivera Garza no tuvo el mínimo interés en darle mayor espacio del que le dio al feminicida en su libro. No se trata de un desliz literario de la autora.
Sin embargo, hay algo que es necesario aclarar: toda obra es libre de ser criticada.
Indudablemente el feminicidio es un tema sensible, pero si la crítica al abordaje literario del feminicidio vuelve a la obra incriticable, me parece que se cae en un determinismo condescendiente en el que no cabe la menor pizca del desacuerdo.
Recordemos que Elena Poniatowska fue seleccionada en su momento como ganadora del mismo premio, en el año de 1970, por La noche de Tlatelolco, el cual rechazó en solidaridad con las víctimas: “Me van a premiar a mí, ¿y quién va a premiar a los muertos?”, afirmó.
Creo que toda crítica, favorable o no, debe ser recibida, más no por ello acatada por quien la recibe, es completamente válido disentir.
La misma Rivera Garza afirmó recientemente sobre su libro: “Se trata de una operación a la vez estética y ética que tiene por fuerza que posicionarse con sagacidad y empatía, con habilidad y entereza, sobre el campo minado del patriarcado”.
No coincido con la crítica de Garrido, pero tampoco veo problema en criticar una obra literaria, menos aún si su autora alude a su libro con características como las arriba mencionadas: “sagacidad”, “empatía”, “habilidad”, “entereza”, hablando de una “operación a la vez estética y ética”.
Considero que gran parte de las críticas a Garrido están basadas en la ética, cuando él aludía a la estética, algo fundamental en una crítica transparente, en un premio como el Premio Xavier Villaurrutia, que se distingue por la premiación de obras literarias en donde la calidad estética y creativa son fundamentales.
Reitero, no estoy de acuerdo en la crítica emitida por Garrido por las razones arriba mencionadas, pero tampoco me parece que la obra de Rivera Garza deba ser incriticable por abordar el feminicidio desde un testimonio personal.
De ser así, ¿en dónde quedaría la función de la crítica literaria?
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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