La delincuencia organizada se instaló en Puebla durante la administración de Rafael Moreno Valle; el robo de combustible, ahora que está tan caro, se convirtió en un negocio boyante. Este trabajo multimedia, realizado por el equipo de Lado B, es una radiografía de lo que ya se prefigura como una zona de silencio a unas horas de la capital del país
Texto: Ernesto Aroche y Mely Arellano / LadoB.
Fotos: Marlen Martínez / LadoB
PUEBLA, PUEBLA.- De 2011 a la fecha, a la par de que llenaron de concreto hidráulico las principales avenidas de la capital poblana y se levantaron multimillonarios monumentos al ego disfrazados de puentes, ciclovías y hasta complejos administrativos recubiertos de talavera y parques enrejados, también creció en la entidad la actividad criminal.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), a través de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) reveló que en Puebla el costo de la delincuencia creció 53 por ciento, pasando 10 mil 71 millones de pesos, en 2011, a 15 mil 490 millones, en 2016.
También las pérdidas económicas pasaron, en ese mismo periodo, de 4 mil 785 millones a 10 mil 886 millones de pesos, un incremento de 127 por ciento.
Puebla no es una isla y está rodeada por estados controlados por grupos de delincuencia organizada como Morelos, Veracruz y Guerrero. Durante la administración de Rafael Moreno Valle, la entidad vivió la incursión de estos grupos, lo mismo para delinquir que para dejar regados cuerpos de personas ejecutadas, volverse parte de la cotidianidad.
En el recorrido que LADO B realizó por la franja del huachicol y otros municipios de alta incidencia delictiva en la entidad, las versiones varían: en algunos se habla de que el robo de combustible –por mucho, el delito que más creció con Moreno Valle– está controlado por grupos locales, incluso por células controladas por jóvenes de no más de 25 años que paulatinamente han integrado a estudiantes de secundaria para ir escalando posiciones.
En otros municipios, los pobladores hablaron de personas que usan vehículos con placas de Veracruz, que presumiblemente son las que mueven el robo y el tráfico de combustible, local o foráneo.
Lo cierto es que el crimen organizado ya sentó sus reales en la entidad. Y el temblor de su asentamiento se ha dejado sentir en el crecimiento en las ejecuciones: sólo en 2016 sumaron 358 –prácticamente una al día–, más del doble de las 151 que se registraron en Puebla entre 2006 y 2011, justo en el periodo en el que Calderón lanzó su guerra contra las drogas. También crecieron otros delitos, como el abigeato en la sierra norte, o los secuestros en todo el estado, y el robo con violencia en las carreteras.
La inseguridad ha provocado que algunos grupos de ciudadanos tomen la vigilancia y en algunos casos la justicia en sus manos, como en Izúcar de Matamoros o en algunas comunidades de Tlahuapan en donde los vecinos salen a patrullar las calles; o en Ajalpan y el valle de Tehuacán en donde cada vez son más comunes los linchamientos.
Esta es una radiografía, una revisión de índices delictivos oficiales y de cómo se vive en las ciudades y comunidades este crecimiento, que en algunos casos prefigura una zona de silencio en Puebla.
Este trabajo multimedia, realizado por el equipo de LadoB, intenta, no sólo exponer la situación, sino de aportar elementos para comprender por qué, de dónde vino, y qué factores intervinieron en la nueva geografía de la violencia poblana.
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Este reportaje fue retomado del portal de noticias de Puebla: Lado B. Conoce más aquí: http://ladobe.com.mx/
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