En su paso por México en el Foro Social Mundial, la activista ucraniana Nina Potarska manifestó en entrevista su preocupación por que las personas buscan tomar partido de la guerra Rusia Ucrania desde una perspectiva geopolítica y minimizan las violaciones de los derechos de las personas en Ucrania. Para hablar de paz, dijo, primero debe haber un alto al fuego. «Escuchamos informaciones sobre ejércitos. La gente que está sufriendo aparece como algo adicional»
Texto: Wolf—Dieter Vogel
Fotos: Moritz Osswald
Nina Potarska es coordinadora de la red Women´s International League for Peace and Freedom en Ucrania y directora del Centre for Social Labour Research. Es ucraniana, pero en este momento vive entre Polonia y Ucrania. En días pasados visitó México para participar en el Foro Social Mundial de la sociedad civil internacional, que se llevó a cabo en Ciudad de México. En entrevista, Potarska conversó sobre la polarización que existe para definir al responsable de la guerra, si Rusia o la OTAN, mientras el campo de batalla continúa en suelo ucraniano.
La activista también destacó el distinto rasero con que la comunidad internacional acoge a personas refugiadas blancas, provenientes de Europa, como sus compatriotas ucranianos, pero desdeña a personas que huyen de los conflictos y violencia en de países como Siria o Somalia.
Para poder hablar de paz, enfatizó, primero debe haber un alto al fuego.
—¿Está contenta con los debates que se podían realizar en el Foro Social Mundial (FSM) sobre la guerra en su patria?
—Espero que hayamos podido meter algunas preguntas importantes, sobre todo al respecto de los derechos humanos en Ucrania. Para mí la pregunta es cómo la gente quiere hablar sobre la guerra. Rusia está atacando estaciones de trenes, casas, gasolineras, pero muchos querían sobre todo entender la concepción geopolítica. Quieren seguir a uno o a otro lado. Tratan de minimizar el daño y no les interesa el pueblo que está sufriendo y tampoco la dimensión de los abusos de derechos humanos.
Si solamente quieren apoyar a uno u otro lado desde un pensamiento geopolítico, no se habla de los seres humanos. Claro que siempre estos conflictos están ligados a lo geopolítico, es importante. Pero eso deja fuera las consecuencias de la guerra para la gente común. En las noticias escuchamos informaciones sobre las tropas, los ejércitos, los territorios. La gente que está sufriendo solo aparece como algo adicional. Tratamos de cambiar este enfoque hacia la dimensión humana. Queríamos fortalecer la atención a los derechos humanos y a la pregunta cómo se puede parar la guerra, o por lo menos reducir el daño para la población civil.
—¿El presidente mexicano rechaza sanciones en contra del gobierno ruso y ayuda o participación militar de los países del Occidente. ¿Eso ayuda a parar la guerra?
—Estamos revisando las sanciones y pienso que tenemos que investigar cómo estas medidas están afectando a todos, al sector popular y a la sociedad civil de Rusia o a gente fuera de este país. Desde mi punto de vista es importante orientar las sanciones directamente al gobierno ruso. Tenemos que investigar los efectos negativos y positivos, y para este proceso también necesitamos países neutros que no participen en este juego de sanciones, países como México, que no apoyan a uno o a otro lado.
—López Obrador insiste en la necesidad del diálogo para lograr la paz…
—No sé cómo hablar sobre la paz si estás bajo ataques, y es difícil hablar sobre diálogos si destruyen tu país. Necesitamos un alto de fuego.
—¿Y el apoyo militar? En Europa, especialmente en Alemania por su historia del fascismo y sus intervenciones genocidas en la región, hay un debate intenso sobre el envío de armas para apoyar al pueblo de Ucrania a defenderse. ¿Qué piensa usted?
—No sabría decirle si el envío de armas es productivo o contraproductivo. La pregunta es: ¿Ayuda a proteger ucranianos o nos acerca a la tercera guerra mundial? En este momento no lo sabemos. Tenemos el problema de cómo protegernos, y sin ayuda será difícil defender Ucrania contra la intervención rusa. La situación en los territorios ocupados por tropas rusas es bastante peligrosa y difícil para la población y la sociedad civil. Así nos informan muchas personas. Necesitan ayuda. Creo que en unos años vamos a saber cuál decisión fue la correcta y cuál fue falsa, pero ahora pienso que necesitamos esta ayuda. No sé cómo tendría que ser exactamente, cuales armas u otros apoyos serían necesarios, pero sí, realmente quiero parar la intervención en mi país.
—¿Una parte de las organizaciones que participaron en el Foro Social Mundial y generalmente de la izquierda de América Latina está convencida que los poderes occidentales son responsables para la intervención de Rusia en Ucrania. ¿Cómo lo ve?
—Tenemos presente estos dos polos. Algunos ven a la OTAN como agresor, otros a Rusia. No quiero ayudar a uno de estos lados. Nuestro país es el próximo campo de batalla de los dos poderes. Creo que es tiempo de revisar este sistema de seguridad mundial en general, porque no es seguro. Entiendo que en América Latina se ayuda más a Rusia, por sus experiencias con la cercanía a los EEUU. México es el país más cerca para estas agresiones. Por las mismas razones mucha gente en Ucrania no ayuda a Rusia y vivimos una agresión rusa. Nadie va a ganar este juego. Nunca.
—¿ El expresidente de Brasil, Lula da Silva, piensa que el problema ya se hubiera resuelto si el Occidente hubiera confirmado que Ucrania nunca entrara a la OTAN. ¿Tiene razón?
—La OTAN nunca ofreció a Ucrania formar parte de su alianza. Se habló de eso, pero no había un compromiso al respecto. Es un juego estúpido, porque nadie está esperando a Ucrania en la OTAN. Así lo han dicho también los Estados Unidos. Este discurso, que viene del presidente ruso Vladimir Putin, nos trajo la situación actual en el momento en que Putin dijo que fuera realidad. Pero nunca fue real. Para Washington son socios, pero en la sombra de la OTAN, no como miembro.
—Algunos comentaristas llaman el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenski, que es judío, “fascista” o “nazi“. ¿Qué le parece?
—No sé cómo es posible llamarle un fascista. Sin Zelenski el país sería más de una orientación derecha. Ganó las elecciones en 2019 con discursos sobre la paz, integración, una política de diversidad. Había cambios en los últimos años, pero no tiene nada que ver con fascismo. Tenemos muchos problemas, pero eso no. En el parlamento de Ucrania no tenemos un partido de la ultraderecha. Las ideas de la derecha radical ni son tan populares como en Alemania. Allá hay más ultraderechistas que en Ucrania, hasta en el parlamento, y en Francia casi fue electa la ultraderechista Marie Le Pen…
—Una amiga de Putin..
—Yo encontré a estos activistas de la izquierda, que hablaron sobre un supuesto país de ultraderecha. Realmente me pregunté: ¿qué piensan, por qué Putin dio estos discursos? Para decir eso, necesitas pruebas. Traté a cuestionarles y encontrar respuestas, pero no las pueden dar. Y lo más radical que sean, son peores.
Sí, después de la intervención rusa hay más gente patriótica que antes, y hablando sobre el proceso democrático, sí, es un problema. Pero eso no significa que vivimos en un país de ultraderecha.
—¿Qué está esperando de los gobiernos occidentales?
—Tienen que ser muy cuidadosos en su manera de actuar para que no crezca más este conflicto. Es una situación muy peligrosa para todos. Entiendo por qué el gobierno alemán por ejemplo es muy cauteloso en la decisión de mandar armas. Los tiempos están bastante calientes, y seguramente ambos lados han cometido muchos errores antes. Tenemos que cambiar nuestro pensamiento, la política internacional y el sistema de seguridad. Es un desafío para todos, y hay que incluir a la sociedad civil en las decisiones, los contratos, etcétera.
—¿Y qué espera de la sociedad civil, por ejemplo las organizaciones que estuvieron en el FSM?
—Es difícil, son organizaciones muy distintas. Había muchas discusiones. En lo que estuvimos de acuerdo es que estamos en contra de las guerras. Antes de nada necesitamos un alto de fuego y tenemos que proteger a los seres humanos. En eso coincidimos.
—¿Están cooperando con gente de Siria? Muchos de ellos son, parecido a los ucranianos, víctimas de las agresiones del ejército ruso, que ayuda al dictador Baschar al—Assad.
—Sí, nuestra red WILPF tiene un grupo en Siria, y en otra red feminista estamos cooperando con activistas en Siria, Libia, Afganistán y otros lados. En este momento tenemos que juntarnos, por ejemplo por estas maneras racistas de muchos países que ayudan a refugiados ucranianos blancos, pero no dejan entrar colegas de Afganistán o de Somalia. Eso no es justo y nosotros demandamos que este “People of Color“ —“gente de color”— tiene los mismos derechos como nosotros. Es un desafío en nuestra propia comunidad, porque nuestras hermanas y también nuestros hermanos de otros países sufren la desigualdad. Todos somos refugiados, pero con oportunidades muy distintas. Nosotros tenemos ocho años de guerra y mis colegas de Afganistán nunca han vivido en paz.
—En la Ciudad de México y otros lugares hay ucranianas y ucranianos esperando hasta que pueden entrar a Estados Unidos, pero allá no los aceptan…
—Los EEUU tratan de dejar toda la presión en Europa, y allá ya es muy difícil encontrar trabajo, departamento, dinero. Todos los precios están subiendo, tanto en Polonia como en Alemania. Canadá y Estados Unidos solamente invitaron 100.000 personas, mientras en Polonia entraron hasta 4 millones. En este juego Washington quiere entregar toda la responsabilidad a Europa. Una razón más para los europeos a hacer todo para terminar la crisis lo más pronto que sea posible.
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