Clémence Zamora Cruz salió de México víctima de discriminación y persecución a causa de su activismo político y de su reivindicación como mujer trans. En Francia, se ha convertido en una de las promotoras e impulsoras de los derechos de su comunidad. En entrevista, advierte sobre el uso faccioso de la agenda LGBTI+ por grupos conservadores
Texto: Iván Cadin / @ivankdin
Foto: Joel Saget / AFP
PARIS, FRANCIA.- Nació en Puebla, México, en 1975. Desde 1996 vive en Francia. Lejos de arriar las banderas, Clémence Zamora Cruz se ha convertido en una de las promotoras e impulsoras de los derechos de la población LGBTI+ en este país.
Clémence supo a la corta edad de 6 años que no habitaba a gusto dentro de la persona que se le indicaba que tenía que ser. En su casa y en gran parte de la sociedad en general, poco importaba que el día 17 de mayo de 1990, cuando ella tenía 15 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había eliminado a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Asumir que su género era otro le originó una presión tremenda de parte de su familia, de fuertes creencias católicas, quienes decidieron llevarla a un psicólogo, quien determinó “orientarla” prescribiéndole “estricta masculinización” en sus rutinas diarias; es decir, jugar más futbol y dejar de lado actividades como la danza y la pintura.
Estas “terapias” no cambiaron la personalidad de Clémence, quien, al contrario, continuó buscándose y definiéndose mientras su vida se desarrollaba en los rumbos del Mercado Morelos de la ciudad de Puebla. Es precisamente a sus quince años cuando, al no aguantar más los malos tratos de la transfobia circundante, se va de casa. Como mucha gente en similares circunstancias, Clémence ejerce el trabajo sexual, con todos los riesgos que eso implica, máxime siendo menor de edad.
En cierto momento su abuela le ayuda a sobrellevar la situación y Clémence logra inscribirse en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) para comenzar a estudiar administración.
“Mi primera participación política fue estar de revoltosa”, rememora Clémence dibujando una sonrisa. La entrevista la realizamos en una asociación proLGBT+ parisina donde participa como voluntaria. “Fue en el marco de una reforma educativa que buscaba imponer cuotas en la BUAP. En ese entonces reclamaba derechos políticos y educativos pero también comencé a reclamar derechos para la comunidad LGBT, sobre todo al ver la dificultad para hacer estudios, continuarlos y terminarlos. Las LGBT-fobias eran feroces, con aulas donde estaba violentada todo el tiempo no sólo por compañeros sino también por profesores y por la propia institución.”
Hace 25 años salió de México rumbo a una Europa y una Francia que le mostraron su real cara, muy alejada de la idealización eurocentrista que usualmente se tiene desde América. Ser inmigrante, trans, morena, sin grandes recursos económicos y crítica de la realidad le hizo ver las contradicciones del llamado “primer mundo”.
“Tomé conciencia de mi racialización y de mis privilegios, de poder acceder a salud y educación, y tomé conciencia política (…) Mucha gente no quiere hablar de privilegios, dice que todos somos iguales y habla de una forma universal. La igualdad sería un ideal teórico, un ideal a alcanzar pero ahora no existe y hay que señalarlo.”
Cuando Clémence partió de México en 1996 en el país era inimaginable que, por ejemplo, se entregaran actas de nacimiento por identidad de género en los consulados del país en el exterior; que personas transgénero pudieran modificar sus actas de nacimiento conforme a su identidad de género mediante un simple acto administrativo; que la figura de matrimonio igualitario estuviera presente en gran parte del país; que se reconociera el derecho de adopción para cualquier persona; que en prácticamente toda la nación estuvieran prohibidas las terapias de conversión (aquellas que en su niñez le recomendaron practicar “más futbol para hacerse hombre”); que mediante un decreto presidencial (2019) México declarara al 17 de mayo como Día Nacional de la Lucha contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia.
“México ha cambiado bastante. En el trabajo que tenemos con la representación consular de México en Francia es notorio el cambio. De hecho diría que es pionero en las cuestiones LGBT, muy abierto a trabajar y discutir con las oenegés en este país”, señala Clémence, quien actualmente labora de manera voluntaria en un par de asociaciones pro derechos LGBT+.
A mí los movimientos trans de México me han enseñado el saber organizarse, su lucha constante pro derechos, el hacer lucha política por esos derechos. En Puebla por ejemplo: obtuvieron el cambio de identidad de género pero se prohibía para los menores. Las organizaciones trans llevaron el caso a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y ésta les dio la razón y se invalidó esta parte de la ley. Y eso hace jurisprudencia nacional.”
“La solidaridad mutua también es algo que me han enseñado. Acá (en Francia) a veces la población trans olvida su pasado: acceden a derechos y olvidan al resto. No están conscientes de sus privilegios, no están abiertas a la interseccionalidad y no entienden por qué las personas trans racializadas siguen reclamando derechos. Olvidan otras opresiones. Si eres una mujer trans del Magreb no recibes el mismo trato si eres una mujer trans blanca. (…) De hecho, cuando en este país hablas de privilegios se responde con ‘ah, la dictadura de las minorías’, surge una especie de victimización porque grupos minoritarios reclaman derechos; dicen ‘me están silenciando, me estás violentando mi libertad de expresión’, pero no es nada de eso, es sólo reconocer que falta conocer la experiencia de todos los demás.”
“He estado ligada con los movimientos mexicanos desde acá. Y me han enseñado bastante. Muchas veces tenemos esta visión fruto del colonialismo, muy interiorizada, de referirnos a los avances de otros países del llamado ‘primer mundo’ para justificar los avances que debemos hacer en los nuestros. Y de hecho los movimientos sociales en México no nacen de las referencias externas sino que nacen de sus calles, de sus necesidades propias.”
Estando en México, Clémence tuvo una pareja francesa. En cierto momento él se regresa a Francia y Clémence se queda en Puebla, estudiando. Un día de 1996 opta por dejar México por las amenazas incesantes, fuese por su actividad política en la universidad o por su identidad de género.
“Llegué a Francia como estudiante porque era muy difícil mostrar persecución política por una especie de pacto tácito con un gobierno que se asumía ‘democrático’, por intereses económicos. Abrir las puertas a perseguidos en México era reconocer que no había democracia y no les convenía. Muchas personas en aquella época huyeron por esa represión pero no estuvieron catalogados como ‘perseguidos políticos’, no conozco ninguno oficialmente así reconocido”.
“La idea de ‘Francia, el país de los derechos del hombre’ me hacía mucha ilusión cuando llegué. Y me voy dando cuenta que en verdad eran los derechos del hombre, no de los derechos humanos. No había en ese entonces tampoco derechos para las comunidades LGBTI+. No se reconocían las parejas LGBTI+ ni la identidad de género y encontrarme con movimientos racistas muy fuertes fue un golpe y una vuelta a la realidad. Yo no podía obtener mi cambio de identidad de género, ser reconocida como quien soy y no por la identidad que me fue asignada al nacer. Aunque estuviera viviendo con un francés no se me reconocía como pareja, por eso seguí como estudiante”.
Con 21 años de edad, Clémence se enfocó en su vida estudiantil en París, Francia, una manera de dejar atrás los atribulados días en Puebla. Sin embargo, dos años después, en 1998, nuevas circunstancias se le presentaron y le recordaron que, al igual que en México, seguía existiendo en un limbo oficial.
“A mi pareja de aquel entonces se le declaró VIH-positivo. Yo no estaba reconocida como su pareja. Fue así que no sólo era la carga emocional sino también la administrativa al no ser reconocida como su pareja. (…) Ya en estos años existía un movimiento que luchaba por reconocer los derechos de las parejas. En aquella época estaba solamente reconocida como ‘pareja del mismo sexo’. Entonces yo estaba ubicada en otro género que no me correspondía, ante la sociedad éramos una pareja ‘homosexual’, cosa que ninguno de los dos consideraba.”
“Entonces empecé a participar en marchas ocasionalmente. En las mañanas estudiaba, en las tardes trabajaba y en las noches iba a visitar a mi pareja al hospital. Yo lidiaba con la administración: qué tratamiento le van a dar, cómo lo van a tratar, qué va a pasar si desaparece, en qué situación quedo yo. Tenía que reclamar mis derechos y reconocimiento pues era la pareja ‘homosexual.’ No me convenía al 100% pero era lo que había en ese entonces. Y en aquella época ningún país acordaba el cambio de identidad de género. El primero que abrió la puerta fue Suecia pero los requerimientos eran inhumanos (como luego en este país pasó), que era mostrar que tenías un seguimiento psicológico, médico y, sobre todo, la esterilización; eso es inhumano. ¿A qué otra población se le pide esterilizarse para vivir su vida normal? Todo esto me despertó nuevamente mi lado militante.”
Por esas fechas Clémence participaba con una crónica con agenda trans en un programa de radio, donde abría el micrófono a su comunidad. Y por la misma actividad de lucha comienza a colaborar con diferentes asociaciones trans como TransLatina Network, Myriad Trans, Acceptess-t, Federación LGBT y la Asociación Transgender Europe. Zamora Cruz ha laborado también con Inter-LGBT, organización de la que fue vocera. A la par, trabajó un tiempo como profesora de lenguas en un instituto en Marne-la-Vallée, un suburbio de París.
Actualmente labora en la escuela École42 donde es responsable del programa de igualdad de oportunidades: “Es un programa que me encanta: identificar las maneras de hacer caer muchas barreras invisibles para que ciertas poblaciones puedan acceder a formaciones académicas y puedan tener un trabajo digno pagado correctamente.”
A la par, trabaja como voluntaria con las asociaciones con Au-delà du Genre (“Más allá del género”) y Pari-t. “En Pari-t aconsejo a personas trans migrantes, específicamente de América Latina, para llevarlas a una situación de estabilidad. Y Au-delà du Genre es una asociación para acompañar a familias con niños trans. Les damos toda la información necesaria sobre la infancia trans y ayuda para luchar contra la transfobia en la escuela, porque es muy evidente para las poblaciones trans la existencia de una máquina de estigmatización y de exclusión que se pone en marcha cuando una persona decide hacer su coming-out, pues comienza a lidiar con el bullying en la escuela, la estigmatización de la administración, la exclusión social. De hecho, los parámetros que teníamos era que cuando llegaba el coming-out de una persona trans a edad muy joven, en un momento dado se salía del sistema escolar por las razones antes dadas. Por eso durante años el trabajo para las poblaciones trans fue la prostitución, las estéticas o el show de imitación. Por esto es necesario dar estas formaciones: hay que romper esos estereotipos.”
Por su experiencia propia pero también por una necesidad de derechos colectivos, Clémence ha sido testigo y partícipe directa en el empuje y desarrollo de la lucha por la ley de cambio de identidad en Francia, país al que llegó esta posibilidad por vía de la jurisprudencia, donde un juez determinaba si tenías o no derecho. Es así que en 2009 Clémence logra hacer su cambio de identidad tras lidiar en un proceso judicial que obligaba, en ese entonces, a erogar entre mil 200 y tres mil euros, una cantidad considerable de dinero.
Parte del proceso que vivió Clémence consistió en contestar ciertas preguntas: si le gustaba vestirse con pantalones o con falda, qué profesión tenía, cómo movía las manos al hablar, si se maquillaba o no. “En función de preguntas de este tipo el juez decidía. Y lo peor de todo era el hecho de aportar la prueba de irreversibilidad, la de esterilización. Yo no quería que las nuevas generaciones siguieran pasando por este proceso”. Fue así que diversas asociaciones trans francesas pelearon por una nueva Ley de Identidad de Género, la cual finalmente pasó en 2016 aunque con ciertas críticas por su mediano alcance.
Hubo asociaciones trans que se opusieron argumentando que no era perfecta la ley, y no, no lo es pero evitaba la esterilización, que para nosotras era un paso enorme. La perfección que buscaban esas asociaciones era que se tratara de una ley de convicción declarativa, como se hace en Argentina, en algunos estados de México o en otros países. Es decir, sin ir a procesos judiciales e ir directo al Registro Civil y solicitarlo.”
La lucha por derechos que se convierten eventualmente en leyes es para Clémence un proceso que está relacionado con el contexto político y social existente. La ley de identidad francesa pasó en los momentos en que Francia venía de sufrir los atentados terroristas de 2015. “La exigencia de la eliminación de esterilización, simplificar el proceso, abrir el abanico a más gente eliminando el costo de los juicios y de la intervención quirúrgica, hacer todo esto tuvo una responsabilidad política… Todas las asociaciones que se opusieron y que reclamaron la retirada del proyecto de ley ahora están tomando la cobija y la jalan hacia ellas porque ya saben que los beneficios fueron mucho más importantes que seguir esperando la ley perfecta. La ley perfecta hay que seguir luchando por obtenerla pero no llega de un sólo golpe. Si es así qué bien pero si no, avanzamos un poco.”
“A nivel político estas organizaciones olvidaban las elecciones presidenciales que venían (las de 2017), donde dos favoritos, François Fillon (de la derecha tradicional, Los Republicanos) y Marine Le Pen (extrema derecha, en ese entonces en el aún llamado Frente Nacional), venían muy fuertes. ¿En qué momento puedes decir que no quieres esta ley?, ¿qué responsabilidad política tienes en esto cuando tienes a dos favoritos enfrente que, de ganar, no van a conceder nada? La agenda política siempre hay que tenerla presente para hacer avanzar derechos. La ley de 2016 sigue incompleta y hay que seguir reclamando derechos pero dimos pasos hacia adelante”.
Como en muchos sectores en Francia, la opinión de Clémence no es la excepción: ella también advierte signos de que en Europa un discurso de derechas ha crecido notablemente en las últimas décadas abarcando todos los espacios de la vida en común: migratorio, laboral, académico, servicio público, y también el de la agenda de los derechos LGBT+.
“Cuando Francia vende armas a un país donde hay mucha violencia nunca toma la responsabilidad que conlleva crear armas y venderlas y encontrarse con gente que es asesinada y gente que tiene que migrar por seguridad. (…) Hay una falta de conciencia política sobre la responsabilidad de crear problemas en otras partes del mundo. Sobre la migración la pregunta sería, antes de cómo integrar o recibir a las poblaciones migrantes: ¿cómo vamos a evitar que sean bombardeados en sus lugares de origen y qué motiva la violencia de sus países de origen que los orilla a migrar?”
El crecimiento de las derechas en Europa se ha encontrado con la agenda LGBT+ de dos maneras generales totalmente distintas: por un lado vemos discursos de corte más religioso proclives a la eliminación de los derechos sexuales ganados pero también existe otra ala dentro de estas derechas europeas que lejos de confrontarse con estos sectores dan la apariencia de entenderlas y reivindicarlas. Es el llamado “neoconservadurismo LGBT+” o pink washing.
“El pink-washing lo ves por muchas partes pero hay diversos mecanismos para ver si una organización o un Estado hace pink washing: hay que preguntarse de qué recursos disponen para hacer acción frente a las LGBTfobias; saber cuáles son los mecanismos que implementan para que poblaciones LGBT+ locales no estén sufriendo discriminación; conocer cuáles son las acciones militantes y políticas que tienen con otros grupos internacionales para luchar contra la persecución y discriminacion, etcétera. Viendo estos parámetros te das cuenta si el apoyo sólo es de fachada o comercial, si sólo es una vitrina.”
“Hay bancos que te ponen una banderita LGBT+ y ‘bienvenidos, vengan aquí’ y por otro lado financian a grupos de extrema derecha, mismos que nutren los discursos de odio. Por eso hay que tener claridad en todo esto. La bandera LGBT+ significa muchas cosas: gente que ha luchado contra la opresión, los muertos por VIH, la reivindicación de derechos laborales, de salud, de migración, de servicios públicos para la comunidad. En esa medida tú, que portas esa banderita, ¿que estás haciendo para mejorar estas situaciones? ¿O es sólo una banderita, en el caso de los bancos, para atraer a nuevos consumidores y yo te siga explotando?”
Es innegable tener conciencia política porque si no, hay manipulación. La derecha aquí en Europa ya manipula ciertos sectores de las poblaciones LGBT+: te dicen ‘nosotros estamos contra la inmigración porque ellos no respetan a los LGBT+ y nosotros sí’, pero cuando les preguntas ‘oye, ¿pero me vas a dar derechos?’ sólo repiten como consigna hueca ‘nosotros respetamos a las personas LGBT’. ‘¿Oye, y sobre la agenda política de las personas LGBT?’ ‘Nosotros respetamos a las personas LGBT’ y así al infinito. Jamás te hablan del derecho de mejorar la identidad de género existente, no te hablan de agendas contra el odio y la discriminación en escuelas, no te hablan de cuotas para personas trans en precariedad, que es la inmensa mayoría… Esos discursos de supuesta apertura, si no tienes conciencia política, abren fácilmente el camino a la manipulación. Hay gente de la comunidad que vota por Éric Zemmour o Marine Le Pen (referentes de la extrema derecha francesa). Ven al lobo disfrazado de oveja y en verdad creen que es una oveja.”
A pesar de que falta mucho camino para corregir y mejorar leyes e instituciones y que aún existen inercias de prejuicio y odio en la sociedad, ya son otros tiempos para la comunidad LGBT+. Pero para Clémence algo que es invariable y que no cambiará jamás es la importancia de la fortaleza que da el amor del padre y/o la madre.
“Si alguien busca cambiar de identidad, antes de hablar de cualquier cuestión legal o institucional lo importante es el plano familiar: amen a sus hijos como son, sin tomar en cuenta la orientación sexual y la identidad de género del niño, la niña o le niñe. Amarlos, respetarlos como son. Las situaciones tóxicas vienen de la familia o círculos cercanos a la familia. Hay que crear espacios de seguridad para que los peques puedan evolucionar en situaciones normales de seguridad y que no tengan miedo de mostrar su identidad de género, su expresión de género, su orientación sexual. Que no vivan en dinámicas de exclusión. Que los niños, las niñas, les niñes, sean lo que gusten ser. Hay ya leyes que los protegen pero sobre todo y lo más importante es el amor de los padres y madres. Es un elemento muy importante. Cuando hay padres, madres que se levantan para proteger a sus peques, no habrá nada que los detenga”.
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